Paradiso e dintorni. Il paesaggio rurale dell’antico Oriente

Mario Liverani (2018).
Cultura storica. Bari-Roma: Gius. Laterza & Figli, x + 187 páginas.
ISBN 978-88-581-3335-4

Pablo Jaruf

Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de Luján / Instituto Superior del Profesorado “Joaquín V. González”, Argentina

La última década ha aumentado de manera significativa la cantidad de libros publicados por el prestigioso asiriólogo italiano Mario Liverani: la edición revisada de Antico Oriente. Storia, societá, economia (2011); Imaginare Babele. Due secoli di studi sulla città orientale antica (2013); Assiria. La preistoria dell’imperialismo (2017); Paradiso e dintorni. Il paessagio rurale dell’antico Oriente (2018); y, de muy reciente publicación, Oriente Occidente (2021). A esto hay que sumar compilaciones con traducciones al inglés de artículos suyos, como por ejemplo Historiography, Ideology, and Politics in the Ancient Near East and Israel (2021), editada por Niels Peter Lemche y Emanuel Pfoh. Tal profusión se debe, como el mismo autor acepta, “all’urgenza dell’età”, tratando de cumplir con una lista de pendientes “prima de morire”, palabras que cierran el prefacio de la obra que aquí se reseña.

Paradiso e dintorni. Il paessagio rurale dell’antico Oriente, como su subtítulo indica, trata sobre el paisaje rural en el Cercano Oriente antiguo, temática que, a decir verdad, no cuenta con una amplia bibliografía en nuestra área de estudios, a pesar de la cantidad de información con la que se cuenta. Entre los antecedentes más importantes, Liverani destaca Archaeological Landscapes of the Near East (2003), de Tony Wilkinson –a quien dedica este libro–, el Bulletin on Sumerian Agriculture, publicado entre 1984 y 1995, la Rencontre Assyriologique de 1997 realizada en Venecia, más unos pocos estudios monográficos, como por ejemplo The Rural Landscape of the Land of Arrape (1979), de Carlo Zaccagnini, y Reconstructing the Emar Landscape (2003), de Lucia Mori. Como se ve, esta obra viene a cubrir un área casi vacante, lo que la diferencia claramente de las demás publicaciones de Liverani durante la última década, donde aborda temas ampliamente trabajados en nuestra disciplina, como la ciudad antigua, el Imperio asirio y la relación Oriente-Occidente.

El primer capítulo, “Lo studio del paessaggio antico-orientale”, es una introducción a los enfoques para el estudio del paisaje rural, destacando algunas de sus limitaciones, no sólo derivadas de la calidad de los documentos, cuya finalidad administrativa o ideológica simplifica una realidad más compleja, sino también debido a las planificaciones regionales de las economías modernas, por un lado, enfocadas en la extracción de gas y de petróleo, y, por otro lado, en obras hidráulicas para irrigar de manera intensiva amplios campos de cultivo. Con respecto a esto último, no obstante, destaca cómo estos emprendimientos impulsan las prospecciones y excavaciones de rescate, a la vez que proveen medios tecnológicos avanzados para generar nueva información sobre el paisaje.

El siguiente capítulo, “La condizioni di base”, describe el punto de partida de lo que después desarrollará en el resto del libro. Las condiciones de base son aquellas que presentaba la región a inicios del Neolítico, las cuales se van a ver poco a poco modificadas, en parte por las condiciones climáticas, pero sobre todo por la intervención humana, particularmente en la Baja Mesopotamia. La tendencia común es la de una desertificación, cuyos efectos son más evidentes tras la caída de algún fuerte poder palatino, cuya ambición había llevado a la sobreexplotación de los recursos, ejemplificando con el caso de la caída del reino de Mari y del Imperio asirio.

En el tercer capítulo, “Dalla rivoluzione agricola alla rivoluzione urbana”, comienza la historia de las modificaciones en el paisaje rural. El autor distingue las características y los efectos de la agricultura de irrigación y la de secano, el pastoreo y la trashumancia vertical y horizontal, dando cuenta de la paulatina especialización regional que va a caracterizar de ahí en más al Cercano Oriente. Sobre los elementos que conforman la llamada revolución de los productos secundarios, los considera como parte, o de la neolitización o del primer urbanismo, por lo que descarta la existencia de una revolución intermedia entre ambos. Por último, finaliza con la cultura Uruk, donde considera que surge el primer paisaje administrativo.

Lo anterior se desarrolla con más claridad en el siguiente capítulo, “Il paesaggio agrario mesopotamico del III milennio”, dedicado principalmente a la Baja Mesopotamia, el cual continúa en el sexto capítulo, “Il paesaggio agrario mesopotamico del II milennio”, donde ahora incorpora también referencias a Nuzi. En ambos capítulos se profundiza en el sistema de canales, el cual poco a poco se va unificando, lo que favorece también la unificación política del territorio, contando con dos puntos de auge: la tercera dinastía de la ciudad de Ur y el reinado de Hammurabi y de sus inmediatos sucesores. Los puntos centrales que Liverani analiza sobre este proceso son el tipo y porcentaje de cereales que se producen, la forma de los campos y su productividad, la diferencia entre el cultivo de cereales, la horticultura y la arboricultura, y los modos en que se administraban estos recursos. Con respecto a esto último, diferencia entre el sector público, donde predominaban los campos de grandes dimensiones, y el sector privado, donde éstos eran más pequeños. Esta tendencia, de todas maneras, se va modificando con el correr del tiempo, donde la propiedad de templos y de palacios se va parcelando a medida que algunas familias heredan sus prestaciones de servicio, a la vez que en el ámbito privado se afianza la familia nuclear, amén de determinadas estrategias que los actores llevan adelante para evitar el empobrecimiento de los sectores más vulnerables. Mención aparte merece el problema recurrente de la salinización, cuyos efectos se van a hacer más patentes durante la dinastía casita. Hacia el final del sexto capítulo, Liverani incorpora información valiosa que se puede inferir a partir de las listas de presagios, particularmente aquella conocida como “calendario babilónico”. Por último, remarca las particularidades de la zona de Nuzi, donde el porcentaje de cereales, la forma de los campos y su administración presenta diferencias significativas.

El paisaje rural donde predomina la agricultura de secano es abordado en los capítulos quinto y séptimo, respectivamente titulados “L’agricoltura pluviale del III milenio” y “Siria e Anatolia nel Medio e Tardo Bronzo”. El primero de ellos es sumamente breve y sólo remarca la mayor diversidad de cereales, la presencia destacada de la horticultura, sobre todo de la vid y el olivo, así como una mayor presencia del elemento pastoril. Poco dice sobre la administración, salvo para indicar aquí la menor injerencia del templo y del palacio, aunque llama la atención las pocas referencias al reino de Ebla, donde el propio Liverani había hecho sus primeros estudios sobre el paisaje rural.1

El séptimo capítulo, en cambio, es más extenso, dando cuenta de la situación en Anatolia durante el período paleoasirio, el reino de Mari, la ciudad de Emar, de Alala, de Ugarit, la visión egipcia sobre Siria-Palestina, la agricultura hitita y el período medioasirio. En general, predomina la diversidad, tanto de los medios de subsistencia, como de la forma y de la administración de los campos, lo que se pronuncia en función del tipo de documentos con los que se cuenta. Aquí también hay obras de irrigación relevantes, aunque de menor escala en comparación con la Baja Mesopotamia, y basadas en otro mecanismo: la elevación del agua a partir de un mecanismo conocido como shaduf. Al respecto, se cuenta con una valiosa evidencia sobre la situación de Emar, donde parece haber habido una alta aglomeración de pequeñas propiedades familiares agrupadas en torno de los sistemas de irrigación. Ugarit también es un caso destacado, donde existe una contraposición entre tierras que dependen del agua de las lluvias y aquellas que aprovechan el agua de los manantiales. A su vez, existe una administración particular, por un lado, casas y campos, es decir, aldeas alejadas que se ocupaban del cultivo de cereales, y, por otro lado, granjas palatinas dedicadas principalmente a la horticultura y cuya mano de obra consistía en campesinos obligados a tributar en trabajo. Sobre la agricultura hitita dedica sólo cuatro párrafos, mientras que para el período medioasirio se basa en la información contenida en las inscripciones reales, los códigos legales y, por último, los documentos administrativos, los cuales ofrecen un panorama parecido al de Nuzi.

A continuación, Liverani dedica todo un capítulo a la Edad del Hierro, titulado “L’età del Ferro”, que va desde el fin del Bronce Tardío hasta el Imperio asirio incluido. Comienza con los cambios en el nomadismo, provocados por la difusión del camello, lo que permitió explotar los oasis y conectar el Cercano Oriente con Asia oriental y el sur de la Península arábiga. Continúa con la explotación de terrazas de cultivo, de las aguas subterráneas y de los cursos de wadi, ilustrando con una breve referencia a Israel, donde parece haber predominado la propiedad privada y palacial de la tierra. Finalmente, desarrolla las consecuencias de la explotación asiria que, por un lado, provoca el colapso de la agricultura al deportar de forma masiva y ubicar a estas personas en una región extraña y, por otro lado, da lugar a una fuerte colonización en torno a las capitales del imperio, lo cual es acompañado de grandes obras hidráulicas, como extensos acueductos, y la creación de parques reales donde se concentraba la fauna y la flora exótica de sus diferentes dominios. A esto agrega el colapso de la irrigación del sur de la Mesopotamia, zona que atraviesa en esta época una evidente ruralización, lo que contrapone al auge de la irrigación en el sur de Arabia, el cual comienza en este mismo período.

El noveno capítulo, “Ristrutturazione e culmine dell’agricoltura antico-orientale”, complementa lo expuesto en el anterior, dando cuenta de la situación en Urartu, Irán y Asia Oriental, e incorporando algunas referencias a la breve recuperación neo-babilónica. Sobre las zonas de montaña, señala las múltiples referencias a la construcción de ciudades, de obras hidráulicas y de dispositivos de almacenamiento, así como la abundancia de árboles frutales, de viñedos y de huertos. Distinta es la situación en la meseta irania, donde parece haber predominado el pastoreo y una forma de habitación más pequeña y dispersa. Con respecto a Babilonia, se cuenta con una amplia información relativa a la gestión agrícola, tanto de los templos como del ámbito privado, lo que ofrece un panorama bastante variado, con profusión de arrendamientos y subarrendamientos en campos de distinta forma y tamaño. Esta situación culminará en el período persa, punto final del paisaje administrativo que había surgido en la cultura Uruk.

Llegamos así al último capítulo, “Prospettive”, quizás el mejor de todo el libro, donde, después de unas breves referencias a la síntesis aqueménida y el advenimiento del helenismo, establece los parámetros generales a partir de los cuales poder sintetizar todo lo expuesto en los capítulos anteriores. En el apartado “Continuità e discontinuità”, retoma algunos planteos realizados al comienzo, sobre los enfoques teóricos, rescatando la validez de la larga duración y de las temporalidades múltiples. En concreto, afirma que la continuidad –aunque caracterizada por cambios menores muy lentos– responde a factores ambientales, mientras que la discontinuidad está dada por la influencia socioeconómica de los paisajes creados por la mano del hombre, que no solo implican cuestiones técnicas sino también sociales, como por ejemplo el tipo de familia o de propiedad de la tierra. Esta discontinuidad también se debe a factores político-militares, apelando ahora a una temporalidad más corta, propia de la histoire événementielle, los cuales suelen aceleran tendencias de desarrollo o de crisis. El último apartado de este capítulo, “Degrado e colonizzazione”, establece que los dos procesos que determinan el paisaje rural son la degradación (negativo) y la colonización (positivo), pero señalando que mientras el segundo se debe siempre a la acción voluntaria, el primero puede ser también involuntario, lo que explica que, al fin y al cabo, termine imperando la degradación, como rezan las palabras finales del libro: “Il degrado sembra spesso inarrestabile, la colonizzazione effimera”.

Luego de esta conclusión se suma un apéndice titulado “Paesaggio e utopia”, donde Liverani se centra en las representaciones del paisaje, diferenciando entre la mirada administrativa, la normativa, la propagandística, los “mapas mentales”, el paisaje ultraterreno y el mítico-literario. Varios de estos puntos habían sido abordados en algunos capítulos, particularmente los primeros, mientras que de otros no queda clara su relación con el resto de la obra, como por ejemplo aquel dedicado al inframundo. Posiblemente el más relevante resulte el de los “mapas mentales”, cuya configuración temprana luego entra en colisión con la modificación tanto del paisaje rural como del político. Asimismo, las referencias literarias, particularmente los debates/torneos entre objetos o principios opuestos, como por ejemplo la azada y el arado, nos permiten conocer virtudes y limitaciones de las herramientas, los animales y las actividades asociadas al mundo rural.

En conclusión, se trata de una obra que abarca toda la historia del paisaje rural, desde el Neolítico hasta el Imperio aqueménida, lo que, por fuerza, obliga a simplificar bastante y jerarquizar ciertos casos por encima de otros. El paisaje de la Baja Mesopotamia es, sin dudas, el más logrado, así como el de la Alta Mesopotamia y Siria durante el Bronce Tardío. Para quienes ya conocen la obra de este importante asiriólogo, muy seguramente encuentren pocas novedades y tengan la sensación de que simplemente ha recortado y actualizado todas aquellas secciones dedicadas al mundo rural contenidas en el ya citado Antico Oriente (cuya última edición todavía no está disponible en español). Aún así, esta tarea permite cubrir un área, como dijimos al comienzo, prácticamente vacante en nuestra disciplina, ofreciendo una síntesis ideal para todo aquel que quiera comenzar a conocer sobre el paisaje rural en el Cercano Oriente, convirtiéndose también en una obra de referencia ineludible para quien se dedique a investigar esta temática.

Bibliografía

» Liverani, M. (2011). Antico Oriente. Storia, società, economia, nuova edizione aggiornata (Cultura storica). Bari-Roma: Gius. Laterza & Figli.

» Liverani, M. (2013). Imaginare Babele. Due secoli di studi sulla città orientale antica (Cultura storica). Bari-Roma: Gius. Laterza & Figli.

» Liverani, M. (2017). Assiria. La preistoria dell’imperialismo (Cultura storica). Bari-Roma: Gius. Laterza & Figli.

» Liverani, M. (2021). Oriente Occidente (Cultura storica). Bari-Roma: Gius. Laterza & Figli.

» Liverani, M. (2021). Historiography, Ideology, and Politics in the Ancient Near East and Israel: Changing Perspectives 5 (CIS), editado por N. P. Lemche y E. Pfoh. Londres: Routledge.

» Mori, L. (2003). Reconstructing the Emar Landscape (Quaderni di Geografia Storica 6). Roma: Universidad de Roma “La Sapienza”.

» Pettinato, G. (2000 [1999]). Ebla, una ciudad olvidada. Barcelona: Trotta.

» Wilkinson T. (2003). Archaeological Landscapes of the Near East. Tucson: The University of Arizona Press.

» Zaccagnini, C. (1979). The Rural Landscape of the Land of Arrape (Quaderni di Geografia Storica 1). Roma: Universidad de Roma “La Sapienza”.


1 Pettinato (2000 [1999]: 59) recuerda, por ejemplo, que fue Liverani quien, en el primer informe de las prospecciones, mencionó por primera vez como posibilidad que el sitio de Tell Mardikh podía llegar a ser la ciudad de Ebla.