Los últimos días de El Amarna: crisis, transición y restauración

Graciela Gestoso Singer

Pontificia Universidad Católica Argentina, Argentina

Fecha de recepción: 3 de agosto de 2022. Fecha de aceptación: 15 de septiembre de 2022.

Resumen

Las fuentes contemporáneas al reinado de Akenatón y de época posterior reflejan una serie de factores socio-económicos y políticos que intervinieron en el proceso de crisis de los mecanismos de gobierno. La excesiva centralización de la economía en la nueva capital, Aketatón, y la alteración de la inserción natural de los diferentes grupos de la sociedad en la burocracia civil, el ejército y los templos, mediante la designación de funcionarios “nuevos” y sin experiencia, socavaron lentamente su gobierno. Estas medidas implementadas por Akenatón, junto con la existencia de epidemias y/o enfermedades, que habrían afectado no sólo a Egipto sino también a varias regiones del Levante, habrían contribuido a una crisis de poder, al abandono de la nueva capital, y a la restauración de los cultos tradicionales en Tebas durante el reinado de Tutankamón. Los hallazgos arqueológicos recientes en El Amarna nos permiten alcanzar una visión integradora del cambio de los patrones de enterramiento (sustancialmente múltiples) y de las prácticas del culto privado a ancestros y dioses (a nivel popular), como un complejo fenómeno económico-social y político durante una época de cambios y crisis. A comienzos del reinado de Tutankamón, la ciudad de El Amarna había sido abandonada y el nuevo rey iniciaba su política estratégica de restauración del estado, en tres ámbitos: social (el restablecimiento de las familias tradicionales), político (el ascendente poder de Ay, asociado con el clero de Amón en Karnak), y económico (la entrega de recursos al clero de Amón). Pero la política de restauración implementada por Tutankamón tuvo un gran costo socio-político y recién pudo ser concluida bajo el reinado de Horemheb con el apoyo del ejército.

Palabras clave: Amarna, enfermedades, crisis, restauración

The Last Days of El Amarna: Crisis, Transition and Restoration

Abstract

Contemporary and later sources reflect a series of socio-economic and political factors that exacerbated the government crisis during the reign of Akhenaten. Excessively centralizing the economy in the new capital, Akhetaten, along with the undoing of the natural inclusion of different social groups within the civil bureaucracy, the army, and the temples by the appointment of “new” and inexperienced officials, slowly undermined his authority. These measures implemented by Akhenaten, together with aggravating circumstances such as epidemics and/or diseases—which would have affected not only Egypt but also several regions of the Levant—contributed to a crisis of power, the abandonment of the new capital, and the restoration of traditional cults in Thebes during the reign of Tutankhamun. New archaeological evidence at Amarna allows us to interpret changes in burial patterns and in the practices of private worship of ancestors and gods (at the popular level) as evidence of a complex economic-social and political phenomenon that arose during a time of crisis. By the beginning of Tutankhamun’s reign, the city of El Amarna was abandoned, and the new king attempted to implement a strategic policy of restoring the state in three spheres: the social (the re-establishment of traditional families), the political (the ascendant power of Ay), and the economic (the delivery of resources to the clergy of Amun). But the restoration that Tutankhamun inaugurated came at a great cost and could only be completed under Horemheb, who acted with the support of the army.

Keywords: Amarna, diseases, crisis, restoration

1. Introducción

El poder de Akenatón se basó en el uso de los mecanismos tradicionales de gobierno y en la aplicación de nuevas formas de control político y económico, que contribuyeron en gran parte a una crisis socio-política y económica. Los documentos contemporáneos1 y de época posterior2 confirman que Akenatón introdujo cambios en el estado con respecto al comienzo de la Dinastía XVIII, con resultados no siempre positivos. Las innovaciones introducidas por Akenatón en el gobierno del estado fueron: 1) el realce de la figura del rey a través de su identificación con el dios Atón; 2) la excesiva centralización de la economía en Aketatón, la nueva capital, desarticulando las economías locales; y 3) la alteración de la inserción natural de los diferentes grupos de la sociedad en la burocracia civil, el ejército y los templos. Su acción estaba dirigida a lograr un mayor grado de concentración de poder. Leprohon (1985: 93, 103) sostiene que estos cambios fueron dejados sin efecto en parte por los reyes posteriores mediante decretos.

A fines del reinado de Akenatón, se produjo el desgaste natural de un gobierno excesivamente centralizado en torno a la figura del rey. Las fuentes contemporáneas a su reinado y de época posterior reflejan una serie de factores y síntomas sociales, económicos y políticos que intervinieron en el proceso. Estos factores junto con la existencia de epidemias y/o enfermedades, que habrían afectado no sólo a Egipto sino también a varias regiones del Levante, habrían contribuido a una crisis de poder, al abandono de la nueva capital, y a la restauración de los cultos tradicionales en Tebas durante el reinado de Tutankamón.

2. El año 12 del reinado de Akenatón: banquetes y epidemias

La muerte repentina de varios miembros de la familia real egipcia seguramente estuvo relacionada con la peste –probablemente la peste bubónica– (Dodson, 2009: 17; 2012: 2) y otras enfermedades –tales como malaria y tuberculosis. En Egipto, hacia el año 12, Akenatón (ca. 1337 a.C.)3 tenía seis hijas y su imperio estaba en su apogeo, cuando las delegaciones extranjeras de todas las cortes del Levante traían tributo y regalos a Egipto. Pero luego, algunas de las hijas del faraón comenzaron a morir repentinamente. Según Dodson (2009: 17; 2012: 2; cf. Helck, 1971: 182-183, 189-190), es posible que el multitudinario Festival del año 12 de Akenatón causara una epidemia en la ciudad. Este investigador afirma que:

Poco después, varias muertes ocurrieron dentro de la familia real, incluyendo a Tiy y hasta tres de las hijas del rey. Se ha sugerido que una epidemia traída a Egipto por los delegados (extranjeros) del año 12 pudo haber sido responsable de las muertes.

Este momento de triunfo y celebración habría desencadenado el comienzo del final de la ciudad de El Amarna y del culto a Atón. En los relieves de la tumba de Meryra II (Tumba 2), el “superintendente del Tesoro” y “superintendente del harén de la reina”, se encuentran las últimas representaciones de la familia real completa, en donde se aprecia al rey recibiendo el tributo sirio y nubio en el año 12 de su reinado.4 En el año 13 ó 14, muere Meketatón,5 la segunda hija de Akenatón, y su muerte fue conmemorada por varias representaciones de la familia real llorando en señal de luto en su tumba real (Samson, 1985: 91, fig. 35). Al mismo tiempo, otros miembros femeninos de la familia real, tales como Tiy, Kiya y otras tres princesas (Neferneferuatón, Neferneferura y Setepenra), desaparecieron de las escenas reales, por lo que según Kloska (2016: 166),6 “se puede suponer que también murieron como resultado de la epidemia”. La reina madre Tiy fue representada por última vez poco tiempo después del año 12 de Akenatón, a juzgar por las escenas en la tumba de Huya, el “superintendente del harén y del Tesoro de la casa de la madre del rey” (Tumba 1).7 Según Redford (1984: 187), Tiy fue representada por última vez en el año 14. Entre los años 11 y 16, otra figura importante desaparecía de las escenas reales, Kiya, la segunda esposa de Akenatón.8

No sabemos con certeza cuándo y cuáles fueron las causas de la muerte de Nefertiti, pero sí es muy sugestivo el número de muertes que afectaron a la familia real, cortesanos y trabajadores luego del año 12 del reinado de Akenatón. Entre los años 12 y 17, desaparecen de las escenas reales y probablemente murieron la reina madre Tiy, Akenatón, la gran esposa real Nefertiti, las princesas Meketatón, Meritatón, Setepenra, Neferneferuatón y Neferneferura.

La muerte temprana de Tutankamón ha sido objeto de serios debates sobre la causa de su fallecimiento. Recientemente, las pruebas de ADN realizadas en la momia del faraón, indican que la infección por malaria habría estado implicada como uno de los factores de esta muerte temprana (Hawass et al., 2010; Kemp y Zink, 2012: 22). El estudio del ADN encontró marcadores genéticos positivos para dos cepas diferentes de malaria tropical (Plasmodium falciparum) en el tejido momificado de Tutankamón, sugiriendo que el faraón tenía una infección doble de malaria a la hora de su muerte. Las momias de otros dos miembros de la familia real (Tuya y Yuya) también fueron estudiadas y demostraron ser positivas para la infección por malaria (Smith, 2015: 11; Smith-Guzmán, 2017: 6). La evidencia brindada por los esqueletos hallados en el cementerio de las Tumbas del Sur de El Amarna reveló altas frecuencias de lesiones asociadas con la malaria en alrededor de la mitad de la población (entre ca. 1349 y 1332 a.C.). Los análisis demográficos, de los patrones de enterramiento y de estatura mostraron un mayor riesgo de mortalidad para las mujeres y los niños, la disminución de la salud de ambos sectores y la mayor frecuencia de patrones de enterramiento poco comunes (entierros múltiples), especialmente para las mujeres durante este período. Estos patrones se alinean con modelos de malaria endémica inestable, que probablemente coinfectaron con otras enfermedades (posiblemente tuberculosis, disentería y peste bubónica) presentes en El Amarna, y que habrían aumentado los índices totales de mortalidad (Shanks et al., 2008; Smith, 2015: 100-101, 103; Smith-Guzmán et al., 2016: 1; Gestoso Singer, 2021: 59-60). En cuanto a los patrones de enterramiento, Kemp sostiene que se caracterizaron por una simplicidad general, consistiendo en muchos casos en simples fosas oblongas excavadas en la arena, que contenían más de un cuerpo, estando algunas de ellas densamente ocupadas (Kemp et al., 2013: 67-68). Los cuerpos casi siempre fueron envueltos en textiles y colocados dentro de un contenedor funerario realizado con esterillas. En ocasiones, los cuerpos fueron colocados en sarcófagos de madera, que van desde contenedores sin decorar hasta ataúdes de estilo antropoide, decorados con escenas de oferentes y textos funerarios. Los ajuares funerarios son escasos y consistieron en vasijas de cerámica con alimentos, amuletos, espejos y recipientes para cosméticos.

Recientes descubrimientos en el cementerio de miembros no pertenecientes a la élite de El Amarna, en un wadi detrás de un conjunto de tumbas de cortesanos en el extremo norte de la ciudad, revelan casi ningún objeto funerario para los muertos y cuentan con sólo una esterilla para envolver los cuerpos. Según Stevens (Stevens et al., 2016: 16-17) el cuerpo del difunto fue envuelto primero con una simple esterilla y, en algunos casos, fue colocado en un sarcófago (a veces en un simple contenedor o caja) de madera o cerámica. Luego, el cuerpo era llevado a uno de los cementerios y colocado en un pozo/fosa excavado en la arena del desierto. En general, los cuerpos fueron enterrados sin ningún ajuar funerario, a excepción de algunos que fueron acompañados por vasijas de cerámica, que contenían ofrendas de alimentos, y ocasionalmente por un pequeño amuleto protector contra el mal y la enfermedad (del dios Bes o de las diosas Taweret y Mut), un espejo o algún recipiente de cosméticos.

De acuerdo con los estudios realizados por Dabbs en 2015, más del noventa por ciento de los esqueletos (de los 105 individuos estudiados) tiene una edad estimada de entre siete y veinticinco años, con la mayoría de éstos estimada en tener menos de quince años. Básicamente, éste es un lugar de enterramiento para adolescentes. La mayoría de los jóvenes de 15 a 25 años tenía algún tipo de lesión traumática y alrededor del diez por ciento había desarrollado osteoartritis. Incluso en los menores de 15 años, se encontró que el dieciséis por ciento tenía fracturas de la columna vertebral junto con otras anormalidades, generalmente asociadas con cargas de trabajo muy pesadas. Esta población parece haber consistido en una fuerza laboral de niños y adolescentes, quienes tuvieron que realizar frecuentemente trabajos pesados (corvea) para la construcción de la nueva ciudad. Además, el cuarenta y tres por ciento de las tumbas contenía más de un individuo (algunas veces con cinco o seis esqueletos), lo cual es un porcentaje mucho más alto que la pequeña proporción de tumbas múltiples en los otros cementerios de El Amarna (Shepperson, 2017). Evidencia reciente sugiere una prevalencia aún mayor (que en las Tumbas del Sur) de malaria en los individuos enterrados allí, ya que más de la mitad de la población fue afectada por esa enfermedad (Smith-Guzmán, 2017: 6).

Los síntomas de la malaria ocurren cíclicamente cada dos o tres días, dependiendo de la cepa de la infección. Los síntomas son similares a los de la gripe, incluyendo fiebre, escalofríos, sudoración, fatiga extrema y malestar gastrointestinal (Stevens et al., 2016: 17-18). Finalmente, cabe destacar que en el cementerio del sur, el más extensamente excavado hasta ahora, la edad promedio de muerte, para aquellos que sobrevivieron hasta la edad adulta, fue de unos treinta años; mientras que las excavaciones preliminares realizadas en el cementerio del norte revelan una población aún más joven: adolescentes y adultos jóvenes –menores de veinticinco años– (Stevens et al., 2016: 19).

Recientes hallazgos arqueológicos en la ciudad de El Amarna revelan que la peste bubónica habría afectado a los habitantes de la aldea de los trabajadores. Panagiotakopulu (2001: 499-500, figs. 1-2) investigó la enfermedad que infestó la aldea, y descubrió bacterias de la peste negra en los restos de pulgas fosilizadas. Panagiotakopulu (2004: 273)9 peinó el sitio en donde vivían los constructores de las tumbas de Tutankamón y Akenatón, y encontró pulgas de gato (Ctenocephalides felis) y treinta y cinco pulgas humanas (Pulex irritans L.), conocidas portadoras de peste, dentro y alrededor de las casas de los trabajadores. También conjetura a partir de una variedad de pruebas que

la coexistencia de la rata del Nilo, humanos y ectoparásitos en los centros urbanos en combinación con el comercio con Asia, África y el Mediterráneo, junto con las inundaciones del Nilo y la introducción de la rata negra, señalan a Egipto como el lugar de origen más probable de la peste bubónica como una enfermedad epidémica (Panagiotakopulu, 2004: 273).

El Nilo fue un lugar ideal para que las ratas llevaran la peste a las comunidades urbanas. Las pulgas, chinches, otros insectos y parásitos proliferaban ante las pobres condiciones de vida de los trabajadores de las tumbas.

Kozloff (2006: 40) señala algunos rasgos comunes entre las epidemias que habrían azotado a Egipto durante los reinados de Amenofis III y Akenatón:

1) Las epidemias ocurrieron durante períodos de aumento del intercambio inter-estatal y/o incursiones militares (Norrie, 2014: 85-86), como por ejemplo el envío de princesas extranjeras entre las cortes durante ambos reinados, la entrega del tributo extranjero en el año 12 del reinado de Akenatón, y la guerra en Amka (Siria) en el ca. año 15.

2) Algunas de estas enfermedades, en particular la peste bubónica, devastaron poblaciones densas, incluyendo templos, puestos militares y aldeas de artesanos; como por ejemplo la malaria endémica según los hallazgos en las Tumbas del Sur y Norte, y la peste bubónica en la aldea de los trabajadores de El Amarna.

3) El pánico causó la huida de sitios infectados a áreas “limpias”, como por ejemplo el traslado del palacio de Amenofis III hacia Malkata, y el abandono de Deir el Medina; y probablemente el traslado de la capital hacia El Amarna por Akenatón (Aldred, 1988: 149, 283; Kozloff, 2006: 42; Kelder, 2020: 24-28).10 Kozloff (2006: 36-46; cf. Norrie, 2014: 17, 83-84, 87) sostiene que Egipto sufrió de una epidemia de peste bubónica, que duró aproximadamente unos ocho años (años 12 a 20) durante el reinado de Amenofis III. El lapso de ocho años en los registros del estado sólo podría explicarse debido a una catástrofe de gran magnitud, como una epidemia. Este faraón trasladó su residencia y palacio desde Tebas (en la ribera oriental del Nilo) hacia Malkata (en la ribera occidental), cuya construcción fue iniciada alrededor del año 11 de su reinado. Esta situación podría explicar también el número considerable de estatuas (más de setecientas) dedicadas a Sekhmet, la diosa de la pestilencia. Finalmente, se sabe que una de las esposas de Amenofis III, la princesa mitannia Kelukhepa (Eg. Gilukhepa), cuyo matrimonio fue conmemorado en uno de sus escarabajos del año 10 de su reinado, murió probablemente de peste, y que el rey solicitó otra princesa (Tadukhepa) al rey de Mitanni; matrimonio celebrado en el ca. año 36 de su reinado.11

4) Los enterramientos múltiples se practicaron entre las poblaciones disminuidas, que necesitaban deshacerse de un gran número de cadáveres, como por ejemplo en las Tumbas del Norte y del Sur en El Amarna. Asimismo, hacia el año 27 del reinado de Amenofis III, se utilizaron con más frecuencia que en años anteriores los enterramientos múltiples, como lo atestigua la tumba hallada por Rind, que estaba sellada y vacía, sin cuerpos, pero en donde se encontraron objetos con los nombres de su hermana Tiaa, su nieta Nebetta, y otras princesas, mayordomos, guardias, funcionarios y un embalsamador. Evidentemente, los “cuerpos fueron desechados de una forma más conveniente”, dadas las críticas circunstancias (Dodson y Janssen, 1989: 125-138; Kozloff, 2006: 42). También miembros de la familia real fueron enterrados juntos, como por ejemplo Tuya y Yuya, los suegros del rey, que habrían muerto simultáneamente, y cuyos cuerpos fueron colocados en una tumba no acabada y sin decoración. Estos hechos podrían sugerir la existencia de otro período de epidemias en Egipto, que se habría extendido entre los años 27 y 30 del reinado de Amenofis III; en dicha fecha se celebró el Festival Sed, cuyo propósito “parece haber sido la renovación de las energías físicas y sobrenaturales del rey” (Norrie, 2014: 99, n. 84). Después del Festival Sed del año 30, Amenofis III ya había negociado su matrimonio con Tadukhepa, una princesa mitannia (concertado en el ca. año 36), con dos princesas babilónicas y la hija del rey de Arzawa. Sin bien estos matrimonios extranjeros y alianzas entre estados existieron antes y durante la Dinastía XVIII, podemos establecer que el número de reinas extranjeras de Amenofis III superó con creces la norma, probablemente indicando un período de apogeo en las relaciones inter-estatales. El Festival Sed del año 30 marcó una nueva etapa en el reinado de Amenofis III. Tyldesley (2001: 135) sostiene que el Festival Sed de Amenofis III fue un punto de inflexión para él y el dios Atón, y después de la ceremonia su identificación con Atón se hizo más evidente. El rey se llama a sí mismo “el disco solar deslumbrante”, epíteto aplicado también a su palacio de Malkata, a una compañía militar y a su barca real (Urk. IV, 1737; 1923), y que une estrechamente al rey con el disco solar, Atón (Gestoso, 1991: 50-51; Baines, 1998: 291). El rey es “el divino dios que emerge desde Atón” (Urk. IV, 1667, 5), expresión que revela la condición divina del rey y describe su nacimiento físico, como hijo del mismo dios.

3. El año 15 del reinado de Akenatón: guerra y plaga en el Levante

La evidencia textual permite confirmar la existencia de un brote de epidemia fatal en varias regiones del Levante durante la época de El Amarna (siglo XIV a.C.). La pestilencia, una epidemia fatal, o la expresión metafórica de la “mano de Nergal” son mencionadas en las Cartas de El Amarna y en las Plegarias Heteas (Gestoso Singer, 2017: 223-272). No sabemos si estos textos hacen referencia a la epidemia que afectó a Egipto durante la entrega del tributo extranjero en el año 12 de Akenatón, o a un período posterior de su reinado, durante las incursiones militares en Amka (en Siria) en el ca. año 15. Sin embargo, los textos heteos hacen referencia a una epidemia o “plaga” en Hatti, que duró muchos años.

Según las Cartas de El Amarna (EA),12 una epidemia afectó a Egipto, Megiddo, Sumur, Biblos y Alashiya (Chipre).13 Por ejemplo, en una carta (EA 11) enviada por Burnaburiash de Babilonia a Akenatón, es mencionada la muerte de una mujer enviada al faraón, debido probablemente a la peste:

Después que la mujer de tu padre fue llorada/velada, envié a Hu’a, mi mensajero, y a [Mikhuni], mi intérprete (…). Y escribí diciendo: “Acerca de la hija del rey [que] una vez fue enviada a tu padre (Amenofis III), déja[los tomar] a otra (mujer) para ti”. Entonces, tú (Akenatón) enviaste a Haamashi, tu mensajero, y Mikhuni, el intérprete, diciendo: “(…) la esposa de mi padre (Amenofis III) fue llorada/velada. […] aquella mujer murió por la peste (mu-ta-ni) […]”. Entonces, escribí, diciendo: “¡Que ellos traigan a aquella mujer [para ti]!” (EA 11: 5-15).14

Según EA 35, el gobernante de Alashiya envió al faraón una cantidad muy reducida de cobre, debido a la falta de mineros, a causa de la epidemia que azotaba a su país:

Te he enviado quinientos (¿talentos, shekels o lingotes?) de cobre. Los he enviado como regalos de salutación para mi hermano. Mi hermano, el hecho que la suma de cobre es reducida, no debe ser de preocupación/ofensivo para tu corazón, ya que la mano de Nergal, mi Señor, está en mi tierra. Él ha asesinado a todos los hombres de mi tierra, y no hay un solo trabajador en las minas de cobre (EA 35: 10-15).15

Asimismo, la epidemia pudo haber causado la demora de un mensajero egipcio en Chipre durante tres años: “Mi hermano, no te preocupes al saber que tu mensajero ha permanecido tres años en mi país, porque la mano de Nergal está en mi tierra, y en mi propia casa había una joven esposa que, ahora, mi hermano, está muerta” (EA 35: 35-39).16 Finalmente, por esta carta sabemos que la epidemia también habría afectado a su propia familia.

En EA 96, carta enviada a Rib-Hadda de Biblos, se manifiesta la preocupación de este gobernante por la expansión de una enfermedad, que está afectando a la población y/o animales de carga (asnos) en la ciudad de Sumur:

¡Que tu dios personal muestre preocupación por ti y por tu casa! Con respecto a tu mensaje, “No permitiré que los hombres de la ciudad de Sumur entren a mi ciudad, debido a la pestilencia (mu-ta-nu-mi) en la ciudad de Sumur”; dime ¿ésta es una pestilencia (mu-ta-nu-ú) que afecta a hombres o es una que afecta a asnos? ¿Qué pestilencia (mu-ta-nu) afecta a asnos, de modo que éstos no puedan andar/marchar? Así que, ¿cuidas a los asnos del rey, o no? (…). Si el rey es el dueño de los asnos, entonces busca a los asnos del rey (…). Envía hombres para proteger la ciudad (EA 96: 2-28).17

Por EA 244, sabemos que Biridiya, el gobernante de Megiddo, informa al faraón que su ciudad está sitiada por Labaya, el gobernante de Siquem, y que ésta está siendo consumida por la pestilencia:

¡Que el Rey, mi señor, sepa que desde el regreso de los arqueros (a Egipto), Labaya ha librado una guerra en mi contra! Por lo tanto, somos incapaces de hacer la esquila (a las ovejas) o de realizar la cosecha, y no podemos salir de las puertas de la ciudad a causa de Labaya. Cuando supo que los arqueros no saldrían (de la ciudad), inmediatamente decidió tomar Megiddo. ¡Que el Rey salve a su ciudad, y que Labaya no la tome! Mira, la ciudad está siendo consumida por una epidemia (mu-ta-a-an) de peste (dáb-ri)18 (…). ¡Que el rey nos brinde una guarnición de cien hombres para que guarden su ciudad (…)! Labaya no tiene otro propósito. Él busca simplemente la destrucción de Megiddo (EA 244: 8-43).19

El gobernante de Megiddo expresa al faraón la situación crítica vivida ante el sitio de la ciudad, la imposibilidad de trabajar los campos de cultivo extramuros y la pestilencia que está devastando a la ciudad.

Finalmente, en EA 362, Rib-Hadda de Biblos informa al faraón que ya “no hay pestilencia (mu-ta-na) en las tierras (…). Esta (epidemia) ha terminado hace mucho tiempo” (EA 362: 46-50).20

Textos heteos brindan información sobre la extensión de la epidemia desde Egipto hacia Siria y luego Hatti durante la guerra en Amka.21 En la Segunda Plegaria por la Plaga del rey heteo Mursili II (ca. 1321-1285 a.C.),22 se registran el ataque en Amka y la causa de la epidemia:

Mi padre (Suppiluliuma) envió la infantería y los carros, y ellos atacaron la frontera de Egipto, la tierra de Amka (…). Mi padre se horrorizó y fue a territorio egipcio, atacó a los egipcios, y destruyó la infantería y los carros egipcios (…). Pero cuando los prisioneros de guerra, que habían sido capturados fueron conducidos hacia la tierra de Hatti, una pestilencia estalló entre los prisioneros y comenzaron a morir. Cuando los prisioneros de guerra fueron llevados a la tierra de Hatti, los prisioneros de guerra llevaron la pestilencia a la tierra de Hatti. A partir de ese día las personas han estado muriendo en la tierra de Hatti.23

En definitiva, el texto prueba que los soldados egipcios, que fueron capturados por Suppiluliuma I en el campo de batalla en Amka, llevaron la pestilencia hacia el reino heteo. Sabemos por las Plegarias Heteas que la peste perduró por dos décadas: “Has permitido que una pestilencia entre a Hatti (…). Hace veinte años que la gente ha estado muriendo en Hatti”.24

Estudios recientes realizados por Smith-Guzmán (2017: 7) indican que, aunque se han sugerido muchas posibilidades en cuanto a la causa de esta plaga, la malaria se ajusta al perfil, ya que tiene un largo período de incubación de alrededor de dos semanas. Estudios paleo-climáticos sugieren un período cálido y húmedo entre ca. 1500 y 1100 a.C., lo que permite un aumento del tamaño de la población de mosquitos y el rango geográfico. Actualmente, el vector dominante de la malaria en Anatolia es el Anopheles sacharovi, un mosquito cuya capacidad para vivir a grandes altitudes y pasar el invierno habría permitido que la malaria por Plasmodium falciparum se estableciera en la capital del imperio heteo. El movimiento de la población hacia y desde las afueras rurales y las aldeas circundantes habría proporcionado el combustible necesario para mantener la epidemia activa durante 20 años, como lo lamenta el rey Mursili II en sus Plegarias por la Plaga. No sabemos con exactitud qué epidemia afectó al imperio heteo. Sin embargo, se ha comprobado la existencia de varias enfermedades (tales como la peste bubónica, tuberculosis, viruela, disentería y malaria) en El Amarna, que habrían coexistido a fines del reinado de Akenatón (Shanks et al., 2008; Smith, 2015: 100-101; Smith-Guzmán et al., 2016: 1; Gestoso Singer, 2021: 59-60).

4. Crisis socio-económica

En lo que hace a la economía del estado, durante el reinado de Akenatón, la mayor parte del producto del trabajo de las tierras de los templos destinada al culto de las divinidades tradicionales de Egipto fue reasignada a los santuarios dedicados a Atón en Karnak y El Amarna. Durante los primeros cinco años, la mayor parte de las ofrendas a las divinidades tradicionales fue desviada hacia los templos de Atón en Karnak. Los talatat25 reusados en la construcción del IX Pílono del templo de Amón en Karnak y procedentes originariamente –en su mayor parte– del Rwd-mnw y del Tny-mnw (Smith y Redford, 1976: 61; Lauffray, 1980: 67-89; Traunecker, 1984: 60-64), dos de los templos dedicados a Atón en Tebas, nos brindan indicios acerca de la centralización de los recursos del estado en favor de estos templos a comienzos del reinado de Akenatón. En algunos de los talatat encontramos listas de impuestos anuales (en plata, resina, vino y tejidos), enviados por los gobernantes de las ciudades, los dominios reales y los dominios de los templos de las divinidades tradicionales del Alto y Bajo Egipto hacia los templos de Atón en Karnak durante el año 5 de Akenatón.26 Asimismo, las listas en los talatat nos brindan información acerca de impuestos variables (en metales, vestimenta y productos alimenticios), enviados por los gobernantes de las ciudades y los dominios reales hacia los templos de Atón en Karnak.27 Las cantidades de metales y alimentos entregadas por los dominios reales llegaron a ser muy elevadas: “12 deben de oro, 15 ó 30 deben de plata y 500 deben de bronce; (…) 34 mni de aceite de moringa, 15 mni de miel y 50 ó 100 mni de vino” (Traunecker, 1984: 67, nn. 56-58).

Las fuentes de la época permiten afirmar que, durante los primeros cinco años del reinado de Akenatón: a) los bienes de los dominios divinos fueron enviados hacia los templos de Atón en Tebas y no –como se hacía hasta entonces– al templo de Amón, hecho que refleja la primacía del dios Atón y el inicio de una nueva política real; y b) los impuestos entregados por los dominios reales y los gobernantes de las ciudades a los templos de Atón en Tebas fueron de gran magnitud respecto de los enviados durante los reinados de los predecesores de Akenatón al templo de Amón, medida que indica evidentemente el inicio de una política de mayor centralización económica en torno a la capital (Gestoso, 1995: 37-40).

A partir del año 5 de su reinado, Akenatón implementó en El Amarna una política de mayor centralización económica que la aplicada hasta entonces en Tebas. En las Estelas Limítrofes K y X de El Amarna, datadas en el año 5 de Akenatón, en el mismo año de la fundación de Aketatón, se registra que: “Todas las regiones de Egipto (y) todos los países extranjeros vienen a él (Akenatón) trayendo b3kw (tributos) e inw (regalos)” (Sandman, 1938: 110, ls. 7-10). En una inscripción en la tumba de Meryra I, en El Amarna, se registra que, en el mismo año de la fundación de la ciudad, se designó a Meryra I como el “gran vidente de Atón”, y que en la misma ceremonia se celebró la recepción del “primer b3kw de Atón en el Pr Itn (templo de Atón) en Aketatón”, templo que habría estado bajo la supervisión de este funcionario. También se desempeñó como el “superintendente de la casa blanca”, supervisando el ingreso del tributo del Alto Egipto en el Gran Templo de Atón en El Amarna, hecho que permitió el desvío de gran parte de las ofrendas desde el sur del país hacia “el Pr Itn (el Gran Templo de Atón) en Aketatón, cuyas salas están completas con toda clase de cosas buenas, con mucha cebada y espelta del sur, que son las ofrendas de Atón para Atón”, después del año 6 del reinado de Akenatón.28

En cuanto a los dominios de Amón, Ramose (TT 46), el “superintendente de los graneros del Alto y Bajo Egipto”, tuvo a su cargo la supervisión de todos los graneros del país y se encargó del control de las rentas de los “dominios de Amón en Tebas” y del desvío de una gran parte de éstas hacia la nueva capital, como “superintendente de los dominios del templo de Atón” en El Amarna (Urk. IV, 1995, 10-14). Asimismo, Parennefer (TT 188), el “superintendente de los profetas de todos los dioses”, se encargó de controlar el ingreso de los recursos agrícolas de los dominios de los templos de otros dioses (como Ra) hacia la nueva capital. En la inscripción en su tumba se registra: “Ra ya conoce a su servidor, quien se encarga de las ofrendas del dios. Pero este servidor es descuidado con las ofrendas del dios [enviadas] para Atón, que él (Parennefer) entrega en su mano. Se calcula el impuesto en grano para cualquier dios sólo por la medida ipt (ca. 4 heqat = 18 ls.); se calcula para Atón desbordando (lit. ‘a granel’)” (Urk. IV, 1996, 11-12); hecho que refleja el aumento de las ofrendas destinadas a Atón frente a otros dioses tradicionales. Según Spalinger (1987: 283, 304-308), la medida ipet que durante el Imperio Nuevo equivalía a ca. 4 heqat (18 ls.), durante el reinado de Akenatón fue paulatinamente abandonada y utilizada sólo a nivel local; mientras que el heqat fue adoptado como medida de peso para el grano, aunque con nuevos valores, que implican un aumento de tres y hasta cuatro veces su peso convencional.

Respecto de la percepción del tributo de los países extranjeros, a pesar de que en la Estela de Restauración de Tutankamón se menciona el fracaso del ejército en Siria (Urk. IV, 2027, 8-9), el ingreso del tributo exterior que alimentaba la economía egipcia parece haberse mantenido, como lo muestran las Estelas Limítrofes K y X de El Amarna del año 5, antes mencionadas, y la Inscripción del Mayordomo Huya del año 12 del reinado de Akenatón.29

El cambio del destino tradicional de los bienes de los templos debe haber resultado en una excesiva centralización de los recursos económicos en torno a El Amarna, que llevó a la desarticulación de las economías regionales. Asimismo, una gran parte de estos ingresos fue utilizada en la construcción del palacio, la residencia real, y para uso personal del rey y su corte en El Amarna, más que en el culto a Atón.30

Leprohon (1985: 96) sostiene que los nuevos templos dedicados a Atón construidos primero en Karnak y luego en El Amarna, y los palacios, oficinas y barrios construidos en El Amarna, incorporaron mucha de la mano de obra tomada a los templos de los cultos tradicionales. En la Inscripción de Gebel Silsileh, del año 5 del reinado de Akenatón, se registra el reclutamiento de trabajadores y soldados del Alto y del Bajo Egipto y su traslado a las canteras de Gebel Silsileh para extraer las piedras y transportarlas a Karnak:

Su Majestad ordenó reclutar a todos los trabajadores desde Elefantina hasta el Delta, así como a los jefes del ejército, con el fin de extraer piedras para construir el Hwt-bnbn (lit. la “casa del obelisco”) para Ra-Harakhte en su nombre, “Shw que es Atón”, en Karnak; (siendo) los funcionarios y los miembros de la corte los directores de los trabajos en la cantera y del transporte de las piedras (Urk. IV, 1962; Sandman, 1938: 144, ls. 7-10).

En uno de los talatat, reusados en el templo de Amón en Karnak, se registra una “lista de los trabajadores del templo de Atón, que está en Karnak”, cuya suma asciende a “6800 hombres: 3622 son de gente de […], […] de […], 1049 del Alto Egipto y 1573 del Bajo Egipto” (Urk. IV, 1992-1993); hecho que confirma el reclutamiento de trabajadores para la corvea en todo el país para las construcciones en Karnak a comienzos del reinado de Akenatón. Trigger (1981: 178) sostiene que el uso de los talatat fue introducido en esta época, a fin de emplear más mano de obra no calificada y agilizar las construcciones en Karnak (Karlshausen y De Putter, 1992: 22).

En lo que hace a la organización del trabajo en El Amarna a partir del año 6 del reinado de Akenatón, los textos contemporáneos evidencian la continuidad de los mecanismos aplicados en Tebas durante los primeros 5 años de gobierno. En una inscripción hallada en Asuán (datada ca. entre los años 6 y 9 de Akenatón) se registra que Bek, el arquitecto real, tuvo a su cargo la supervisión de los trabajos de extracción en las canteras de la región sur de la primera catarata, y el control de las obras de construcción en El Amarna, para lo cual se habría reclutado una gran cantidad de trabajadores en diferentes partes del país.31

Las inscripciones en las tumbas en El Amarna registran algunos de los cargos relacionados con la organización del trabajo desempeñados por Maya y Tutu, los dos funcionarios más destacados de la corte egipcia. Maya fue “superintendente de todos los trabajos del rey en Aketatón”, y Tutu fue “superintendente de todos los trabajadores y artesanos” (Sandman, 1938: 62, 74; Urk. IV, 2017, 6), cargos que evidencian el ejercicio de un mayor control de la mano de obra disponible por parte del estado. Asimismo, Kadry (1982: 76) sostiene que –al menos– tres militares (Paatenemhab, Maya y Ramose) se desempeñaron como “generales”, y, al mismo tiempo, se ocuparon de la organización de la corvea necesaria para el plan de las nuevas construcciones, como “superintendentes de todos los trabajos de construcción del rey”.

En consecuencia, los cambios introducidos por Akenatón afectaron también la organización del sistema de la corvea, por cuanto la mayor parte de la mano de obra disponible fue incorporada a las nuevas construcciones en Tebas y El Amarna, y estaba bajo control de nuevos funcionarios y miembros del ejército.

Las fuentes contemporáneas ofrecen indicios que nos llevan a afirmar que para lograr la centralización de la economía nacional, Akenatón se habría apoyado en una nueva burocracia, “los hombres nuevos” (Helck, 1939: 72-74; Kadry, 1982: 78-79; Gestoso, 1995: 47),32 cuyos funcionarios –según los textos de época posterior– no habrían gozado de “un nombre conocido”, debido a su falta de experiencia y tradición en la administración del estado (Leprohon, 1985: 93-98). Helck (1939: 72) distingue dos grupos de funcionarios: a) los funcionarios, militares de carrera y descendientes de familias tradicionales de escribas, y b) los “hombres nuevos”, sin experiencia y designados en cargos de la administración y la corte según la voluntad del rey. Sin embargo, Kadry (1982: 78-79), si bien apoya la idea de Helck relacionada con el incremento de poder de ciertos funcionarios militares leales a Akenatón, considera que no hay evidencia para esta estricta distinción en dos grupos, ya que los funcionarios fieles a la “nueva religión” provenían de ambos sectores. No obstante, es probable que Akenatón se haya rodeado de un grupo de nuevos cortesanos, de origen humilde, sin la experiencia adecuada para conducir apropiadamente los asuntos de gobierno, como lo refleja la Inscripción de Maya, al decir: “Soy un hombre de bajo origen por parte de padre y madre, pero el gobernante (Akenatón) me estableció” (Sandman, 1938: 61, l. 12). El primer cargo desempeñado por Maya fue el de “escriba de los soldados”; luego sería progresivamente ascendido a “escriba real”, “superintendente de las tropas”, “príncipe heredero”, “portador del sello del rey del Bajo Egipto”, “general” y “canciller” (Kadry, 1982: 75). Finalmente, se sabe que cuatro “escribas de los soldados” –Maya, Ramose, Ay y Horemheb– habrían alcanzado puestos importantes durante el período amarniano; dos de ellos habiendo llegado a ser reyes.33

Estos nuevos nombramientos explican que en la Estela de Restauración de Tutankamón se mencione el restablecimiento de las viejas familias tradicionales (la élite gobernante), que habían sido desplazadas por Akenatón, al decir que los funcionarios de Tutankamón son elegidos de entre “los hijos de los jefes de sus ciudades; (siendo cada uno) el hijo de un hombre conocido, cuyo nombre fuera (bien) conocido” (Urk. IV, 2029, 9-10, l. 17).

Akenatón se rodeó de funcionarios incondicionales, fieles a la nueva religión, y se apoyó en su consejo. Las funciones que desarrolla Tutu, “canciller” y “superintendente del Tesoro”, lo confirmarían, al decir: “Con respecto a los mensajeros de todos los países extranjeros, fui yo el que comunicó sus asuntos al palacio todos los días” (Urk. IV, 2017, 6-10; Leprohon, 1985: 95). El canciller Maya habla de sí mismo como “uno a quien todos los asuntos le son dichos para presentarlos al Señor de los Dos Países (Akenatón)” (Sandman, 1938: 62, ls. 7-8).

La Inscripción de Tutu indica que Akenatón recompensó muy bien a los miembros más destacados de la corte con “regalos” y “tributos” –para uso exclusivamente personal y en calidad de estipendio– “por el desempeño de su cargo” (Sandman, 1938: 78, ls. 15 ss., 79, ls. 1-2; Urk. IV, 2008-2009).

Otro funcionario de nombre Ramose (TT55), que se desempeñó como “comandante de las tropas” en sus primeros años de carrera, llegó a ser nombrado “visir” durante los reinados de Amenofis III y Akenatón. Sin embargo, se sabe que fue un hombre de origen humilde, cuyo padre, Hebi, es mencionado sin ningún título. Éste no es el caso de sus dos hermanos, que se desempeñaron en el ámbito militar: Amenofis, como “escriba de soldados”, y May, como “general de los carros” (Kadry, 1982: 47-48). Asimismo, se sabe que Ramose fue designado como “superintendente de todos los sacerdotes de los dioses del Alto y Bajo Egipto”, hecho que confirma la participación de un nuevo círculo de militares en el control de los templos, ya a fines del reinado de Amenofis III. Luego, Parennefer, el “mayordomo” de Akenatón, ocuparía este cargo como “superintendente de los profetas de todos los dioses” (Kadry, 1982: 53).

Es evidente que Akenatón habría removido de sus cargos a la mayor parte de los funcionarios pertenecientes a las tradicionales familias gobernantes, hecho que habría producido el descontento de varios sectores de la sociedad egipcia. En su reemplazo habría elevado a un grupo de nuevos funcionarios en los que delegó algunas de sus principales responsabilidades de gobierno, por las que fueron recompensados ampliamente (Gestoso, 1995: 48).

En lo que hace a la administración de los templos, los textos reflejan que hasta el año 12 del reinado de Akenatón, se mantuvieron algunos de los cargos sacerdotales existentes durante los reinados anteriores. El rey continuó siendo el principal sacerdote del dios del estado, y utilizó los títulos de “gran sacerdote” y “gran vidente del dios (ahora Atón)”, cargos delegados en Meryra I luego de la fundación de Aketatón, como ya hemos mencionado (Urk. IV, 2003-2005).

Las inscripciones en las tumbas de los funcionarios de El Amarna revelan algunos de los títulos utilizados por los sacerdotes de los templos dedicados a Atón en El Amarna y Heliópolis, tales como: “superintendente de los profetas”, “padre del dios”, “servidor de Atón”, “sacerdotes wab” y “sacerdotes lectores” (Urk. IV, 1996; 1997; 2008; 2016; 2120; respectivamente). El uso de estos títulos refleja la continuidad de algunos cargos de la administración de los templos existentes hasta entonces y el incremento de poder en manos de los más allegados al rey.

A nivel local, los textos indican que hasta mediados del reinado de Akenatón, los gobernantes locales continuaron desempeñándose como “superintendentes de los sacerdotes” en cada región, lo que haría suponer que se mantuvieron los cultos locales (Bogoslovsky, 1986: 88).

El descontento provocado por los cambios introducidos por el rey no sólo alcanzó a las tradicionales familias gobernantes, sino también a algunos grupos sacerdotales, debido a la remoción de muchos de ellos de sus cargos, al abandono de algunos templos (Leprohon, 1985: 97) y al desvío de los bienes de los dominios de Amón y otros dioses tradicionales hacia la nueva capital.

5. Religión popular y memoria ancestral

Memoria cultural, un concepto y término acuñado por el egiptólogo alemán Jan Assmann (2006: ix; 2011: 6-10, 41-42) para analizar “la textualidad del pasado” (memoria, conciencia histórica, identidad y cultura), puede describirse como “el almacenamiento individual de textos, imágenes y rituales que están destinados a la reutilización relacionados con diversas sociedades y épocas”. Al cultivar este almacenamiento, la memoria cultural asegura la tradición cultural, “estabiliza su auto-imagen y transmite un conocimiento compartido colectivamente”. Los rituales (propios del culto funerario y culto a los ancestros/antepasados) “forman parte de la memoria cultural porque son la forma a través de la cual el significado cultural se transmite y se lleva a la vida presente”. A través de la repetición regular, los rituales aseguran la comunicación y la continuidad del conocimiento que le da al grupo su identidad. La repetición ritual también consolida la coherencia del grupo en el tiempo y el espacio. Por lo tanto, “el estudio de la memoria cultural se centra en tales procesos de transformación y mejora, examinando los cambios decisivos dentro de la estructura conectiva de una sociedad determinada”. En este apartado analizaremos los cambios sufridos en la religión popular y el culto a los ancestros/antepasados practicado en la ciudad de El Amarna, especialmente en la aldea de los trabajadores, a fines del reinado de Akenatón.

Durante los últimos años del reinado de Akenatón, el dios Shed, el “Salvador”, fue adorado en El Amarna (van Dijk, 2003: 306).34 El incremento del uso del nombre “Shed” en nombres propios por parte de la población amarniana confirmaría la existencia de un culto popular dedicado a este dios en épocas de crisis (Redford, 1970: 129, n. 1; 2003: 120, 312; Neumann, 2016: 247-248).

En una capilla en la aldea de los trabajadores de El Amarna, se han hallado dos estelas dedicadas a este dios. En la Capilla 525 fue hallada una pequeña estela, dedicada al dios Shed, como “el Gran dios, el Señor de los Cielos, el Señor de las Dos Tierras, gobernante (…)” (Peet y Woolley, 1923: 96, lám. XXVIII.4; Kemp, 1989: 304). En esta estela, se representa al dios Shed sosteniendo un arco y un cetro, y a un escorpión atravesado por dos flechas, que yace a sus pies. También, en esta capilla se encontró una estela de mayores dimensiones, dedicada por el trabajador Ptahmay y su familia a los dioses Shed e Isis (Estela Cairo JE 46954; Peet y Woolley, 1923: 96-97, 104, lám. XXVIII.1-3). En esta estela, el dios Shed sostiene un cetro, un arco y una aljaba (carcaj de espalda), mientras que un escorpión rematado por dos flechas yace a sus pies. La diosa Isis está parada con su brazo derecho extendido, sosteniendo un ankh (el símbolo de la vida) hacia el rostro del dios. Frente a la diosa se representa un altar con la flor de loto, escena rodeada por fórmulas de ofrendas a estos dioses (Stevens, 2006: 143).

Desde las excavaciones iniciadas en la aldea de los trabajadores en la década de 1920, se han hallado veinticuatro capillas (Peet y Woolley, 1923: 92-108). Las capillas se encuentran al sureste de la aldea amurallada (fuera de su recinto), y están agrupadas estrechamente, lo que implica un nivel de cooperación comunitaria en su construcción (Stevens, 2006: 251). Estas capillas estuvieron activas durante el reinado de Akenatón (Weatherhead y Kemp, 2007: 410-412). Según el corpus de inscripciones reales, las actividades siguieron desarrollándose normalmente durante los reinados de Semenkara y Tutankamón, a fines del período amarniano.35 Hay evidencia limitada de la adoración del dios Atón en capillas privadas en la aldea de los trabajadores.36 En la Capilla 524 se encontró un papiro que registra el nombre de Atón, y en la Capilla 525 también se descubrió el nombre de Atón, aunque esta vez en una estela dedicada a Shed e Isis (Kemp, 1989: 304). Estas capillas fueron lugares de “culto a los ancestros”37 y, en algunos casos, se halló evidencia de la veneración de dioses y diosas tradicionales, tales como Amón,38 Hathor,39 Isis,40 Min, Nut,41 Shed,42 Ra, Ra-Harakhte,43 Renenutet,44 y Wepwawet,45 entre otros (Peet y Woolley, 1923: 95-98; Bomann, 1991: 57-79; Stevens, 2006: 291; Weatherhead y Kemp, 2007: 410-412). Las divinidades tradicionales pudieron haber sido adoradas directamente en contextos domésticos, en capillas privadas y tal vez en espacios públicos (Stevens, 2006: 320). En ciertas oportunidades, se ha dado a entender que el material relacionado con las deidades tradicionales aparece sólo en casas de miembros que no formaban parte de la élite (Baines, 1991: 189; Montserrat, 2000: 23); sin embargo, objetos relacionados con Bes y Hathor fueron hallados en casas más grandes (Kemp, 1989: 305), y en números que sugieren que es poco probable que hayan sido dejados por, por ejemplo, servidores. Así lo ilustran los hallazgos en las casas P47.24 (en la Ciudad Principal) y T34.1 (en el Suburbio Norte) en El Amarna.46 Los objetos que representan deidades como Bes,47 Hathor,48 Taweret49 y cobras50 (como la diosa Cobra), estas últimas también con posibles asociaciones reales, fueron hallados no sólo en todas las principales zonas residenciales, sino en áreas con un alto grado de presencia estatal, como la Ciudad Central. Otros dioses adorados –aunque con menor frecuencia– en áreas residenciales son: las diosas Anukis, Heket y Serket, y los dioses Min y Thoth (Stevens, 2003: 165). Ciertamente, éstos no están restringidos a la aldea de los trabajadores. Por cierto, los objetos relacionados con el culto privado hallados en casas residenciales consisten en: joyas (con dioses, motivos jeroglíficos, figuras zoomórficas y antropomórficas, y ojos de Horus), estatuillas (de Bes, Taweret, cobras, monos y figuras femeninas), estatuas (de Thoth y Ptah), estelas (de la familia real y Atón, Taweret, e individuos privados), ostraca y vasijas, entre otros (Stevens, 2003: 158). Según Stevens (2006: 138-145), en la aldea de los trabajadores se han hallado sólo algunas estelas en las que se representan deidades tradicionales, tales como Amón (en su forma de carnero),51 Shed e Isis (Bomann, 1991: 63, 66-68), y la diosa Cobra (Wadyet; Eg. W3dyt) con el disco solar.52 Asimismo, en la Capilla 529 se encontró una jamba de puerta inscripta con el nombre del dios Amón, y en la Capilla 525 fue hallado un dintel con una invocación a Amón (Peet y Woolley, 1923: 95, figs. 13-14; Bomann, 1991: 21, 31). Sin embargo, no podemos afirmar que estas capillas fueran lugares de culto exclusivos de estas divinidades tradicionales. Según Bomann (1991: 68; Stevens, 2006: 252), en El Amarna fueron solamente representados por inscripciones los cultos a Amón, Atón, Isis y Shed. Una de las funciones –si no la más importante– de las capillas fue probablemente el mantenimiento de los “cultos a los antepasados”, que se extendían más allá del funeral en sí mismo. Ciertos colgantes de forma antropomórfica (entre ellos quince pequeños bustos) hallados en la aldea de los trabajadores, el Suburbio Norte, la Ciudad Principal, la Ciudad Central y Kom el-Nana indicarían el culto a los ancestros (Stevens, 2003: 165). En la Capilla 522 se encontró evidencia de las denominadas “comidas comunitarias”, manifestada en la ofrenda de comidas y bebidas en grandes cantidades, como parte del culto a los ancestros (Stevens, 2012b: 95-96, fig. 6). También, las capillas podrían haber servido para la veneración de una variedad de otras deidades, y tal vez antepasados reales, aunque ninguna estaba necesariamente “dedicada” a ningún culto en particular (Bomann, 1991: 57-68). Según Stevens (2015: 80), las capillas probablemente fueron consideradas como monumentos familiares, más que como capillas públicas.

En cuanto a los altares domésticos, cabe destacar la expresa relación de los accesorios de culto, especialmente los altares y las plataformas de piedra probablemente utilizadas para la purificación ritual, con la habitación central de la casa (Stevens, 2003: 145-149; 2006: 219-235). De mil casas excavadas en El Amarna, se encontraron más de cuarenta altares y plataformas, y casi todos están ubicados en la sala central.53 Este hecho sugiere que el culto al que servían era parte de un marco visual (un espacio simbólico) para compartir con los visitantes del hogar, como por ejemplo la capilla ubicada en la casa del sacerdote Panehesy, el “primer servidor de Atón”, en la llamada Ciudad Central de El Amarna.54 Las casas de miembros de la élite en El Amarna contenían –en algunos casos– un santuario construido dentro del gran patio que rodeaba la casa. Se han identificado cuarenta y seis de estas estructuras. Podríamos preguntarnos si estos santuarios sirvieron sólo para el culto dedicado a la familia real y a Atón (Ikram, 1989: 89-101), o si también estuvieron relacionados con la veneración de ancestros privados (Stevens, 2006: 302). Probablemente, estos santuarios fueron similares, en sus funciones, a las capillas privadas en la aldea de los trabajadores, pero aquí (en un contexto de élite) involucrando a la familia real como intermediarios para una vida después de la muerte (Stevens, 2015: 82). Sin embargo, existieron excepciones, tales como la pequeña estela conocida como el “Atón solo”,55 encontrada entre pequeñas casas en el Suburbio Norte de la ciudad, que desafía la hipótesis de la intermediación en el culto a Atón. Asimismo, se emplearon nichos verticales en los muros internos de las casas, que contenían –en algunos casos– relieves pintados (en rojo y amarillo) de la familia real adorando al dios Atón, incluyendo plegarias e himnos.56 Se cree que estos nichos habrían servido –en muchos casos– para el culto de los ancestros.

Harrington (2010: 34-37, 49-64, 125, nn. 15-17) estudió la iconografía, terminología y cultura material del “culto a los antepasados” en el antiguo Egipto. También introdujo la distinción entre el ritual/culto mortuorio y el culto a los ancestros, definiendo el culto mortuorio como la “acción ritual en relación con los muertos”, expresada a través de ofrendas, comidas comunitarias en festivales y la creación de ciertos tipos de monumentos, excluyendo los entierros. Por el contrario, el culto a los antepasados/ancestros se describe principalmente en términos de “ceremonias de rituales de pasaje”,57 como se atestigua a través de los entierros. La evidencia del culto mortuorio incluye: cartas a los muertos, estatuas de culto, bustos de antepasados, estelas, mesas de ofrendas y escenas de banquetes. Finalmente, Harrington afirma que los cultos mortuorios rara vez continuaron más allá de dos generaciones, equiparando este ciclo de recuerdo y olvido, marcado por el cese del culto, con la práctica de la memoria viva. Los casos en los que los cultos mortuorios pueden persistir durante períodos más largos (i.e. cinco y trece generaciones), se explican como “una forma de adoración a los antepasados” y como “un indicador de posición social y antecedentes (familiares)”.

Sin embargo, Mota (2019: 57, 59) afirma que

el culto a los antepasados consiste en hacer ofrendas, libaciones y quemar incienso, siendo que estos procedimientos cuando se realizan en la casa imitan los que se producen en las tumbas (…). Estas prácticas aseguraban a los muertos todas las cosas que necesitaban para mantener su estatus, bienestar y voluntad de ayudar. A cambio, los muertos actuarían, para sus familias, como un asistente habilitador, como un intermediario y no como una entidad peligrosa y amenazante.58

En el antiguo Egipto, los difuntos eran una parte integral del mundo de los vivos. Los parientes muertos fueron percibidos como miembros de la familia extendida, desarrollándose una relación bilateral entre los dos mundos. Los difuntos esperaban recibir de los vivos todos los rituales y ofrendas debidos para garantizar su bienestar. Satisfechos con todas las necesidades de los muertos, los vivos podrían esperar su asistencia y protección en los problemas de la vida cotidiana (Mota, 2019: 45). Los muertos se dividían en dos grupos: a) los Akhu, los muertos justificados, los espíritus benditos, que habían obtenido el paso a la eternidad, y que “podían interceder ante los dioses en favor de los vivos” (Teeter, 2011: 148-150; Mota, 2019: 45), y b) los Mutu, los muertos injustificados o condenados, los que murieron violenta o intempestivamente, los que no recibieron los rituales debidos y no obtuvieron el pasaje a la eternidad (Szpakowska, 2009: 801-803).

En la aldea de los trabajadores se encontraron amuletos de dioses (tales como Bes)59 y diosas (tales como Taweret,60 Isis61 y Sekhmet)62 protectores del hogar y/o de sus residentes. Los amuletos no eran un mero instrumento de exorcismo para alejar a un espíritu maligno, sino más bien el medio para restaurar “el rol positivo de los ancestros” como protectores del hogar (Stevens, 2012a: 445). Además, en una escena de un relieve doméstico en la aldea de los trabajadores (Pared Norte, Antesala, Calle Oeste 13) se representan cuatro figuras del dios Bes, acompañadas por la diosa Taweret (Stevens, 2006: 217, fig. II.12.1; 2012a: 442). El dios Bes estuvo conectado con el culto solar, pero su rol principal fue el de protector de las mujeres y niños; mientras que la diosa Taweret fue la protectora de las mujeres embarazadas y los recién nacidos. El estilo tradicional de las pinturas murales podría indicar que su ejecución fue realizada en los últimos años de ocupación en la aldea, tal vez después de la muerte de Akenatón (Bomann, 1991: 35; Stevens, 2006: 315). También, en un contexto doméstico, se hallaron cuarenta y dos estatuillas femeninas de cerámica, usadas como amuletos relacionados con la fertilidad, la concepción, el matrimonio y el renacimiento en general. Se cree que fueron usadas como amuletos protectores del hogar y como ofrendas a la diosa Hathor.63

Las preocupaciones generales inherentes a la vida cotidiana (tales como accidentes laborales, desgracias y enfermedades) ocuparon un lugar destacado entre las motivaciones detrás de la conducta religiosa. Gran parte del comportamiento religioso se dirigió hacia la protección general de la persona y su bienestar general, a través del uso de amuletos personales, destacándose entre ellos el anillo con el “ojo de Horus” (Udyat; Eg. wd3t) contra el “mal de ojo”.64 El corpus de joyería incluye un pequeño número de imágenes de animales peligrosos, tales como serpientes y escorpiones, fuentes de amenaza potencial contra las cuales estos objetos fueron utilizados para protegerse. Los colgantes con forma de brazo o pierna podrían haber asegurado habilidades físicas continuas, al evitar enfermedades o accidentes laborales, o aumentar la velocidad o la fuerza en extremidades enfermas o dañadas.65

En conclusión, el hallazgo de capillas privadas dedicadas al culto de los ancestros y de los dioses Isis, Amón, Atón y Shed, así como la gran cantidad de amuletos empleados por los habitantes de El Amarna, encontrados en un contexto doméstico, permite analizar los cambios sufridos por la religión privada antes del abandono de la ciudad. Sabemos que no todos los habitantes abandonaron la aldea, ya que –al menos– un grupo significativo siguió trabajando en actividades relacionadas probablemente con el traslado de la capital desde El Amarna hacia Tebas. Asimismo, como ya hemos mencionado anteriormente, las pinturas murales domésticas de Bes y Taweret (Calle Oeste 13) y el considerable número de anillos de Semenkara, Meritatón y Tutankamón, indican que ciertas actividades siguieron desarrollándose después de la muerte de Akenatón. Finalmente, no se han hallado signos claros de rituales relacionados con el abandono de las casas de El Amarna, aunque ciertos rastros de abandono son evidentes, especialmente en la aparición de puertas bloqueadas (Peet y Woolley, 1923: 31), hecho que indica que probablemente sus habitantes habrían pensado en regresar algún día.

6. Crisis, transición y restauración

Según la Real Academia Española, el concepto de crisis es entendido como un “cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que éstos son apreciados”.66 Crisis proviene del latín crisis y del griego Krisis (verbo Krinein), con el sentido de “separar”, “distinguir”, “elegir”, “decidir” y “juzgar”. Es decir que el vocablo crisis involucra una decisión, el discernimiento, un juicio frente a una situación determinada. Sin embargo, el concepto de crisis implica algo mucho más complejo que un simple cambio de situación; es decir, es un punto crucial que involucra un tiempo de decisión tomada previamente al cambio.

Por su parte, transición (del latín transitio, -ōnis) es definida por la Real Academia Española como la “acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto”.67 En general, ésta es definida en forma errónea o incompleta como “un proceso de transformación, en el que no se puede mantener el sistema antiguo”. Esta definición está asociada a ciertas expresiones, tales como “moverse” y “pasar a través de” o “de una parte a otra”. Sin embargo, esta definición no incluye la posibilidad de ciertas continuidades en relación con situaciones socio-históricas previas. Por eso, las transiciones deberían ser entendidas –según Flammini– como “las transformaciones sustanciales de las situaciones socio-históricas precedentes capaces de contener cambios y continuidades”.68

Finalmente, el concepto de restauración (del latín restauratio, -ōnis) es entendido como la “acción y efecto de restaurar”, y el “restablecimiento del régimen politico que había sido sustituido por otro”.69 También es asociado con las acciones de “reparar, recuperar, recobrar, o volver a poner algo en el estado primitivo”. Sin embargo, para el caso en estudio, como es la restauración política y socio-económica implementada por Tutankamón después del gobierno de Akenatón, hemos podido observar que la restauración no significó un brusco regreso al orden y el pasado, sino que implicó un proceso lento, que duró más de una década, de cambios y continuidades en la implementación de los mecanismos de gobierno respecto del período anterior, que recién fue finalizado por Horemheb.

En definitiva, en este apartado estudiaremos los cambios y las continuidades inherentes a los mecanismos de gobierno implementados en el proceso de crisis, transición y restauración, a la luz de fuentes contemporáneas al reinado de Akenatón y textos de época posterior.

Los últimos años del reinado de Akenatón estuvieron marcados por la muerte e incertidumbre, ya que cuatro de sus seis hijas habían fallecido, el país se encontraba azotado por una epidemia fatal, y los dos sucesores al trono eran aún muy jóvenes e inexpertos: Semenkara, el probablemente ya elegido como corregente, y el joven inexperto Tutankatón. La evidencia del reinado de Ankhkheperura Smenkara es extremadamente limitada, y la principal confirmación de su existencia como gobernante masculino es una escena en la tumba de Meryra II, en la que se muestra a Smenkara con su esposa, Meritatón, la hija mayor de Akenatón. Según Manassa Darnell (2020: 661-662; cf. Van der Perre, 2014: 83-96),

Ankhkheperura Smenkara probablemente murió al año de su ascensión (si es que gobernó como el único faraón). Ankhetkheperura (en su forma femenina) Neferneferuatón era una reina-faraón, que pudo haber sido Nefertiti, como sugiere el epíteto “ella que es efectiva para su esposo”, colocado dentro de su nomen.

Una teoría alternativa sostiene que la reina-faraón era la hija mayor de Akenatón, Meritatón (Gabolde, 1998: 147-185; 2015: 72-81). Finalmente, Gabolde (1998: 187-226) afirma que Semenkara habría sido el príncipe heteo Zannanza, aunque no existe evidencia directa para sostener esta hipótesis. Desafortunadamente, ambos sucesores de Akenatón a menudo se subsumen bajo la designación “Smenkara”, complicando aún más las discusiones.

A la muerte de Akenatón, la experiencia en la administración del estado estaba sólo representada por Nefertiti, la “gran esposa real” y la “Señora de los Dos Países” (Davies, 1906: lám. XXXI; Kloska, 2016: 154-157), y el veterano Ay, el “padre del dios” y el “supervisor de todos los caballos del rey” (Urk. IV, 1997-1998; Sandman, 1938: 87), quienes en cierta forma garantizaban la continuidad de la administración del estado. Nefertiti aparece en escenas hasta ahora reservadas al faraón, tales como la reina en el carro,70 o la reina masacrando a enemigos (como en “la muerte ritual del enemigo”),71 imágenes que reflejan el poder de la reina.

Recientes descubrimientos en las canteras de piedra caliza, ubicadas en Dayr Abū Ḥinnis, dieron a luz una inscripción hierática, que menciona a la reina Nefertiti en El Amarna en el año 16 del reinado de Akenatón, mucho más tarde de lo que previamente se pensaba (Van der Perre, 2012: 196-197; 2014: 67-108). Kloska (2016: 149, 166-168; cf. Samson, 1977: 88) sostiene que “no se puede descartar que Nefertiti, como Ankhkheperura Neferneferuatón, desempeñara la función de corregente de Akenatón, y después de la muerte de su esposo, gobernara independientemente como Ankhkheperura Semenkara”. Por ejemplo, en la inscripción de Pawah, datada en “el año 3”, se menciona al “rey Ankhkheperura, amado de Atón, el hijo de Ra, [el dios sol], Neferneferuatón, amado de Waenra [Akenatón]” (Arnold, 1996: 88-89). Según algunos investigadores, el rey Ankhkheperura habría sido Nefertiti (Harris, 1973a: 15-17; 1973c: 5-13; 1974: 11-21; Samson, 1978; Allen, 1991; 1994; Murnane, 1995: 10, 205-208). Esta reina habría sido corregente de Akenatón después del ca. año 13 de su reinado, cuando Nefertiti desaparece “como reina” de las inscripciones oficiales en El Amarna. Entonces, el año 3 –en la inscripción de Pawah– como corregente habría sido el ca. año 16 ó 17 (el último) del reinado de Akenatón. Allen (1991: 85, n. 56) sostiene que Akenatón habría concentrado su poder y gobernado en El Amarna, con su hija Meritatón como “la esposa principal del rey”,72 y Nefertiti se habría encargado del resto del país, incluyendo Tebas. Cuando muere Akenatón, Nefertiti cede el poder en manos de Semenkara, el esposo de su hija Meritatón (Allen, 2009: 9-20). Según esta hipótesis, Nefertiti habría fallecido antes o en el año 2 de Tutankatón, cuando la corte aún estaba en El Amarna. El descubrimiento de nuevas inscripciones ayudaría a determinar –según Manassa Darnell (2020: 674)– la identidad de los sucesores inmediatos de Akenatón, y si Nefertiti debe equipararse con Ankh(et)kheperura Neferneferuatón.

Por el contrario, Gabolde (1998: 118-124; 2013: 194-196) sostiene que Nefertiti murió unos meses antes que su esposo Akenatón (probablemente en el año 16 de su reinado), quien sabemos gobernó 17 años. Asimismo, Gabolde sostiene que la momia de la “Dama Joven”, hallada en KV35 (en la tumba de Amenofis II), correspondería a Nefertiti, quien era la esposa y prima de Akenatón. Sin embargo, estudios recientes de ADN permiten confirmar que la “Dama Joven” habría sido la madre de Tutankamón y hermana de Akenatón.73 Según estudios forenses, esta mujer (que algunos investigadores creen fue Nebetah o Beketatón, hijas de Amenofis III) habría fallecido por muerte violenta provocada por un golpe en la cara, realizado probablemente con un hacha.74 Otra hipótesis señala que Nefertiti desapareció de las escenas reales, ya que había sido desterrada o encerrada en el Palacio Norte en El Amarna; habiendo sido su nombre cambiado por el de su hija Meritatón en el templo del Maru Atón (Tyldesley, 2003: 165). Sin embargo, hoy se sabe que fue el nombre de Kiya, la segunda esposa de Akenatón, el que fue reemplazado por el de Meritatón (Kloska, 2016: 166). Finalmente, otra hipótesis sostiene que Semenkara fue el corregente de Akenatón y esposo de una de sus hijas, Meritatón, y que debido a su muerte prematura, poco antes o después de la muerte de Akenatón, debió asumir el poder la reina Nefertiti como corregente del joven Tutankatón (Allen, 2009: 20; cf. Tyldesley, 2003: 178; Kloska, 2016: 168).

Probablemente, a raíz de la muerte de Nefertiti, Tutankatón decidió abandonar Aketatón y trasladarse junto a su corte hacia Tebas, en el ca. año 3 de su reinado (ca. 1330 a.C.). Seguramente, parte de la población permaneció en El Amarna por algún tiempo, como lo atestiguan los hallazgos en la aldea de los trabajadores.75 Los cambios realizados en el ca. año 3 de Tutankamón no significaron la damnatio memoriae de Akenatón, Nefertiti y sus familiares. Durante diez años, el culto a Atón, el disco solar, siguió practicándose en los principales centros religiosos (tales como Tebas, Menfis y Heliópolis), aunque con una significativa diferencia: el disco solar ya no era el único dios. El rey, su familia y los miembros de la corte podrían usar libremente el nombre del dios Amón; así Tutankatón pasó a ser Tutankamón, y Ankesen-pa-atón se convirtió en Ankesenamón (Samson, 1985: 97).

Los nuevos hallazgos en Nubia, los objetos encontrados en la tumba de Tutankamón y las escenas representadas en la tumba de Huy, el “virrey de Kush” (TT40), sugieren que Tutankamón no abandonó su interés por Nubia.76 Los relieves fragmentarios de la guerra asiática en el templo de “Nebkheperura en Tebas”, y las representaciones de los heteos en la tumba menfita de Horemheb y en uno de los carros de Tutankamón, sugieren que su breve reinado fue testigo del conflicto bélico entre Egipto y Hatti (Manassa Darnell, 2020: 662, nn. 61-63).

Asimismo, la reapertura de los antiguos templos abandonados y la reinstauración del culto a los dioses tradicionales fue una medida inteligente y políticamente correcta, basada en la doctrina que establece que los problemas de Egipto provenían directamente de su ignorancia de los dioses y, a su vez, del abandono de Egipto por parte de los dioses.

En la Estela de Restauración de Tutankamón77 se afirma que a fines del reinado de Akenatón “los templos de los dioses y de las diosas, desde Elefantina hasta los pantanos del Delta estaban en ruinas (…); sus salas (se habían transformado) en lugares de paso” (Urk. IV, 2027, 3-10, ls. 6-7); hecho que confirma el abandono de templos de divinidades tradicionales y la falta de personal de mantenimiento, hecho que dificultaba la recepción y redistribución de las ofrendas.

A continuación, en la estela se menciona la reconstrucción de los templos, y el incremento del número de sacerdotes: “El rey (Tutankamón) reconstruyó sus santuarios como monumentos para la eternidad” (Urk. IV, 2029, 2-8, ls. 15-17), y “modeló a Ptah sobre once estandartes; dios que anteriormente había estado sobre sólo [tres/siete/nueve] estandartes” (Urk. IV, 2028, 17-20, ls. 14-15; Davies, 1995: 32; Murnane, 1995: 213). Tutankamón detalla su programa de renovación de sacerdotes: “El (rey) nombró a sacerdotes wab (puros) y profetas, (elegidos) de entre los hijos de los jefes de sus ciudades; (siendo cada uno) el hijo de un hombre conocido (s r), cuyo nombre fuera (bien) conocido” (Urk. IV, 2029, 9-10, l. 17); confirmando el desplazamiento de los sacerdotes designados por Akenatón, y su reemplazo por funcionarios de experiencia y de origen conocido. Además, revirtió la situación previa del desvío de las ofrendas hacia El Amarna, ya que el rey “duplicó, triplicó y (aun) cuadruplicó las donaciones a los templos” (Urk. IV, 2029, 14-15, l. 19) de dioses tradicionales, y “consagró a servidores y servidoras; y a cantantes y bailarinas, que habían sido servidoras en el Palacio. (Ahora) sus estipendios son cargados al Palacio y al [Tesoro] del Señor de los Dos Países, por lo que los estoy preservando y protegiendo por mis padres (los antepasados), todos los dioses, a fin de que ellos estén satisfechos según sus deseos (…)” (Urk. IV, 2030, 8, ls. 21-22); hecho que indica la corrección por parte de Tutankamón de los errores y abusos cometidos por Akenatón.

Evidentemente, el plan de restauración de Tutankamón significó un hábil juego de fuerzas políticas tendiente a lograr el apoyo de sacerdotes (principalmente del clero de Amón) y miembros de las familias tradicionales del gobierno, desplazados por la nueva burocracia de Akenatón (Gestoso, 1995: 51).

Sin embargo, sabemos por la Inscripción de Coronación de Horemheb que la reconstrucción no pudo ser plenamente concluida, ya que fue “él (Horemheb) quien restauró los templos de los dioses [desde] los pantanos del Delta a Nubia (…)” (Urk. IV, 2119, 11-13, l. 22), y “buscó los recintos de los dioses que estaban en ruinas en este país y los reconstruyó” (Urk. IV, 2120, 3-5, l. 24). Otra explicación podría ser la nueva selección de un grupo de sacerdotes a partir de los cuadros del ejército: “El (rey) equipó (los templos) con sacerdotes wab y sacerdotes lectores con lo más selecto del ejército. Él dotó (a los templos) con tierras y ganado, y los equipó con (personal para) cada ocupación” (Urk. IV, 2120, 9-11, l. 25); hecho que comprueba que, al igual que Tutankamón, se había visto obligado a comprar los servicios de los sacerdotes, pagando un elevado costo. Evidentemente, Tutankamón dotó a los templos con “profetas”, mientras que Horemheb cubrió algunos cargos de “sacerdotes lectores” con sus allegados del ejército.

En cuanto al papel desempeñado por los miembros del ejército durante el reinado de Akenatón, sabemos que muchos de ellos participaron en la organización de la corvea, la recaudación impositiva, y en la administración del Tesoro. Por ejemplo, Maya, el “general del ejército del Señor de los Dos Países”, quien fue promovido a “superintendente de todos los trabajos del rey” (Sandman, 1938: 61-62, ls. 8, 17); Parennefer, el “oficial-escudero” y “mayordomo real”, que participó en la recaudación impositiva, como el “servidor que supervisa las ofrendas del dios Atón” (Urk. IV, 1996, 11-12; Davies, 1995: 17; Murnane, 1995: 64-66), y Pentu, que fue al mismo tiempo “jefe de médicos” en el ejército y “tesorero del Hwt Itn (el templo de Atón) en Aketatón” (Urk. IV, 2002; Sandman, 1938: 49, ls. 6-7). Los textos contemporáneos indican que los bienes reencauzados hacia El Amarna fueron administrados por miembros del ejército recientemente ascendidos, que –según textos de época posterior– habrían caído en la corrupción y abusaron del poder.

Pocos eventos pueden atribuirse al corto reinado de Ay, pero probablemente estaba relacionado con la familia real, a través de una conexión con Yuya y Tuya, los padres de la reina Tiy,78 aunque esta hipótesis ha sido recientemente cuestionada (Dodson y Hilton, 2004: 127, 132, 144). El énfasis en su título de “padre del dios”79 vincula aún más a Ay con la sucesión amarniana. Se cree que Ay pudo haber tratado de nombrar a un miembro de la familia, Nakhtmin (Estela Berlín 2074; Urk. IV, 2110; Davies, 1995: 65-66), como su sucesor, lo que habría provocado una damnatio memoriae80 durante el reinado de Horemheb (Ockinga, 1997: 54-61), quien se proclamó como “príncipe heredero” (rpat) (Urk. IV, 2087; 2089), según las inscripciones en su tumba menfita.81 Los detalles de la transición de Horemheb de ser el “jefe general del ejército” a faraón siguen siendo desconocidos, aunque en sus monumentos, éste registra que Tutankamón lo eligió como su heredero, al nombrarlo “delegado real del Señor de los Dos Países” (idnw) (Urk. IV, 2091; Davies, 1995: 58; Brand, 2000: 311). Por ejemplo, Horemheb usurpó las inscripciones de los relieves del Festival de Opet realizado por Tutankamón en la Columnata de Amenofis III en Luxor; festival en el que se realiza la procesión de la imagen sagrada de Amón desde Karnak hasta Luxor, y se reafirma la alianza entre el dios y el rey, garantizándole el derecho como heredero a gobernar Egipto (PM II, 314-316; Urk. IV, 2037-2043; Davies, 1995: 34-37). Todas sus acciones de gobierno y especialmente sus decretos legales estuvieron destinados a “corregir los errores del pasado”, legitimando así su dudosa ascensión al trono.

Mediante el Decreto de Horemheb (Cairo 34162; Urk. IV, 2140-2162; PM II, 187) de época posterior, se corrigen algunos de los abusos cometidos durante el gobierno de Akenatón, como: 1) la recaudación fraudulenta de impuestos por funcionarios corruptos: “Todo funcionario que robe los impuestos y tome el producto del trabajo de cualquier ciudadano, (ya sea) del ejército o de cualquier persona que habite en todo este país, la ley será aplicada contra él” (Urk. IV, 2144, ls. 16-17); 2) el robo de ganado y el saqueo de los campos por miembros del ejército: “Las dos divisiones de tropas roban (ganado) en todo el país. Ellos van de casa en casa, asaltando y saqueando sin dejar una res para la gente” (Urk. IV, 2147-2148, ls. 24-25); 3) los actos de corrupción de los jueces: Horemheb menciona la búsqueda de “hombres correctos en su habla, excelentes en buenas cualidades y que escuchen las palabras del Palacio y las leyes de las Salas de la Justicia”, que serán remunerados mediante el pago de “estipendios”, e integrarán las cortes locales con “los profetas de los templos, los gobernantes del interior de este país y los sacerdotes wab, conformando cada corte (qnbt, lit. ‘la Residencia’), a fin de juzgar a los ciudadanos de cada ciudad”, y serán supervisados mediante “visitas regulares” de los funcionarios del palacio (Urk. IV, 2155, l. 4; 2156, 4-5, l. 4; 2157, 10, l. 7; y 2158, 4, l. 8, respectivamente); y 4) la falta de supervisión real a nivel local y nacional: Horemheb destaca el “hasta ahora incumplido viaje real” por Akenatón, un viaje que ahora será efectuado por este “rey (Horemheb) todos los años sin falta” (Urk. IV, 2150, 7-14, ls. 28-30).

Estos casos de corrupción y abusos sufridos por la sociedad egipcia durante el gobierno de Akenatón son el resultado de una excesiva centralización de los mecanismos del estado en torno a El Amarna y de la negativa del rey a abandonar su residencia,82 descuidando y delegando algunas de sus funciones como gobernante. Asimismo, la ruptura en gran escala de la organización tradicional de los recursos del estado debe haber resultado, en general, en mala administración y caos económico, que a largo plazo socavaron el poder de Akenatón. En consecuencia, las reacciones de época posterior contra el gobierno de Akenatón se debieron a factores socio-económicos y no sólo a motivaciones religiosas (Gestoso, 1995: 54-55).

7. Conclusiones

La ciudad de El Amarna, la antigua Aketatón (el “Horizonte del disco solar, Atón”), fue la residencia de la corte real y una población de unas 20.000-50.000 personas.83 Fue fundada sobre un territorio virgen; es decir que fue construida sobre una tierra que no había sido ocupada por un asentamiento sustancial, y no había sido dedicada anteriormente a otro dios. Fue ocupada durante un breve período, habiendo sido abandonada poco después de la muerte de Akenatón, unos 12 años después de su fundación, durante el reinado de Tutankatón (Kemp, 1995: 446-448; Stevens, 2016: 1).

Las fuentes contemporáneas al reinado de Akenatón y de época posterior reflejan una serie de factores socio-económicos y políticos que intervinieron en el proceso de crisis de los mecanismos de gobierno. Las medidas llevadas a cabo por Akenatón socavaron lentamente su gobierno y provocaron una crisis de poder, que condujo al abandono de la nueva capital y a la restauración de los cultos tradicionales en Tebas.

La existencia de epidemias que afectaron a Egipto durante distintos momentos en los reinados de Amenofis III y Akenatón habría afectado notablemente en la salud, los recursos y las creencias de la población. La epidemia pudo haber sido interpretada como un castigo enviado por los antiguos dioses ignorados por Akenatón y, en consecuencia, pudo haber contribuido –entre otros factores– al fin del culto de Atón y el abandono de la ciudad. Probablemente, la incertidumbre vivida en esta nueva capital fue la que llevó al surgimiento del dios Shed, el “Salvador”, que buscaba salvar a los egipcios de la enfermedad y la desgracia, cuando el rey, su dios (Atón) y el estado estaban ausentes (Hornung, 1996: 211-212).

Los descubrimientos arqueológicos recientes en El Amarna nos permiten alcanzar una visión integradora del cambio de los patrones de enterramiento (sustancialmente múltiples) y de las prácticas del culto privado a ancestros y dioses (a nivel popular), como un complejo fenómeno económico-social y político durante una época de cambios y crisis.

A comienzos del reinado de Tutankamón, la ciudad de El Amarna había sido abandonada y el nuevo rey iniciaba su política estratégica de restauración del estado, con un gran costo social (el restablecimiento de las familias tradicionales), político (el ascendente poder de Ay y luego de Horemheb) y económico (la entrega de recursos al clero de Amón); restauración que recién pudo ser concluida bajo Horemheb con el apoyo del ejército.

Agradecimientos

Debo destacar mi agradecimiento a la Dra. Roxana Flammini (IICS-UCA-CONICET-UNLu) por haberme invitado a participar en el Proyecto “Transiciones socio-históricas en el antiguo Egipto: contextos y prácticas (ca. 1500-500 a.C.)” (2022-2024). Asimismo agradezco a Roxana Flammini, Jorrit Kelder, Stefano de Martino, Deborah Sweeney y Tyler Yoder por las sugerencias realizadas y la bibliografía recomendada. Finalmente debo destacar la impecable labor y las sugerencias realizadas por los evaluadores anónimos y editores del presente trabajo.

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1 Las inscripciones de Maya (Sandman, 1938: 61-62) en la tumba K.99.1, en Dra Abu el-Naga, en Tebas; Ramose (Urk. IV, 1995) en un bloque del templo de Atón en Karnak; Parennefer (Urk. IV, 1996) en la TT 188 en El-Khokha, en Tebas; y Tutu (Urk. IV, 2008-2017) en la tumba 8 (en las Tumbas del Sur) en El Amarna.

2 La Estela de Restauración de Tutankamón (Urk. IV, 2025-2032), la Inscripción de Coronación de Horemheb (Urk. IV, 2113-2120), el Decreto de Horemheb (Urk. IV, 2140-2162) y el Decreto de Nauri de Seti I (KRI I, 14-58).

3 Kemp et al. (2013: 64). Akenatón gobernó 17 años, ca. 1349-1332 a.C.

4 Davies (1905a: lám. 31 –para los títulos de Meryra II–, lám. 38 –para la entrega del tributo extranjero); Urk. IV, 2003 (para la inscripción del año 12).

5 Pendlebury (1951: lám. 86, no. 37), Arnold (1996: 115, nn. 178-180) –inscripción en una jarra datada en el año 13–; Redford (1984: 186) –para el año 14 del reinado de Akenatón–; Tyldesley (2003: 162-163), Seyfried (2012: 190) –para los años 13 ó 14.

6 Cf. Tyldesley (2003: 162-163). Por el contrario, Allen (2009: 18-19) sostiene que la princesa Neferneferuatón, la “joven”, seguía con vida y tenía unos 13 años en el año 16 ó 17 del reinado de Akenatón.

7 En estas escenas se representa la cena compartida entre Tiy y la familia real, y la visita al templo, de la mano de Akenatón (Davies, 1905b: lám. 9). La inscripción registra el motivo de la visita: “La Gran Reina Tiy es conducida por el rey, a fin de que ésta vea su templo (lit. ‘Sunshade’; Parasol, un pequeño templo dedicado al culto solar)” (Sandman, 1938: 35). Cf. Urk. IV, 2007 (para los nuevos cargos de Huya).

8 Reeves (2001: 159-160), Dodson y Hilton (2004: 155) –para la muerte de Kiya entre los años 11 y 12 del reinado de Akenatón–; Gabolde (2011) –para el año 16.

9 Cf. Robertson (2007: 22, n. 77); Kozloff (2006: 36-46; 2012: 114-115).

10 Mi agradecimiento a Jorrit Kelder y Deborah Sweeney por la bibliografía recomendada.

11 Urk. IV, 1738, 234; EA 17; EA 19: 6, 17-24; EA 21: 13-23, 33-41; EA 23: 13-32; Gestoso Singer (2016: 172).

12 La traducción al español de las Cartas de El Amarna (EA) –de su versión acadia original– empleada en el presente trabajo fue realizada por la autora. Asimismo, se indicará en cada texto si se adoptara la traducción de otros autores, tales como Rainey (2015, texto acadio y traducción al inglés) o Moran (1992, edición en inglés). Debo agradecer a Tyler Yoder por las referencias (Chicago Assyrian Dictionary’s references to the Amarna Letters) y bibliografía recomendadas.

13 Véase el análisis detallado de EA 11; EA 35; EA 96; EA 244 y EA 362, en Gestoso Singer (2019: 171-179).

14 Cf. Moran (1992: 22, n. 6); Rainey (2015: 101). La traducción me pertenece.

15 Cf. Rainey (2015: 341). Para el análisis de esta carta y especialmente del nombre del dios Nergal, Reshep o Reshep-Mikal, un dios chipriota de la pestilencia, véase Gestoso Singer (2019: 172, n. 60). La traducción me pertenece.

16 Cf. Rainey (2015: 343). Para la lectura del nombre del dios, véase Moran (1992: 108, n. 3); Rainey (2015: 342). La traducción me pertenece.

17 Véase “pestilencia”, en Moran (1992: 170); “peste”, en Rainey (2015: 541); y “epidemia”, en Rainey (2015: 1290). La traducción me pertenece.

18 La expresión acadia dábri seguramente es comparable al vocablo hebreo deber, usado para referirse a la quinta plaga o peste que azotó a Egipto.

19 Véase “por pestilencia”, en Moran (1992: 298-299, n. 5); “por una epidemia y por la pestilencia”, en Rainey (2015: 1001, 1003); “por una epidemia de peste”, en Gestoso Singer (2019: 178). La traducción me pertenece.

20 Para “pestilencia”, véase Moran (1992: 360); y para “peste”, véase Rainey (2015: 1237). Cf. “Hemos estado saludables por un largo tiempo”, en Rainey (2015: 1237). La traducción me pertenece.

21 Para las acciones heteas en Amka, véase EA 53; EA 140; EA 170; EA 174-176; EA 363 (para las cartas de príncipes sirios); Güterbock (1956: 94-95 –los Anales de Suppiluliuma); KUB 14.8 (la Plegaria por la Plaga de Mursilis II).

22 CTH 378.2; KUB 14.8; KUB 14.11 + 650/u; KUB 14.10 + KUB 26.86, en Singer (2002: 57-61).

23 KUB 14.8, y sus duplicados en KUB 14.10 + KUB 26.86, y KUB 14.11 + 650/u; CTH 378.2, §§ 4-5, obv. 20’-30’, en Singer (2002: 58). Cf. De Martino (2022: 237-240). Agradezco a Stefano de Martino por las sugerencias y bibliografía recomendada. La traducción me pertenece.

24 Plegaria N° 11, CTH 378.2, §1, en Singer (2002: 57). Cf. Gestoso Singer (2017: 231-233).

25 El talatat es un bloque de piedra arenisca de dimensiones reducidas (de un “codo real” de largo, ca. 52/54 cm, y medio codo de ancho y alto, ca. 26/27 cm), empleado durante el reinado de Akenatón para agilizar la construcción de los templos de Atón en Karnak y Aketatón, y otros edificios en la ciudad de El Amarna.

26 Estos impuestos anuales consistían en: “1 deben (ca. 91 g) de plata, 1 mni (ca. 4.8 ls) de resina, 2 mni de vino y 2 d3iw (o piezas) de tejidos rústicos” (Traunecker, 1984: 62, fig. 2, 63-64).

27 Estos impuestos anuales variaban según el caso: “2 ó 3 deben de oro; 5 ó 10 deben de plata y 20, 30 ó 50 deben de bronce”; “3 ó […] mni de aceite de moringa; 1 ó 2 mni de miel; 10 ó 50 mni de vino y 10 ó 20 gansos” (Traunecker, 1984: 65, fig. 3, 66; cf. Lauffray, 1980: 67).

28 Sandman (1938: 1, ls. 6-7, y 2, ls. 8, 13-16, respectivamente –Inscripción de Meryra I). Como el “gran vidente de Atón”, Meryra I supervisó a un numeroso grupo de sacerdotes, como lo demuestran las escenas representadas en su tumba (Davies, 1903: láms. 6-8).

29 “Año 12, Akenatón y Nefertiti se presentaron en el gran trono de oro para la entrega del inw (regalos) de Siria y Nubia, del oeste y el este, (es decir) de todos los países extranjeros en forma conjunta, y (en cuanto a) las islas que están en el medio del mar (w3d-wr, el ‘Gran Verde’), ellos traen inw para el rey ante el gran trono en Aketatón destinado a la recepción del b3kw (tributo)” (la Inscripción de Huya, en Urk. IV, 2006, 15-20, ls. 1-5). A diferencia de los reinados anteriores, inw y b3kw fueron entregados al rey en un mismo trono y en la misma ceremonia; hecho que refleja un proceso de secularización y de mayor centralización del estado (Bleiberg, 1988: 166; Gestoso, 1995: 44). Cf. Davies (1908: 192, fig. 68, 212, fig. 73; lám. IV) para la entrega de collares de oro como recompensa a Parennefer; Kemp (1989: 278, fig. 92) para la entrega de la recompensa a altos funcionarios en la “ventana de aparición” del rey y la familia real durante la ceremonia de entrega del tributo extranjero.

30 Cabe señalar que los altos funcionarios más destacados recibieron no sólo el “oro del valor/honor” (por ejemplo, collares de oro) (Gestoso Singer, 2009: 88, n. 77), sino también raciones provenientes de los templos, como se puede apreciar en las escenas de las tumbas de Meryra I y II, Huya, Parennefer, Tutu y Ay (Davies, 1903: lám 30; 1905a: lám. 33; 1905b: láms. 16-17; 1908: lám. 4, lám. 17 y lám. 29, respectivamente). Agradezco las sugerencias de los evaluadores anónimos.

31 El arquitecto Bek se desempeñó como “jefe de los trabajos en la Montaña Roja (Asuán)” y “jefe de los escultores en el Pr Itn (el templo de Atón) en Aketatón” (Breasted, 1906: II, §975).

32 Sin embargo, Redford (1976: 122-136) sostiene que esta élite en apariencia de “hombres nuevos” refuerza la idea de Akenatón respecto de la fundación de la ciudad de El Amarna como un “nuevo centro del mundo”, sin lazos con las tradiciones. Agradezco a los evaluadores anónimos por esta referencia.

33 Kadry (1982: 75) –para Maya y Ay como “escriba de los reclutas/soldados”–; Murnane (1995: 183) –inscripción en la casa de Ramose en El Amarna–; Urk. IV, 2099, en Davies (1995: 61, n. 408) –inscripción en una puerta de la tumba menfita de Horemheb, Museo Británico No. 550.

34 Véase también Sternberg-El Hotabi (1999: 21, 31-32); Neumann (2016: 247, 248, nn. 44-45).

35 De los sesenta y cinco anillos hallados en El Amarna con el nombre de Semenkara, doce de ellos fueron encontrados en la aldea de los trabajadores. Dos de los seis anillos de Meritatón fueron hallados en la aldea (Petrie y Woolley, 1923: 23; Stevens, 2012a: 65-66, 315, 431). De los más de cien anillos con el nombre de Tutankamón, cuarenta y siete de ellos fueron hallados en la aldea (Petrie y Woolley, 1923: 23-28, 68-69, 75-76, 82-83, 85, 87-88, 90; Stevens, 2006: 67).

36 En el sector meridional de la aldea, se halló un fragmento de forma triangular de un ostracon de cerámica con la imagen del disco solar con rayos (Atón), que terminan en manos. Una de las manos sostiene el símbolo de la vida (ankh) (Objeto 836, en Kemp, 1983: 15; Stevens, 2006: 154, fig. II.6.2). También se halló un segundo fragmento, probablemente con el dibujo de un disco solar (Objeto 1070, en Stevens, 2006: 154, fig. II.6.3). Véase también Kemp (1989: 304); Bomann (1991: 66, 68); Stevens (2006: 318).

37 Las capillas fueron un lugar “para experimentar un sentido de comunión con los espíritus” (Weatherhead y Kemp, 2007: 407).

38 Para las inscripciones que prueban la adoración del dios Amón, véase Bomann (1991: 58, 66, 68). Para una cuenta con forma de escarabajo, posiblemente un amuleto, con el nombre de Amón-Ra, véase Stevens (2006: 29 –Objeto 6163).

39 Para un fragmento de la estatua de la diosa Hathor hallado en la Capilla 529, véase Peet y Woolley (1923: 100); Bomann (1991: 60, 62, 65, 67-68).

40 Isis está representada junto a Shed en una estela hallada en la Capilla 525 (Bomann, 1991: 66).

41 Bomann (1991: 61, 63, 68, 104, 107-109, 114) sugiere que la diosa Nut pudo haber sido invocada durante los rituales de regeneración, a juzgar por la posible relación existente entre esta diosa, las fuentes (o pilas) en forma de T, halladas en el área, y estas fiestas rituales. Sin embargo, también considera que la fuente o pila en forma de T está relacionada con ciertos aspectos del dios Nun, o “los elementos creativos de la fuerza de vida como un proceso continuo”.

42 En la Capilla 525, se han hallado dos estelas de Shed; una de ellas junto a la diosa Isis (Bomann, 1991: 63, 66-68).

43 Bomann (1991: 68) sostiene que Ra-Harakhte estuvo presente en las capillas de la aldea de los trabajadores, a juzgar por la evidencia estudiada en el área (i.e. la representación de uno o dos halcones en estatuas, estatuillas y ostraca), y las menciones del nombre de este dios en algunas joyas. Véase también Stevens (2006: 293).

44 Bomann (1991: 59, 68) sugiere que la “supuesta” pequeña capilla en el Anexo 450, una dependencia de la Capilla 561, pudo haber estado dedicada a la diosa Renenutet, según lo atestiguan los hornos hallados en el lugar y la asociación de esta diosa con las actividades agrícolas y los graneros.

45 En la Capilla 561, fueron hallados un estandarte militar con la figura de Wepwawet, y una cabeza de perro de cerámica, posiblemente asociada con este dios, Anubis o Seth (Bomann, 1991: 58, 68).

46 Stevens (2006: 318 –tabla III.4.3–, 320; 2012b: 94, fig.2.c –para la estela de Thoth, como babuino, en la casa T34.1, en Suburbio Norte).

47 De los quinientos artículos de joyería con la figura del dios Bes hallados en El Amarna, noventa fueron encontrados en la aldea de los trabajadores (Stevens, 2006: 31-32).

48 Unos sesenta colgantes con la figura de la diosa Hathor fueron hallados en El Amarna; sólo cuatro de ellos en la aldea de los trabajadores (Stevens, 2006: 35).

49 En El Amarna se hallaron ciento seis colgantes, anillos y amuletos con la figura de la diosa Taweret; catorce de ellos en la aldea de los trabajadores (i.e. un pequeño amuleto, Objeto 7249, en Stevens, 2006: 39). Asimismo, en la Casa N49.21, en la Ciudad Principal, se halló una estela con esta diosa (Peet y Woolley, 1923: 25, lám. XII.2; Stevens, 2003: 149; 2012b: 94, fig. 2.e).

50 Se hallaron al menos ciento veintiséis de estas estatuillas en El Amarna. Las estatuillas de cerámica con forma de cobra, no sólo representaron a la realeza, sino también fueron empleadas en rituales mágicos para alejar a demonios, escorpiones y serpientes, que acechaban durante el sueño (Stevens, 2006: 101, fig. II.3.20; 2012b: 92; Ritner, 1993: 224, n. 1042). En la aldea de los trabajadores se hallaron más de setenta de estas estatuillas.

51 En una estela de piedra caliza, hallada en una habitación (conocida como el “dormitorio”) en la Calle Principal 9 en la aldea de los trabajadores, se representa la imagen del “carnero de Amón” (Peet y Woolley, 1923: 66, 80, lám. LIV; Stevens, 2006: 138-139, fig. II.5.10).

52 En una estela, hallada en la aldea, dos cobras con disco solar están representadas a ambos lados de un altar (Peet y Woolley, 1923: 66, 85, lám. XXIII.4; Stevens, 2006: 139). Para la “diosa cobra”, véase Faulkner (1991: 56).

53 La mayor parte de los altares fueron encontrados en casas de la Ciudad Principal y en el Suburbio Norte. Muchos de estos altares contenían escenas decoradas con la familia real (Casa T41.1), mientras que otros sin decoración tenían escaleras (Casa P47.22) (Stevens, 2003: 145-146, figs. 1-2). Otros quince altares tenían la forma de una simple plataforma, sin rampas o escaleras (Casa M50.1) (Stevens, 2003: 147, fig. 3).

54 En el altar se representa a la familia real adorando a Atón (Casa T41.1, en Pendlebury, 1951: 26, fig. 6, láms. 11, 30.1, 31; Stevens, 2003: 145, fig. 1, 146; 2015: 81, fig. 3).

55 Estela Cairo JE 55458 (Objeto 30/50; 9,7 cm), hallada en la Casa T36.36, en el Suburbio Norte (Stevens, 2006: 136, fig. 7.5; 2012b: 94, fig. 2.d; 2015: 83, fig. 5).

56 Por ejemplo, los nichos en las Casas K50.1 (visir Nakht, Ciudad Principal, Noroeste); M50.16 (complejo doméstico, Ciudad Principal, Sur) y P47.19 (general Ramose, Suburbio Norte) en El Amarna (Stevens, 2003: 149-152); y en la Calle Oeste 2/3, y la Calle del Muro Largo 7 en la aldea de los trabajadores (Peet y Woolley, 1923: 83).

57 “Rito de paso” es un concepto etnológico acuñado en 1909 por el antropólogo Arnold van Gennep (1986 [1909]). En las sociedades tradicionales los “ritos de paso” marcan la socialización de las transiciones más importantes en la vida humana, como el nacimiento, la iniciación, el matrimonio y la muerte, y contribuyen a preservar la estabilidad de la sociedad regulando la posición del individuo en su seno.

58 Cf. Assmann (2006: ix; 2011: 6-10, 41-42) para una comprensión acabada de los rituales propios del culto funerario y culto a los ancestros/antepasados.

59 Se hallaron noventa objetos de joyería con la figura de Bes en la aldea (Stevens, 2006: 31-32). Para los fragmentos de los colgantes del dios Bes, hallados en la cantera principal de la aldea de los trabajadores, véase Stevens (2006: 316, tabla III.4.2).

60 Se hallaron catorce amuletos de la diosa Taweret en la aldea (i.e. Objeto 7249, fragmento de un pequeño amuleto, en Stevens, 2006: 39-40).

61 En la aldea se halló un pequeño fragmento de un amuleto probablemente de la diosa Isis, que porta una corona con el disco solar y cuernos, similar a otros amuletos de esta diosa que sostiene a un niño (Objeto 3169, en Stevens, 2006: 36).

62 En la aldea se halló parte de la cabeza –probablemente de la diosa Sekhmet– que correspondió a un colgante (Objeto 4725, en Stevens, 2006: 38).

63 En El Amarna se hallaron más de doscientas estatuillas femeninas, la mayor parte de ellas de cerámica (Pinch, 1993: 211-225; Stevens, 2006: 87-88, 261, fig. III.1.1).

64 En El Amarna se hallaron setecientos anillos y cien colgantes, amuletos y cuentas con el “ojo de Horus”, quince de ellos en la aldea de los trabajadores (Petrie y Woolley, 1923: 21-23, 28, 32, 72-73, 76, 86; Stevens, 2006: 72, 323).

65 Por ejemplo, el amuleto con forma de pierna, hallado en la cantera principal de la aldea de los trabajadores (Kemp, 1983: 7-13; Stevens, 2006: 316, tabla III.4.2, 323).

66 Véase RAE, en https://dle.rae.es/crisis.

68 Véase Frangipane (2012: 40-41) para el concepto de transición en arqueología; Ucelay Da-Cal (2016: 17-54) sobre las ciencias políticas e historia. Agradezco a la Dra. Roxana Flammini por el concepto y las referencias bibliográficas (comunicación personal, junio de 2022).

70 Tumbas de Meryra I, Panehesy, Ahmes y Maya, en Davies (1903: lám. X; 1905a: láms. XIII, XVI; 1905b: lám. XXXIIa; 1906: láms. XX, XXII).

71 El Talatat de Hermópolis (Boston 64.521), en Cooney (1965: 82-85); Brunner-Traut (1982: col. 520); Samson (1985: 25, fig. 7); Gestoso Singer (2011: 266); Kloska (2016: 155, fig. 3).

72 También se sabe que el nombre de Kiya, la segunda esposa de Akenatón, fue reemplazado por el de Meritatón en el templo del Maru Atón (Kloska, 2016: 166).

73 Los estudios de ADN, realizados en 11 momias, confirman que el padre de Tutankamón sería el hombre hallado en KV55 (Akenatón); la “Dama Mayor” es la reina Tiy, madre de Akenatón y esposa de Amenofis III; la madre de Tutankamón es la “Dama Joven”, la hija de Tiy y Amenofis III; y los padres de Tutankamón fueron hermanos (Hawass et al., 2010: 638-647). Véase también la hipótesis de Phizackerley (2010) y el análisis de Belmonte (2012; 2013: 433-435) sobre la “Dama Joven” (KV35), que habría sido la hija de Amenofis III y Tiy, la madre de Tutankamón, la hermana de Akenatón, y la esposa y hermana de Semenkara (probablemente el hombre en KV55).

74 Para los estudios forenses realizados a esta momia (KV35-YL 61072, Museo Egipcio del Cairo), véase Hawass et al. (2010: 638-647). Para Beketatón, véase Belmonte (2013: 435).

75 Petrie y Woolley (1923: 23), Stevens (2012a: 65-66, 315, 431), para los anillos de Semenkara y Meritatón en la aldea; Petrie y Woolley (1923: 23-28, 68-69, 75-76, 82-83, 85, 87-88, 90), Stevens (2006: 67), para los anillos de Tutankamón.

76 Urk. IV, 2068 (la recepción de Huy, el “superintendente del Tesoro” y “virrey de Kush” en Nubia); Urk. IV, 2071 (la presentación del tributo nubio al rey por Huy); Davies (1995: 49-50).

77 La Estela de Restauración de Tutankamón (Cairo 34183), en Urk. IV, 2025-2032; PM II, 52-53. Esta estela está datada en el año 1 de Tutankamón por Helck (Urk. IV, 2025, l. 18), y en el año 3 por Harris (1973b: 9, n. 9; Davies, 1995: 116, n. 191). En esta estela, se menciona al rey como Tutankamón, por lo que se puede establecer que sería improbable que la estela esté datada en el año 1 de su reinado, en el que el rey usó el nombre de Tutankatón. Sin embargo, debemos aclarar que Horemheb usurpó –entre otros monumentos– esta estela y las cartelas del joven faraón, hecho que podría poner en duda la correcta lectura del nombre del rey, como Tutankamón o Tutankatón. La traducción me pertenece.

78 Según Aldred (1957: 33), Ay habría sido hijo de Yuya y Tuya, y hermano de la reina Tiy. Esta teoría se basa en el hecho de que Yuya, Tuya y Ay fueron oriundos de Akhmin, y que Yuya y Ay usaron el título de “padre del dios”. Cf. Vandersleyen (1995: 478-484); Manassa Darnell (2020: 663, n. 64).

79 Urk. IV, 1997-1998; Sandman (1938: 87) –“inscripción en la tumba de Ay”–; Dodson (2009: 95-96). Se cree que Ay, el “padre del dios”, fue el padre de Nefertiti y suegro de Akenatón. Esta teoría se basa en el hecho de que Tey, la esposa de Ay, fue la nodriza y madrastra de Nefertiti, y que el título de “padre del dios” era usado para designar al hombre cuya hija se casaba con el rey. Sin embargo, esta teoría también ha sido cuestionada (Dodson y Hilton, 2004: 127, 132, 144).

80 Damnatio memoriae es una expresión latina moderna que significa literalmente “condena de la memoria”. Ésta fue empleada por primera vez en un trabajo académico en 1689 por Christoph Schreiter en su obra jurídica titulada De Damnatione Memoriae, publicada en Leipzig. Esta práctica era considerada como un “conjunto de condenas post mortem al olvido”. En sus textos, los romanos hablaron específicamente de abolitio nominis, la “supresión del nombre”. También, la damnatio memoriae fue una práctica empleada en el antiguo Egipto, que implicaba la condena del nombre, inscripciones, monumentos y todo lo que recordara a los enemigos (o “condenados”), luego de su muerte. Por ejemplo, inscripciones y monumentos de la reina Hatshepsut fueron dañados y su nombre obliterado después de su muerte por Tutmosis III, el legítimo heredero. Asimismo, inscripciones, relieves y monumentos que recordaban el culto a Atón (el disco solar) y, especialmente, los nombres en las cartelas de Akenatón, Tutankatón y Ay, fueron destruidos y algunos usurpados por Horemheb. En algunos casos, esta práctica sirvió como un regreso al orden (maat) (Tutmosis III), después de un período de caos (Hatshepsut) o herejía (Akenatón), o como instrumento para deslegitimar al rey anterior (Akenatón, Tutankatón y Ay) y justificar (o legitimar) al entrante (Horemheb). Véase Brand (2010), para la distinción entre la “condena de la memoria” y la “usurpación” de monumentos.

81 Véase Martin (1976: 5-13; 1991: 83-85), Martin et al. (1989: 78-84, lám. 91), para las modificaciones y especialmente el agregado del ureus en algunos de los bajorrelieves de la tumba menfita de Horemheb.

82 Como quedó establecido en las estelas fronterizas, delimitando la ciudad de El Amarna.

83 Para una cantidad estimada en 20.000-30.000 personas, véase Kemp et al. (2013: 65); para 20.000-50.000 habitantes, véase Kemp (2012: 271-272), Stevens (2016: 1); y para 30.000-50.000, véase Stevens et al. (2016: 14).