Una antropología política para Creta Neopalacial

Jorge Cano Moreno

Pontificia Universidad Católica Argentina / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Fecha de recepción: 12 de julio de 2022. Fecha de aceptación: 12 de agosto de 2022.

Resumen

El estudio de las relaciones políticas en la isla de Creta durante gran parte de la Edad de Bronce ha generado algunos de los debates más longevos en la arqueología del Mediterráneo oriental. Esto se debe –mayormente– a la ausencia de fuentes escritas descifradas, a las peculiaridades historiográficas que ha tenido el estudio de la cultura minoica y a la compleja naturaleza de la evidencia arqueológica de la isla.

Ante esto, este trabajo tiene al menos tres propósitos: el primero es hacer una revisión de los modelos políticos utilizados para el período Neopalacial (ca. 1700-1450 a.C.) en la isla de Creta; en segundo lugar, busca resaltar las nuevas tendencias teóricas sobre este tópico marcando sus respectivos puntos fuertes y sus posibles falencias argumentativas; por último, tiene la intención de enfatizar el valor de las dinámicas sociales por sobre los esquemas ideados por los académicos que han abordado esta problemática. De este modo, se concluirá presentando cuáles son las dinámicas de poder político más importantes durante el período Neopalacial que se han marcado hasta el momento y se destacará por qué es necesario introducir algunos postulados de la antropología política en este debate.

Palabras clave: Creta Neopalacial, antropología política, dinámicas de poder, minoicos

A political anthropology for Neopalatial Crete

Abstract

The study of political relations on the island of Crete during much of the Bronze Age has sparked some of the oldest debates in the archaeology of the Eastern Mediterranean. This is mainly due to the absence of deciphered written sources, the historiographical peculiarities that the study of Minoan culture has had, and the complex nature of the archaeological evidence on the island.

For such reasons, this paper has at least three purposes: the first is to review the political models employed for studying the Neopalatial period (ca. 1700-1450 BC) on the island of Crete; secondly, it seeks to highlight new theoretical trends on this topic, pointing out their respective strengths and possible argumentative shortcomings; finally, it intends to emphasize the value of social dynamics over the schemes devised by academics who have addressed this problem. In this way, we will conclude by presenting the most important dynamics of political power during the Neopalatial period that have been presented so far, and it will be highlighted why it is necessary to introduce some postulates of political anthropology in this debate.

Keywords: Neopalatial Crete, political anthropology, power dynamics, Minoan

1. Introducción

Este trabajo puede ser considerado el desenlace de dos publicaciones anteriores de nuestra autoría: en la primera de ellas (Cano Moreno, 2020) hicimos un largo repaso de la problemática de la ordenación política en el período Neopalacial cretense analizando pormenorizadamente el modelo de Evans y algunas de las alternativas existentes. En la segunda (Cano Moreno, 2021), consideramos que una metodología comparativa entre sociedades antiguas (cross-cultural comparison) podía servir para plantear modelos alternativos con el fin de encontrar nuevas respuestas a viejos debates. Por esa razón estudiamos los modelos políticos utilizados para la cultura maya y su posible aplicación a nuestro campo de estudio.

Sin embargo, tras analizar nuevamente estos trabajos, hemos advertido que muchos de los problemas que detectamos se derivaban de una ausencia o de una aproximación apresurada de algunos conceptos introducidos por la antropología política. Ante esto, los objetivos de este articulo son: hacer una evaluación de los modelos presentados hasta la fecha para destacar sus falencias argumentativas; a su vez, resaltar sus aportes para comprender las dinámicas de interacción política más importantes; y, por último, destacar la importancia de una perspectiva antropológica a la hora de proponer nuevos modelos de organización sociopolítica.

En el año 1986 Colin Renfrew y John Cherry editaron Peer Polity Interaction and Sociopolitical Change, una obra que tuvo un impacto muy grande en el ambiente de la arqueología minoica. Esto se debe a que el capítulo escrito por Cherry (“Polities and palaces: some problems in Minoan state formation”) desafiaba el modelo de Evans, quien consideraba que la isla de Creta había estado unificada bajo el poder del “palacio” de Cnosos. Para Cherry (1986), en cambio, la isla había estado dividida en diferentes entidades políticas nucleadas alrededor de los “palacios” regionales, los cuales interactuaban con base en relaciones de competencia y emulación. Pero, además, en términos generales, el libro proponía un intercambio intelectual con investigadores de otras sociedades antiguas para explorar dinámicas sociales y políticas similares.

En cierta medida, estructuraremos nuestro trabajo de una manera similar. En primer lugar, comenzaremos con una crítica a la tradición iniciada por Evans. En una segunda sección, analizaremos las alternativas teóricas que han ofrecido los investigadores desde la publicación del trabajo de Cherry a la fecha. Para finalizar, expondremos por qué es importante ahondar en los análisis antropológicos para continuar nuestra investigación en vistas de proponer una alternativa original en el campo de la arqueología minoica.

2. El modelo de Evans

Con tan solo leer el título de la obra magna de Evans (The Palace of Minos at Knossos) publicada entre 1921 y 1938, ya podemos darnos una idea del tipo de organización política que planteaba para la isla de Creta durante la Edad de Bronce. Básicamente, el arqueólogo inglés realizó una lectura literal de los mitos griegos para interpretar la evidencia material que desenterraba. De este modo, consideró que un monarca similar a Minos había gobernado toda la isla y denominó “palacio” a la estructura monumental que estaba en lo que hoy conocemos como Cnosos. Además, dado que éste era el más grande de todos los “palacios” que se iban descubriendo, asumió que era el que más alto estaba en la escala jerárquica. A su vez, cuantas más similitudes había entre un determinado “palacio” y el de Cnosos, se asumía que más fuerte había sido la subordinación entre ellos. Además, esta hegemonía no sólo se extendía sobre todas las regiones de Creta, sino también por sobre muchas de las islas del Egeo, al punto de haber constituido una talasocracia.

Pero el “palacio” no sólo era el asiento del poder político, sino que además concentraba una gran cantidad de funciones. Una de las más importantes eran las actividades religiosas; a diferencia de las ciudades de Mesopotamia, las urbanizaciones minoicas no contaban con espacios religiosos per se, por lo que Evans supuso que los “palacios” eran a la vez “templos” y, por lo tanto, el líder político era también un “rey-sacerdote” (Evans, 1921: 2; Schoep, 2010). Si bien la isla cuenta con santuarios no urbanos ubicados en la cima de algunas montañas (peak sanctuaries), también es cierto que los “palacios” tienen una gran cantidad de espacios y evidencia material correspondiente a distintos rituales. De hecho, también hay algunas referencias iconográficas que sugieren que se realizaban prácticas religiosas.

Otra de las actividades que habría concentrado el “palacio” eran las prácticas económicas y administrativas. Respecto a estas últimas, Evans encontró en Cnosos evidencia de los sistemas de escritura –que él denominó– Jeroglífico y Lineal A. A su vez, la gran cantidad de sellos y sellados indicaba el control del ingreso y egreso de la administración central; un sistema que parecía replicarse en los otros “palacios” de la isla. Por otro lado, en lo referente a la economía, Cnosos cuenta con grandes espacios de almacenamiento, lo que indicaba que los “palacios” concentraban la adquisición de bienes ya sea para utilizarlos como materia prima o para redistribuirlos al resto de la población en distintas situaciones.1

Finalmente, como una consecuencia de todo lo anterior, Cnosos era considerado como el centro cultural de la isla y del Egeo. Este centro habría creado y difundido, a través del dominio de los mares, las manifestaciones artísticas que fascinaron a los académicos europeos de principios del siglo XX. De hecho, los frescos, sellos y piezas cerámicas que comúnmente son asociados a la cultura minoica provienen de esta región.

Más allá de los calificativos utilizados (“joie de vivre”, Art Nouveau”, “alegre”, “naturalista”, etc.), es cierto que la iconografía minoica contrasta visiblemente con los registros que se tenían respecto a los períodos micénicos y arcaico de Grecia y con el arte egipcio más tradicional. Por esta razón, Evans vio a Cnosos como el lugar en el cual habían surgido los orígenes de Europa (Sherratt, 2009; Schoep, 2018), estrechando aún más el vínculo entre los relatos míticos y la evidencia arqueológica.

Precisamente, el éxito de este modelo no está relacionado con su fortaleza epistemológica, sino más bien con su imbricación con la mentalidad europea de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Por un lado, le brindaba un origen majestuoso y sofisticado a Europa que la diferenciaba y “superaba” a las sociedades mesopotámicas y a la egipcia. Por otro lado, las excavaciones de Schliemann en Troya y en Grecia continental habían generado cierto entusiasmo (académico y popular) por el vínculo entre los mitos y la realidad histórica; los descubrimientos en Creta parecían confirmar la veracidad de estos relatos. Además, Evans supo aprovechar su formación como periodista para incentivar la imaginación del público por medio de la prensa de divulgación (Sherratt, 2009; Schoep, 2018).

Lamentablemente, aún hoy se mantienen ambas concepciones. La explicación la podemos encontrar en que ofrece un marco interpretativo con cierta coherencia interna y en que la mayoría de los estados de la antigüedad mantuvieron lógicas de jerarquía similares a las propuestas por este modelo. Pero también podemos especular que la persistencia de los preceptos decimonónicos en el imaginario colectivo juega un rol importante.

3. Las críticas a Evans y la búsqueda de un nuevo modelo

a. Cherry y la primera ruptura

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Creta volvió a ser terreno de investigaciones arqueológicas, pero la nueva evidencia material no significó un cambio en la estructura política que Evans y sus contemporáneos habían propuesto. De hecho, es curioso que las primeras críticas hayan provenido de los filólogos que consideraban que la “talasocracia minoica” no había sido tal y que Evans había realizado una interpretación demasiado literal de las fuentes clásicas (Starr, 1955).

Recién en los años ochenta se comenzaron a publicar las primeras dudas respecto a algunos tópicos propuestos por el arqueólogo inglés. Sirven de ejemplo los congresos (y sus respectivas actas) que se realizaron durante esta década: The Minoan Thalassocracy Myth and Reality (1982, publicada en 1984), The Function of the Minoan Palaces (1984, publicada en 1987) y, ya en los noventa, The Function of the “Minoan Villa” (realizada en 1992, y publicada en 1997).

Es evidente que la primera de estas reuniones se hacía eco de las críticas que mencionábamos anteriormente respecto a la existencia de un imperio marítimo. Así, la mayoría de los trabajos intenta determinar hasta qué punto, en qué aspectos y en qué territorios se puede hablar de un control efectivo de los mares por parte de Creta y Cnosos. Pero más importante para nuestro trabajo es la segunda obra publicada, ya que se enfoca en los “palacios”, el centro del modelo de Evans.

Más allá de que hubo pocos trabajos que cuestionaron abiertamente las ideas del arqueólogo inglés (por ejemplo, Nordfeld, 1987), lo interesante de este libro es que se publicaron los debates posteriores a las presentaciones de los participantes, y es ahí donde se pueden ver las dudas y la desconfianza que generaban algunos conceptos que se utilizaban para la arqueología cretense. Ante esto, en una de sus intervenciones, Doumas señala agudamente que deberíamos entrecomillar la palabra “palacio” (tal y como hacemos en nuestros trabajos), por la dificultad que presenta definir a estas estructuras de una manera concisa, y, a la vez, encontrar otro término que sea aceptado por la comunidad académica.

Pero esto no es sólo un debate nominalista. La verdadera cuestión respecto al término “palacio” es que da por sentada una gran cantidad de elementos interpretativos: en primer lugar, presupone la naturaleza de estos edificios como un lugar residencial, de lo cual no hay pruebas certeras; en segundo lugar, considera que era allí donde vivían monarcas con sus consortes y su corte, cuando en realidad no hay ninguna evidencia arqueológica (Niemeier, 1987; Papadoupoulos, 2005; Shaw, 2015: 149-152) o iconográfica para defender esta postura (Crowley, 1995: 483; Davis, 1995); en tercer lugar, asume que el tamaño relativo de estas estructuras es equivalente a su poder, y hace de esta relación el parámetro para establecer jerarquías y subordinaciones (Vavouranakis, 2007); en cuarto lugar, establece que los almacenes eran lo suficientemente grandes para mantener a quienes habitaban en los “palacios” y que eran el centro de la economía local y regional, sin tener en cuenta la cantidad de habitantes estimada (Whitelaw, 2019); en quinto lugar –por extensión–, al establecer que Cnosos era el centro cultural de la isla, se dejan de lado las manifestaciones artísticas regionales (Adams, 2004: 28; 2006: 4) y las innovaciones producidas en otros edificios de elite.

Como mencionábamos en la introducción, el primero en ofrecer una propuesta alternativa a la de Evans fue Cherry en 1986. Sin embargo, su modelo mantiene algunos elementos analíticos establecidos por el arqueólogo inglés. Por ejemplo, Cherry sigue considerando a los “palacios” como el centro de la sociedad cretense con prácticamente las mismas funciones que les diera Evans, pero se diferencia substancialmente en que Cnosos no habría controlado la totalidad de la isla. Como contrapartida, Cherry (1986: 21) proponía que Creta había estado dividida en distintas unidades políticas de rango similar (peer polities), cada una de las cuales controlaba una región. Para marcar los límites entre cada una de ellas, Cherry empleó los polígonos de Thiessen por medio de los Sistemas de Información Geográficos (GIS, por sus siglas en inglés). De este modo, marcó el área hipotética que pudo haber controlado cada “palacio” (Fig. 1).

Desde nuestra óptica, el gran aporte de Cherry no se encuentra sólo en su crítica a las posturas imperantes, sino en la introducción de conceptos antropológicos para la elaboración de su argumento. Competencia, emulación e intercambio son utilizados por primera vez en forma sistemática para explicar las relaciones entre los diferentes centros como alternativa a las ideas de hegemonía y subordinación (Cherry, 1986: 27). De esta manera, se señalaba que las interacciones entre los “palacios” durante el período Protopalacial y el Neopalacial habían sido más complejas que lo anteriormente postulado.

Fig. 1. División hipotética de Creta de acuerdo a Cherry (1986: 21). Los “palacios” se encuentra marcados con una estrella.

El trabajo de Cherry y toda la obra editada junto a Renfrew cuentan con la ventaja de ser los primeros trabajos en proponer una metodología basada en la cross-cultural comparison2 con el fin de aprovechar los desarrollos teóricos de un área de estudio para ayudar a resolver los interrogantes de otra. Sin embargo, este enfoque fue prácticamente abandonado en los estudios minoicos a la hora de analizar las posibles formas de organización sociopolítica. Esto tuvo dos consecuencias generales: por un lado, se generó una especie de endogamia epistemológica en la cual se intentaban resolver los debates acumulando más y más evidencia material, sin considerar los marcos interpretativos utilizados para analizarla; los materiales parecían ser usados para confirmar las hipótesis preestablecidas por los autores. Sólo por citar un ejemplo, Rehak y Younger (1998: 105) expresan la paradoja de que la existencia de edificios de elite sobre el territorio de Creta ha sido interpretada, a la vez, como una expresión de centralización y de descentralización dependiendo de la postura del autor. Por otro lado, se continuaron usando ejemplos de otras sociedades antiguas, pero generalmente –como veremos más adelante– estas referencias son más bien superficiales y tienden a considerar que hay un consenso generalizado entre los estudiosos de estas áreas.

Sin embargo, el problema principal de la perspectiva de Cherry es que hace demasiado énfasis en el rol de los “palacios” que existían hasta ese momento y deja de lado las otras estructuras de elite conocidas como “villas”.3 De hecho, la cuestión a resolver es determinar cuál pudo haber sido el rol de estos edificios en la configuración política del período Neopalacial. En este sentido, el congreso que mencionábamos anteriormente, The Function of the “Minoan Villa”, contó con algunos trabajos que mencionaron esta problemática, aunque ninguno de ellos la abordó de forma profunda. Básicamente, el estado de la cuestión hasta ese momento parece mantener los lineamientos establecidos por Evans, al punto que Henri y Micheline Van Effenterre (1997: 10) afirman que los elementos arquitectónicos de las “villas” parecen proceder de Cnosos, y Betancourt y Marinatos (1997: 92 y 97; también Cadogan, 1997) señalan que estos edificios sólo pudieron haber existido con una autoridad central estable, y que ayudaban a las autoridades palaciales a mantener a la población unida por medio de prácticas religiosas funcionando como subcentros administrativos (Niemeier, 1997).

Del mismo modo, podemos encontrar algunas posturas que presentan críticas. Por ejemplo, Hitchcock y Preziosi (1997) señalan que las diferencias entre las categorías de “palacio” y “villa” corresponden a una división dicotómica que no contempla situaciones intermedias entre ambos términos. Pero más extrema es la sugerencia de Hood (1997: 115) de que en las “villas” podían habitar líderes religiosos propios de sociedades “without government of the kind that still existed in part of Africa into recent times”. Más allá de esta simplificada generalización, se puede notar que el modelo de Evans generaba una división entre los académicos, aun cuando seguía constituyendo una especie de ortodoxia.

De todas formas, la percepción general se mantenía en los términos clásicos: era difícil pensar que las “villas” pudiesen haber sido independientes de los “palacios” y, a su vez, se consideraba que estas estructuras estaban subordinadas a Cnosos, política y económicamente (Rehak y Younger, 1998: 105-106).

b. Nuevas teorías para un nuevo siglo

Hacia 1989, Driessen (1989: 4) expresaba que el estado de la cuestión respecto a la organización política en Creta Neopalacial se encontraba dividida entre los defensores de un control centralizado de Cnosos (Hood, Beets, Cadogan, Wiener, Betancourt, Hallager, Dickinson y La Rosa) y quienes no aceptaban este modelo (Renfrew, Cherry, Weingarten, Bennet, Driessen, MacDonald, Schoep).4 Sin embargo, este segundo grupo no contaba con una alternativa que fuera aceptada por todos. En términos generales, aún hoy, esta clasificación sigue siendo válida.

La causa de esta atomización de posturas la podemos encontrar en el influyente trabajo que realizaron Driessen y MacDonald en 1997, llamado The Troubled Island. La hipótesis general de esta obra era que el período Neopalacial no había sido una etapa uniforme dentro de la historia minoica y que había contado con distintas coyunturas. En la transición del período Protopalacial al Neopalacial (MM III a LM IA),5 Creta habría experimentado el surgimiento de una gran cantidad de asentamientos; luego, en el período LM IA, Cnosos podría haberse constituido como una especie de primus inter pares, y ya tras la última fase –LM IB–, éste habría sido el único “palacio” sobreviviente (Driessen y MacDonald, 1997: 71-74). Además, esta obra mostraba que cada sitio había tenido una biografía particular, a veces concordante con el desarrollo general del período, pero muchas veces con particularidades propias.

Adicionalmente, las investigaciones que se realizaban en algunas de las regiones mostraban que no había unanimidad respecto a la posible situación de subordinación política con Cnosos. Por ejemplo, Driessen y MacGillivray (1989) señalan que, en los pueblos costeros del este de Creta, no hay evidencia del dominio de este “palacio” y de ningún tipo de control de un sitio por sobre otro, aunque los excavadores de Zakros consideran que este “palacio” estuvo controlado directamente por Cnosos durante gran parte del período Neopalacial (Platon, 2002). De manera análoga, Soles (1991) señala que el “palacio” de Gournia también pudo haberse constituido como una entidad política autónoma, aunque Cnosos pudo haber tenido una importante influencia. De hecho, Soles profundiza esta idea en otro trabajo en donde expresa que Cnosos pudo haber sido el centro cosmológico de la isla, de manera similar a como lo fueron Cuzco y Teotihuacán en tiempos precolombinos (Soles, 1995). Lamentablemente, esta interesante propuesta de trabajo comparativo no continuó siendo explorada y, en cierto sentido, parece ser una manera de defender la supremacía de Cnosos sobre el resto de Creta, cuando la evidencia material indica lo contrario (sobre todo teniendo en cuenta la publicación de Soles [2016], en donde afirma que Creta fue un estado unificado en el período Neopalacial).

Más problemática aún es la situación en los otros dos grandes centros de la isla: Festos y Malia. En el primer caso, el “palacio” parece dejar de funcionar hacia el final del MM IIIA o principio del LM IA, pero no se puede establecer si Cnosos fue partícipe de esta caída (Girella, 2007-2008: 88). Del mismo modo, es difícil establecer cuál pudo haber sido el rol de Haghia Triada y de Kommos en este proceso, dado que contamos con tres centros de poder importantes casi contemporáneos y con distintos niveles de influencia y contactos con Cnosos (La Rosa, 2002; Puglisi, 2005: 94-96).

El caso de Malia es muy interesante para nuestro trabajo por dos razones: la primera es que tampoco se puede observar un dominio de Cnosos al principio del período Neopalacial y, de hecho, esta zona geográfica parece haber tenido un desarrollo bastante particular, con diferentes edificios compitiendo entre sí durante y luego de la conformación del “palacio” (Knappett, 1999). La segunda razón es que los académicos que estudiaron esta área han sido los que más han profundizado sobre las problemáticas teóricas que tienen los conceptos relacionados con la organización y el poder político.

En este sentido, Knappett proponía realizar un trabajo comparativo con otras sociedades antiguas para comprender el carácter de los estados minoicos y criticar las posturas centralistas usando el ejemplo de Malia (Knappett, 1999: 618-619). Pero el punto más fuerte de este trabajo es que puso en tela de juicio la identificación automática de los “palacios” como estados y criticó tanto el vínculo que estos edificios tenían con su territorio, como las relaciones que pudieron haber tenido entre sí (Knappett, 1999: 624-626). Además, proponía buscar alternativas a la centralización y descentralización con modelos novedosos como el estado segmentario usado en la cultura maya para explicar que el control no siempre se da sobre elementos económicos o políticos (Knappett, 1999: 635-637).

Nuevamente, es una pena que no se hayan seguido explorando estas alternativas y que la mayoría de los trabajos se concentren en el período Protopalacial y no en el Neopalacial. Sin embargo, en 1999 se realizó un workshop (publicado en 2002 con el nombre de Monuments of Minos) en el cual se reunió a muchos investigadores que no concordaban con las posturas imperantes inauguradas por Evans.6 No es nuestra intención reseñar todos los artículos publicados, pero hay algunos que merecen ser mencionados por la repercusión que generaron.

En primer lugar, Driessen (2002: 10-12) sostiene que los “palacios” no deberían ser llamados así, sino court compounds, dado que el lugar principal de estos espacios era la plaza central cuya función principal era la de ser centros ceremoniales públicos dentro de un contexto de una sociedad primordialmente corporativa. En la misma línea, Schoep (2002: 20, 32-33) adhiere a esta tendencia agregando el concepto de heterarquía. Para ello presenta la situación de Festos, Kommos y Haghia Triada para criticar la idea de que los “palacios” eran estados, y afirma que en realidad la supuesta centralización de Creta forma parte de un discurso evolucionista. Incluso, MacDonald (2002: 53) señala que no existe un “palacio” de Cnosos, sino que este edificio tuvo una trayectoria particular con diferentes momentos y modificaciones que debieron haber alterado su poder.

Pero, sin duda, el trabajo más influyente fue el de Hamilakis, quien postula un nuevo modelo. Haciéndose eco de las críticas que ya mencionamos, el arqueólogo griego sostiene que las relaciones políticas en Creta estaban organizadas de maneras informales y en un contexto de continua competencia entre los centros (Hamilakis, 2002a: 180-184). De este modo, establece que nos encontramos ante facciones locales o regionales que contaban con el dominio de determinadas zonas geográficas, pero que no se habrían expandido sobre otros territorios (Hamilakis, 2002a: 186-188).

Por medio de este concepto, Hamilakis intenta ir más allá de la clasificación de la sociedad minoica como estado o jefatura, y explica las similitudes en la cultura material de Creta Neopalacial: en vez de considerar la homogeneidad en el registro arqueológico como una muestra de centralización, expresa que los grupos de elite de cada zona geográfica habrían usado estrategias similares para manifestar su poder, a saber: la construcción de “palacios” o estructuras con arquitectura palacial, la producción y consumo de bienes de prestigio y prácticas administrativas análogas pero no unificadas. De hecho, los cambios que se pueden notar en el registro material a lo largo del período Neopalacial se corresponderían con las vicisitudes históricas que cada centro habría experimentado (Hamilakis, 2002a: 189-194).

Por último, Hamilakis enfatiza una tendencia que hoy en día es muy popular entre los arqueólogos de la Edad de Bronce mediterránea, que es el énfasis puesto en la organización y realización de festines. Esta actividad habría sido uno de los mecanismos más importantes por parte de las elites para establecer lazos horizontales con el resto de la sociedad, a la vez que reafirmaban su posición social, y por eso, en el período Neopalacial, hubo un crecimiento significativo de la cerámica utilizada en estos rituales (conical cups) y de bienes de elite en general (Hamilakis, 2002a: 195-197).

Este modelo fue el primero que se presentó después del postulado por Cherry, y también contaba con la ventaja de introducir conceptos de las ciencias antropológicas para el análisis de la evidencia material. Ciertamente, esa parecía ser una prerrogativa más enfática entre los académicos (Hitchcock, 2003: 28). De hecho, ese mismo año, Hamilakis editaba The Labyrinth Revisited, un libro en el cual criticaba el trasfondo evolucionista que existía en la arqueología minoica a la vez que cuestionaba el concepto de estado utilizado por los académicos (Hamilakis, 2002b: 13-14).

Sin embargo, esta postura no estuvo exenta de críticas. Tal vez la más aguda haya sido presentada en ese mismo volumen por parte de Day y Relaki. Los autores señalan que la definición clásica de “facción” es la de grupos no estables que están orientados a fines específicos y que, una vez solucionado el conflicto que los divide, vuelven al statu quo anterior (Day y Relaki, 2002: 225). Ante esto, es difícil establecer cómo estos grupos se mantuvieron por prácticamente 200 años y cómo pudieron, en este contexto de continuos conflictos, elaborar y mantener edificios monumentales cuya construcción demandaba algún tipo de vínculo solidario (Day y Relaki, 2002: 225-226). Por otro lado, su gran falencia tal vez esté en que ignora gran parte del debate dentro de la antropología política respecto a los diferentes tipos de facciones (Bujra, 1973; Silverman y Salisbury, 1977; Boissevain, 1987).

No es casualidad que, en este contexto de rupturas de paradigmas, Driessen haya comenzado a trabajar en su propio modelo. Como recién mencionamos, es uno de los autores que más énfasis puso en refutar el modelo de Evans. Su construcción teórica se sostiene con base en dos perspectivas complementarias: por un lado, afirma que la sociedad minoica tiene un carácter comunal desde momentos muy tempranos de su historia (Driessen, 2004). Complementariamente, señala –junto a Cunningham– que estos rasgos colectivos y la falta de una administración unificada en toda la isla, dan indicios de una forma de estado corporativa (Cunningham y Driessen, 2004: 108). Esta propuesta se basa en los estudios de Blanton (1998) para el área mesoamericana, dado que parece haber algunas características comunes como recursos económicos dispersos, un liderazgo no personalizado, un énfasis particular en realizar rituales comunales y un poder compartido (Cunningham y Driessen, 2004: 109).

Al momento de la publicación de estos artículos, Driessen realizaba su trabajo de campo en el este de Creta, una de las zonas más heterogéneas de la isla dado el diferente tipo de asentamientos que se han excavado: un centro palacial, un pueblo sin “palacio” (Palaikastro), diversas “villas” y al menos dos santuarios de altura (Cunningham, 2001: 84). Obviamente, esto no le quita rigurosidad a su perspectiva, sino que muestra la diversidad que existía durante el período Neopalacial (Driessen, 2001: 94).

El rasgo comunal de la sociedad minoica y el tipo de organización en forma corporativa llevó a Driessen a postular su teoría política con base en el concepto de organización social basada en houses y, por lo tanto, definió a la sociedad minoica como una house society. El arqueólogo belga se basa en los estudios de Lévi-Strauss sobre la Société-a-maison, pero por medio de la interpretación que brinda Gillespie (2000a; 2000b) para el área mesoamericana. Según él (Driessen, 2010: 41), este concepto es útil porque permite incorporar otras ideas como agencia, práctica, estructuración e interacción, y porque vincula ciertos elementos de afiliación que son difíciles de identificar para los arqueólogos (como el parentesco) con aquellos que sí pueden ser fácilmente estudiados (como los asentamientos).

Por esta razón, la base del análisis de Driessen está puesta en las estructuras arquitectónicas, en especial los “palacios”. Para el autor, éstos son la evidencia material del comportamiento de los grupos corporativos que habrían construido estos edificios como una “gran casa” (Driessen, 2010: 41-42). Estos espacios tenían un carácter simbólico que apuntaba a la memoria colectiva, ya que habrían tenido una larga biografía que se extendía hasta el período Neolítico (Driessen, 2010: 43-48). El autor ve a las casas como el principal actor político y económico, pero no por una imposición violenta, sino por una continuación de la tradición (Driessen, 2010: 48-53). De hecho, para Driessen el análisis de Hamilakis es válido dado que durante el período Neopalacial habría existido una intensificación de las rivalidades entre las diferentes casas, lo que consecuentemente habría producido una proliferación en la parafernalia y el consumo de bienes de prestigio (Driessen, 2010: 55).

Driessen continuó bridándole más claridad teórica a su postulado ya que, en 2018, incorporó conceptos más profundos para analizar las dinámicas políticas en Creta. Por ejemplo, critica el énfasis puesto en las estrategias jerárquicas utilizadas por los centros de poder (network strategies) y que se hayan obviado las estrategias corporativas (corporate strategies) que él considera más constantes en la historia minoica (Driessen, 2018: 291-292). De este modo, combina las estrategias corporativas con su modelo general de house society y considera que es un fenómeno de larga duración (Driessen, 2018: 294). Por ejemplo, la explotación colectiva de las tierras podría ser una fuerza económica no considerada en los modelos anteriores y que habría tenido el objetivo de abastecer a los “palacios” (también obra del trabajo comunal) de alimentos para realizar rituales de consumo de comida (Driessen, 2018: 301-303). Así, propone que los “palacios” podrían haber sido espacios en donde el poder se disputaba a través de diferentes estrategias de participación y exclusión (Driessen, 2018: 306).

Recientemente, Driessen junto a Relaki terminaron de darle forma a su idea a través de la edición de un libro en el que diferentes autores aplicaron (o criticaron, en menor medida) el concepto de house society para diferentes momentos de la historia minoica y para analizar distintas expresiones materiales. Lo interesante de este trabajo es que destaca que, en los estudios minoicos, ha habido una falta de interés por incorporar ideas propias de la antropología, y resalta la importancia que han tenido estas aproximaciones en el estudio de las sociedades americanas precolombinas (Driessen y Relaki, 2020).

Como en los casos que mencionamos anteriormente, no es nuestra intención realizar una reseña de la totalidad de esta obra dado que ya lo hicimos en otra oportunidad (Cano Moreno, 2021), sino que queremos resaltar cómo quedó configurado este modelo en la actualidad. En primer lugar, Driessen y Letesson (2020: 7) enfatizan el vínculo del concepto de household con las unidades domésticas mayores a las propias de una familia nuclear.

Para justificar la idea de que las unidades corporativas son una constante en la historia minoica, los autores realizan un breve análisis diacrónico por las diferentes etapas históricas: en el período Prepalacial se habrían configurado las casas; en el período Protopalacial, la creación de los primeros palacios serían un indicio de que ciertas households habrían logrado diferenciarse de sus pares, aunque su uso parece haber estado destinado a prácticas comunitarias; finalmente, en el período Neopalacial, los “palacios” habrían estado bajo el control de algunas casas que los utilizaron para afianzar su hegemonía en rituales de participación comunal. En este contexto, la competencia entre ellas las habría llevado a comportarse como facciones tal y como lo expresa Hamilakis (Driessen y Letesson, 2020: 13-17).

Una cuestión interesante y loable de esta publicación es que incluyeron las perspectivas críticas de algunos autores. En especial, consideramos que Nanoglou (2020) presenta los cuestionamientos más agudos. Según el académico griego, este modelo cuenta con la falencia de intentar resolver la tensión entre el parentesco y una determinada forma de organización política (Nanoglou, 2020: 275). En otras palabras, pareciera que al catalogar a la cultura minoica como una house society, se corresponde, necesariamente, con un tipo de organización política, sin dejar lugar a otro tipo de alternativas. Además, hay otros autores (Whitelaw, 2001, por ejemplo) que sostienen que la familia nuclear era en realidad la forma básica de la sociedad. Adicionalmente, Nanoglou (2020: 275) señala que esta teoría es tan amplia que no puede considerarse un enfoque analítico, sino que es más bien un dispositivo heurístico. Finalmente, el modelo basado en la house society termina siendo una hipótesis que antecede a la evidencia material, haciendo que ésta sea analizada de manera funcional a la teoría (Nanoglou, 2020: 275-276).

Desde nuestra óptica, consideramos que las críticas de Nanoglou son muy acertadas en cuanto que, al leer esta obra colectiva, pareciera que este modelo sirve para explicar todos los fenómenos arqueológicos de la isla de Creta a lo largo de toda su historia. Hay un carácter esencialista que termina por generar un círculo hermenéutico-epistemológico que se retroalimenta continuamente.

4. La antropología política y la Creta minoica

Luego de este repaso por las teorías existentes hasta el momento, es hora de presentar el estado de la cuestión de los estudios minoicos acerca de esta temática, para hacer una evaluación de las corrientes antropológicas que existen y cuáles deben ser introducidas.

En primer lugar, de la sección anterior se desprende que hay al menos cuatro modelos de organización política en la historiografía: el primero de ellos fue inaugurado por Evans, en el cual Cnosos era el centro de poder de la isla en todos los aspectos sociales; hasta el día de hoy cuenta con algunos seguidores, sobre todo, en los aspectos de subordinación de toda la isla (o gran parte de ella) bajo su égida. El segundo es la crítica de Cherry conocida como peer polities, en la cual cada centro palacial era autónomo. El tercer modelo fue elaborado por Hamilakis tras un largo período de refutaciones teóricas, y proponía ser una superación tanto de la postura de Evans como de la de Cherry, y también contaba con conceptos propios de la antropología política, principalmente la idea de “facciones”. Finalmente, el último modelo es el que más académicos ha concentrado hasta el momento: la idea de que la sociedad minoica era esencialmente corporativa ha generado que Driessen considere que la cultura minoica estaba organizada como una house society en donde los “palacios” eran centros comunales locales y donde el poder no estaba concentrado.

Sin embargo, también debemos mencionar otras posturas que, sin configurar un modelo en sí, presentaron nuevos enfoques para analizar esta problemática. Por ejemplo, Adams ha estudiado la relación entre sitios sagrados (cuevas y santuarios de altura) y ha señalado las diferencias regionales que existen incluso en áreas tan cercanas a Cnosos como Archanes y Malia (Adams, 2004: 38-39), y ha resaltado la posibilidad de que algunos espacios sagrados no hayan estado bajo el mando de ninguna autoridad en particular (Adams, 2004: 33). Este último punto es realmente significativo en cuanto que el control sobre la religión ha sido visto como una de las prerrogativas de los “palacios”, al punto que algunos autores consideraron a la cultura minoica como una teocracia (Platon, 1983; Marinatos, 2007). Sin embargo, que haya diferentes tipos de espacios religiosos sin un control definido, nos muestra que también había distintos tipos de jerarquías en esta área, y que el control no era total.

De hecho, esta misma autora critica profundamente el concepto de estado de una manera similar a Knappett (1999), pero agregando otro tipo de alternativas. En este sentido, Adams señala que hoy en día tenemos una visión demasiado territorial de lo que son los estados y que eso se corresponde con nuestra tradición basada en naciones, y que no necesariamente la cultura minoica tuvo que haber tenido los mismos parámetros (Adams, 2006: 1-2). Por esta razón, establece que hay diferentes tipos de interacciones en donde no siempre prevalecen las políticas, y eso genera que los límites entre los centros de poder sean fluidos (Adams, 2006: 3, 27). De este modo, en vez de analizar las relaciones políticas entre los “palacios” y las regiones bajo los parámetros de hegemonía y subordinación, la autora prefiere el concepto de interdependencia (Adams, 2006: 6) y heterarquía (Adams, 2017: 36).

En una línea similar, Parkinson y Galaty (2007: 113-114) han estudiado los estados del Egeo como estados secundarios, pero intentando desprenderse de las teorías neoevolucionistas al unir el concepto de heterarquía con el de sociedad corporativa. En este sentido, declaran que los antropólogos están abandonando las categorías sociales que usualmente se usan en la arqueología, a favor de conceptos más dinámicos (Parkinson y Galaty, 2007: 115). Por esta razón los autores utilizan el “modelo dinámico” que Marcus (1993) emplea en el área maya para mostrar la diversidad de trayectorias que tuvieron los diferentes estados de Mesoamérica. En el caso del ámbito cretense, este modelo serviría para explicar la inestabilidad propia de las entidades políticas, no sólo del período Neopalacial, sino a lo largo de toda la historia de la isla durante la Edad de Bronce (Parkinson y Galaty, 2007: 117).

Sin embargo, hay autores que se resisten a aceptar el concepto de heterarquía, dado que es difícil detectarlo arqueológicamente. Por ejemplo, Bevan (2010: 2-3) sostiene que, si bien la noción de estado ha tenido una concepción demasiado rígida de territorialidad, el problema de las posturas postestructuralistas es que terminan generando una idea de otredad sobre el pasado como algo totalmente diferente a algunos conceptos actuales. Pero contrariamente a lo que intentamos exponer en este trabajo, Bevan (2010) basa su trabajo en la geografía política y aplica nuevos métodos de Sistemas de Información Geográficos para combinar distintos factores y de esta manera encontrar los niveles jerárquicos en Creta. La cuestión, para nosotros, no está en determinar con fórmulas matemáticas la extensión de un territorio con base en su tamaño comparativo y su influencia en el paisaje; detrás de estas generalizaciones se pierden los procesos sociales que hay detrás de la evidencia arqueológica. El uso del tamaño relativo de los edificios monumentales no es del todo nuevo –aunque hay que reconocer las novedades teóricas y metodológicas que emplea Bevan–; como mencionara Vavouranakis (2007), se termina igualando determinada superficie a una idea de poder.

Adicionalmente, hay algunas cuestiones que han sido refutadas en investigaciones posteriores. El caso más evidente es la cuestión económica de adquisición y movilización de recursos: es común que una forma de resaltar el poder de Cnosos sea a través del área de adquisición de bienes y su posterior almacenamiento y redistribución. Pero la cantidad de personas estimada de Cnosos (entre 14.000 y 18.000 individuos [Whitelaw, 2004: 153]) es demasiado grande como para que la producción de alimentos pueda abastecer a todas ellas, más aún teniendo en cuenta que algunos de ellos no producían su propio alimento (Whitelaw, 2019: 114). De hecho, Christakis (1999; 2004; 2008; 2011) ha estudiado la capacidad de almacenaje de los “palacios” y de los centros regionales y ha concluido, para el caso de Cnosos, que tenía capacidad para mantener de 750 a 1000 individuos (Christakis, 2008: 120).

Esto ha llevado a una fuerte crítica del sistema redistributivo como explicación del funcionamiento económico de los estados minoicos (Nakassis, Parkinson y Galaty, 2011). De hecho, Earle (2011: 243) especula con que las materias primas debieron haber sido utilizadas estratégicamente para desarrollar diversas fuentes de poder y que debemos preguntarnos en qué medida o en qué circunstancias una sociedad es redistributiva, más que expandir este sistema a la totalidad de la economía. Christakis (2011: 203-204), a su vez, contempla que la redistribución tuvo un alcance limitado (probablemente destinada a rituales religiosos) y Whitelaw (2019: 121) señala que debió haber diversas formas de movilidad de recursos, como el intercambio o la existencia de mercados.

Recientemente, Driessen editó junto a Winjgaarden un nuevo volumen en donde la geografía política de Creta (y de Grecia continental) es la protagonista de los trabajos presentados por diferentes autores. Lo interesante es que Driessen (2021: 8) comienza el libro señalando que “es probable que diferentes sistemas políticos existieron en la isla de Creta en las diferentes regiones y en varios momentos de la Edad de Bronce”.

Un claro ejemplo de este espíritu se puede ver en el trabajo de Vokotopoulos (2021: 61), quien defiende que el este de Creta estaba constituido por ciudades-estado, algunas con edificios centrales (como Zakros) y otras sin ellos (como Palaikastro). Si bien a primera vista, esta aproximación no tendría nada de novedoso dado que el concepto de ciudad-estado cuenta con una larga tradición en los estudios de las sociedades antiguas, es interesante el modo en que el autor lo emplea. A saber: él considera que Palaikastro y Zakros corresponden a dos tradiciones políticas opuestas, el primero menos influido por Cnosos que el segundo, y que los límites entre ambas unidades políticas podrían haber sido dos espacios sagrados constituidos por cuevas (Vokotopoulos, 2021). Sin duda, la originalidad de esta aproximación es la combinación entre el paisaje (sagrado), la geografía política y algunas fuentes clásicas.

Por otro lado, el escenario que plantean Mathioudaki y Girella (2021: 93-94) es distinto: según los autores se puede notar que, al comienzo del período Neopalacial, el área central de Creta muestra una evidente difusión del estilo de Cnosos en la cerámica utilizada para banquetes ceremoniales. La cuestión está en determinar si este vínculo estilístico e influencia cultural se puede relacionar directamente como una forma de dominación política (Mathioudaki y Girella, 2021: 94-95). Este problema ya fue planteado con anterioridad en otras producciones culturales (por ejemplo, la arquitectura [Hitchcock, 2000; Letesson, 2014]), y generalmente se ha planteado en términos de subordinación o emulación como propuestas antagónicas, aunque podríamos pensar estas propuestas de forma más gradual, para ver bajo qué circunstancia la adaptación de ciertas características culturales implica diversos tipos de dominación.

En esta línea, el trabajo de Anastasiadou (2021) es muy interesante dado que realiza un estudio pormenorizado de aproximadamente 555 sellos originarios de Zakros para determinar las tradiciones estilísticas que presentan y el posible significado político de éstas. La autora concluye que hay dos estilos bien marcados durante el LM IA: uno de origen autóctono y otro con características más “cosmopolitas” o comunes al resto de la isla. Estas variedades parecen representar los intentos de Cnosos de penetrar en el área y cierta resistencia de algunos grupos locales, demostrando que el control de un sitio por sobre otro no parece haber sido ni directo ni sencillo (Anastasiadou, 2021: 153-154).

Panagiotopoulos (2021) también usa el ejemplo de los sellos (en su caso, los nódulos) para presentar sus dudas respecto al dominio de Cnosos por sobre toda la isla. Según el académico griego, hay ejemplos en el Cercano Oriente en donde grupos corporativos ejercieron un poder efectivo en algunas entidades políticas (contra Bevan, 2010), y las tensiones entre los diferentes centros de poder lo hacen dudar de que Cnosos haya constituido una zona de influencia compacta y sin que su autoridad fuera desafiada (Panagiotopoulos, 2021: 165).

Obviamente, esta postura también cuenta con voces disonantes como la de Blakolmer (2021: 202, 206), quien señala que en el período Neopalacial se constituyó una koiné cultural encabezada por los motivos iconográficos ideados por Cnosos, y que la utilización de este estilo fuera de su área de producción constituye una forma de afiliación al poder de Cnosos o al menos un vínculo ideológico.

5. Conclusión: tradiciones teóricas y nuevos caminos

Tras esta larga exposición debemos hacer una evaluación de las posturas antropológicas a la hora de analizar la realidad política de Creta durante el período Neopalacial, para proponer nuevos enfoques de análisis.

El primer punto para resaltar es que, a partir del nuevo milenio, ha habido un acercamiento significativo a las ciencias antropológicas que había sido inaugurado y abandonado tras el trabajo de Cherry. La adopción de estos enfoques se había realizado en una obra colectiva que consideraba que la comparación entre las culturas podía ser fructífera; de hecho, esta tendencia continuó en los estudios sobre el área maya y generó una riqueza mucho más significativa en la producción y en el debate acerca de distintos modelos de organización política (Cano Moreno, 2021). Mientras tanto, los estudios minoicos se encerraban sobre sí mismos, y son pocos los trabajos que se aventuraron a continuar con la metodología de la cross-cultural comparison.

Esto resulta realmente paradójico dado que los modelos y las tendencias teóricas que mencionamos en la segunda parte de este trabajo utilizan los trabajos del área mesoamericana en general, y de los estudios maya en particular, para fundamentar sus teorías. Hamilakis se basa fuertemente en los trabajos de Brumfiel y Fox (1994) sobre las facciones aztecas; Driessen, por su parte, utiliza el modelo de Lévi-Strauss, pero del modo en que Gillespie lo adaptó a la arqueología maya. Pero a su vez, si trazamos una genealogía de estos académicos, podemos notar que sus trabajos se constituyeron como una respuesta al debate entre quienes sostenían un modelo centralista (Chase y Chase, 1996) y aquellos que sostenían diferentes modelos centralizados (Fox, Cook y Demarest, 1996). Dicho debate se produjo, en parte, tras la publicación de los artículos de Sabloff y Freidel en el mismo libro en el que Cherry presentó su modelo. En otras palabras, este puntapié inicial fue mucho mejor aprovechado por un campo de estudio que por el otro. Lamentablemente, muchas veces la comparación realizada por los académicos del área minoica está limitada a algunos pocos párrafos, lo que genera que se considere a la cultura maya como una entidad uniforme y como un campo de estudio ajeno a los debates que mencionamos (Cano Moreno, 2021, para un análisis extensivo).

De todas formas, hoy en día hay ciertas tendencias que vale la pena rescatar y que consideramos que deben ser profundizadas en el futuro. En primer lugar, el concepto de heterarquía es muy importante para entender las dinámicas de poder en Creta. Adams es una de las mejores representantes de la aplicación de esta postura y, como ya resaltamos, hoy en día forma parte de los debates sobre la hipotética extensión del poder de Cnosos sobre el resto de la isla. No obstante, desde nuestra postura, consideramos que el concepto de heterarquía ha sido interpretado siempre en oposición al de jerarquía política, y esto implica una limitación del concepto. Una configuración heterárquica no quiere decir que diferentes unidades políticas se encuentren en un nivel de igualdad (como postulaba Cherry), sino que no necesariamente el control político es el único parámetro para medir el poder de un centro sobre otro. Si entendemos que puede haber diferentes niveles de jerarquía en distintas facetas sociales, podemos enriquecer nuestros análisis con distintas variantes y ponerlas en diálogo para comprender su complejidad.

Por ejemplo, resulta evidente que Cnosos tenía intenciones de dominación al comenzar el período Neopalacial, pero las estrategias empleadas parecen haber variado significativamente según la región y el marco temporal. En algunos casos, intentó controlar espacios sagrados (Juktas), en otros casos no (Malia); en Mesara parece haber favorecido a centros no palaciales (Haghia Triada), en Pediada y en Zakros optó por construir “palacios” ex novo; en cuanto a la iconografía, limitó el uso de frescos a la zona central, pero difundió compulsivamente los sellos con imágenes propias de sus tradiciones estilísticas por toda la isla. En resumen, es en la diversidad en donde debemos encontrar una explicación a un escenario igualmente complejo.

De esto se desprende otra de las tendencias que han sido exploradas en los últimos años: la de considerar que el poder no es una entidad establecida de forma permanente, sino que se manifiesta por medio de diversas estrategias. En este sentido, la incorporación de las estrategias network y de las estrategias corporate ha sido muy fructífera para comprender que la sociedad minoica se identificó más con las de segundo tipo. Así, es comprensible que los aspectos comunales sean más evidentes que las jerarquías verticales y que la competencia y la emulación sean fenómenos constantes en la historia de la isla.

Este tipo de fuerzas hace que los modos de legitimación de las elites que ostentaban o peleaban por el poder se hagan por medios que no son comunes para el contexto de la Edad de Bronce. Si bien la guerra parece haber existido de una manera más bien marginal (Molloy, 2012), las manifestaciones iconográficas y la organización de rituales religiosos parecen haber sido un modo más efectivo de subordinación. En este sentido, consideramos que no se han considerado algunas perspectivas que creemos importante incorporar.

Nos referimos más concretamente a la posibilidad de analizar hasta qué punto se puede considerar a la cultura minoica como un estado galáctico. Dicha idea proviene del enfoque empleado por Demarest para el área maya, pero se basa en otros dos enfoques teóricos: la organización en forma de Mandala (Tambiah, 1977) y el concepto de estado teatral (Geertz, 2000 [1980]). El primero de estos conceptos nos permite analizar la relación entre los centros de poder, y el segundo nos permite comprender el funcionamiento de estas unidades políticas.

Por un lado, consideramos que la idea de Mandala es fructífera en cuanto que, a través de este símbolo, se hace una representación cosmogónica de la topografía y permite que haya distintos tipos de ordenamientos en el plano terrenal (Tambiah, 1977: 69). En otras palabras, incorpora la noción de heterarquía de una manera integral teniendo en cuenta las diversas formas en que se pueden expresar las distintas estrategias de poder.

Dado que en este tipo de estados el poder estaba constantemente en disputa y los límites entre las unidades políticas eran fluidos, los grupos de elites debían sacrificar una gran cantidad de esfuerzos en realizar una variedad de puestas en escena para mantener la cohesión social (Geertz, 2000 [1980]: 27 y ss.). Nuestra hipótesis sostiene que la proliferación de manifestaciones iconográficas y la preocupación por realizar banquetes vinculados a espacios religiosos formaron parte de esta teatralidad que cobra especial sentido en un contexto de unidades políticas más bien descentralizadas y/o débiles. En este sentido, exploraremos en profundidad la utilización y la iconografía de los sellos del período, dado que en ellos podemos encontrar esta doble faceta: la preocupación por la movilidad de bienes y la proliferación de motivos iconográficos.

Es importante aclarar que nuestra intención para futuros trabajos no es comprobar fehacientemente que Creta se haya constituido bajo la forma de un estado galáctico, sino que consideramos que los modelos teóricos deben ser elementos heurísticos que funcionen como puntos de partida para comprender la complejidad del pasado humano. De hecho, las posturas de Tambiah y de Geertz merecen ser actualizadas para incorporar las nuevas tendencias que desarrollamos en este trabajo y porque nunca han sido propuestas para estudiar la historia de Creta durante la Edad de Bronce. De esta manera, consideramos que se priorizan las dinámicas sociales que produjeron la materialidad arqueológica por sobre las estructuras teóricas pensadas por los investigadores.

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1 En realidad, la idea de la redistribución no fue establecida por Evans, sino por Finley (1957: 135), quien aplicó los conceptos de Polanyi (1944: 44–59) para las sociedades palaciales, pero profundizó las nociones principales establecidas por el arqueólogo inglés. Si bien el eje económico será mencionado recurrentemente en este trabajo, va más allá de nuestras intenciones hacer un análisis profundo sobre esta temática. Ante esto, podemos referirnos a dos artículos de nuestra autoría (Cano Moreno, 2018; 2020).

2 No es justo olvidar que Bintliff fue el primero en proponer una comparación entre las poblaciones mayas y la sociedad minoica, pero esta idea no se desarrolló hasta la obra de Renfrew y Cherry.

3 El término “villa” se estableció porque se consideraba que estas estructuras funcionaban como los latifundios romanos (Whitelaw, 2019: 122; también Cano Moreno, 2020).

4 Agregamos algunos autores no mencionados por Driessen dado que definieron su postura luego de la publicación de este artículo.

5 MM = Middle Minoan = Minoico Medio; LM = Late Minoan = Minoico Tardío o Reciente.

6 También participaron representantes de estas corrientes como Betancourt (2002) y Warren (2002), pero en líneas generales la postura del congreso fue crítica de estas perspectivas.