Trayectorias de urbanización en el valle y el delta del Nilo en el IV milenio a.C.: Hieracómpolis y Tell el-Farkha en perspectiva comparada

Marcelo Campagno

Universidad de Buenos Aires / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas, Argentina

Marcin Czarnowicz

Universidad Jaguelónica, Polonia

M. Belén Daizo

Universidad de Buenos Aires / Universidad Pedagógica Nacional / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas, Argentina

Fecha de recepción: 25 de julio de 2021. Fecha de aceptación: 18 de agosto de 2021.

Resumen1,2

Uno de los principales focos de los estudios comparativos sobre sociedades antiguas es el que refiere a las dinámicas urbanas y, en particular, a los procesos de urbanización inicial y su concomitancia con las transformaciones que conducen al surgimiento de dinámicas estatales. En este marco, interesa analizar aquí la evidencia procedente de dos núcleos que han aportado una gran cantidad de información acerca de las características del nucleamiento poblacional a orillas del Nilo durante el IV milenio a.C.: se trata de Hieracómpolis, en el Alto Egipto, y de Tell el-Farkha, en el delta del Nilo. Se abordará primeramente la evidencia disponible para ambas situaciones históricas, organizándola en cuatro grandes ámbitos, relacionados con la dinámica espacial, las formas de especialización funcional, la diferenciación social y el conflicto, que permiten advertir las principales transformaciones que son más directamente reconocibles. Y luego se propondrá una reconsideración de la información que se relaciona con un problema específico: la relación entre la concentración de población en contextos urbanos y los procesos de jerarquización sociopolítica que tuvieron lugar dentro –y a partir– de esos centros urbanos. En este sentido, más allá de las múltiples diferencias entre las trayectorias de urbanización de Hieracómpolis y de Tell el-Farkha en el largo plazo, los inicios de esos procesos en ambos núcleos tienen una característica común, que sería fundamental para las futuras transformaciones: la creación de un contexto social en el que advendrían prácticas que excederían los límites que establecía la lógica preexistente de organización social.

Palabras clave: Hieracómpolis, Tell el-Farkha, urbanización, surgimiento del Estado

Trajectories of Urbanization in the Nile Valley and Delta in the 4th Millennium BC: Hierakonpolis and Tell el-Farkha in Comparative Perspective

Abstract

One of the main foci of comparative studies on ancient societies deals with urban dynamics and, in particular, with initial urbanization processes and their concomitance with the transformations that lead to the emergence of state dynamics. Within this context, we will analyze here the evidence about two nuclei that have provided a large amount of information on the characteristics of the population nucleation on the banks of the Nile during the IV millennium BC: Hierakonpolis, in Upper Egypt, and Tell el-Farkha, in the Nile delta. We will address, first, the available evidence for both historical situations, organizing it into four major areas, related to spatial dynamics, forms of functional specialization, social differentiation, and conflict, which allow us to notice the main innovations that characterize these processes. And second, we will propose a reconsideration of the information that relates to a specific problem: the relationship between the concentration of population in urban contexts and the processes of sociopolitical hierarchization that took place within and from the urban centers. In this sense, beyond the multiple differences between the urbanization trajectories of Hierakonpolis and Tell el-Farkha in the long term, the beginnings of these processes in both nuclei have a common characteristic, which is fundamental for further transformations: the creation of a social context whose practices exceeded the limits related to the preexisting logic of social organization.

Keywords: Hierakonpolis, Tell el-Farkha, urbanization, emergence of the state

Introducción

Uno de los principales focos de los estudios comparativos sobre sociedades antiguas es sin duda el que refiere a las dinámicas urbanas (por ej., Smith, 2003a; Cowgill, 2004; Yoffee, 2005; 2015; Storey, 2006; Marcus y Sabloff, 2008; Campagno, 2018). Entre los numerosos tópicos que abarca ese campo de estudios, uno de ellos es el que apunta a los procesos de urbanización inicial y su concomitancia con las transformaciones que conducen al surgimiento de dinámicas estatales. En su momento, Gordon Childe (1950) consideró ambos procesos casi como equivalentes, describiendo los cambios que condujeron al surgimiento del Estado como una “revolución urbana”. Y a pesar de los diferentes argumentos planteados contra ese concepto (Wilson, 1960; Possehl, 1990; Smith, 2003b; Cowgill, 2004), algo de la intuición de Childe permanece vigente: por un lado, independientemente de las variaciones cuantitativas, todas las sociedades estatales antiguas experimentaron alguna forma de concentración poblacional (contra Jennings y Earle, 2016); por otro lado, todas las aglomeraciones urbanas requerían alguna forma de autoridad para la toma de decisiones políticas, independientemente de cuán explícito pueda advertirse esto en las fuentes disponibles.

En este marco, interesa analizar aquí, de modo comparativo, dos procesos de urbanización inicial que tienen lugar a orillas del Nilo durante el IV milenio a.C. (ver Tabla 1). Se trata de Hieracómpolis, un núcleo del Alto Egipto al norte de la actual provincia de Asuán, y de Tell el-Farkha, en el delta del Nilo, en la actual provincia de Daqahliya (Fig. 1). El interés comparativo se cimenta en tres consideraciones. En primer lugar, en virtud del trabajo arqueológico continuado a lo largo de décadas, ambos núcleos han aportado una gran cantidad de información acerca de las características asociadas al nucleamiento poblacional en el ámbito nilótico. En segundo lugar, si bien no son estrictamente simultáneas, ambas trayectorias corresponden a un mismo proceso de mayor escala espacial y temporal: el que se refiere al surgimiento y expansión de las primeras dinámicas estatales en el antiguo Egipto. Y en tercer lugar, desde un punto de vista teórico-metodológico, la posibilidad de analizar simultáneamente dos situaciones históricas –es decir, un estudio comparativo pero a la vez restringido a un número discreto de contextos a comparar– puede constituir una alternativa tanto a las comparaciones múltiples que tienden a perder de vista las especificidades de las sociedades analizadas como a los estudios centrados en un único contexto, que suelen desdeñar la dimensión teórica que trasciende las especificidades propias de ese contexto particular.

En este sentido, se abordará primeramente la evidencia disponible para ambas situaciones históricas, organizándola en cuatro grandes ámbitos, relacionados con la dinámica espacial, las formas de especialización funcional, la diferenciación social y el conflicto, que permiten advertir las principales transformaciones que son más directamente reconocibles. Y luego se propondrá una reconsideración de la información que se relaciona con un problema específico: la relación entre la concentración de población en contextos urbanos y los procesos de jerarquización sociopolítica que tuvieron lugar dentro –y a partir– de esos centros urbanos.

Cronología absoluta

Cronología relativa

Fases de

Tell el-Farkha

c. 3900-3650

Nagada IA–IIB

-

c. 3650–3500

Nagada IIB–C

1

c. 3500–3450

Nagada IID1

2

c. 3450–3350

Nagada IID2/IIIA1

3

c. 3350–3200

Nagada IIIA1–IIIB

4

c. 3200–3000

Nagada IIIB–IIIC1

(Dinastía 0 – mediados de la Dinastía I)

5

c. 3000–2700

Nagada IIIC1–IIID

(mediados de la Dinastía I – Dinastía II)

6

Tabla 1. Cronología general y fases de Tell el-Farkha (tomado y modificado de Levy y van den Brink, 2002: 9; Ciałowicz, 2017: 232).

Fig. 1. Principales sitios del Alto y Bajo Egipto y la región levantina en el IV milenio a.C. (Diseño: M. B. Daizo).

Evidencia: Hieracómpolis

Dinámica espacial

Aunque los comienzos de la ocupación del área se remontan a períodos anteriores, es durante la fase Nagada I que Hieracómpolis evidencia una expansión significativa del espacio habitado. De hecho, según Hoffman et al. (1986), la población de la zona antes de finales de Nagada I podría haber sido de unos pocos cientos de habitantes. Se podría pensar que simplemente había menos habitantes, que en ese momento prevalecía un estilo de vida seminómada o que su asentamiento estaba ubicado más cerca del río y ahora resulta inaccesible. Pero, en todo caso, unos siglos más tarde, la situación cambiaría drásticamente. Si bien las estimaciones demográficas para el período Predinástico son siempre frágiles, se ha propuesto un número entre 5000 y 10.000 habitantes durante finales de Nagada I y principios de Nagada II, un crecimiento que Hoffman et al. (1986: 181) han caracterizado como una “explosión demográfica”.3 La población se habría distribuido en más de 2,5 km a lo largo del borde del área cultivada (con más núcleos poblacionales en los límites norte y sur de la llanura aluvial) y 3,5 km al oeste a lo largo del wadi Abu Suffian (para los sitios mencionados en esta sección, ver Figs. 2 y 3). Dos núcleos de población principales son claramente visibles, uno a lo largo de los límites del área actualmente cultivada (que continúa por debajo de ella), y otro que se extiende hacia el desierto a lo largo del wadi, ambos con áreas de asentamiento (zonas habitacionales, industriales y de descarte) y cementerios (HK6, HK11E, HK43). Además, también había aldeas periféricas al norte (el-Mamariyeh) y al sur (el-Kilh).4

Fig. 2. Alto Egipto en el IV milenio a.C. (tomado y modificado de Hendrickx
y van den Brink, 2002).

Desde mediados de Nagada II en adelante, aparentemente se produjo una mayor concentración de población cerca de las áreas cultivables. De hecho, el área ocupada en el desierto se habría restringido a una franja de 300 m de ancho a lo largo del borde de la zona cultivada. La presencia de lo que probablemente fue un complejo ceremonial en la localidad HK29A y otras grandes construcciones encontradas en las localidades HK29B, HK25 y HK34B, también sugieren que las principales dinámicas sociales se concentraron en esta área del asentamiento (ver más abajo). Los diversos cementerios utilizados en ese momento parecen seguir la misma tendencia, con el uso continuado del Cementerio HK43 y el establecimiento de nuevas necrópolis en las localidades HK27 (“Cementerio del Fuerte”), HK22AB, HK33 y HK31 (“Cementerio de la Tumba Pintada”) cerca del borde del desierto (Friedman, 2008a, ver más abajo).5

Especialización funcional

Hieracómpolis ofrece evidencia de una especialización funcional considerable, al menos desde principios de Nagada II. Ante todo, hay que destacar que el sitio contiene los testimonios más tempranos de construcciones a gran escala en el valle del Nilo, lo que apunta tanto a la existencia de nuevas prácticas especializadas relacionadas con la organización del trabajo requerido para construir las edificaciones como a las actividades específicas (religiosas, administrativas) que allí se desarrollaban. La mayor de estas construcciones es un complejo de forma ovalada de más de 40 m de largo y 12 m de ancho (HK29A), que probablemente fue un centro ceremonial utilizado principalmente durante Nagada IIB-C y Nagada IID-IIIA. Los restos arquitectónicos incluyen fragmentos de una pared de adobe y una serie de pozos para postes que sugieren la existencia de grandes pilares de madera. Dentro de la estructura, hay pozos con miles de huesos de animales, así como grandes cantidades de tiestos, incluido un óstracon con la imagen de una deidad bovina (Adams, 1995: 36-41; Friedman, 1996; 2009a; Hendrickx y Friedman, 2003: 97-100; Linseele et al., 2009). En sus cercanías, la localidad HK29B es un área con una empalizada de grandes troncos de más de 50 m de largo, probablemente asociados con HK29A, mientras que la localidad HK25 muestra al menos cinco líneas de diez pozos para postes cada una, en lo que probablemente fue un patio columnado (Hikade et al., 2008). Otra localidad cercana (HK34B), en muy mal estado de conservación, contiene los restos de un edificio de piedra, que parece haber tenido una planta rectangular y cubre unos 1600 m2. Dadas estas características arquitectónicas y su ubicación central en el área cercana al borde aluvial, Hoffman sugirió que podría haber sido un complejo administrativo o ceremonial (Hoffman, 1982: 130; Harlan, 1985: 228).

Otras investigaciones también han revelado varias localidades con instalaciones para usos productivos. Algunos de ellos, tanto en la zona cercana al área cultivable como en la región baja del desierto, estaban destinados a la producción de cerveza (HK11C, HK24A, HK24B, HK25D), preparación de alimentos (HK11C), alfarería (HK29, HK11C, HK59) y producción lítica (HK29A) (Hoffman, 1982: 126; Geller, 1989; 1992; Holmes, 1992: 37-44; Friedman, 1994: 737-739; Adams, 1995: 45-46; Takamiya, 2004; 2008; Hendrickx, 2008; Baba y Friedman, 2016; Baba et al., 2017). La existencia de una considerable división del trabajo puede ser inferida no sólo de la especialización de los procesos sino también de los volúmenes producidos: en HK24A, la instalación podría haber sido capaz de producir casi 400 litros de cerveza por día, lo que equivaldría a raciones para 200 a 400 personas (ver Geller, 1992: 21, 24; Friedman, 2005: 65). En HK11C, el tamaño de la instalación de preparación de alimentos y la cantidad de restos faunísticos allí registrados también apuntan a una escala de producción que estaba mucho más allá de una estrategia a nivel doméstico (Baba et al., 2017: 28). De hecho, las élites locales podrían haber estimulado la producción de diversos bienes a gran escala para su propio consumo y para las necesidades de la esfera funeraria, así como para su redistribución entre los miembros de su entorno como una forma de fortalecer y expandir lealtades. Todas estas actividades especializadas, incluida la provisión de materias primas y otros insumos como leña para los hornos y alimentos para los trabajadores, sugieren la posibilidad de que, al menos una parte de los habitantes de Hieracómpolis, estuviera vinculada a prácticas económicas diferentes a la agricultura y la ganadería (ver Moeller, 2016: 68; Stevenson, 2016: 434-435).

Además, la división del trabajo se puede apreciar en relación con la evidencia de especialización artesanal, al menos desde principios de Nagada II. En este sentido, los fragmentos de una estatua de piedra caliza antropomorfa de tamaño casi natural, encontrados en la Tumba 23 del Cementerio HK6 (ver más abajo), apuntan en esa dirección (Harrington, 2004; Jaeschke, 2004). Otros objetos encontrados en el mismo cementerio y en la localidad HK29A, como una serie de figuras de animales de pedernal finamente talladas, objetos de marfil, cuentas de piedras semipreciosas y vasijas de piedra (ver Friedman, 2009a; Friedman et al., 2011), también sugieren la presencia de especialistas en Hieracómpolis. Para la elaboración de tales objetos, el artesanado tenía acceso a materias primas exóticas tales como lapislázuli, obsidiana, cobre, turquesa, cornalina, plata, oro –procedentes de Asia–, marfil, huevos y restos óseos de avestruz –procedentes del desierto oriental y la Baja Nubia– (Adams, 1996; Torcia, 2018). La participación de Hieracómpolis en redes de intercambio interregional también se aprecia en relación con los testimonios cerámicos, que evidencian adquisición y copias de estilos y bienes foráneos como jarras globulares y vasos pedestados –que denotan influencias del Bajo Egipto (Quibell y Green, 1902: pl. LXIV; Rizkana y Seeher, 1987: pl. XVIII)– o vasos con pico y asas con forma de repisa u onduladas –característicos de la región levantina (Adams y Friedman, 1992).

Fig. 3. Hieracómpolis en el IV milenio a.C. (tomado y modificado de Friedman, 2008a: 8; Baba et al., 2017: 4).

Diferenciación social

El Cementerio HK6, desde sus inicios (Nagada IC-IIA), contó con varias tumbas grandes con ajuares bien dotados, lo que apunta a la existencia de una élite segregada del resto de la población local. Entre los principales entierros de este cementerio, destaca la Tumba 23 con una cámara funeraria –5,5 m de largo, 3,1 m de ancho y al menos 1,2 m de profundidad–, superestructura y un muro perimetral, lo que conformaba un gran recinto funerario con una superficie que alcanzaba 16 m × 9 m (Figueiredo, 2004: 1-23; Friedman, 2008a: 11-20; 2008b: 1161-1170; Friedman, et al., 2011). La Tumba 23 representa el entierro más grande del período Nagada IIA-B que se conoce en todo el valle del Nilo y es muy probable que estuviera relacionada con alguna forma de liderazgo local. Más recientemente, la exploración de las áreas de la Tumba 16 y la Tumba 72 en el mismo Cementerio HK6 ha revelado la existencia de dos complejos mortuorios que incluyen una tumba principal dentro de estructuras de madera en estrecha relación con entierros cercanos más pequeños de humanos y animales (Friedman, 2004; Van Neer et al., 2004; Friedman et al., 2011; 2017). Se ha interpretado que la distribución espacial dentro del complejo de la Tumba 16 –donde el entierro principal estaba rodeado por tumbas más pequeñas– evoca la organización social típica de una casa (household) de élite (Friedman, 2009b: 5); el fuerte contraste entre la Tumba 72 y sus entierros subsidiarios también sugiere un vínculo de subordinación entre el propietario del entierro principal y los de las tumbas más pequeñas. Para un período algo posterior, la Tumba 100 (Cementerio HK31), también puede ser interpretada como el lugar de inhumación de un líder local, debido a su tamaño (5 m de largo y 2 m de ancho), así como las paredes de adobe y su decoración, que incluye motivos tales como el de la masacre del enemigo, la escena del “Señor de los animales” y una carrera ritual, que se encuentran incluidos en la iconografía faraónica posterior.

En contraste con las prácticas funerarias de la élite, otros cementerios contemporáneos en Hieracómpolis estaban compuestos principalmente por pequeñas tumbas ovaladas con una modesta cantidad de ajuar funerario, lo que parece indicar que eran necrópolis para la población general. En particular, el Cementerio HK43 (Nagada IIA-B) ha revelado al menos 452 tumbas, organizadas en subgrupos formando círculos, lo que podría sugerir una forma de distribución del espacio funerario en asociación con grupos de parentesco (Friedman et al., 1999; Friedman, 2008a). Hacia finales de Nagada II y principios de Nagada III, fueron emplazados varios cementerios con entierros relativamente modestos, entre los que se destacan el Cementerio HK27 (“Cementerio del Fuerte”) y el Cementerio HK22A-B (Hoffman, 1987; Friedman, 2008a). Como se mencionó anteriormente, se hallaban mayoritariamente concentrados en las cercanías de la llanura aluvial y su probable uso simultáneo podría apuntar a la existencia de diferentes subgrupos entre la población general.

Conflicto

Algunos indicios arqueológicos sugieren que determinadas formas de violencia pudieron haber tenido lugar durante el proceso de urbanización en Hieracómpolis. En el marco del Cementerio HK43 de la población general, hay entierros cuyos ocupantes presentaban fracturas craneales o múltiples laceraciones en la zona de la garganta, lo que apunta a muertes de tipo violento (Friedman et al., 1999: 11-14; Dougherty y Friedman, 2008). Asimismo, en la Tumba 23 del cementerio HK6 se halló una vértebra humana aislada con profundas marcas de cortes perimortem (Friedman, 2008b: 1168). Según Friedman (2008a: 21-22; 2008b), la transición a Nagada IIC pudo no haber sido pacífica dado que las superestructuras de las Tumbas 23 y 26 en el Cementerio HK6 parecen haber sido quemadas y los fragmentos de la estatua de tamaño natural de un individuo –hallada en la Tumba 23– parece sugerir un daño intencional. Recientemente también se han registrado evidencias de conflicto en relación con la Tumba 72 (Friedman et al., 2017: 247, 255). Aunque no se puede determinar las razones detrás de lo que probablemente fueron acciones destructivas, es posible inferir la existencia de tensiones dentro del ámbito urbano. Además, entre los motivos que forman parte de la decoración mural de la Tumba 100 se destaca la posible representación de individuos luchando entre sí, los cuales, en asociación con la escena de la ejecución de prisioneros, podrían implicar acciones violentas relacionadas con su captura.

Más allá de Hieracómpolis, hay evidencias de conflictos a escala regional desde finales de Nagada I hasta principios de Nagada III. Se ha interpretado que una pausa en la ocupación del Cementerio U de Abidos durante Nagada IIB-C podría indicar un período de “disrupción social” (Stevenson, 2016: 442; ver también Hartmann, 2011: 934). La existencia de guerras en el valle del Nilo predinástico se infiere principalmente de la evidencia de armas (mazas, hachas, lanzas, arcos y flechas), de vestigios de un muro (en Nagada) y de representaciones iconográficas de soldados, luchas, cautivos y la ejecución de prisioneros (Campagno, 2002: 131-134, 164-170; Gilbert, 2004). Si bien no existe consenso entre los investigadores sobre las razones de tales conflictos (Campagno, 2004), es importante resaltar que la urbanización en Hieracómpolis transcurrió en un contexto regional caracterizado por guerras, lo que probablemente condujo a la integración política del Alto Egipto en algún momento hacia finales de Nagada II o principios de Nagada III (Kemp, 2006: 77; ver también Campagno, 2002: 178-183; Köhler, 2010: 45). Teniendo en cuenta la importancia continua de Hieracómpolis tanto durante ese período como en los siglos posteriores, así como la importancia de una población en crecimiento para la formación de ejércitos más grandes, no es difícil suponer el papel activo que podría haber tenido Hieracómpolis en esos conflictos regionales.

Evidencia: Tell el-Farkha

Dinámica espacial

El sitio de Tell el-Farkha se encuentra emplazado en torno de tres montículos o koms (Oriental, Central y Occidental) en la ladera norte de una colina de sedimento arenoso o gezira, con acceso a tierra cultivable, pasturas y explotación del ambiente ribereño (Czarnowicz, 2018) (Figs. 4 y 5). Si bien no se dispone de estimaciones demográficas precisas, se aprecia una clara tendencia al incremento poblacional a medida que transcurre el tiempo de ocupación del sitio,6 producto no sólo del propio crecimiento vegetativo sino también de la centralización y nucleamiento demográfico respecto de las regiones periféricas a medida que Tell el-Farkha devino en un centro clave en el delta del Nilo (ver más abajo). Aunque no es posible establecer los comienzos de la ocupación del tell, se observa que el asentamiento debió haber sido inicialmente emplazado cerca del canal de una de las ramas del Nilo en donde la gezira estaba en su punto más elevado (Fig. 5), y que desde allí se expandió principalmente a lo largo de un eje este-oeste (Czarnowicz, 2018).

Fig. 4. El delta del Nilo en el IV milenio a.C. (Diseño: M. B. Daizo).

Durante la Fase 1 (Nagada IIB), el asentamiento ya estaba considerablemente extendido sobre el área oeste del tell (Koms Central y Occidental). En particular, en una zona muy favorable del Kom Central, protegida de las inundaciones y de los vientos, se erigió una gran estructura (la así llamada “residencia del Bajo Egipto”, ver más abajo), mientras que, hacia sur y oeste de la misma, fue emplazada un área residencial densamente ocupada (Chłodnicki, 2011; Chłodnicki y Geming, 2012). Durante la siguiente Fase 2 (Nagada IIC), cesaría la ocupación residencial y en su lugar se construiría una pequeña instalación para la producción de cerveza. Entretanto, en el Kom Occidental se establecería otro gran centro productivo con estas mismas funciones (Cichowski, 2008; Ciałowicz, 2012a), mientras que comenzaría la ocupación del Kom Oriental como lugar de asentamiento (Chłodnicki, 2014; Czarnowicz, 2018).

Hacia la Fase 3 (Nagada IID2), se evidencian cambios significativos en la organización espacial y la expansión de la ocupación hacia otras zonas del tell, que podría asociarse a la influencia de grupos altoegipcios (Chłodnicki, 2014) o bien al propio crecimiento producto del nucleamiento poblacional respecto de las regiones periféricas. En el Kom Occidental, en el lugar donde se emplazaba el complejo de producción de cerveza, se erigiría la denominada “residencia de Nagada” (ver abajo), una gran edificación con posibles funciones administrativas (Ciałowicz, 2012b), en tanto que se registra un área con funciones productivas y de almacenamiento en el Kom Central y un área de enterramientos en el Kom Oriental (Ciałowicz, 2007; 2011b). Esas tendencias se profundizan durante la Fase 4 (Nagada IIIB e inicios de la Dinastía I), cuando los tres koms serían ocupados extensamente de forma simultánea y el sitio alcanza su momento de mayor expansión (Chłodnicki, 2014). Los cambios en este período implican un aumento en la densidad espacial de las zonas de habitación así como una mayor complejización en términos de planeamiento, escala y delimitación funcional del espacio en relación con la totalidad del sitio. Durante esta fase tiene lugar la construcción de un probable “centro cúltico-administrativo” (Ciałowicz, 2011a; 2012b; ver más abajo) en el Kom Occidental, así como la expansión de áreas residenciales en los Koms Central y Oriental, y del área funeraria en el Kom Oriental (Ciałowicz y Dębowska-Ludwin, 2013a; Dębowska-Ludwin, 2016; 2018).

Fig. 5. Plano de Tell el-Farkha y las zonas de excavación. (Dibujo: M. Czarnowicz)

Especialización funcional

Diferentes indicios apuntan a la existencia de cierta especialización funcional desde la primera fase de ocupación, que se incrementa en las siguientes etapas. En primer lugar, existen evidencias de complejas estructuras residenciales de grandes dimensiones. La primera de ellas, denominada “residencia del Bajo Egipto”, se sitúa en el Kom Central y se remonta a la Fase 1 (Nagada IIB-C) (Chłodnicki, 2012; Chłodnicki y Geming, 2012). El complejo presenta, desde su etapa más temprana, una delimitación entre un área productiva y otra residencial,7 y registra, durante la Fase 2 (Nagada IID1), un cambio en las técnicas constructivas, con la introducción de ladrillos de adobe. Otra gran estructura es la llamada “residencia de Nagada”, emplazada en el Kom Occidental y correspondiente a las Fases 3 (Nagada IIIA1) y 4 (Nagada IIIA1-IIIA2) del asentamiento (Chłodnicki y Ciałowicz, 2018). Por su superficie, de unos 500 m2, se trata de la estructura más grande descubierta en el valle del Nilo para su época. La edificación, de anchas paredes y diversos compartimentos en los que también se registra una clara delimitación de actividades (Chłodnicki y Ciałowicz, 2013), pudo haber tenido funciones de índole tanto residencial como administrativa, dados los numerosos hallazgos en su interior que comprenden tokens y fragmentos de sellos de arcilla, así como cerámicas procedentes del Levante (Czarnowicz, 2012; Kołodziejczyk, 2012). Luego de su destrucción (ver más abajo), se erigió en ese lugar otro complejo de grandes dimensiones y con múltiples recintos en su interior, entre los que se destacan dos capillas con sendos depósitos votivos, que ha sido interpretado como un “centro cúltico-administrativo” (Ciałowicz, 2012a), asociado a la élite local de la época posterior (Chłodnicki, 2012).

En segundo lugar, existe una serie de testimonios acerca de instalaciones productivas, que denotan una considerable división del trabajo. La producción de cerveza se encuentra documentada desde la Fase 1 (Nagada IIB) de Tell el-Farkha, tanto en el Kom Central como en el Occidental (Adamski y Rosińska-Balik, 2014). En este último, las actividades se expanden en las siguientes etapas, con estructuras que habrían permitido la producción de cerveza a gran escala: 200 litros por cocción en cada una de las cinco instalaciones detectadas (Chłodnicki y Ciałowicz, 2001; 2002; 2007; Cichowski, 2008). La planificación espacial y especialización laboral debió extenderse no sólo a los procesos productivos específicos en esas instalaciones sino también a las tareas derivadas de la necesidad de abastecimiento continuo de las materias primas así como del alimento para quienes participaban de tales procesos.8

En tercer lugar, cabe destacar la existencia de dispositivos de almacenamiento desde momentos tempranos hasta momentos más tardíos asociables, respectivamente, a las prácticas económicas de los households y a las de una organización económica más centralizada (Chłodnicki, 2017). En particular, en el Kom Central se construyó durante Nagada IIIA1, una gran instalación de almacenamiento de 20 x 30 m con muros de hasta 1,8 m que sugieren la existencia de varios recintos (Chłodnicki y Mączyńska, 2018) que podrían haber funcionado como depósitos o graneros centrales (Chłodnicki, 2017; Czarnowicz, en prensa). Durante las fases posteriores, la construcción de silos se haría mucho más frecuente, lo que indica una tendencia a la intensificación de las actividades de almacenamiento.9

La división del trabajo también es atestiguada a través de la existencia de actividades artesanales y de aprovisionamiento de materias primas y bienes suntuarios manufacturados procedentes del exterior. Tanto la elaboración de objetos producidos a partir de diversas materias primas exógenas –entre los que sobresalen dos estatuillas laminadas en oro con incrustaciones de lapislázuli en los ojos10 (Nagada IIIB) (Ciałowicz, 2012b) y un conjunto de pequeñas figuras de marfil y hueso colocadas en los depósitos votivos del “centro cúltico-administrativo” y en el ajuar de la Tumba 24 (Kurzyk, 2012; 2016; Ciałowicz, 2011a)– como la industria lítica (Chłodnicki, 2012; Pryc, 2012), la producción de objetos en piedra –por ej., vasos y cuentas– (Jórdeczka y Mrozek-Wysocka, 2012) y la producción cerámica tanto de uso doméstico como ritual (Ciałowicz, 2012a), demuestran un elevado nivel de especialización artesanal. Por su parte, la considerable presencia de bienes importados desde el Levante –entre los que se destacan los objetos de cobre así como jarras que debieron contener aceite de oliva y vino (ver Czarnowicz, 2012)– apuntan a la posible existencia de especialistas encargados de realizar y controlar los intercambios con esa región (ver Daizo, 2019).

Diferenciación social

El contexto funerario hallado en el Kom Oriental y los objetos de prestigio registrados en diferentes estructuras del sitio proporcionan indicaciones claras de diferenciación social en Tell el-Farkha. En la necrópolis emplazada en el Kom Oriental, que registra una gran diversidad de modos de enterramiento, se encuentra la Tumba 10, una monumental mastaba construida en adobe (Nagada IIIA2-B1), de 16 m de ancho, 18 m de largo y al menos una superestructura de 3 m de altura compuesta por una cámara central y 5 habitaciones, con paredes que promedian 1,5-2 m de ancho, y con decoración de reentrantes al estilo “fachada de palacio” (Ciałowicz y Dębowska-Ludwin, 2013a). Si bien la índole precisa del edificio no es totalmente segura,11 es posible pensar que debió estar asociado a un grupo de élite con la capacidad para organizar y administrar los recursos y la fuerza de trabajo necesarios para construir un complejo arquitectónico que, con la información disponible, es único en su tipo para este período.

Durante el período posterior (Nagada IIIB-C1 – Fases 4-5), gran parte del Kom Oriental fue ocupado por mastabas de variada complejidad, entre las que la Tumba 100 (Nagada IIIB), destaca del resto de las estructuras por sus dimensiones –6,2 m de largo, 4,1 m de ancho y una superestructura de al menos 3 m–, presencia de entierros subsidiarios, decoración enlucida y un notable ajuar funerario (Ciałowicz y Dębowska-Ludwin, 2013a).12 Este tipo de enterramientos contrasta notablemente con otras tumbas más modestas en simples pozos sin ofrendas o con escasos ajuares, que fueron dispuestas en el sector noroeste del cementerio, un área más alejada del centro de la necrópolis (Dębowska-Ludwin, 2012). Tales contrastes continúan en el subsiguiente período Dinástico Temprano (Nagada IIIC2-D) cuando se observa un acusado contraste entre un conjunto de tumbas modestas en pozos y la Tumba 5513 (Ciałowicz y Dębowska-Ludwin, 2013a; Dębowska-Ludwin, 2016; 2018).

Otros tipos de evidencias halladas en diferentes estructuras del sitio también dan cuenta de procesos de emergente diferenciación social. Las ya referidas estructuras erigidas en los Koms Central y Occidental no sólo se destacan respecto de otros recintos productivos o residenciales por sus grandes dimensiones y complejidad sino también por los hallazgos en su interior (Chłodnicki y Geming, 2012). En la “residencia del Bajo Egipto” fueron hallados un collar con cuentas de oro y piedras semipreciosas importadas del Alto Egipto, un cuchillo de cobre, cabezas de maza, vasos de piedra, cerámicas importadas y un arpón de hueso (Chłodnicki y Ciałowicz, 2019). De forma similar, en los depósitos rituales de las capillas del “centro cúltico-administrativo” se hallaron jarras conteniendo cuantiosas figurinas de marfil y fayenza, paletas, cuentas y otros elementos de carácter ritual.14 Por otra parte, en todas estas estructuras se han registrado grandes espacios a modo de depósitos de almacenamiento, junto a tokens y sellos de arcilla asociados a las actividades de tipo administrativo que allí se habrían desarrollado y que habrían estado a cargo de una élite especializada, muy probablemente asociada con las redes de circulación de bienes (Chłodnicki, 2012; Ciałowicz, 2012a).

Conflicto

Diferentes tipos de evidencias arqueológicas sugieren indicios de posibles conflictos en torno del proceso de urbanización en Tell el-Farkha. A nivel arquitectónico, es posible identificar dos indicadores de posibles conflictos. Por un lado, se trata de la destrucción por fuego de la “residencia de Nagada” emplazada en el Kom Occidental en la Fase 3 (Nagada IIIA1), lo que podría implicar algún tipo de conflagración intencional (Chłodnicki y Ciałowicz, 2018). De hecho, la presencia de un estrato de destrucción por fuego se extiende también por los Koms Central y Oriental, por lo que es posible “suponer que la totalidad del asentamiento en Tell el-Farkha fue destruida como resultado de la acción humana durante este período” (Ciałowicz, 2017: 241; ver pp. 239-241). Y por otro lado, se trata del registro de empalizadas y muros de mayor tamaño ubicados de forma estratégica para la protección/defensa de estructuras y áreas específicas. En este sentido, la “residencia del Bajo Egipto” (Nagada IIB-IID), emplazada en el Kom Central, presenta, en su primera fase de construcción (Nagada IIB), una empalizada doble que rodeaba esta estructura, la cual es reemplazada en una segunda fase (Nagada IIC) por un muro de ladrillos de adobe15 de dimensiones mayores que las del resto de las paredes de la estructura16 (Chłodnicki y Geming, 2012: 96; Chłodnicki, 2014). Con posterioridad, también se registran muros perimetrales de grandes dimensiones que sugieren algún tipo de finalidad defensiva en la monumental “residencia de Nagada” (Nagada IID2-IIIA1), cuyos muros exteriores fueron extendidos hasta 2,5 m de ancho, luego de la reconstrucción que sigue al episodio de su destrucción por fuego (Ciałowicz, 2012a). Asimismo, cabe destacar las construcciones del Kom Oriental −contemporáneo al mencionado edificio del Kom Occidental− donde habría estado emplazado el primer asentamiento con influencias del Alto Egipto (Ciałowicz, 2016). Los muros de una de estas estructuras −c. 1 m de espesor− formaban una habitación rectangular −c. 2,50 x 6 m con dos entradas− que se encontró cubierta por una capa muy gruesa (hasta 60 cm) de sedimento quemado que sugiere algún tipo de conflagración por fuego (Ciałowicz y Dębowska-Ludwin, 2013b). Si bien resulta difícil determinar si la “residencia de Nagada” y la estructura del Kom Oriental sufrieron las consecuencias de un desastre intencional o natural, los excavadores ponen en relación tanto el episodio de conflagración como la reconstrucción y ampliación de los muros perimetrales acontecidos en la “residencia de Nagada” con el contexto de la aparición de núcleos políticos cuya rivalidad podría haber implicado conflictos a nivel local o regional (Ciałowicz, 2008; 2012a: 170).

Por otra parte, la existencia de conflictos también puede inferirse a partir de algunos objetos elaborados por el artesanado. Por un lado, se destaca el hallazgo de dos cabezas de maza en la “residencia del Bajo Egipto”, una de ellas confeccionada en hueso y la otra en basalto con huellas de impacto en su superficie (Chłodnicki, 2011; Chłodnicki y Geming, 2012). Si bien las mazas suelen asociarse a funciones de tipo ceremonial, su simbolismo procede de su condición de arma de golpe, lo que habilita la posibilidad de una lectura en clave de conflicto. Y por otro lado, aparece una serie de estatuillas descubiertas en los depósitos votivos de las capillas del “centro cúltico-administrativo”, datadas hacia Nagada IIIB e inicios de la Dinastía I. Se trata de pequeñas figurinas de marfil y fayenza que describen personajes masculinos con las manos en sus espaldas y arrodillados, que pueden ser interpretadas como representaciones de prisioneros (Ciałowicz, 2007: figs. 18-19; 2012b: 206, fig. 8). Dado que han sido halladas en depósitos dedicados al culto, se supone que este tipo de estatuillas podría relacionarse con la celebración de rituales propiciatorios de victoria sobre el enemigo comunes en el arte del Predinástico y del Dinástico Temprano (Ciałowicz, 2012b: 221). Asimismo, cabe destacar el hecho de que las estatuillas laminadas en oro referidas anteriormente fueron halladas en un escondrijo del Kom Oriental (estructura 505), lo que denota la búsqueda de protección ante un eventual peligro (Chłodnicki y Ciałowicz, 2007; Ciałowicz, 2012b).

Discusión

Consideremos ahora algunos de los efectos sociales generados por los procesos de urbanización en relación con lo que quizás sea uno de sus aspectos más básicos: la concentración de población. El punto a enfatizar aquí es, fundamentalmente, el desafío que tales procesos plantean al modo preexistente de organización social. Tanto en el valle como en el delta del Nilo, los testimonios disponibles acerca de las sociedades que preceden a estos procesos de urbanización son compatibles con las configuraciones que presentan las comunidades aldeanas, en las que prevalece la “lógica del parentesco”, es decir, un modo de organización social en el que el vínculo dominante es definido en términos de cierta “mutualidad del ser” (Sahlins, 2011) que remite a los principios reciprocitarios propios del parentesco y la vecindad (Campagno, 2006; 2011; 2018). En este sentido, una primera observación sobre la expansión acelerada del uso del espacio tanto en Hieracómpolis como en Tell el-Farkha permite notar que esa dinámica difícilmente pudo ser un resultado exclusivo del crecimiento vegetativo de la población local. En Hieracómpolis, hay indicios de cierta población anterior a la fase Nagada I, que parece muy escasa como para poder derivar de ella los miles de habitantes que parecen concentrarse a partir de finales de esa fase. En Tell el-Farkha, los testimonios de la fase más temprana de ocupación conocida (Nagada IIB) también apuntan a una concentración significativa de población, tomando en cuenta algunas características (residencia de élite segregada del área de viviendas; recintos especializados para la elaboración de cerveza) que no parecen derivables del crecimiento vegetativo de una aldea agrícola. Es probable, entonces, que al menos una parte considerable de la población que se concentró rápidamente en esos centros haya sido el resultado de procesos migratorios, que habrían reunido a grupos de personas procedentes de diferentes lugares. Tales procesos, por cierto, no necesariamente suponen que el grueso de los migrantes hayan tenido que arribar desde regiones lejanas: el asentamiento de grupos nómadas o la incorporación de personas procedentes de otras aldeas son opciones más plausibles.17

Desde el punto de vista de las lógicas de la organización social, la posibilidad de pensar en una concentración de individuos o grupos de procedencia heterogénea nos permite pensar esos contextos proto-urbanos en tanto espacios de convergencia de diferentes redes de parentesco que no mantenían vínculos previamente pero que, una vez establecidos allí, habrían quedado en contacto permanente. Esta posibilidad es interesante, porque la lógica del parentesco tiende a producir grupos sociales discretos, que no se extienden indefinidamente, y por el contrario, se hallan en contraste respecto de otros grupos organizados en torno a criterios similares. De hecho, el exterior de una red de parentesco se define como un límite negativo que discrimina entre parientes y no-parientes, y estos últimos tienden a ser identificados como “extranjeros” o “enemigos” (Sahlins, 1971: 55). Ese exterior de cada trama implica la existencia de espacios intersticiales que no se hallan regidos por la lógica del parentesco y que, por ello, pueden ser ámbitos propicios para el surgimiento de nuevas prácticas –“nuevas densidades de las relaciones humanas”, en términos de Stevenson (2016: 434; ver Yoffee, 2005: 61)–, diferentes de las que son posibles dentro de los contextos donde la lógica del parentesco es dominante. Lo decisivo aquí es la posibilidad de la procedencia heterogénea de los grupos que poblarían los primeros núcleos urbanos pues esa heterogeneidad podría favorecer el surgimiento de otro tipo de lógica social.

En efecto, allí donde rige la lógica del parentesco, sus principios reciprocitarios tienden a restringir las posibilidades de diferenciación social, pero este efecto no se aplica más allá de esos ámbitos en los que domina. Por lo tanto, los espacios intersticiales en los contextos proto-urbanos podrían ser contextos propicios para el surgimiento de relaciones de subordinación o antagonismo entre los diferentes grupos establecidos allí. ¿Qué tipo de vínculos intersticiales podrían entablarse? Podemos considerar dos escenarios alternativos. Por un lado, teniendo en cuenta la posibilidad de un flujo más o menos continuo de migrantes hacia los entornos urbanos, podría haber prevalecido el principio de la “primacía de los primeros en llegar”, según el cual “los primeros ocupantes establecen una relación ritual con la tierra que los colonos posteriores deben respetar” (Kopytoff, 1999: 89). En este sentido, la inclusión de forasteros en organizaciones sociales preexistentes basadas en la lógica del parentesco podría haber implicado algún tipo de incorporación subordinada mediante prácticas de patronazgo, es decir, mediante lazos personales de subordinación entre un patrón que otorga derechos (por ejemplo, de permanencia) a cambio de la lealtad de sus clientes (ver Gellner y Waterbury, 1977; Eisenstadt y Roniger, 1984; Lemche, 1996). De este modo, los recién llegados podrían haberse integrado a la red social preexistente, pero no como parientes con plenos derechos, sino desde una posición de dependencia. Y por otro lado, los vínculos entre estos grupos también podrían haberse entablado en un contexto de competencia y conflicto, como sucede con las dinámicas faccionales (ver Bujra, 1973; Fox, 1994; Brumfiel, 1989; 1994; ver también Beck, 2003), donde el eventual predominio de una facción sobre otras podría haber conducido a la aparición de un nuevo tipo de lazo social. Si tal dominio se hubiera consolidado con el tiempo, esto podría haber implicado el surgimiento de una nueva lógica jerárquica de organización social en el interior del ámbito urbano, a la que a justo título podemos denominar lógica estatal.

¿Existe, entonces, alguna evidencia con respecto a esta heterogeneidad social de las primeras poblaciones urbanas en Hieracómpolis y Tell el-Farkha? Respecto de Hieracómpolis, es importante señalar la posible simultaneidad en el uso de diferentes cementerios durante Nagada I-IIB (HK43, HK33, HK22), lo que podría ser consistente con la posible presencia de grupos de orígenes heterogéneos, asociados a las diferentes necrópolis donde habrían sido enterrados sus difuntos (Friedman, 2008a). A menor escala, el Cementerio HK43 muestra una organización espacial definida por subgrupos de tumbas siguiendo un patrón circular (Friedman et al., 1999; ver también Campagno, 2003), lo que también nos permite inferir una posible identidad de parentesco entre los miembros de cada subgrupo, en contraste con los de los otros subgrupos. La llegada de nuevas poblaciones podría haber continuado en las siguientes etapas (Nagada IICD-IIIA1), cuando la población se concentraría gradualmente en o cerca de la llanura aluvial, donde fueron construidas las nuevas edificaciones.18 En cuanto a Tell el-Farkha, los testimonios son más elusivos, aunque existen algunos interesantes indicios. La ocupación residencial del Kom Oriental durante la Fase 2 podría relacionarse con los cambios en el Kom Central que sugieren que este último habría sido destinado a actividades productivas; no es posible descartar, sin embargo, la posibilidad de que hayan sido otros grupos quienes se asentaran en el Kom Oriental. Durante la Fase 3, la existencia de un complejo recinto con gruesos muros exteriores en el Kom Occidental –la denominada “residencia de Nagada”– resulta de relevancia: Ciałowicz (2012a; 2017) ha propuesto que tanto la edificación de esta fase como los edificios de la Fase 4 que suceden al episodio de destrucción, corresponden a la llegada de migrantes procedentes del Alto Egipto. Si bien el alcance de la influencia del Alto Egipto en el delta con anterioridad a su integración política (Nagada IIIB) es difícil de precisar, varios investigadores “asumen que debe haber habido un movimiento de población y una llegada de altoegipcios al Bajo Egipto” (Mączyńska, 2014: 194). Si tal fuera el caso, se trata de una presencia que claramente reforzaría la heterogeneidad del medio urbano en Tell el-Farkha.

Ahora bien, si se admite, a modo de hipótesis, el carácter socialmente heterogéneo de los núcleos urbanos de Hieracómpolis y Tell el-Farkha, ¿cómo se articula esta condición con el advenimiento de lazos de subordinación entre los diferentes grupos que los habitaban? Con respecto a Hieracómpolis, la evidencia parece indicar que inicialmente hubo un pequeño asentamiento antes del proceso de “explosión demográfica”, que tuvo que atraer a un sostenido flujo de migrantes. Ya sea que la población establecida inicialmente haya prevalecido sobre los migrantes posteriores, o haya sido rápidamente superada por los recién llegados, la convergencia de grupos de diferentes orígenes podría haber llevado a alguna forma de subordinación o de tensiones faccionales. Ambas posibilidades, de hecho, no son contradictorias. Por un lado, resulta significativa la organización del espacio en torno de algunas tumbas del Cementerio HK6, una necrópolis de élite que, como ya se ha visto, segregaba sus tumbas respecto de las de la población general. En este sentido, la Tumba 16 aparece como un entierro central rodeado de tumbas subsidiarias, que parece evocar la organización de un household (Friedman, 2009b), lo cual apunta a la posible presencia temprana de prácticas de patronazgo. También es notorio el contraste entre la Tumba 72 y sus tumbas subsidiarias, que del mismo modo sugiere relaciones de subordinación entre un líder y sus seguidores. Por otra parte, la evidencia ya referida acerca de la muerte probablemente violenta de algunos individuos, el incendio posiblemente intencional en las Tumbas 23 y 26 del Cementerio HK6, y la destrucción de una estatua de apariencia humana en el mismo cementerio, sugieren la existencia de conflictos dentro del contexto urbano. Si estas posibles formas de patronazgo y conflicto hubieran desembocado en lazos estables de dominación, el grupo dominante podría haber estado en condiciones de exigir la provisión de ciertos bienes a otros grupos dentro del núcleo urbano, tanto para el consumo de la élite como para los rituales funerarios, así como expandir las lealtades a través de su redistribución (Brumfiel y Earle, 1987). Tal situación podría ser especialmente el caso de la producción de cerveza a gran escala. Esta demanda expandida de bienes, a su vez, podría estimular procesos de especialización laboral así como los intercambios interregionales.

En estas condiciones, la tendencia demográfica posterior que implicó una mayor concentración de la población a lo largo del borde del área cultivada donde se erigieron los nuevos edificios podría estar relacionada con una serie de razones ecológicas, económicas, militares, ideológicas e incluso funerarias (Hoffman et al., 1986; Wengrow, 2006: 76-83) pero también podría asociarse con la emergencia de un nuevo tipo de liderazgo urbano. La élite emergente podría haber promovido o incluso forzado la reubicación como una forma de facilitar su control. La concentración de la población podría haber sido una estrategia útil para facilitar el acceso a la fuerza de trabajo, así como para controlar las tendencias potenciales de la población subordinada a evadir esa situación. Al mismo tiempo, tal concentración podría haber sido igualmente estratégica para la organización de una fuerza militar que estaría en condiciones de prevalecer con facilidad sobre las aldeas periféricas así como de disputar la primacía regional con otros centros del Alto Egipto, como el cercano núcleo de Nagada, cuya crisis a finales de Nagada II pudo ser consecuencia de un ataque desde Hieracómpolis o desde Abidos, otro posible núcleo político rival ubicado más al norte, o tal vez incluso como resultado de un ataque de ambos núcleos políticos (Hendrickx y Friedman, 2003). A juzgar por la importancia continua de Hieracómpolis y Abidos en los períodos posteriores, esta última posibilidad no es despreciable y podría haber prefigurado una posible convergencia en una misma entidad estatal.

En cuanto a Tell el-Farkha, es significativo el contraste que se establece, desde la época más temprana de ocupación del sitio, entre la llamada “residencia del Bajo Egipto” y el resto de las estructuras residenciales, no sólo en términos de las magnitudes sino respecto de la segregación espacial entre una y otras. Si se agrega a esto el hecho de que en su interior se hallaron diversos bienes importados del Levante y del Alto Egipto y, en particular, de dos cabezas de maza, todo parece sugerir que el edificio fue utilizado por una élite local. La disposición de un área especializada para la producción de cerveza desde esta misma época podría implicar que esa élite tendría cierta capacidad para organizar y movilizar la fuerza de trabajo necesaria para tal actividad así como para constituirse en la principal receptora del producto. De este modo, es posible notar que, como señala Ciałowicz (2017: 234), “la estratificación de la sociedad del Bajo Egipto es visible en los asentamientos y no en los cementerios, como sucede en el sur”. Durante la Fase 3, la envergadura arquitectónica de la llamada “residencia de Nagada”, así como el hallazgo de bienes importados, tokens y fragmentos de sellos en su interior, hacen suponer una profundización de las capacidades de dominio de la élite –con independencia de su identidad específica– para conducir la fuerza de trabajo necesaria para la construcción y para administrar las redes de intercambio interregional. También las nuevas instalaciones para la producción de cerveza en gran escala y el almacenamiento de diversos productos apuntan a las capacidades crecientes de tal élite. Por otro lado, la destrucción de tal edificación –y quizás de todo el asentamiento– hacia Nagada IIIA1 podría implicar la existencia de conflictos en Tell el-Farkha, sea que estos obedecieran a un contraste entre la población local y recién llegados del sur o a facciones establecidas con anterioridad en el ámbito urbano. Para las Fases 4 y 5, la aparición de tumbas de gran escala en el Kom Oriental ratifica la consolidación de una élite político-administrativa en Tell el-Farkha. De particular importancia es la aparición de cuencos cerámicos con serekhs en algunas de esas tumbas: si el serekh con dos mazas, semejante a otros con tres mazas documentados únicamente en el Bajo Egipto, podría apuntar a un líder regional, los de Iry-Hor y Nármer podrían señalar el momento, en los umbrales de la Dinastía I, en el que la élite local quedaría subordinada en el marco del proceso de expansión política procedente del sur.

Balance

Las trayectorias hacia la urbanización de Hieracómpolis y Tell el-Farkha guardan una serie de diferencias que se derivan, principalmente, de las características específicas de los contextos regionales y del desfase temporal entre ambos procesos. En efecto, si bien ambos núcleos son globalmente contemporáneos, el proceso de concentración de población en Hieracómpolis es considerablemente más temprano, lo que implica un carácter menos influido por dinámicas extrarregionales tales como las que gravitarían tan decididamente en Tell el-Farkha, al menos desde finales de Nagada II. En este sentido, si bien ambos núcleos urbanos participaban de redes de intercambio que les permitían acceder a bienes exóticos, Tell el-Farkha debería afrontar, a partir de finales de Nagada II, un tipo de interacciones cambiantes con el Alto Egipto, una región que se hallaba en pleno proceso de transformaciones sociopolíticas. El advenimiento de élites proto-estatales tanto en Hieracómpolis como en otros núcleos sureños como Nagada y Abidos tuvo que producir un incremento en la demanda de bienes de prestigio y en las capacidades logísticas para obtenerlos. Tal situación, a su vez, debió producir una intensificación de sus vínculos con los núcleos del Bajo Egipto como Tell el-Farkha, que seguramente intermediaban en la circulación hacia el sur de bienes procedentes del Asia. Ya sea que esa situación se materializara, como propone Ciałowicz (2017: 235), en la presencia de “representantes” del Alto Egipto radicados en Tell el-Farkha, o que esa influencia se dejara sentir de modos más indirectos, está claro que, a partir de Nagada III, el sur influye más fuertemente en el norte que a la inversa, una dinámica que desemboca, hacia Nagada IIIB, en la incorporación política de toda la región del delta a la entidad estatal ya consolidada en el Alto Egipto. Paradójicamente, el proceso de unificación política liderado desde el sur terminaría aportando un nuevo elemento que haría que las trayectorias de urbanización en ambos núcleos se hicieran más equivalentes: una vez establecida Menfis como la sede del poder real, tanto Hieracómpolis como Tell el-Farkha quedarían igualmente subordinadas a una élite estatal que regía desde otro lugar. Si bien Hieracómpolis gozaría aún por mucho tiempo de un gran prestigio simbólico, a partir de entonces compartiría con Tell el-Farkha la misma condición políticamente heterónoma.

Más allá, sin embargo, de las múltiples diferencias entre las trayectorias de urbanización de Hieracómpolis y de Tell el-Farkha en el largo plazo, los inicios de esos procesos en ambos núcleos tienen una característica común, que sería fundamental para las futuras transformaciones: la creación de un contexto social en el que advendrían prácticas que excederían los límites que establecía la lógica preexistente de organización social. En efecto, en la medida en que los espacios urbanos permitían el contacto permanente entre distintos grupos sociales organizados según la lógica del parentesco, la formalización de nuevos vínculos entre esos grupos podría establecerse sin las restricciones que la lógica de parentesco impondría a quienes formaban parte de un mismo grupo. Se daban así las condiciones para el surgimiento de vínculos de subordinación social y jerarquización política tales como aquellos que caracterizan, con independencia de su escala, a las sociedades estatales del mundo antiguo.

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1 Esta investigación forma parte del proyecto UBACyT 20020190100123BA “Prácticas sociopolíticas y formas de simbolización en Egipto y el Levante antiguos (IV-I milenios a.C.)” dirigido por el Dr. Marcelo Campagno, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

2 La participación del Dr. Marcin Czarnowicz en las investigaciones sobre la urbanización de Tell el-Farkha se llevó a cabo gracias a la financiación del Centro Nacional de Ciencias de Polonia (Narodowe Centrum Nauki) en el marco del contrato UMO-2017/27 / B / HS3 / 01225.

3 Las estimaciones de Hoffman (1982: 143-144; 1987: 187-191), basadas en el tamaño y los tipos de áreas ocupadas, sugieren que había entre 2544 y 10.922 habitantes durante la primera mitad del IV milenio a.C. Los excavadores posteriores de Hieracómpolis han mantenido la validez de estos cálculos (ver Adams, 1995: 31; Friedman, en Yoffee, 2005: 43). Otros estudios, principalmente basados en la evidencia funeraria, han propuesto cifras más modestas, alrededor de 1500-2000 habitantes (ver Harlan, 1985: 233; Hassan, 1988: 161; Batey, 2012). Con respecto a las limitaciones para calcular estimaciones de población, ver Moeller, 2016: 9-11. En cualquier caso, para los propósitos del presente estudio, el número preciso de habitantes es menos importante que los datos que sugieren un fuerte salto a nivel demográfico.

4 Hoffman et al. (1986: 178) sugirieron la posibilidad de que la región fuera colonizada por grupos provenientes del norte, quienes podrían haber elegido la zona debido a la confluencia de varios hábitats, la abundancia de buenos suelos y materias primas, las lluvias estacionales, la existencia de un (ahora desaparecido) canal cercano a la frontera del desierto, y la eficiencia hidráulica del wadi Abu Suffian.

5 Sobre las razones detrás de este cambio en el patrón de asentamiento, se han propuesto varias hipótesis, incluido el deterioro climático, que habría exacerbado la degradación del ecosistema desértico iniciada por el uso de árboles y arbustos como combustible y el sobrepastoreo de ovejas, cabras y ganado; un mayor énfasis en las actividades de subsistencia y manufactura basadas en el aluvión, así como en el transporte para el comercio y las incursiones; la búsqueda de la seguridad en el contexto cada vez más hostil del Alto Egipto; y el posible desarrollo de un complejo ceremonial que podría haber servido para atraer a la población regional (Hoffman, 1982: 132; 1984: 239; ver también Harlan, 1985: 225-234). De forma alternativa, Wengrow (2006: 82-83) relaciona esta tendencia demográfica con la consolidación de nuevas formas de rituales funerarios, refiriéndose a este proceso como “urbanización de los muertos”.

6 Las estimaciones realizadas con base en los planos de las áreas excavadas (ver Fig. 5) sugieren que el asentamiento se expande hacia otras áreas del sitio que aún están pendientes de ser analizadas. Asimismo, apuntan a un aumento en la densidad de las edificaciones –especialmente entre las fases en las que se utilizaron materiales orgánicos y ladrillos de adobe para erigir viviendas– (cf. Chłodnicki, 2012; 2014).

7 Los hallazgos registrados dentro del área identificada como residencial consisten en numerosos bienes suntuarios elaborados a partir de materias primas importadas, en tanto que, entre los testimonios provenientes de las áreas productivas, predominan los restos faunísticos, corrales y pozos de descarte cercanos a los límites del asentamiento (Chłodnicki y Ciałowicz, 2018).

8 Se han registrado evidencias de estructuras auxiliares logísticas tanto en el Kom Central como en el Occidental (Adamski y Rosińska-Balik, 2014).

9 Se han identificado hasta ahora un total de 70 estructuras de almacenamiento entre los Kom Occidental y Central, la mayor de las cuales alcanza un diámetro de 5 m (el promedio oscila entre 2,3-3,5 m de diámetro). Las estructuras de menor tamaño habrían almacenado granos (Kubiak-Martens, 2012: 432, fig. 1), mientras que las de gran tamaño habrían contenido paja utilizada para el abastecimiento de los animales, la elaboración de ladrillos de adobe y mezcla para la producción cerámica (Chłodnicki, 2017: 54).

10 Ver Chłodnicki y Ciałowicz, 2007; Ciałowicz, 2012b. Las figurinas antropomorfas, de 60 y 30 cm de alto, fueron halladas en un escondrijo en el Kom Oriental (estructura 505) junto a dos grandes cuchillos de sílex así como un collar de 382 cuentas elaboradas con cáscaras de huevo de avestruz y cornalina (Chłodnicki y Ciałowicz, 2007).

11 En el interior del edificio sólo se registró material de relleno compuesto por ladrillos mezclados con sedimentos y cenizas. Respecto de la caracterización de la funcionalidad de la edificación, ver Ciałowicz y Dębowska-Ludwin, 2013a; Dębowska-Ludwin, 2016.

12 Asimismo, otras tumbas que destacan del paisaje funerario de este período se caracterizan por un ajuar muy variado, con abundantes objetos cuidadosamente elaborados (por ej., Tumba 130), testimonios de la realización de banquetes funerarios (por ej., Tumba 86) y una gran diversidad y complejidad en el tratamiento del cuerpo del difunto (Dębowska-Ludwin, 2016). También es importante mencionar que en varias de ellas se encuentran cuencos cerámicos con serekhs: uno con dos mazas en su interior y una fuera de él, que se asemeja a otros con tres mazas documentados únicamente en el Bajo Egipto (Tumba 91), dos de Iry-Hor (Tumbas 63 y 210) y uno de Nármer (Tumba 9) (ver Jucha, 2012).

13 La Tumba 55 corresponde a la única mastaba de grandes dimensiones (9,16 m de largo, 6,74 m de ancho y una superestructura de 1,52 m), con múltiples cámaras que contenían un destacado ajuar funerario, un muro perimetral y entierros subsidiarios (Ciałowicz y Dębowska-Ludwin, 2013a; Dębowska-Ludwin, 2016).

14 Por ejemplo, fragmentos de huevos de avestruz, cuchillos asociados a cuernos de gacelas y otros animales, figuras esquemáticas de gacelas y avestruces en diferentes soportes (Ciałowicz, 2012b).

15 Las dimensiones de los muros de ladrillos de adobe de fines de la Fase 1 son de 1,6 m de ancho en la base y 1,2-1,3 m en la parte superior (Chłodnicki y Geming, 2012: 95). En este sentido, se advierte que la técnica de construcción con ladrillos de adobe ya era conocida e implementada en Tell el-Farkha al menos desde Nagada IIC, lo que resulta consistente con los hallazgos documentados de Hieracómpolis (Friedman, 1996: 16; Midant-Reynes, 2000: 207-210).

16 Las evidencias de estos muros se sitúan en el área cercana al curso de agua, por lo que probablemente habrían servido como protección para las inundaciones y para dividir las diferentes áreas del asentamiento (Chłodnicki y Ciałowicz, 2013: 145).

17 En relación con Hieracómpolis, Batey (2012: 32) ha propuesto que la migración neta podría haber tenido un efecto insignificante en el crecimiento de la población, pero sus consideraciones se basan en la posibilidad de migraciones desde regiones distantes, lo que parece subestimar el impacto de la migración intrarregional en la concentración de poblaciones en un núcleo urbano.

18 Por ejemplo, Buchez (2011: 32) sugiere que la declinación de la población en la aldea de Adaïma durante Nagada IIC-IIIA1 puede ser considerada como un “éxodo de población hacia las principales ciudades como Hieracómpolis”. De hecho, esta tendencia demográfica pudo no haberse restringido sólo a Hieracómpolis: otros núcleos urbanos regionales podrían haber experimentado una tendencia similar, como podría haber sucedido en Nagada, donde “se puede atestiguar una expansión urbana significativa, nucleación urbana, diferenciación social y formación de élites” (Hassan et al., 2017: 93).