La ideología india
Perry Anderson (2017).
Pensamiento crítico 58. Madrid: Akal, 221 páginas.
ISBN 978-84-460-4449-9
Ricardo Pedro Cimoli
Universidad de Buenos Aires, Argentina
La presente obra fue publicada originalmente en inglés en 2012. La editorial Akal lanzó esta traducción al castellano en el año 2017 y la incluyó en su colección “Pensamiento crítico”. La misma también contiene, entre otras publicaciones, La idea de Israel de Ilan Pappé.
Perry Anderson es un historiador británico nacido en 1938. Su crianza transcurrió en China e Irlanda junto a un padre funcionario imperial, y su hermano Benedict, quien sería luego su colega. Desde su juventud se lo asoció a la óptica marxista. De hecho, reconoció que el nombre de este libro se debió a una analogía con la obra de Karl Marx (La ideología alemana). Sin embargo, su adscripción ideológica no invalidó una visión crítica; a saber, en El Estado absolutista (1974), rechazó la tesis de Marx sobre la economía de las sociedades asiáticas. El tema de La ideología india alude, por su lado, al estudio de un tipo de discurso político-social en el sur de Asia: el nacionalismo secular sostenido por la mayor parte del Partido del Congreso.
La hipótesis presentada por Anderson partió de una pregunta: ¿hasta qué punto esta República sudasiática es verdaderamente laica?, para derivar en otra: ¿cuán presente está la India antigua, o la civilización del Valle del Indo y los Vedas, en el ethos del nacionalismo presuntamente laico de Jawaharlal Nehru y Mahatma Gandhi? El aporte de Anderson radica en haber puesto la mira en el nacionalismo secular, y no en el hindú (ya sea el del Bharatiya Janata Party –BJP– o de un sector minoritario del Partido del Congreso) o en el islámico, a los cuales se les descuenta su sesgo confesional.
Las fuentes de La ideología india son variadas, tanto las primarias, como las secundarias que exhiben académicos de diversas disciplinas y orígenes, clásicos o modernos.
Con relación a las primeras, vemos entre otras: mensajes del Servicio Civil británico; cartas de líderes indios; autobiografías de políticos; periódicos asiáticos o europeos; entrevistas periodísticas; obras literarias-religiosas de la antigüedad; y hasta datos de Wikipedia, e incluso de Wikileaks.
Si nos basamos en las segundas, podemos mencionar a: la historiadora británica Judith Brown, el sociólogo indio de origen francés André Beteille, el periodista paquistaní Tariq Ali, el filólogo alemán Michael Witzel, el historiador australiano Ian Copland, el economista bengalí ganador del premio Nobel Amartya Sen, el indólogo estadounidense Stanley Wolpert, el tamil Sarvepalli Gopal (biógrafo de Nehru), y la antropóloga india Mukulika Banerjee.
El texto se compone de un prólogo, tres capítulos y una adenda con tres anexos. Los capítulos se hilvanan cronológicamente: primero, Gandhi y la lucha independentista; luego, la transmisión del poder de Londres al Congreso; y, tercero, la organización del Estado poscolonial por J. Nehru.
En el prólogo, Anderson relata su proyecto: analizar las potencias del siglo XXI (la Unión Europea, Rusia, China, Brasil, Turquía e India). Así, escribió en 2012 tres artículos que conformaron el corazón de este libro, los cuales fueron publicados en la London Review of Books, y tres años más tarde por una editorial india.
El capítulo I se denomina “Independencia”, y apela a citas de El descubrimiento de la India, donde Nehru forjó la idea central de “la ideología india”; o sea, el nacimiento de una nación 6000 años atrás en los sitios arqueológicos de Harappa y Mohenjo-Daro, que continúa siendo hoy la misma unidad multiconfesional y secular. Anderson divisa las réplicas de esas “ensoñaciones patrióticas”. Por ejemplo, recuerda cómo Amartya Sen llegó a sostener la preexistencia de una nación india milenaria sólo por debates públicos y disquisiciones filosóficas siglos atrás. Otro ribete de esta ideología lo halla en la guerra con China (1962), cuando la Oficina de Asuntos Exteriores apeló a la epopeya del Mahabharata –compuesta siglos atrás– para argüir que la región nororiental (North East Frontier Agency) integraba la Madre India hacía milenios.
La primera crítica que Anderson hace a esta ideología es que en la historia del sur de Asia, desde la civilización del Indo hasta el Raj británico, hubo una miríada de reinos de diversos tamaños; y además, ninguno de los tres imperios principales (Maurya, Gupta o Mughal) cubrió todo el territorio del cual Nehru hablaba. Asimismo, no hubo conexión política, cultural o religiosa entre ellos. En segundo lugar, hasta su nombre es exógeno, ya que la palabra “Hindustán” era un término persa para aludir a las tierras adyacentes al río Indo. La connotación religiosa vendría décadas antes de la independencia cuando grupos religiosos comunalistas bregaban por un Estado donde los hindúes fueran mayoría. Anderson apunta a la vez hacia Gandhi por la idea de nación ancestral. Prueba de ello son sus referencias al texto épico del Ramayana en reuniones partidarias, y en su Autobiografía, donde anhela volver a la edad mítica de la deidad Rama.
El capítulo II se titula “Partición”, y allí afirma que ciertos líderes del Congreso se “autoengañaron” asimilándose a grandes emperadores del pasado como el budista Ashoka de la dinastía Maurya (siglo III a.C.), quien defendió la no violencia como método de gobierno. El otro dato de interés son las incoherencias de los otros discursos nacionalistas como el islámico o el hindú, por su anacronismo y su matiz mitológico.
El capítulo III (“República”) carga contra los supuestos logros del nacionalismo secular indio: conservar unido territorialmente al país que se había independizado, pero que supuestamente venía de hacía siglos. Por ejemplo, en una de las áreas más conflictivas de India: los Estados del noreste, donde los habitantes suelen tener origen tibetano-mongol, y ninguna conexión con el hinduismo, los Vedas o con algún intento centralizador de los Maurya, los Gupta o los Mughales.
Anderson responsabiliza a Nehru por el “delirio” de una nación milenaria, quien llegó al punto de opinar que la frontera del British Raj con China (la línea McMahon) era anterior a la colonización, sólo en base a las especulaciones místico-filosóficas presentes en las Upaniṣads.
Otro aspecto del mismo fenómeno lo ve en la presunta “no violencia” ancestral de la Madre India bajo la óptica de Gandhi. Al respecto, el escritor Nirad Chaudhuri refuta esa idea, ya que, salvo el período de Ashoka, hasta la resistencia pacífica del Mahatma en el siglo XX, el militarismo en la literatura sánscrita era la norma.
Por último, menciona el uso que le dio Gandhi al Ramayana en su lectura de la partición de 1947, cuando comparó la secesión de Pakistán con el rapto de la doncella Sita a la isla de Ceilán (actual Sri Lanka) por el demonio Ravana.
Anderson comenta que dichas ideas no eran sólo de los líderes del Partido del Congreso, dado que el influjo del nacionalismo secular se constata hasta hoy. Por ejemplo, en 2007 un funcionario de un gobierno estatal apeló al Tribunal Supremo para impedir el dragado del canal de Pamban (sudeste de India), sólo porque en esa epopeya se dice que allí el ejército de monos de Hanuman levantó un puente para rescatar a Sita. En síntesis, este capítulo resalta cómo el nacionalismo secular continúa invocando a la tradición mítico-religiosa.
El autor afirma que esta situación fue alentada por la ausencia de una historiografía en las doctrinas védicas e hindúes, pues se careció de autores como Heródoto o Sima Qian. Aborda también la comparación con Israel; pues en ambos Estados poscoloniales la religión y la justificación con base en textos antiguos han sido parte de la identidad.
Por su parte, la adenda se suma en la segunda edición en inglés de 2015 y se incluye en la presente edición en castellano; se compone de una nota, una entrevista con el periodista indio Praful Bidwai, y el ensayo “La ideología india y sus críticos”. La nota sirve de contexto, mientras que la entrevista ahonda en cuestiones y responde inquietudes. Por su parte, el ensayo refuerza los temas ya vistos, pero identifica también a sus detractores, tanto intelectuales de izquierda como el Colectivo Indio de Estudios Subalternos, quienes lo tildan de orientalista y defensor del colonialismo.
En este punto, podemos señalar algunas limitaciones del libro. Si bien el autor supo intercalar teorizaciones o citas con anécdotas, el texto se ve en parte forzado por la carencia de subsecciones en los capítulos. Al mismo tiempo, es poco usual que en un libro académico no se halle una recopilación de bibliografía al final (aun cuando cuente con referencias a pie de página), o imágenes, y que sólo se presente un mapa.
Una característica que le quita solidez son las adjetivaciones, en general peyorativas; e incluso, los sarcasmos hacia políticos indios son frecuentes. Otras limitaciones que se observan son, por un lado, una descontextualización de citas directas que se percibe en ocasiones, y por otro, cuando el autor intenta hacer historia contrafáctica, al señalar medidas que el Congreso podría haber tomado para evitar la división entre India y Pakistán.
Sobre estos últimos puntos, se puede argüir que el libro está dirigido a un público general, y no estrictamente académico; aún más, que pertenece a un campo más ensayístico-periodístico, donde los rasgos mencionados son usuales.
A modo de balance, Perry Anderson interviene mediante La ideología india en varios debates del sur de Asia actual: ¿cuándo surgió la nación india?, ¿en el período védico, o antes con la civilización del Indo? ¿Fueron los gobernantes musulmanes o británicos sus artífices? Al respecto, este historiador marca el influjo europeo en la gestación del nacionalismo indio, tal como lo hicieron otros como la antropóloga francesa Marie Fourcade (2005), frente a los teóricos defensores de la idea nacionalista secular acerca de la preexistencia de la nación india (Shashi, 2017). Sin embargo, Anderson va más allá y se acerca a la crítica poscolonial, la cual, sin negar el concurso británico, enfatiza la reelaboración nativa para explicar el surgimiento del nacionalismo en la región (Kaviraj, 1999).
El aporte de Anderson radica en la detección de un discurso laico en apariencia, pero realmente religioso, en Nehru, Gandhi y sus partidarios. Sin duda, la traducción de textos védicos e hindúes en el siglo XVIII, o el hallazgo de los sitios arqueológicos de Harappa y Mohenjo-Daro en la década de 1920, han disparado una disputa en la historiografía sudasiática por el origen de la nación india según las tres principales variantes de los nacionalismos locales. Tanto la rama hindú (con el BJP hoy a la cabeza) capaz de –y en colisión con la filología– identificar a dichas culturas con el período védico (Nussbaum, 2009); o la islámica, que se jacta de que la mayoría de esos yacimientos se halla en Pakistán (Badruddin, 2012); o bien, el nacionalismo laico capaz de ver allí a la India multiconfesional que durante seis mil años habría vivido en paz hasta el arribo británico. Estos discursos nacidos durante el colonialismo y basados en comunidades de la antigüedad continúan sirviendo de lente para una sociedad poscolonial.
Este debate en torno a cuándo nació la nación india convive con otros: ¿la civilización del Valle del Indo era una sociedad con o sin Estado?, ¿sus sitios eran ciudades-Estado al estilo sumerio o un Estado centralizado como el del antiguo Egipto?, ¿su lengua era indoeuropea, dravídica, o asiánica?, ¿existió durante el II milenio a.C. una invasión indoeuropea en la zona? (Campagno, 2007).
Anderson responde una de estas dudas de modo fundamentado: la idea de la “nación india” surgió durante el siglo XIX en tándem con la interacción entre el colonialismo y la sociedad nativa. No obstante, en oposición a otros autores, para este historiador la supuesta rama laica (la ideología india, como la nombra) y la artífice del Estado poscolonial con el Partido del Congreso a la cabeza, tampoco se distinguió de los nacionalismos confesionales (hindú o islámico). La misma, como constata este libro, no supo, no quiso o no pudo hasta hoy dejar de invocar la herencia milenaria basada en epopeyas antiguas y tradiciones religiosas para definir la nación.
Bibliografía
» Anderson, P. (1974). Lineages of the absolutist state. Londres: New Left Books.
» Badruddin, A. (2012). A Muslim majority Indus Valley Civilization?, en: Dawn. En línea: https://www.dawn.com/news/728611/a-muslim-majority-indus-valley-civilization. [Consultado: 10-10-2020].
» Campagno, M. (2007). El origen de los primeros Estados. Buenos Aires: Eudeba.
» Fourcade, M. (2005). Los Británicos en la India (1857-1947), o el “reinado de lo cínicamente correcto”, en: Ferro, M. (coord.), El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento. Madrid: La Esfera de los Libros, 356-411.
» Kaviraj, S. (1999). La institución imaginaria de la India, en: Dube, S. (coord.), Pasados poscoloniales. Colección de ensayos sobre la historia y la etnografía de la India. México: El Colegio de México, 299-344.
» Nussbaum, M. (2009). India. Democracia y violencia religiosa. Barcelona: Paidós Ibérica.
» Shashi, T. (2017). Inglorious Empire. What the British Did to India. Londres: Hurst.