Historia, fotografía y guerra. Un estudio sobre la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay
María Belén Strassera y José Ignacio Sánchez Durán (2024)
Asunción: Arandurã, 167 pp.
Sofía Monti
Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica Argentina, Programa de Investigaciones Arqueológicas (PRIA–UCA), Argentina
sofiamonti@uca.edu.ar
L
a
Guerra de la Triple Alianza —también conocida como Guerra Grande o
Guerra del Paraguay— fue un enfrentamiento bélico que involucró a
cuatro potencias sudamericanas: Brasil, Argentina y Uruguay, unidos
en coalición contra Paraguay. Iniciada en 1864 y concluida en 1870,
esta guerra no solo se destacó por su larga duración y el alto
número de víctimas, sino también por sus profundas consecuencias
geopolíticas, culturales, económicas y demográficas para toda la
región. El conflicto alteró de manera significativa el equilibrio
de poder en América del Sur, dando inicio a nuevas dinámicas
políticas y territoriales. Además, sus efectos sociales —como la
devastación de la población paraguaya y los cambios en las
estructuras económicas— dejaron huellas perdurables en la historia
de los países involucrados. Sin embargo, más allá de estas
características, la Guerra de la Triple Alianza presenta un rasgo
distintivo: fue el primer conflicto bélico sudamericano documentado
fotográficamente, lo que inauguró una nueva forma de registro
visual de la guerra y de construcción de memorias a partir de
imágenes.
En Historia, fotografía y guerra. Un estudio sobre la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay, María Belén Strassera y José Ignacio Sánchez Durán, ambos licenciados en Ciencias de la Comunicación Social, presentan un análisis detallado de la actividad fotográfica desarrollada durante la guerra. Producto de una rigurosa investigación histórica, la obra no solo busca ampliar los estudios sobre el conflicto, sino también reivindicar el valor de la fotografía como fuente histórica legítima y útil para el conocimiento de aspectos culturales, políticos, sociales y económicos, entre otros.
El libro se estructura en tres capítulos, siguiendo una progresión que permite al lector adentrarse de manera gradual en el tema. Comienza con una delimitación de los vínculos generales entre historia y fotografía, continúa con el estudio del uso de la fotografía en contextos bélicos del siglo XIX y culmina con un análisis específico de su aplicación durante la Guerra de la Triple Alianza. Esta organización facilita la comprensión de las cuestiones teóricas y metodológicas necesarias para abordar las imágenes de la época y su producción técnica.
En el primer capítulo, los autores abordan la fotografía como documento histórico. Reflexionan sobre su validez teniendo en cuenta que esta depende de que se realice una lectura crítica que decodifique los significados dentro de estos documentos, se contraste con otras fuentes y se analice como una producción cultural que refleja patrones sociales, políticos y económicos. Desde el inicio, los autores delimitan cuestiones teórico-metodológicas fundamentales, prestando particular atención a los problemas archivísticos que atraviesan el estudio de fotografías antiguas. El capítulo concluye con una reflexión sobre la relación entre fotografía y memoria, especialmente significativa tratándose de un corpus de imágenes bélicas, donde el uso conmemorativo de las representaciones en contextos de represión, acontecimientos traumáticos o catástrofes es central.
El segundo capítulo se dedica a la relación entre fotografía y guerra en el siglo XIX. De manera clara y ordenada, los autores trazan la transición desde la pintura a la fotografía como medio de representación de los conflictos bélicos. Se identifican dos estilos de representación preponderantes: el factual y el heroico, que se trasladaron a las nuevas tecnologías. A partir de estas categorías, se examinan las transformaciones introducidas por la fotografía: la multiplicación de las representaciones bélicas, su creciente circulación y consumo por un público cada vez más amplio, así como su mayor fidelidad y especificidad. Al mostrar ruinas, cadáveres y las condiciones materiales del enfrentamiento, la fotografía modificó la percepción de los conflictos y permitió visualizar los avances en el arte de la guerra. A su vez, el capítulo analiza en detalle los aspectos técnicos de la fotografía bélica, incluyendo las características del equipamiento, los materiales empleados y las técnicas utilizadas. Se explican los formatos más comunes y los estilos predominantes, ofreciendo al lector una visión integral del trabajo de los fotógrafos del siglo XIX. En particular, se recurre a la cobertura de la Guerra de Crimea como ejemplo ilustrativo de estas cuestiones técnicas.
Finalmente, el tercer capítulo —el más extenso y rico en imágenes— se concentra en el estudio específico de la Guerra de la Triple Alianza. Aunque en los capítulos previos ya se habían incorporado fotografías como apoyo argumentativo, en esta sección las imágenes adquieren un rol central. En primer lugar, se identifican los fotógrafos que estuvieron presentes en el frente de operaciones, aunque los autores advierten las dificultades para determinar con precisión sus identidades. Para contextualizar el surgimiento de la fotografía en el conflicto, analizan también el papel de la prensa en los inicios de la guerra y la práctica –extendida entre los países beligerantes– de retratar a soldados y líderes políticos con uniforme militar.
La fotografía de retrato cumple en este contexto múltiples funciones: no solo reafirma el estatus social y militar del retratado, sino que también responde a la necesidad de preservar su imagen ante la posibilidad de una muerte en combate. Los autores destacan que la popularización de estos retratos –favorecida por la reducción de los costos respecto de conflictos anteriores– dio lugar a una nueva forma de representación individual. Al mismo tiempo, estos retratos fueron utilizados como instrumentos de control y propaganda, difundiendo imágenes que exaltaban el triunfo sobre el enemigo. A partir de esta práctica, Strassera y Sánchez Durán analizan cómo el retrato militar permite identificar jerarquías sociales y nuevos modos de apropiación del cuerpo y de la imagen.
Una sección importante del capítulo está dedicada a la cobertura fotográfica de las campañas militares. El recorrida comienza con la cobertura del sitio de Paysandú, donde se utilizaron imágenes en ángulos tridimensionales para mostrar el impacto de los bombardeos sobre los edificios. Posteriormente, los autores examinan la invasión de Corrientes y el rol que desempeñó la compañía de Bate, cuyos fotógrafos registraron hospitales de campaña, trincheras, baterías y cadáveres. Estas imágenes, que formaron parte de publicaciones como La Guerra Ilustrada, revelan no solo el avance de las tropas, sino también las condiciones de vida de los soldados y las consecuencias devastadoras del conflicto. El recorrido visual y narrativo de la obra incluye también campañas como Tuyutí y Humaitá, organizadas según un criterio cronológico que permite seguir la evolución del conflicto. Los autores dedican una mención especial al análisis de los retratos mortuorios, a los que atribuyen una doble función: conmemorativa y de legitimación política y militar.
El capítulo concluye con el análisis de la cobertura fotográfica de la destrucción de Paraguay y sus secuelas. En las conclusiones, los autores destacan que la Guerra de la Triple Alianza significó una expansión sin precedentes en la producción, circulación y consumo de material fotográfico en América del Sur. Esta proliferación tuvo un doble impacto: por un lado, reforzó los proyectos nacionalistas mediante imágenes de victorias militares y de identidad nacional; por otro lado, mostró las miserias de la guerra, convirtiendo a la fotografía en una herramienta involuntaria de denuncia. En especial, se subraya el rol de los fotógrafos de la compañía de Bate, cuya labor anticipó formas de cobertura propias de una empresa periodística moderna. Los autores también advierten que la documentación fotográfica cubrió de forma breve y esporádica mayoritariamente el bando vencedor y el escenario terrestre, en particular el sitio de Paysandú, la campaña del Cuadrilátero y la toma de Asunción., lo que revela el carácter acotado y las omisiones del corpus disponible.
A lo largo de toda la obra, Strassera y Sánchez Durán utilizan un lenguaje accesible pero riguroso, logrando equilibrar las explicaciones técnicas sobre cámaras, placas y procedimientos con el análisis de los contextos sociales y culturales de las imágenes. Aunque el foco está puesto en la Guerra de la Triple Alianza, los autores incluyen eventos previos relevantes estableciendo una red de antecedentes que enriquecen la comprensión del fenómeno.
Historia, fotografía y guerra no solo pretende ser una contribución valiosa para los estudios acerca de la Guerra de la Triple Alianza, sino que también ofrece herramientas teórico-metodológicas para abordar la fotografía como documento histórico. Su objetivo es poner en valor este tipo de fuente y abrir nuevas perspectivas acerca del modo en que las imágenes intervienen en la construcción de la memoria y en la configuración de las percepciones públicas del conflicto, en un contexto en el que el acceso a representaciones visuales fidedignas de los horrores de la guerra aún era un fenómeno incipiente en Sudamérica.