Raúl Bazán Dávila, diplomático y nacionalista.
Sus tesis sobre el Reino de Chile, límites y Argentina
Cristian Eduardo Garay Vera
Universidad de Chile, Chile
Fecha de recepción: 16/04/2024
Fecha de aprobación: 08/05/2024
Resumen
Personaje público, pero de
cenáculos especializados, Raúl Bazán Dávila (1913-2007) fue un tipo de
intelectual y diplomático que representó las tesis maximalistas acerca del
Reino de Chile y que polemizó con autores argentinos y bolivianos. Sus inicios
políticos habían sido en la revista nacionalista Estanquero, junto a
Jorge Prat Echaurren, Jorge Berguño y Mario Barros van Buren. Fue embajador
ante Brasil y más tarde se especializó en temas marítimos. Fue un defensor del
régimen militar de la primera hora, aunque en 1976 se fue a retiro. Desde
entonces ejerció como intelectual público en torno a perspectivas nacionalistas
que le llevaron, gesto inédito, a Cancillería chilena respecto a la salida
propuesta por la mediación pontificia con Argentina en 1984.
Palabras clave: Nacionalismo, Guerra, Geopolítica,
Desarrollo, Intelectualidad militar
Raúl Bazán Dávila, diplomat and
nationalist. His thesis on the Kingdom of Chile, limits and Argentina
Abstract
Raul
Bazán Dávila (1913-2007) was a public figure, but from specialized cenacles,
represented a type of intellectual and diplomat who represented the maximalist
theses about the Kingdom of Chile, and who polemicized with Argentine and
Bolivian authors. His political beginnings had been in the nationalist magazine
Estanquero, along with Jorge Prat Echaurren, Jorge Berguño and Mario
Barros van Buren. He was ambassador to Brazil and later specialized in maritime
issues. Defender of the Pinochet’s regime, he was an early defender of it,
although in 1976 he retired. Since then, he worked as a public intellectual
around nationalist perspectives that led him, an unprecedented gesture, to the
Chilean Foreign Ministry regarding the exit proposed by the pontifical
mediation with Argentina in 1984.
Keywords: Nationalism,
War, Geopolitics, Development, Military intellectuality
Introducción
El campo del pensamiento
nacionalista se caracteriza por su intermitencia y marginalidad política en la
historia chilena. El anticomunismo ha sido más constante, por exceder a un
grupo político concreto, y fue muy visible en el periodo de González Videla,
cuando el Partido Comunista accedió como parte de la alianza de gobierno (Díaz
Nieva, 2018a: 145-165; Díaz Nieva, 2018b: 167-202). No obstante, en diferentes
orientaciones, estas posturas han tenido influencia intelectual y política,
aunque han fracasado en lo político. Las consideraciones de este tenor suelen
referir a una exaltación del territorio y a ciertos rasgos identitarios. En
este caso, nos preguntamos acerca de un intelectual y diplomático anticomunista
y nacionalista, Raúl Bazán, que tuvo un momento de convergencia, tan breve como
intenso, con el régimen militar de Pinochet entre los años 1973 y 1976. Como es
obvio, sus posturas permearon el discurso territorial y especialmente las
relaciones con Argentina. Sorprendentemente, avizoró las repercusiones de la
Convención del Mar y planteó dilemas no resueltos en la política exterior
chilena. Fue un disidente de la orientación oficial, posicionándose
críticamente respecto a la solución de Juan Pablo II ante los gobiernos de
Chile y Argentina, y sostuvo que no había límite marítimo definido con Perú. De
hecho, en el caso del contencioso en La Haya fue el único chileno citado en el
alegato de Lima a propósito de un documento suyo de 1964 (véase resumen de
alegatos: La fase oral del litigio Chile-Perú en La Haya. 14 de diciembre de
2012. Cooperativa.cl).
Si bien sus posturas fueron
marginales a la conducción de la política exterior, son representativas de
sectores que avizoraban a Argentina como un peligro y que nutrían posiciones
nacionalistas. Por otro lado, Bazán participó de las revistas Estanquero,
Hoy y Ercilla, pero, sin duda, la mayor connotación política
estuvo en la primera de las mencionadas, que se publicó entre 1946 y 1954. Esta
revista tiene un lugar propio, con su discurso autoritario y moralizador
contrario a los gobiernos del Partido Radical, esperaba una renovación política
con un modelo corporativo.
Mario Barros van Buren, años
después, escribió la historia de la revista en su discurso de ingreso a la
Academia Chilena de la Historia. Estanquero nació, decía el autor, como
parte del escozor que significaba la llegada al gobierno de miembros del
Partido Comunista en 1946, en la alianza que condujo a la presidencia a Gabriel
González Videla (Barros van Buren, 1997: 337). Jorge Prat, su fundador, caracterizó
como un “accidente” el anticomunismo que dio lugar a la publicación, pues la
crisis, que era moral, radicaba antes en los partidos y en la falta de espíritu
nacional (Fariña, 2019: 122-123), cuyo programa espiritual se traducía en un
sistema corporativo, como demuestra Fariña (2019: 126-131). La publicación y él
apoyaron la candidatura del ex Presidente Carlos Ibáñez del Campo, quien
representaba ese ideal anti partidos y anti liberal. La publicación
promocionaba como postura la doctrina portaliana, que consistía en una
percepción de gobierno civil autoritario, basado en la ley, y convergente en la
afirmación de la nación frente a los partidos y la corrupción, además de un
marcado anticomunismo en un periodo durante el cual parte de la alianza
gubernamental de los radicales contempló, en un momento inicial, a los
comunistas.
Hay elementos que provienen,
evidentemente, de la nostalgia de los derrotados en la II Guerra Mundial. Así
lo escribió el mentor de este grupo, Jorge Prat Echaurren, en su libro Jonathan
Laski, corresponsal de guerra. Junto a esta figura se unieron varios
autores, entre ellos Raúl Silva Castro, escritor, Mario Barros van Buren, Jorge
Berguño Barnes y Raúl Bazán, estos tres últimos, diplomáticos. Barros van Buren
fue director de la Academia Diplomática bajo Pinochet y fue rechazado en 2004
por el gobierno de Estados Unidos como embajador, porque se le consideró
antisemita. A él se le debe la Historia diplomática de Chile 1541-1938
(1970), texto importante sobre este tema, y muchos otros escritos. Por su
parte, Berguño fue un destacado autor y especialista en estudios antárticos: en
su nombre se otorga un premio de la Asociación Chilena de Diplomáticos a
investigaciones sobre ese tema.
Para escribir este texto se han
tenido en cuenta libros y recortes de prensa (algunos de origen familiar) de
este personaje público, diplomático y polemista. En base al análisis documental
se identifican sus ideas matrices y la forma de perfilarlas en el contexto del
pensamiento nacionalista chileno. Las ideas de Raúl Bazán tuvieron una breve
pero importante convergencia con Pinochet en el marco del golpe de estado de
1973 y su defensa, pero, tras 1976, Bazán pierde esa conexión al salir del
servicio exterior. Con posterioridad fue un crítico de la gestión papal y de
las decisiones de la Cancillería que respaldaba Pinochet. Sus críticas tuvieron
cierta resonancia en medios de comunicación como una voz aislada de disidencia
en el régimen.
La carrera de Raúl Bazán fue
larga. Nació en Santiago en 1913, “estudió en el Colegio de los Padres
Franceses y después Derecho en la Universidad Católica, obteniendo su título de
abogado en 1946 tras la aprobación, con distinción máxima, de su tesis, la que
incluso fue premiada por el propio Colegio de Abogados. Como profesional, fue
Fiscal de la Caja Nacional de Ahorros y del Banco del Estado”. Escribió en las
revistas Estanquero y Hoy y fue traductor de libros en la
editorial Ercilla. Fue presidente del Instituto de Cultura Hispánica en Chile y
titular de este en España en 1963. [1] En 1954 ingresó al servicio diplomático; fue
embajador de Chile ante Brasil entre 1954 y 1961 bajo los gobiernos de Carlos
Ibáñez y Jorge Alessandri. Durante sus años de embajador, en dos periodos
presidenciales chilenos, Bazán informó acerca de la geopolítica brasileña, más
consistente, en su opinión, que la política interna. En esos años, describió el
ascenso de Brasil, que primero rivalizaba con Argentina y luego se enfocó
directamente en Estados Unidos como interlocutor. Alertó que la “amistad” con
Brasil era ficticia y que solo se agitaba en tiempos de confrontación con
Buenos Aires (Soto, Núñez y Garay, 2012: 112-162). Apoyó el Proyecto
Panamericano que insertaba a Brasil en la región y luego advirtió que un golpe
militar pondría a la izquierda en un primer plano (Soto, Núñez y Garay, 2012:
149). Esos informes demuestran que su óptica principal, la internacional,
estaba bastante ajustada a la realidad y no se percibían mayores preferencias
políticas. “También fue ministro consejero y asesor político de la Cancillería,
en la embajada de Chile en España” (Raúl Bazán Dávila, abogado y diplomático.
12 de agosto de 2007. El Mercurio). Estuvo destinado en Israel en 1970.
Fue representante ante Naciones Unidas, pero poco después de su designación
renunció voluntariamente en 1976. No volvió a tener designaciones públicas.
En una nota necrológica,
alcanzando 94 años, se indicaba que:
Enviado por el Presidente Pinochet, recorrió las cancillerías de
Europa Occidental para explicar el problema de los derechos humanos. A pesar de
haber renunciado a sus funciones oficiales, siempre se mantuvo alerta en la
defensa de la soberanía nacional, razón por la cual intervino con pasión en el
tema del canal Beagle y de las islas chilenas Picton, Lennox y Nueva, opinando
críticamente sobre el manejo de la situación (Raúl Bazán Dávila, abogado y
diplomático. 12 de agosto de 2007. El Mercurio).
Un editor acorde, el INPATER
Una
obra como El Patrimonio que recibimos del Reino de Chile vino a
sintetizar años de investigación y de tesis del autor. En 1984, el libro ganó
el primer lugar del Premio Luis Risopatrón que otorgaba el Instituto del
Patrimonio Territorial (INPATER), siendo publicado en 1986. Risopatrón fue un
famoso geógrafo que cartografió las costas de Chile. Por su parte, las obras
del INPATER tuvieron un creciente carácter geográfico e histórico antes que
geopolítico, hasta la extinción del Instituto en 1990 en el marco de los
cambios del país y de la universidad. Algunos de los títulos publicados son
representativos: del almirante Francisco Ghisolfo, Origen y desarrollo del
diferendo limítrofe austral, de Luis Bravo Bravo, Análisis crítico de la
tesis del principio bioceánico, de Sergio Paravic Valdivia, La Boca
Oriental del Estrecho de Magallanes. Además, se publicaron obras sobre la
Región de Valparaíso, Isla de Pascua e historias de los límites de Chile. De
todos los autores, el único geopolítico fue Hernán Santis Arenas, autor de Chile
y su desarrollo territorial, quien también produjo una extensa obra
geopolítica con su esposa, Mónica Gangas.
Precisamente
esto merece una explicación. En el periodo del régimen militar, aparte de su
cultivo entre militares –Julio von Chrismar–, la geopolítica y las preocupaciones
territoriales se canalizaron académicamente en dos instituciones: el INPATER,
que contaba entre sus Consejeros Numerarios y Supernumerarios a un nutrido
elenco de académicos y militares, y el Instituto Geopolítico de Chile, que
presidió, justamente, Hernán Santis, que durante décadas se ocupó de este
aspecto, y en el que la dirección del matrimonio Santis-Gangas era más visible.
Parte
de la colección del INPATER, Santiago
En
el INPATER dominaban académicos y diplomáticos. Su presidente, Isidoro Vázquez
de Acuña y García del Postigo, marqués García del Postigo, es miembro de la
Academia de la Historia. En el INPATER había también tres consejeros
numerarios: Guillermo Izquierdo Araya (1902-1988), político nacionalista, ex
senador ibañista, una figura connotada, pero en su madurez y retirado de las
lides públicas en esa época; el contraalmirante Francisco Ghisolfo Araya,
antiguo miembro de las Comisiones Legislativas de la Junta de Gobierno,
retirado pero activo escritor en la Revista de Marina y otras, y el
arquitecto Sergio Paravic Valdivia.
Entre
los consejeros supernumerarios se identifican varias personalidades de la
época. Gustavo Cuevas Farren, largos años director del Instituto de Ciencia
Política de la Universidad de Chile; Julio von Chrismar, coronel y profesor de
geopolítica en el ejército; Juan Guillermo Muñoz, académico de historia de la
Universidad de Santiago, especialista en migraciones; Waldo Zauritz, general de
división en retiro, presidente de la Academia de Historia Militar entre 2007 y
2011; la periodista María Eugenia Oyarzún,[2] de gran trayectoria; Mario Barros van Buren,
ex director de la Academia Diplomática; el académico magallánico Mateo Martinic
Beros, premio nacional de historia en 2000; el marino retirado –frecuente
articulista de la Revista de Marina– Hernán Ferrer Fouga y los
investigadores Fernando de Toro Garland –académico avecindado en España, que en
1959 fue Director General de Trabajo–, Maximiliano Lorca Cerda –oficial de
ejército y subsecretario de guerra subrogante de Salvador Allende en 1972– y
Norman Schirmer Bowers, chileno.
En
suma, se trataba de un equipo civil –casi todos sus integrantes, salvo dos,
cercanos al régimen– que se dedicaba a temas limítrofes, que eran del interés
de la Cancillería y del gobierno. El Instituto de Investigaciones del
Patrimonio Territorial (INPATER) se creó el 6 de julio de 1982, según el
Decreto Universitario (DU) N° 502 (Contreras, 1983: 3). Este decreto indicaba
que la nueva unidad académica debía “efectuar investigaciones atingentes al
territorio” y “promover su difusión”, así como colaborar con el Ministerio de
Relaciones Exteriores y el Ministerio de Bienes Nacionales de Chile. Su acta
solemne fue firmada por el general Augusto Pinochet bajo la rectoría del rector
designado, general Jorge O’Ryan Balbontín, y su Reglamento interno fue promulgado
el 30 de marzo de 1983, según el Decreto 362 (Muñoz et al., 1987: 221). En su
objeto de interés se declaraban las materias de historia de límites, la
Antártica, Océano Pacífico, Mediación papal entre Chile y Argentina, las
relaciones internacionales, entre otras (Contreras, 1983: 35). Dato
significativo, a la ceremonia inaugural de fundación asistió Augusto Pinochet,
quien estampó su firma en el registro. El INPATER se domicilió fuera del campus
central, en la comuna de Providencia. Allí transcurrió su actividad académica
centrada, según se precisaba, en investigaciones territoriales basadas en el
“acopio de antecedentes históricos, geográficos y culturales” sobre los cuales
se realizaba la “investigación y difusión” del territorio. Sobre esta base, se
indicaba su carácter patrimonial para todos los chilenos, reflejando
–declaración propia del INPATER– “nuestros derechos hereditarios como nación,
adquiridos por el fuero de la Historia y la gracia de Dios”. Seguidamente se
decía:
… se encarga del estudio y análisis interdisciplinario de aquellos
elementos que han afectado a nuestro ser nacional en la simbiosis de suelo y
sangre [sic] que sirven de soporte al escudo de la sociedad (Bazán, 1986:
portadilla).
El Patrimonio que recibimos del Reino de
Chile
Como
ya se señaló, con el libro titulado El Patrimonio que recibimos del Reino de
Chile (1986), Raúl Bazán obtuvo el primer lugar del Premio Luis Risopatrón,
famoso cartógrafo y marino chileno, entregado por el Instituto del Patrimonio
Territorial de la Universidad de Santiago de Chile. La obra se publicó en la
Colección Tierra Nuestra de ese centro (Bazán, 1986). De intimidantes 471
páginas, no fue una obra inicial, sino una de sus dos obras finales, incluyendo
una inédita sobre las relaciones con Argentina, sobre la cual dijo que era
incómoda en el ambiente de la luz verde dada a la propuesta papal sobre las
tensiones limítrofes con Argentina. Bazán fue un personaje outsider por
sus posturas y polémicas, para entonces estaba excedente del Ministerio de
Relaciones Exteriores y sostenía su hipótesis de que Chile carecía de límites
marítimos con Perú y Argentina y que, al no tomar en cuenta la Convención de
Derechos del Mar, se estaba comprometiendo a un conflicto futuro por la
delimitación de la plataforma continental y los derechos antárticos. Sus
palabras tuvieron eco, pues en el juicio por la delimitación marítima con Perú,
Lima esgrimió sus tesis e informes como parte de la prueba de que así era.
Desde
el punto de vista formal, la obra se basa en memorialistas, archivos
diplomáticos, fondos de la época de la Monarquía. Bazán también utilizó
abundante cartografía, en este sentido, el autor se inscribe en la tradición de
la “guerra de los mapas”, propia de la discusión diplomática en torno a la
controversia chileno-argentina (Lacoste, 2004). Entre sus fuentes se encuentran
las obras clásicas de las polémicas de límites con Argentina, así como obras
jurídicas. Él mismo fue caracterizado como sucesor de la obra de Carlos Morales
Vicuña y Miguel Luis Amunategui. También se observan palabras elogiosas a un
contemporáneo y colega, José Miguel Barros, autor de tres obras sobre límites
que cita elogiosamente. El grueso de los materiales está conformado por cronistas
de Indias, informes y órdenes reales y trabajo de documentación de la monarquía
hispánica. No encontramos rastros de publicistas anti argentinos, como Exequiel
González Madariaga, autor de Nuestras relaciones con Argentina: una historia
deprimente (1970) en cuatro volúmenes, quizás, un motivo era su condición
de parlamentario del Partido Radical.
Su
punto de vista es jurídico y defiende la postura de no pretender dar lugar a
irredentismos, sino a un conocimiento histórico depurado que presente el
panorama real del territorio del Reino de Chile. Explicando su obra, escribió:
“no tiene por objeto azuzar un irredentismo que en Chile no existe, ni menos
aún crearlo” (Bazán, 1986: 11). Los territorios que pasaron a Argentina lo
fueron en virtud de tratados y es necesario honrar esos acuerdos. Respecto de
ambos países, escribió: “… la naturaleza puso a Chile y Argentina lado a lado
para que convivan en paz y armonía, para que intercambien sus productos y
compartan las ventajas de sus respectivas geografías” (Bazán, 1986: 11). Su
propósito era rescatar “la verdad histórica” de los títulos chilenos (Bazán,
1986: 11) en base al “acervo documental e informativo” para dar un nuevo
enfoque a los estudios de límites históricos (Bazán, 1986: 19).
El mismo Bazán, reflexionando sobre su obra y su publicación por
el INPATER, manifestaba que se proponía “difundir la verdad y crear conciencia
nacional sobre la dimensión del territorio que tuvo el Reino de Chile”, asunto
que era también tarea del Instituto (Bazán, 1986: 11-12). En forma escueta
aludió al proceso de mediación papal de 1978, argumentando que era necesario
demostrar el falso Uti Possidetis Juris de Argentina (Bazán, 1986: 21) y
ratificando, seguidamente, que Bolivia no tuvo salida al mar (Bazán, 1986:
21-22), puesto que ella correspondía a la jurisdicción del Virreinato del Perú
y del Reino de Chile.
La conciencia territorial fue obra muy temprana, desde la Cartas
de Pedro de Valdivia al emperador Carlos V, y se ratifica incesantemente hasta
cerca de 1810, sin interrumpirse en 1776, fecha de creación del Virreinato del
Río de la Plata con nuevas jurisdicciones. Recuerda que el mapa de la Histórica
relación del Reino de Chile (1646), del padre Alonso de Ovalle, reconoció
al reino desde el paralelo 25 al Estrecho de Magallanes, incluyendo tanto la
Tierra del Fuego como la “Terra Incógnita” (Bazán, 1986: 245).
En 1700 se insistía en la búsqueda de la Ciudad de los Césares,
hecho que no solo tiene interés misional e histórico, sino que ratifica que su
búsqueda se encuadra dentro del convencimiento de que era parte de Chile. El
gobernador de Valdivia, Joaquín de Espinosa, indicaba en un informe remitido en
enero de 1774 al gobernador Jáuregui los posibles derroteros para encontrar la
Ciudad mítica (Bazán, 1986: 319). El 2 de diciembre de 1777 el Gobernador
Jáuregui informó al secretario de Estado Gálvez que había enviado un
contingente por aquella ciudad y acaso por ingleses infiltrados en el
territorio (Bazán, 1986: 319-320).
Eso
a pesar de que el Gobernador de Chile tenía en cuenta que, desde el 15 de
octubre de 1768, la isla de Chiloé había pasado temporalmente para su
fortificación al Virrey del Perú (Bazán, 1986: 321). Si se hace mención de
esto, es para probar que para los gobernadores de Chile su jurisdicción seguía
más abajo. Por eso, precisa Bazán, “[l]a búsqueda de la Ciudad de los Cesares
desde Chile es permanente y las sucesivas expediciones que fueron en su
búsqueda era parte de decisiones administrativas que puso (el gobernador) en
conocimiento del Rey” (Bazán, 1986: 324). Cada expedición “pregona la
jurisdicción que el Reino de Chile tenía y ejercía sobre la Patagonia” (Bazán,
1986: 325).
Bazán
se detiene, por su postrimería administrativa, en Ambrosio “Higgins”
(1720-1801),[3] gobernador de Chile, luego virrey del Perú y
padre de Bernardo O’Higgins. Demuestra que conoce perfectamente el mapa de
D’Anville de 1748 (tratado in extenso en Bazán, 1986: 251-336), que
reitera las imágenes de Cano y Olmedilla y no modifica la jurisdicción
preexistente a 1776 (Bazán, 1986: 355). Esto dentro del interés de impedir
desembarcos ingleses, tales como un desembarco en el Estrecho de Magallanes (Bazán,
1986: 355-357).
Por
otra parte, también reitera la jurisdicción del Reino de Chile sobre el
Despoblado, siguiendo, en parte, la tesis de Jaime Eyzaguirre de 1967,
contenida en su Breve Historia de las Fronteras de Chile. Sin amainar
sus argumentos, las últimas páginas se dedicaban a la jurisdicción sobre el
despoblado de Atacama, desarrollada in extenso (Bazán, 1986: 438-441),
alusión que debe ser relacionada con las controversias con Bolivia, el cese de
relaciones a nivel diplomático y las negociaciones infructuosas entre Pinochet
y Banzer.
En
sus primeras páginas, Bazán escribía que “[n]uestros títulos coloniales
subsisten además como elemento fundamental para interpretar el Tratado de 1881
y cualquier otro pacto con implicancias limítrofes que hayamos celebrado con
Argentina”. Esto vale también, precisaba, para “pasar en forma libre,
irrestricta e irrestringible por los accesos orientales del Estrecho de
Magallanes, sea de entrada o de salida, sin ingerencia [sic] alguna de
Argentina, porque este derecho viene también de dichos títulos y condicionó
nuestra firma del Tratado de 1881” (Bazán, 1986: 21).
Un mapa fundacional: Cano y Olmedilla
(1775)
En
una columna de El Mercurio, Bazán identificó la idea de la extensión del
Reino de Chile como el legado hacia 1810, diciendo que:
El mapa de Cano y Olmedilla aparecido en 1775, demuestra que el
litoral patagónico no salió de la jurisdicción chilena. Su cuarta edición, que
incluye los cambios de 1776, registra la transferencia de la provincia de Cuyo
al Virreinato y, en cuanto al resto de la frontera entre este y el Reino de
Chile, hacia la costa, reproduce la misma de su primera edición. No hay duda de
que, desde que ella toca el mar hasta el Cabo de Hornos, todo el litoral siguió
bajo la jurisdicción de Chile (Bazán, R. 25 de noviembre de 1978. El principio
Atlántico. Una consigna falsa y perniciosa. El Mercurio).[4]
Ahora
bien, este no era cualquier mapa. Juan de la Cruz Cano y Olmedilla –a veces
llamado Juan de la Cruz– realizó el Mapa Geográfico de la América Meridional.
Tenía su reproducción un lugar destacado en el comedor de trabajo del Instituto
del Patrimonio Territorial de la Universidad de Santiago de Chile. El mapa fue
reproducido en grande y luego estudiado en una publicación exclusiva por el
director del Instituto, Isidoro Vázquez de Acuña (1984), que le dedicó el
volumen N° 3 de la colección Terra Nostra. Este mapa diferenciaba el Chile
tradicional y el “Chile nuevo”, extendido más allá de los Andes. Si bien
reconocía el paso de la jurisdicción de Cuyo, era un mapa que dibujaba la
extensión máxima del Chile de la monarquía, todavía sin crearse el Virreinato
del Río de la Plata, que esperaría hasta 1776, y sin tocar costa la Audiencia
de Charcas, incluyendo esta nueva jurisdicción administrativa Paraguay y la
franja de Uruguay, antes del Virreinato del Perú. Bazán lo integró a su
análisis y trabajo.
El
mapa fue ingresado, con un estudio preliminar de Isidoro Vázquez de Acuña, en
la Biblioteca Nacional de Chile y actualmente se consigna en el repertorio
digital con la siguiente nota:
Mapa geográfico de América Meridional [material cartográfico] /
dispuesto y gravado por D. Juan de la Cruz Cano y Olmedilla geogfo. pensdo.
[geógrafo pensionado] de S.M. individuo de la R. Academia de Sn. Fernando, y de
la Sociedad Bascongada de los Amigos del País; teniendo presente varios Mapas,
y noticias originales con arreglo á Observaciones astronómicas, Año de 1775;
acompañado de un estudio monográfico escrito por Dr. Don Isidoro Vázquez de
Acuña, Marques Garcia del Postigo de la Academia Chilena de la Historia.
Santiago: Universidad de Santiago, Instituto de Investigaciones del Patrimonio
Territorial de Chile, 1984 ([Santiago, Chile] : Universitaria) 1 mapa en 8
secciones : blanco y negro ; 31 x 50 cm, en estuche 52 x 32 cm. (Mapa
Geográfico de la América Meridional. Biblioteca Nacional de Chile.
https://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/bnd/631/w3-article-354311.html).
Fotografía
del autor. Detalle del Mapa de Cano y Olmedilla
Fotografía
del autor. Instituto de Estudios Avanzados
Este
mismo mapa fue incluido por Hernán Ferrer Fougá en su libro Proceso de
conformación territorial de Chile (1536-1881): Cartapacio de mapas,
publicado en la Colección Terra Nostra (N° 19-20) del Instituto del Patrimonio
Territorial (1990). El ejemplar usado provenía de la colección de la
Universidad de Texas. En el caso de las discusiones limítrofes, se usó en
alegatos por parte de Chile. En Argentina, la Universidad Nacional de Córdoba
guarda un ejemplar, copia del original, hallado en Alemania e instalado en 1934
en la Facultad de Filosofía, debido a la donación de monseñor Pablo Cabrera al
Instituto de Estudios Americanistas. Parte de la nota precisa que el mapa
“contó con la colaboración del grabador Hipólito Ricarte”:
El magnífico mapa del continente sudamericano “se considera el más
valioso y mejor grabado de América Meridional; la primera edición es del mes de
noviembre de 1775; en 1776 se elaboró una segunda edición modificada, y a
finales del mismo año se publicó la tercera; la cuarta es de 1785 y en 1799 el
cartógrafo inglés William Faden elaboró otra edición en Londres”.
El que se halla en la Biblioteca es de la primera edición y, según los
datos recogidos, sólo hay siete u ocho en el mundo, que se encuentran en poder
de coleccionistas u otras entidades como el Archivo General de Indias de
Sevilla, los archivos del gobierno británico de Kew Gardens, en Londres, y la
Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford.
Tan excepcional es este mapa que una copia mural del mismo se
encuentra en el Palacio de Monticello de los Estados Unidos, hecha por orden
del ex presidente Thomas Jefferson para ver los límites de las naciones de
Sudamérica, que por ese momento empezaban a surgir.
Sus características particulares son la distribución etnográfica y
política que ostenta. En el primer caso, se destaca por mostrar la disposición
de todas las tribus indígenas que existían por entonces en el continente. Y en
cuanto a la distribución política, resulta más que interesante porque muestra a
la Patagonia argentina como parte del Reino de Chile. Precisamente por eso este
mapa fue usado, en 1873, en una de las tantas discusiones limítrofes que
mantuvieron la Argentina y el país vecino.
Aquel procuraba demostrar, por cierto, que el territorio patagónico
estaba bajo su dominio. Sin embargo, el argumento no fue aceptado por los
diplomáticos argentinos porque la realización del mapa data de antes de la
creación del Virreinato del Río de la Plata, que fijó los actuales territorios
y determinó los límites de las naciones tal como las conocemos hoy. (Un mapa
de 1775. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de
Córdoba. https://ffyh.unc.edu.ar/alfilo/anteriores/alfilo-2/historias-y-personajes.htm).
El
mapa formó parte de la imaginación territorial chilena (Garay Vera, 2011:
75-95). Bazán, obviamente, se detiene en el mapa de Cano y Olmedilla y le
dedica en su libro nada menos que catorce páginas (Bazán, 1986: 388-402),
mencionando, por cierto, el texto del director de INPATER, Vázquez de Acuña.
Reitera que es un mapa oficial y que fue usado en los alegatos jurídicos entre
Argentina y Brasil en 1893; entre la Guayana francesa y Brasil en 1899; entre
Venezuela y la Guayana británica de 1897; entre la Guayana británica y Brasil
en 1903; entre Perú y Bolivia en 1906; y que fue presentado en los alegatos
entre autores chilenos y argentinos (Bazán, 1986: 390).
Bazán
dispuso de acceso a los ejemplares de la Universidad de Kansas, donde contactó
al profesor estadounidense Thomas R. Smith, quien publicó su estudio del mapa
en 1966. Para dar fe de la importancia de este mapa, Bazán añade que otro
cartógrafo, Ibáñez, dibujó un mapa en 1802 que también reproduce la existencia
de un “Chile moderno” situado más allá de los Andes (Bazán, 1986: 402), mapa
que también analizó J. M. Barros (1974), colega del Ministerio. En la parte
antepenúltima del libro, Bazán reitera que de todo esto emergen los títulos
antárticos, porque en las jurisdicciones de Chile se entendía que había
continuidad con la terra incognita (la Antártica) y que esto se conserva
hasta 1810 (Bazán, 1986: 410).
Este
mapa ha sido cuestionado por autores argentinos desde que se presentó a debate.
Se ha argumentado que era un mapa no oficial, pero Cano y Olmedilla era un
cartógrafo oficial que recibió este encargo del marqués de Grimaldi por orden
de Carlos III. El mapa a escala 1: 4.000.000, dibujado inicialmente entre 1764
y 1765, fue mejorado con información de Jorge Juan y Antonio de UIloa y
publicado en 1775. Pero era demasiado exacto y perjudicaba el alegato con
Portugal sobre Brasil. Por su excesiva exactitud fue retirado de circulación,
ya que proporcionaba información geográfica muy precisa de las posesiones de
España. El Tratado de San Ildefonso de 1777 estaba demasiado cerca. “Por orden
expresa del conde de Floridablanca las contadas copias del mapa se esfumaron,
como si jamás hubiesen existido: el Gobierno suspendió la impresión del plano y
recogió todos los ejemplares que pudo para guardarlos bajo llave” (Prego, 2004).
El polemista
Aun
cuando su texto fundamental sistematiza sus investigaciones sobre límites, lo
que en su trayectoria denominó patrimonio territorial puede seguirse en tres
aspectos: uno de mayor espesura teórica jurídica, en el caso de Perú –si habían
o no límites marítimos–; otro relativo, que sostenía que la Audiencia de
Charcas nunca accedió a la costa –siguiendo principalmente a Jaime Eyzaguirre–;
y el tercero, constituido por el rechazo al desconocimiento del Laudo Arbitral
de 1978 por parte de la Junta Militar argentina. Es indudable que este hecho
suscitó en Bazán una prolongada reacción en defensa de los límites con
Argentina, cuyo final sintetizó con la sentencia “No soltéis las Altas Cumbres”
(Bazán, R. 19 de marzo de 1995. No Soltéis las Altas cumbres. El Mercurio).
En una entrevista de 1982, Bazán explicaba que, tras su retiro de la
Cancillería, estaba escribiendo un libro que sería polémico: El desafío
argentino al derecho de Chile es un test para el derecho internacional, que
permaneció inédito. Pese considerar la ocupación de las Malvinas por Argentina
como un hecho contra derecho, afirmaba que, en líneas generales:
—Yo tengo fe en el derecho. Cuando hay una controversia entre dos
países, deben negociar para resolverla por los medios pacíficos que el Derecho
Internacional indica. En ningún caso acudir a la guerra (ni a la amenaza de la
fuerza) (Raúl Bazán Dávila, ex diplomático. Ahora sin guante blanco. 18 de
abril de 1982. D4. El Mercurio).
Por
eso, no es de extrañar que Bazán criticara rápidamente la postura argentina que
declaraba el laudo arbitral de 1978 como insanablemente nulo. Escribió una
columna en El Mercurio criticando la fórmula trasandina, que manifestaba
desconocer la sentencia “de acuerdo con el Derecho Internacional”. El subtítulo
de su artículo indicaba “II. Su ilegalidad e inocuidad”. Muy por el contrario,
escribió, no había tal apoyo, pues los dictámenes no requerían de la aceptación
de una de las partes y menos aún eludir las disposiciones para la resolución de
diferendos o de acudir a la Corte Internacional de Justicia. Los principios
aludidos estaban contemplados tanto en los acuerdos de 1902 como en los
contemporáneos de 1971. Ese planteamiento de Buenos Aires buscaba, a su juicio,
discutir bilateralmente “las diferencias jurisdiccionales planteadas entre los
dos países” (Bazán, R. 5 de marzo de 1978. El planteamiento argentino ante el
Derecho Internacional. El Mercurio).
En
mayo de 1978, Bazán reiteró sus críticas y señaló que había falacias jurídicas
en el planteamiento de Buenos Aires. Esta vez apuntaba al texto del almirante
Isaac Rojas, La Argentina en el Beagle y Atlántico Sur, que generaba,
subrayaba, nuevos “errores y demasías”. Entre ellos, que Argentina no estaba
obligada porque no se había ratificado el compromiso arbitral, aunque este
estuviera fijado en el Tratado General de Arbitraje de 1902. También criticó
los argumentos del profesor Rizzo Romano, quien alegaba primacía de la
legislación interna por sobre el instrumento internacional. Los ejemplos de
otros desconocimientos se basaban en la ausencia de autoridad superior, que en
este caso sí estaba establecida en la figura de la Reina de Gran Bretaña. En su
opinión, “tampoco llegará la sangre al río”[5] entre ambos países, pero eso no obligaba a
Chile a resolver el caso de otra forma (Bazán, R. 10 de mayo de 1978. Falacias
jurídicas en la raíz del planteamiento argentino. El Mercurio).
Sus
intervenciones, fuera del servicio diplomático, dieron lugar a dos entrevistas
en El Mercurio y otra en la revista Cosas, todas ellas realizadas
por Raquel Correa, periodista de oposición, muy respetada, Premio Nacional de
Periodismo 1991. En estas, ratificando su condición de outsider de la
Cancillería, reiteró su rechazo a la mediación papal porque suponía el
cercenamiento de su proyección hacia la Antártida. Insistía en la necesidad de
llevar el juicio a La Haya y auguró que esta postura traería nuevos conflictos
en el futuro (Correa, R. 18 de abril de 1982. Ahora sin guante blanco. El
Mercurio; Correa, R. 28 de octubre de 1984. Los desacuerdos del acuerdo. Emol,
y Correa, R. 1984. La solución que se propone en la mediación es absolutamente
ilegal. Cosas). Esta línea fue bien explicada en la entrevista con la
revista Cosas ante la periodista Raquel Correa. Los cambios introducidos
por la propuesta papal, “… cercenan la soberanía chilena. Son improcedentes e
ilegales a la luz del moderno Derecho del Mar, que solo reconoce la zona
marítima exclusiva al Estado ribereño y hace de la plataforma continental una
unidad inseparable de las tierras emergentes” (Correa, R. 1984. La solución que
se propone en la mediación es absolutamente ilegal. Cosas). Frente a la
proyección de la plataforma, se optó por que la superposición de la soberanía
chilena y argentina, en vez de resolverse por una línea equitativa, se dirima
en favor de Argentina. Eso contradecía el principio de las 200 millas marítimas
que declarara Chile en 1947 y que se reafirmó en 1952 con el Acuerdo del
Pacífico Sur, firmado con Ecuador y Perú y que Argentina adoptó en 1966, y las
disposiciones de la Conferencia del Mar de 1979 y la Convención de Naciones
Unidas sobre el Derecho del Mar adoptadas en 1982.
Bazán
advertía que Dante Caputo, al recalcar la necesidad de que la línea pasara por
el meridiano de Cabo de Hornos para preservar su continuidad con la Antártica,
contradecía el acta de Puerto Montt, que indicaba que las reivindicaciones
quedaban fuera de las negociaciones. “Ahora los argentinos están pleiteando el
meridiano de Cabo de Hornos, afirmando con ello, obtienen la continuidad de su
soberanía hasta la Antártica, soberanía que ellos no tenían y que,
históricamente, Chile tiene sobre la Antártica. Lejos de obtener la paz,
estamos comprando nuevos pleitos para los próximos cien años” (Correa, R. 1984.
La solución que se propone en la mediación es absolutamente ilegal. Cosas).
Tanto
estas intervenciones como las referidas a la posible inexistencia de un límite
marino con Perú fueron hechas en razón de su conocimiento del derecho del mar,
aspecto que estaba en cierto desarrollo en esa época, y le valieron críticas al
interior del Ministerio de Relaciones Exteriores. En este punto fue disidente,
a la vez que sacaba consecuencias premonitorias para el futuro. Su
recomendación era radical, pero estaba fuera del esquema de negociación que ya
se llevaba a cabo para obtener la paz, debido a la mantención de un estado de
tensión con Argentina:
Esto significa que, al perder la soberanía sobre las jurisdicciones
marítimas que generan nuestras islas australes, también vamos a perderla en la
boca oriental del Estrecho de Magallanes y que, por añadidura, vamos a perder
toda la Antártica. Ese no fue jamás el sentido de la Mediación papal. Debemos,
entonces, volver a fojas uno; insistir en el cumplimiento cabal del Laudo y
considerar seriamente, el reemplazo de la Mediación por el procedimiento
judicial de la Corte Internacional, a lo que tenemos derecho (Correa, R. 1984.
La solución que se propone en la mediación es absolutamente ilegal. Cosas).[6]
Aunque
fuera, hacía notar, llevada a cabo por un gobierno democrático, el del doctor
Raúl Alfonsín, la convocatoria a un plebiscito interno sobre la propuesta papal
ponía en contradicción el “regimen autoritario de Chile y el regimen
democrático de Argentina”, haciendo “olvidar a la opinión internacional que
todas las pretensiones que sustenta en la Mediación derivan de una de las
peores atrocidades (se refiere al desconocimiento del Laudo) que cometió el
regimen autoritario que le precedió y del que tanto abomina” (Correa, R. 1984.
La solución que se propone en la mediación es absolutamente ilegal. Cosas).
Tres
años después, Bazán fustigó la posición de Dante Caputo en la Asamblea General
de Naciones Unidas del 25 de septiembre de 1987 en orden a apoyar la demanda
boliviana. Aquel había dicho: “Creo necesario reafirmar la invariable posición
argentina de apoyo a la legítima y justa reclamación de Bolivia a recuperar una
salida al mar”. Bazán rubricó sobre esto que “[l]a posición que el Canciller
Caputo ha asumido en este asunto es profundamente inamistosa para Chile” y que
se traduce en apoyar la reclamación argentina en relación a las Malvinas versus
el apoyo argentino al desconocimiento del Tratado de 1904, una asimetría no
correspondida. Pero, de forma más general, atribuyó estos gestos a que a
Alfonsín “la preservación de su imagen democrática le interesa más que la
amistad con Chile” (Correa, R. 1984. La solución que se propone en la mediación
es absolutamente ilegal. Cosas).
Conclusiones
Es
difícil elaborar un juicio homogéneo sobre el autor estudiado. Es indudable que
Bazán se identificó con posturas nacionalistas, pero es poco nítido en sus
escritos posteriores a Estanquero. Antes que una postura o programa
concreto, lo que nunca menguó fue su anticomunismo. Fue un defensor de Pinochet
y de su régimen, pero fue marginal posteriormente en términos concretos de la
política exterior de Chile, a la que, sin embargo, fundamentó a través de sus
trabajos. En ellos se percibe una tradición histórica jurídica de Cancillería,
más que una tradición puramente polémica. Sus divergencias se refieren a seguir
judicializando los temas, no a recurrir a soluciones armadas. Tampoco aparece
hostil a los países vecinos, dentro, es evidente, de la cortesía diplomática.
Los escritos de Bazán fueron de interés para un sector irreductiblemente anti
argentino, que sostenía que los arreglos de Pinochet con el gobierno argentino
eran inconvenientes y reducían el caudal territorial de Chile. Bazán introdujo
algo innovador en sus intervenciones finales al proyectar los efectos de la
Convención del Mar, lo que incomodó a las autoridades oficiales chilenas.
Raúl
Bazán se inscribe dentro de los polemistas limítrofes que en el XIX hicieron
escuela –Barros Arana, Amunátegui, Ibáñez, etcétera– y, si bien su influencia
no fue constante, insertado en los estudios del INPATER constituyó un
planteamiento geográfico y posteriormente administrativo para mirar el
territorio chileno, que en la década de 1980 estuvo principalmente en función
de los conflictos territoriales de Chile con sus vecinos.
Fue
un autor leído por especialistas, sin influencia en la geopolítica de Pinochet.
Tampoco se detectan rastros en geopolíticos del ejército, aunque sí en algún
escrito de la Armada. En todo caso, su obra fue conocida por Julio von
Chrismar, el otro exponente de la disciplina contemporáneo a Bazán. Uno de los
pocos autores que le cita expresamente es José Miguel Barros Franco (2009: 13).
Su libro, El Patrimonio que recibimos del Reino de Chile, es un estudio
histórico de los títulos que configuran el Uti Possidetis Juris de 1810
para Chile, que se debatió con historiadores y abogados. Bazán polemizó con los
autores argentinos, sobre todo con aquellos que desconocían el laudo arbitral
de 1978 y afirmaban el principio bioceánico. Sus intervenciones sobre derecho
marítimo no fueron escuchadas, pero tuvieron efectos imprevistos en el siglo
XXI.
Como
todo autor, Bazán tiene un contexto. Como diplomático, fue un funcionario
diligente y perspicaz, de eso da cuenta su misión en Brasil y en varias otras
comisiones. El hecho de haber sido ibañista en Estanquero no le
perjudicó con la llegada de Jorge Alessandri, liberal, quien era anti ibañista.
Pero su momento de estrellato fue en el escenario del 11 de septiembre de 1973,
donde manifestó su anticomunismo. Tras ese momento, que duró hasta 1976, se
dedicó a estudiar y escribir, con cierta inclinación a aparecer en los medios
abordando temas limítrofes. Su salida del Ministerio fue intempestiva, no tuvo
cargos en lo sucesivo, lo que explica su condición de francotirador en los años
restantes.
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Sobre el
autor
Cristian Eduardo Garay Vera es Doctor en Estudios
Americanos por la Universidad de Santiago de Chile y Doctor en Geografía e
Historia por la UNED, Madrid. Licenciado y Magister en Historia por la
Universidad de Chile. Profesor titular del Instituto de Estudios Avanzados -
Universidad de Santiago de Chile.
http://orcid.org/0000-0002-6575-7456
About the author
Cristian
Eduardo Garay Vera holds a PhD in American Studies from the University
of Santiago de Chile and PhD in Geography and History from UNED, Madrid. B.A.
and M.A. in History from the University of Chile. Full Professor at the
Institute of Advanced Studies - University of Santiago de Chile.
[1] Su nombramiento en España, junto a Raúl
Irarrázaval, consta en Inauguración del Congreso de Instituciones Hispánicas.
(5 de junio de 1963). Congreso de Instituciones Hispánicas (1º, 1963). El
Escorial, Madrid. Archivo Sonoro, AECID. https://bibliotecadigital.aecid.es/bibliodig/biblioteca_hispanica/es/consulta/registro.do?id=2498
[2] Ejerció de diplomática ante la OEA entre 1975
y 1976. Periodista, escribió los libros de entrevistas Augusto Pinochet:
diálogos con su historia. Conversaciones inéditas (1999, Editorial
Sudamericana) y la biografía Augusto Pinochet: “Una visión del
hombre” (1995, Editorial Bauhaus).
[3] Al ser ennoblecido con los títulos de marqués
de Ballenary y marqués de Osorno por el Rey de España, agregó la «O’»
nobiliaria irlandesa, perdida desde su bisabuelo a causa de la expropiación
inglesa y la pobreza de sus descendientes. Bazán mantiene su primera escritura,
aunque lo convencional es O’Higgins.
[4] A este artículo siguió la parte II, publicada
con el mismo título al día siguiente, el domingo 26 de noviembre de 1978 en El
Mercurio.
[5] Se refería a los ejemplos de Rizzo sobre el
desconocimiento de los laudos de 1831, 1899 y 1909 que se dictaron en relación
con los arbitrajes de Gran Bretaña y Estados Unidos, Gran Bretaña y Venezuela,
y Perú y Bolivia.
[6] Para subrayar su posición, solicitaba se
hiciera un plebiscito con una sola pregunta: “¿Quiere usted que Chile haga
respetar el derecho que le reconoció el Laudo o que capitule frente a las
infundadas pretensiones de Argentina?” (Correa, R. (1984). La solución que se
propone en la mediación es absolutamente ilegal. Cosas).