Silvana Filippi
In memoriam

1962-2021

Claudia D´Amico y Roberto Casazza

Inesperadamente, el 3 de julio de 2021 falleció, luego de un duro mes de internación por COVID, la Dra. Silvana Filippi, querida colega rosarina, protagonista en nuestro país durante las últimas tres décadas de los estudios sobre filosofía patrística y medieval.

Nacida en Rosario de madre descendiente de alemanes y padre italiano, se destacó como estudiante de Filosofía en la UNR, llamando la atención de quien fuera su gran maestro, y luego amigo, el Dr. Raúl Echauri, discípulo de Etienne Gilson. Bajo la tutela de Echauri, y tras un breve período de formación en Alemania, Silvana preparó una notable tesis doctoral, que defendió en la Universidad Nacional de Córdoba, y fue publicada finalmente como libro por el CERIDER-CONICET bajo el título Heidegger y la filosofía griega (Rosario, 1998). Era ese, a la luz del refinado análisis de fuentes griegas y de textos del friburgués, un inicio más que prometedor para una investigadora que acaso dedicaría sus estudios futuros a la filosofía antigua o a la contemporánea. Sin embargo, su trabajo por unos años como asistente de cátedra de Raúl Echauri y, desde 1997, como profesora titular de Historia de la filosofía medieval y del Renacimiento en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR implicó para ella un vuelco definitivo hacia el pensamiento medieval (y, en especial, hacia su metafísica), al que siempre se aproximó, sin embargo, bajo los lineamientos de las ideas que había acuñado, como tesoros descubiertos con el esfuerzo de su propio concepto, en esa investigación inicial.

En ese primer escrito de largo aliento, basado en los parágrafos 43 y 44 de Ser y tiempo en los que Heidegger analiza, entre otros asuntos, la cuestión del realismo metafísico, ya aparecen algunas tesis fundamentales que la acompañarían como convicciones intelectuales hasta el final de su vida. La primera, siguiendo a Heidegger, consistía en concebir como decadente el viraje de la ontología entre el pensamiento presocrático (en el que brilló por primera vez, especialmente con Anaximandro, Parménides y Heráclito, el Ser como actividad, pletórico verbo portador de vida, movimiento y misterio) y el reino de las esencias y las sustancias, en las que el Ser aparece limitado, constreñido, tal como lo hallamos en los pensamientos de Platón y Aristóteles. Con la inmensa capacidad de describir y captar el mundo que ganó la ontología gracias a esta disección del Ser acaecida en el pensamiento pos-socrático, expresada finalmente en esa suerte de árbol de Porfirio totalizante que dibuja el entramado eidético de la ciencia moderna, perdió sin embargo el Dasein su capacidad de capturar la intimidad del Ser, su verdad metafísica última, su ser verbo que piensa al verbo.

El largo “olvido del ser”, en el decir heideggeriano que allí se iniciaba, iba a ser redimido, según Silvana, por Tomás de Aquino, a quien concibió como faro metafísico en la medida en que recuperó, con su revolución ontológica, el prístino carácter del Ser como fundante en tanto esse. Esa certeza cristalizó en una segunda convicción que la acompañó siempre: en el siglo XIV culmina la etapa de esplendor de la metafísica, y con los estertores del mundo medieval se sepulta también un capítulo de gran vitalidad ontológica, el de la escolástica, con su punto culminante en Tomás de Aquino, quien al introducir la distinción entre los principios ontológicos essentia y esse en el ente creado resolvió las ambigüedades irresueltas por la metafísica aristotélica, solo capaz de distinguir entre materia y forma. Ideas, claro está, de matriz creacionista, ancladas en un tipo de tomismo que respondía en Silvana Filippi a convicciones filosóficas profundas y maduradas con estudio siempre vivo, fuera de cualquier dogmatismo de escuela.

A lo largo de estas décadas como docente universitaria e investigadora, Silvana Filippi ha transitado por muchos y variados temas y autores, todos ellos centrales del pensamiento medieval: Agustín de Hipona, Pedro Lombardo, Maimónides, Tomás de Aquino, Duns Escoto, Meister Eckhart, escribiendo decenas de artículos y un amable y sólido manual (inédito) de Historia de la filosofía medieval, que estructuraba sus cursos en Rosario, Santa Fe y Paraná.

Con todo, si hemos de elegir una de las muchas contribuciones que realizó como investigadora, no dudamos en otorgar el primer lugar a aquella que evalúa una mirada contemporánea sobre la filosofía medieval y se erige al mismo tiempo como una auténtica contribución historiográfica. Nos referimos puntualmente a los muchos artículos que Silvana Filippi dedicó a la llamada “metafísica del Éxodo” y, desde esa perspectiva, a la crítica heideggeriana de la metafísica occidental como onto-teología. La “ambigua bivalencia” señalada por Heidegger incluye, según Filippi, una generalización inaceptable para el estudioso del pensamiento medieval. Citando una y otra vez los textos heideggerianos en los cuales se expone de qué manera la peculiar conexión entre la prima philosophia y la theologia ingresó a la Edad Media por los textos aristotélicos mediados por la filosofía árabe y adaptados a los contenidos de la fe cristiana, Filippi puso al descubierto la debilidad de la generalización heideggeriana. Como se sabe, Heidegger entiende la filosofía medieval del occidente cristiano como un episodio de la metafísica del “olvido del ser” que al mismo tiempo erige un dios desacralizado que toma el centro de la escena incluso hasta en la crítica que de él hace el nihilismo nietzscheano. Filippi ha mostrado a través de diversos trabajos de qué modo la universalidad de la crítica heideggeriana ha ignorado las diversas perspectivas metafísicas medievales, incluso las que dependen de la tradición aristotélica, y la contribución innegable que doctrinas filosóficas como la de Avicena o la procedente del Liber de Causis, de raigambre neoplatónica, han realizado a la construcción de las tradiciones filosóficas medievales. Tal omisión, que desatiende al mismo tiempo un modo de entender la causalidad, se une, además, a errores como la consideración de un dios como causa sui, noción completamente ajena a los pensadores de la Edad Media. Solo en la escolástica tardía, según Filippi, comienza a aparecer este dios como objeto representable para la metafísica.

En uno de sus últimos textos, vuelve a poner el acento en el tema de la causalidad, revisa distintas expresiones filosóficas a las que denomina metafísicas de la quididad y las opone a lo que llama la irrupción de la existencia como problema metafísico (que hace depender del esquema causal creacionista), mostrando en este punto las coincidencias de las propuestas metafísicas de Maimónides y Tomás de Aquino, a las que entiende en cierto sentido superadoras de las metafísicas del Bien de Agustín de Hipona o Dionisio pseudo Areopagita, ligadas a la tradición neoplatónica. Resume de esta manera su conclusiva consideración historiográfica reiterando la pregunta gilsoniana que le ha preocupado en las últimas décadas:

¿Es pues la ‘metafísica del Éxodo’ finalmente lo más distintivo del pensamiento cristiano? Creemos que la respuesta ha de ser en cierto sentido afirmativa, dado que sólo bajo este nuevo horizonte se volvió propiamente pensable la dimensión existencial del ente y la noción de Dios como el Ser mismo, sin cualidad ni límite alguno, existencia necesaria dadora de existencia. Ello no impide, sin embargo, que también la metafísica del Bien, o aquella de la esencia, o de la sustancia, estén presentes en tales doctrinas. Con todo, debieron ser repensadas bajo la noción de creación, extraña al pensamiento griego, así como bajo la noción de un Dios que ha podido decir de Sí mismo que Él es el Ser.1

Caracterizó a Silvana Filippi el trabajo constante en el entramado académico, con vínculos prolíficos en todas las provincias argentinas. La impronta federal, fuertemente nacional de sus vínculos, la mostró solícita para con pedidos de numerosos investigadores, a los que asesoró generosamente, impulsando sobre todo la formación de los más jóvenes. Dirigió muchas tesis doctorales, fue jurado de otras tantas, evaluadora de decenas de proyectos en el CONICET y en la UNR, creadora y alma mater del Centro de Estudios e Investigación en Filosofía Patrística y Medieval “Studium”, radicado en la UNR. Desde Studium organizó bianualmente concurridos simposios de filosofía patrística y medieval, y publicó luego varios volúmenes con sus actas. Tejió, entretanto, ricas relaciones y amistades con muchísimos colegas, favoreciendo en cuanto estuvo a su alcance el progreso ajeno.

Perdemos con Silvana a una colega entrañable, solidaria y afectuosa, nos queda su obra escrita con rigor y con preocupación genuina, y comprometida especialmente con el problema del ser, que ocupó un lugar central en su vida, dedicada, como solía enfatizar a la hora de definir su identidad filosófica, a la metafísica.


1 Silvana Filippi, “Creacionismo y confluencia de tradiciones metafísicas en el pensamiento medieval”, en Mediaevalia Americana. Revista de la Red Latinoamericana de Filosofía Medieval, vol. 6, n. 2 (2019), p. 68.