«Tu es de mon sang ». Les alliances dans le Proche-Orient ancien

Dominique Charpin (2019).
París: Les Belles Lettres, 337 páginas.
ISBN 978-2-251-44890-9

Luciana Urbano

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

El estudio de las relaciones interestatales es una temática que ha tenido gran dinamismo dentro de la historia del Cercano Oriente Antiguo. Importantes corpus de fuentes de distintos períodos históricos y diferentes regiones han nutrido las reflexiones de varias generaciones de especialistas. La obra de Dominique Charpin del 2019 publicada dentro de la colección Docet Omnia y editada por el Collège de France y Les Belles Lettres, reúne sus clases en dicha casa de estudios dictadas durante el 2016. Como el propio autor nos anuncia en el prólogo, sus trabajos sobre las relaciones diplomáticas se remontan a 1980 cuando preparaba la publicación del tomo 26/1 de la serie Archives Royales de Mari. Durante las décadas siguientes continuó trabajando sobre el tema haciendo eje principalmente en el período Paleobabilónico, como lo evidencian sus numerosas publicaciones. En este caso, y tal vez sea éste uno de los aportes principales del libro, el profesor Charpin presenta una obra de síntesis que aborda desde mediados del III milenio hasta la entrada de los persas aqueménidas en Babilonia en el 539 a.C.

Al igual que su libro La vie méconnue des temples mésopotamiens (2017) de la misma colección, éste es un texto pensado para público en general, invita a una lectura amena, cuenta con imágenes y una clara distribución en capítulos temáticos. Está acompañado por un índice de fuentes y bibliografía de consulta y un cuadro cronológico para que el lector no especialista pueda ubicarse fácilmente y sortear con éxito las referencias temporales cruzadas que aparecen en la obra. Las citas son escasas y breves para no cortar la lectura, al igual que las referencias a palabras acadias o sumerias. Una estrategia discursiva pensada para un lector versado en el tema aunque no necesariamente dedicado a la asiriología.

Los capítulos tienen una lógica temática. El primero de ellos da cuenta de los descubrimientos de los archivos más importantes: El-Amarna, los archivos hititas, los textos de Ugarit, los del período Neoasirio, el descubrimiento de Ebla y por supuesto del archivo de Mari, sin duda el corpus documental que el autor más conoce. En las conclusiones de este apartado, Charpin destaca la importancia de este último. La atracción de los orígenes opera aquí también. Nuestro autor cita a Mario Liverani quien plantea al período del Bronce Tardío como el momento de surgimiento de “la primera diplomacia”. Por el contrario Charpin destaca la potencialidad de archivo de Mari para el estudio de las relaciones diplomáticas y aboga por “abandonar (…) una perspectiva centrada en El-Amarna” (p. 45).

A partir del capítulo segundo, y en los siguientes, el autor aborda diversos aspectos de las relaciones interestatales. Comienza con una exposición de los gestos y palabras involucrados en la concreción de los tratados, sean éstos en presencia de los reyes o a distancia, con la intermediación de funcionarios de confianza. Aquí nos ofrece un estudio novedoso centrado en los rituales y discursos que involucran alegorías y simbolismos referidos a la sangre. De aquí el título de la publicación. Este capítulo es probablemente el más novedoso del libro. Charpin analiza cómo las prácticas y la retórica presente en los textos de concreción de los tratados, refieren al acto de volverse aliados mediante frases como “atarse a otro”, “tocar la sangre”, “tocar la garganta”. Estas estrategias nos muestran que para dar entidad al nuevo vínculo es necesario anclarlo en la materialidad de los cuerpos, volverse parientes “de la misma sangre”, “crear” la consanguinidad.

No obstante, aunque la concreción se diera en torno a prácticas rituales y simbólicas, los tratados también se ponían por escrito, en tanto condición de validación. Charpin nos alerta sobre las particularidades de los mismos en el mundo paleobabilónico, específicamente en el archivo mariota, y los cambios que se introducen a partir del 1500 a.C. No sólo cambia la materialidad sobre la que se imprime el tratado, sino también sus partes, el modo de circulación y redacción, las estrategias de validación del documento y el tratamiento que se dan los reyes, sea que se traten como “iguales” o que prime una relación de subordinación entre el “gran rey” y el vasallo.

La forma y el contenido de los tratados son abordados en el capítulo 4. Para el período Paleobabilónico no podemos identificar una diferenciación entre tratados de subordinación y de paridad, clasificación propia del Bronce Tardío. El único indicio de jerarquización es el uso del vocabulario del parentesco para denotar las diferencias de estatus. Las alianzas podían tener una naturaleza política, militar, jurídica o comercial y por lo tanto esto delineaba el carácter general del tratado y las distintas partes que lo componían. Era frecuente, asimismo, que concluyeran con listas de dioses que actuaban como garantes y las maldiciones a quien osara romper con lo pactado.

Los dioses actúan como garantes, se jura por el dios o los dioses. Y por lo tanto también son ellos los encargados de hacer pagar las culpas a quien no cumpla con lo acordado. La forma y la lógica de estas maldiciones son analizadas por Charpin en el capítulo 5. En este apartado el autor se mueve a lo largo de todo el período bajo investigación, marcando las diferencias a lo largo de los tres milenios. La importancia de este aspecto es central, pues como se plantea poner a los dioses como garantes, y también como potenciales castigadores, era la única forma de asegurarse el cumplimiento del tratado. La furia de los dioses frente al traidor se concretaba en el campo de batalla, tomando así visos de “guerra justa y divina”.

El capítulo 6 está dedicado al análisis del intercambio de bienes y mujeres en el contexto de las alianzas. Este aspecto no es más que la lógica del don y el contra-don. Los varones ponen en circulación aquello que les pertenece con el objetivo de forjar la reciprocidad. Los regalos circulaban entre las casas reales como símbolos de amistad y también como marcas de ostentación y prestigio. Dar, impresionar y dejar en deuda. Joyas, vestidos y objetos suntuarios podían entregarse pre o post conclusión de una alianza y también dentro de los matrimonios interdinásticos, siguiendo pautas sumamente regladas. No deja de sorprender que en el orden discursivo dado por el autor a su obra, las mujeres no ocupen más que un lugar periférico, junto con la circulación de objetos, “objetificadas” por lo tanto. Las cartas de Mari nos muestran que las esposas, hijas y hermanas de Zimri-Lim fueron agentes esenciales en la concreción y mantenimiento de las alianzas políticas. Actuaban, opinaban e informaban al rey. Pero nada de eso está presente en el análisis. Prima la imagen tradicional, ya muy criticada, de objetos puestos en circulación para “reforzar los lazos entre soberanos” (p. 233).

En el último capítulo aborda de forma comparativa los ritos amorreos, los tratados hititas, los adê neo-asirios y las alianzas en la Biblia. El autor plantea que hay ciertas continuidades, elementos recurrentes, como por ejemplo el rito de inmolación de un asno, la palabra acadia birît “entre” y el sustantivo hebraico berît “alianza”, las referencias a la sangre en los rituales amorreos y en la Biblia. Su conclusión es que para comprender estos fenómenos institucionales y culturales es necesario situarlos en la larga duración. Concretar una alianza en el Cercano Oriente Antiguo implicaba una combinación de palabras, gestos y escritos. Dominique Charpin nos presenta como conclusión principal la presencia de una gran continuidad en torno a dichas prácticas, aunque también se evidencia una considerable evolución en sus formas. El estudio pretende vincularse a un problema más general, según el autor, el nacimiento del Estado.

“Tu es de mon sang” es una obra pensada para un lector curioso, que cuente con referencias sobre el tema y la región, pero no necesariamente se especialice en el área. Es un objeto bello, con una estética de libro clásico y antiguo. Aporta referencias valiosas en un plano general sobre una temática atractiva. Se podría considerar que el capítulo segundo, sobre los gestos y palabras, es lo más novedoso de la obra. Para quienes trabajamos sobre el archivo de Mari toda publicación de Dominique Charpin, titular de la cátedra de Asiriología del Collège de France y epigrafista del sitio de Mari, es digna de estudio y celebración. En este caso no encontramos los grandes análisis plagados de citas a los que Charpin nos tiene habituados, pero sí referencias a fuentes inéditas, una mirada de síntesis y algunas pistas para saber cuáles son sus preocupaciones actuales.