Ritual, simbolismo y cohesión social. La caza en el Egipto predinástico

Antonio Pérez Largacha

Grupo de investigación GRIHAL, Universidad Internacional de La Rioja, España

Fecha de recepción: 28 de febrero de 2023
Fecha de aceptación: 31 de julio de 2023

Resumen

La caza ha sido entendida en muchas ocasiones, desde una perspectiva evolucionista, como un estadio anterior a la complejidad social, económica y política. Es cierto que su aportación al sustento alimenticio de la población de Egipto disminuyó en tiempos predinásticos y que la relación con los animales salvajes, exóticos, se ritualizó con la materialización de una ideología o cultura asociada al faraón, pero la caza, al igual que la pesca, siguió proporcionando unos productos que eran demandados por la sociedad. Se trata de una actividad que debe ser analizada teniendo en cuenta los planteamientos antropológicos, arqueológicos y artísticos para entender mejor su simbolismo y presencia en la memoria cultural del Egipto faraónico.

Palabras clave: caza, memoria cultural, ritual, Egipto predinástico

Ritual, Symbolism and Social Cohesion. Hunting in Predynastic Egypt

Abstract

Hunting has been understood on many occasions from an evolutionary perspective, as a stage prior to social, economic and political complexity. It is true that its contribution to the food sustenance of the Egyptian population decreased in predynastic times and that the relationship with wild, exotic animals was ritualized with the materialization of an ideology or culture associated with the pharaoh, but hunting, like fishing, continued to provide products that were demanded by society. It is an activity that must be analyzed considering anthropological, archeological and artistic approaches to better understand its symbolism and presence in the cultural memory of Pharaonic Egypt.

Keywords: hunting, cultural memory, ritual, predynastic Egypt

Introducción

La caza suele ser interpretada como una actividad que es realizada, practicada, por sociedades que no han alcanzado un grado de complejidad social, económica o política, por lo que perdería importancia o sería abandonada a medida que las sociedades neolíticas se vuelven más complejas y, especialmente, cuando existen unas estructuras que se consideran estatales, momento en el que la caza se asocia a una élite política que la utiliza como un componente simbólico vinculado a su poder y prestigio.

La caza se relaciona en un primer momento con la obtención de alimentos, así como de productos como pieles o huesos, perdiendo su valor alimenticio con el desarrollo de la agricultura y la ganadería doméstica. Sin embargo, es una actividad que desde sus orígenes tiene unas implicaciones simbólicas y sociales que mantiene con el tiempo, sin olvidar que siempre puede complementar el suministro de carne u otros alimentos (Kent, 1989: 132), al igual que la pesca. En las próximas páginas nos centraremos en aspectos simbólicos, rituales y de memoria cultural vinculados con la caza de grandes animales en tiempos predinásticos (ca. 4000-3100 a.C.). Por esta razón, la pesca y la caza menor, que a pesar de su escasa presencia arqueológica y artística debieron tener importancia dado que constituían una base alimenticia para el conjunto de la población, serán escasamente mencionadas.

En los comienzos del Egipto predinástico la caza fue una actividad importante, no sólo en relación con la obtención de alimentos, sino también con el proceso de conquista y asentamiento en el valle del Nilo, siendo una de las temáticas más representadas en la cerámica de Nagada I, para ir desapareciendo de forma paulatina y quedar, finalmente, reducida al ámbito de la élite al ser otra más de las expresiones de las que se apropiará el faraón como símbolo de su autoridad y mantenimiento del orden, una exclusión artística que también acontece con muchas otras manifestaciones (Baines, 1990). Pero ello no implica que la caza desapareciera, ya que en un entorno como el egipcio la llegada de animales a orillas del Nilo, en especial en tiempos anteriores a la crecida, aunque menos frecuente que en tiempos predinásticos, siguió existiendo y constituía un potencial peligro para las cosechas y poblaciones, al tiempo que además de su carne, sus pieles, cornamentas, etc. seguirían utilizándose como materiales para la elaboración de objetos artísticos, amuletos o implementos de uso diario (Linseele y Van Neer, 2009). No debe tampoco olvidarse la importancia de la pesca o la caza de aves migratorias, una práctica que será representada en las tumbas faraónicas con un significado religioso pero que también tenía un valor nutricional.

Por otra parte, el dominio sobre los animales del desierto y los que habitaban el valle del Nilo fue un proceso lento en el tiempo que fue iniciado por grupos humanos que procedían de los desiertos huyendo del proceso de desecación del Sahara y otras regiones circundantes al valle del Nilo, lo que contribuyó a constituir una memoria cultural, unas concepciones y relaciones sociales que pasarían a formar parte de la ideología y concepción del mundo que tuvo el Egipto faraónico.

La caza como espacio y tiempo

Al analizar la caza siempre debe tenerse en consideración que tiene un componente espacial al ser una actividad que se realiza en unos espacios que son liminales o, cuando menos, están alejados y tienen unas características diferentes a las que existen en las áreas habitadas de donde proceden los cazadores, tanto en las sociedades neolíticas como en las estatales, diferencias que son utilizadas y representadas ideológica y culturalmente por estas últimas.

Igualmente, las cacerías tienen un componente económico, social o ritual por realizarse en dicho entorno especial, el desierto en el caso faraónico, al que posteriormente el Estado faraónico dotó de unas connotaciones específicas al contraponer ideológicamente las regiones desérticas que rodeaban el valle del Nilo (desret) con el fértil valle del Nilo (kemet), aunque su valoración no debe interpretarse siempre como algo negativo o peligroso (Brémont, 2018; Darnell, 2021). En este sentido, no debe olvidarse que en tiempos predinásticos se establecieron algunas de las bases mentales e ideológicas del futuro Estado faraónico y los desiertos, como todo lo que habita en ellos, se incorporaron al nuevo marco cognitivo.

En torno al valle del Nilo existiría una actividad cinegética al acudir ciertos animales en busca de agua y habitar otros que constituían una amenaza para la seguridad económica y física de las comunidades, en especial cocodrilos e hipopótamos. Con estos últimos los antiguos egipcios convivían, especialmente en el Bajo Egipto, y con los cocodrilos en el Alto Egipto. Asimismo, siempre se realizó la caza de aves, especialmente en las épocas de su migración, y así es representada en tumbas de reyes y nobles que, en especial en el Reino Nuevo, imitan en su actitud la icónica imagen de vencer y dominar con la que Narmer es representado en su paleta.

La caza puede considerarse como una actividad de superioridad, de defensa o económica, pudiendo tener aspectos de todo ello. Pero también, en opinión de Ingold (1994), las sociedades cazadoras establecen una relación de respeto, incluso de igualdad, con un entorno animal que forma parte del mismo mundo, pudiendo cambiar dicha relación con las sociedades pastoriles neolíticas y convertirse en un dominio, aunque sin perder un componente económico y de protección.

Además, la realización de cacerías se relaciona con el concepto de tiempo que tienen las sociedades, en especial en las sociedades neolíticas donde la caza ya no forma parte de su ritmo o actividad diaria o, al menos, frecuente. Es lógico pensar que las cacerías se realizarían en unas épocas concretas del año, coincidiendo con el desplazamiento de los animales u otras circunstancias como el período previo a la crecida del Nilo, como veremos en el caso de Hierakómpolis, lo que permite hablar de la “creación de un tiempo”, de una actividad asociada a una época del año, lo que está unido a la ritualización. Es decir, tiene lugar un cambio en la concepción de tiempo y espacio en relación con la caza, que pasa a ser algo que ocurre fuera del entorno natural y habitado. Este cambio mental y conceptual también tiene su expresión en las manifestaciones artísticas y, con la aparición de un Estado y de una élite dirigente, dicha concepción se vuelve más excluyente y desaparecen todas las connotaciones relacionadas con la subsistencia, convirtiéndose la caza en una manifestación que legitima la autoridad (Hamilakis, 2003). La caza permitió a la élite identificar y estructurar el control del entorno y expresar simbólicamente el dominio sobre el caos (Hendrickx, 2011a: 256).

La caza y su representación

Las escenas de caza se encuentran con frecuencia en la cerámica White Cross-lined de Nagada I, pero lo representado no es la caza en sí misma, sino la victoria y el dominio sobre unos animales, lo que concede a estas escenas desde un primer momento un carácter simbólico que será característico del arte faraónico, llegando incluso en ocasiones a omitirse la representación de los cazadores y aparecer en su lugar perros, que en los objetos protodinásticos serán representados al final de hileras de animales como símbolo de control y dominio (Hendrickx, 2011b).

Los estudios revelan que con posterioridad a tiempos badarienses el consumo de carne procedente de la caza disminuyó de forma muy notable, de lo que se ha deducido que la caza perdió importancia en la obtención de alimentos y que, por tanto, no tenía una motivación económica (Linseele y Van Neer, 2009). Un cambio en el que influyó tanto el desarrollo de la agricultura y la ganadería como las transformaciones que tuvieron lugar en el clima en relación con el proceso de desecación que venía produciéndose desde el VI milenio y que afectó a diferentes especies. Sin embargo, aunque la disminución de la incidencia de la caza en la vida de las comunidades neolíticas parece evidente, la caza siguió practicándose y tenía una incidencia económica (quizás menor) pero también ritual y social.

En las escenas de la cerámica White Cross-lined no hay una representación de la muerte de animales y la actitud de los cazadores es, como hemos indicado, de dominio, con unos lazos que parecen dominar a los animales (Fig. 1). Ésta es una actitud que se relaciona con el control sobre las fuerzas hostiles, peligrosas, que rodeaban a la sociedad egipcia y que, en tiempos posteriores, se materializará en la concepción faraónica del caos en contraposición al orden, siendo significativo que la actitud victoriosa del faraón también será representada en el acto de vencer, no luchando o derrotando de una forma activa.

Fig. 1. Cerámica White Cross-lined (Metropolitan Museum of Art, Nueva York: 35.10).

Sin embargo, dominar de esta manera a animales como hipopótamos o cocodrilos es, cuando menos, difícil, por lo que las escenas tendrían un carácter simbólico. Otra posibilidad es que esta forma de representación pueda entenderse como acciones realizadas en el interior de unos recintos cerrados (Ingold, 1994). La existencia de trampas o recintos donde se reunía a ciertos animales es conocida en otras regiones y culturas contemporáneas a tiempos predinásticos, no debiéndose descartar su existencia a la espera de que puedan realizarse investigaciones en unas regiones desérticas, próximas o no al valle del Nilo, que están escasamente exploradas.

Otro aspecto interesante es que en la cerámica White Cross-lined la caza o dominio del hipopótamo es frecuente (Hendrickx y Eyckerman, 2012: 29), pero este tipo cerámico, al igual que posteriormente la cerámica decorada de Nagada II, es característico del Alto Egipto, siendo los hipopótamos más abundantes en el Bajo Egipto, donde no se encuentra ningún tipo de decoración en la cerámica, pudiendo ser una evidencia de que a lo largo de Nagada I el hipopótamo continuó teniendo una presencia en el Alto Egipto y fue desapareciendo debido a la acción humana.

Durante Nagada II las escenas vinculadas a la caza prácticamente desaparecen de la cerámica decorada (clase D), lo que no implica, lógicamente, que desapareciera la relación con el entorno animal. Es cierto que cacerías como tales no se representan, pero sí es frecuente la representación de animales del desierto como avestruces, ibex o addax (Graff, 2009). Esta cerámica tiene una finalidad funeraria y sus escenas pueden relacionarse con los deseos del más allá, aunque también transmiten unas experiencias y vivencias.

Sin embargo, las escenas de caza sí son representadas en el desierto, en grabados rupestres en los que, como sucedía en la cerámica de Nagada I, no se muestra el resultado de la caza sino el ataque y control para, en opinión de Lankester (2017: 871), su traslado al valle del Nilo, destacando también que se concentran en el desierto oriental central, donde también se obtenían otros objetos de prestigio. Igualmente, en estas escenas del desierto aparecen embarcaciones junto a figuras femeninas en la actitud de estar realizando una danza o movimiento ritual, lo que puede interpretarse como símbolos de dominio sobre lo salvaje (Lankester, 2016: 90) y una nilotización del desierto, de unos entornos que son incluidos en la concepción mental (Darnell, 2009; 2018).

Es por todo ello que las escenas de caza en Nagada II están reflejando un cambio en la concepción y relación con el entorno, al tiempo que se convierten en un medio para transmitir una concepción y relación con el mismo que se ritualiza por parte de una élite dirigente que está sentando las bases de una jerarquía política, social y económica. Otro ejemplo de ello son, como veremos, las tumbas de animales salvajes o exóticos halladas en la necrópolis de la élite de Hierakómpolis. Las escenas e iconografía vinculadas con la caza y los animales reflejan lo que Hodder (1990) definió como el principio organizativo “domestico contra salvaje”, que transmite el control de lo salvaje y que manifiesta un orden social. La caza y su representación se convierten en un ritual social vinculado con el prestigio, como sucede en el ámbito desértico de Timna durante el calcolítico palestino (Eisenberg-Degen et al., 2021: 6).

Con posterioridad, a lo largo de Nagada III, escenas de caza aparecen como parte de la iconografía de los llamados objetos protodinásticos, que también tenían un componente ritual, simbólico, que dotaba a todas las escenas de una intencionalidad con sus mensajes. El ejemplo más citado es la llamada Paleta de los Cazadores (Fig. 2), cuyos protagonistas parecen dirigirse a una construcción y confirmar el componente ritual de estas escenas, pero las armas y equipamiento de las personas representadas pueden hacer referencia a la capacidad militar de una entidad política junto a otros aspectos simbólicos (Smolik, 2022).

Fig. 2. Paleta de los Cazadores (British Museum, Londres: EA 20790).

Sin poder detenernos en ejemplos, lo importante es que desde Nagada I hasta el momento de la aparición del Estado, todo parece indicar que lo relacionado con la caza y el dominio sobre el entorno experimenta una evolución que coincide con una “materialización de la ideología” (DeMarrais et al., 1996), que culminará en tiempos de Narmer.

Durante el mismo período, también llegaron a Egipto las influencias mesopotámicas, como el motivo del señor de los animales, presente en el mango de cuchillo de Gebel el-Arak o en la Tumba 100 de Hierakómpolis, en un momento histórico y cultural en el que la élite política estaba desarrollando nuevas formas de representar, transmitir y fijar un poder que estaba emergiendo (Prezioso, 2020), teniendo dicho motivo una utilidad en ese contexto para después ser abandonado. Una materialización de la ideología que también se plasmó en una de las escenas que pervivirá hasta tiempos de dominación romana, la caza del hipopótamo, que transmite los mismos principios y mensajes que las escenas de caza de tiempos predinásticos, el dominio de un entorno.

Esta relación entre sociedad, poder y animales también la encontramos en la zoomorfización que experimentará la representación del faraón (LeBlanc, 2015), que se identificará con los grandes animales cazadores, en especial el león. De esa forma el control sobre el entorno se identifica con unas fuerzas superiores y desaparecen de la iconografía los animales que, aunque siguieran siendo cazados y consumidos, ya no expresaban el poder de la élite.

Durante el Reino Antiguo la representación de escenas cinegéticas en las tumbas privadas será muy escasa y en ellas el difunto, o su familia, no participan, sí los cazadores que son representados pero no nombrados. Sucede lo contrario en los complejos funerarios faraónicos, donde el faraón sí es representado cazando animales del desierto (Diego Espinel, 2017: 90), prueba de cómo el motivo había sido apropiado, materializado ideológicamente, por la realeza, siendo un componente importante de la ideología de la realeza durante toda la historia faraónica y uno de los motivos que adoptará la nobleza cuando comience a adoptar unos símbolos y escenas que hasta entonces habían sido exclusivos del faraón.

Los cambios que tienen lugar en la representación de la caza reflejan un proceso de protección y dominio sobre un entorno que favorece la cohesión interna de la sociedad al tiempo que la caza va adquiriendo un nuevo simbolismo y significado que es utilizado por la élite gobernante. La cacería en un primer momento puede ser un acto agresivo, conflictivo, que se centra en el entorno exterior de las comunidades, tanto para una protección como para complementar el sustento alimenticio. Pero cuando la caza pierde ese carácter original, el conflicto, las luchas, pueden aparecer en el interior, utilizando la élite política las actitudes, símbolos y mensajes asociados a la caza, y que forman parte de la memoria cultural de las comunidades, para transmitir un poder y una autoridad dirigidos tanto al exterior como al interior.

En estas representaciones, la pesca y la caza de animales más pequeños están ausentes, aunque posiblemente eran de gran importancia para la alimentación de las comunidades. Ello es así porque el arte, desde sus primeras manifestaciones, se concentra en lo que confiere poder, seguridad o prestigio al tiempo que ritualiza, pero no en aquello que sería más cotidiano (Pérez Largacha, 2019).

Caza, ritual y sociedad

La caza tiene una relación con el ritual, la religión. El sacrificio es posiblemente la acción más antigua de un acto religioso, permaneciendo como uno de los actos que en toda religión debe realizarse en alguna ocasión. El debate antropológico radica en si los animales salvajes eran utilizados en sacrificios, ya que los mismos no eran poseídos y no se podía ofrecer lo que no se tenía, pero en relación con el antiguo Egipto ya hemos mencionado la caza del hipopótamo, que es representada de una forma ritual, fuera o no realizada (Maydana, 2020), como una demostración de la autoridad del faraón en su función de mantener el orden y derrotar al caos. Burkert (2013 [1972]: 40) indica que el dominio sobre un animal, sobre aquello que es salvaje, siempre permanece latente en todas las sociedades.

La relación entre los animales que son obtenidos y los rituales puede estar presente ya en la cerámica White Cross-lined de Nagada I (Fig. 3), donde la gacela es representada como será característico en los peines decorados (Patch, 2011: 59), una presentación ritual de los animales del desierto que estará presente en la cerámica decorada de Nagada II en relación con la representación de elementos arquitectónicos (Graff et al., 2011).

Fig. 3. Cerámica White Cross-lined, Nagada I (Museum of Fine Arts, Boston: 13.3935).

En Hierakómpolis, en la necrópolis HK6, además de tumbas de animales domésticos se han hallado otras de animales salvajes o exóticos, presentando algunos de ellos fracturas que revelan haber estado en cautividad con anterioridad a su enterramiento (Friedman et al., 2017; Van Neer et al., 2017). En especial destacan las tumbas alrededor de la tumba 16, datada en Nagada IC-IIA, cuando lo simbólico, los mensajes que comienzan a emitirse, están cada vez más en relación con unas emergentes élites políticas. Estos animales requirieron de una alimentación diaria cuyo análisis ha permitido comprobar que procedía tanto de campos cultivados, de áreas próximas al río, como del desierto cercano (Marinova et al., 2013), es decir, de unos entornos diferentes, lo que refleja un interés y una preocupación por su bienestar hasta el momento de ser sacrificados.

Estos animales pudieron ser cazados, o traídos desde el sur en el caso de los elefantes, lo que implica una organización, una infraestructura para obtener una visibilidad que estaría asociada al poder del líder político, capaz de traer, mantener y sacrificar dichos animales como símbolo de su autoridad (Van Neer y De Cupere, 2021) así como del control sobre el caos (Van Neer y Friedman, 2017: 398). Igualmente, no debemos olvidar lo importante que sería su visibilidad, desde su llegada a Hierakómpolis hasta el período en que permanecieron cautivos y su posterior sacrificio (Van Neer et al., 2017). Todo ello aporta una visibilidad pública, comentarios y sensaciones que van integrándose en la memoria cultural de la comunidad y, aunque su sacrificio pudiera no ser un acto público, la población sabría de su realización y simbolismo, uno de los objetivos de todo ritual (Bell, 1992).

Unos rituales en relación con animales procedentes de lo que en la concepción faraónica será el caos son también constatables en el recinto ritual HK29A, donde se han hallado restos de animales no domésticos, en torno a un 15%, que pudieron ser ofrecidos como ofrendas, sacrificados, cuando el Nilo estaba más bajo, una época del año en la que ciertos animales se acercaban más al río en busca de agua y era más fácil su captura, así como también de las especies que vivían en las aguas del Nilo, como las tilapias (Linseele et al., 2009). Estos rituales eran celebrados cuando se estaba esperando la llegada de la crecida, una época temida y peligrosa, siendo significativo que la cerámica hallada, de color rojo y negro, puede simbolizar también la dualidad entre prosperidad y peligro.

La realización de una cacería también implica la existencia de unos actos de preparación y conclusivos. Como indican Arponen y Ribeiro (2019: 78-79), el espacio ritual puede incluir todo lo que se necesita para la realización del ritual, desde la obtención de los materiales hasta su transporte y posterior elaboración.

Así, entre los primeros actos están el disponer de unas armas, también posiblemente el pintarse los cuerpos, unas ceremonias o rituales de preparación que seguramente incluirían el realizar cánticos, una música y danzas. Respecto a los rituales conclusivos uno de los más visuales sería el retorno a la comunidad de los cazadores después de un período de tiempo con todo lo obtenido, la forma como serían recibidos, posiblemente también con cánticos, y la posterior celebración, sin poder olvidar todo lo relacionado con las decisiones de qué hacer, o cómo repartir todo aquello que se había obtenido, no sólo la carne sino también los huesos y las pieles.

Estas acciones vuelven a poner de manifiesto la importancia de la visibilidad y los mensajes que se transmiten, motivo por el que las élites irán apropiándose de estos rituales vinculándolos a sus personas, al tiempo que en la iconografía y los símbolos con que se representarán incluirán elementos animales, desde la cola del toro a la barba bovina de los primeros faraones (Hendrickx et al., 2019).

Las cacerías tienen un componente social, ya que debe existir una cooperación, lo que contribuye a que se establezcan unos vínculos entre los miembros que participan y la sociedad que, de una forma directa o indirecta, también ha contribuido al éxito de la cacería. Todos conocen los motivos, beneficios y peligros que han de superarse, contribuyendo a la formación de una memoria cultural.

Como hemos expresado, estos rituales no deben entenderse únicamente en el momento de su realización pues hay acciones preparatorias y conclusivas, y todo ello invita no sólo a la participación sino también a interiorizar, a conocer los motivos de los mismos. Todo ritual es participación y visibilidad con los adornos y pinturas del cuerpo, la posible utilización de máscaras y pieles, así como la música y danzas, entendiendo así mejor la posible relación de las figuras femeninas en la cerámica decorada y en el arte rupestre con las escenas de caza y la representación de animales del desierto.

Por otra parte, los lugares donde se observa una concentración de escenas en el desierto también tienen un significado y una función, la misma o similar a la de los lugares donde serán sacrificados o mantenidos los animales obtenidos. Todo ello genera en torno a la caza y la obtención de los animales una participación y una comunicación visual, al tiempo que, a medida que aumenta la jerarquía social y política, la necesidad de realizar unos objetos que, en algunos casos, van requiriendo unos materiales específicos según la élite política va “apropiándose” de dichos actos y símbolos.

Rituales, artistas y materiales generan unas relaciones sociales y establecen unas normas, unas visiones y concepciones que, por lo general, serán entendidas por el conjunto de la sociedad, aunque la tendencia será su progresiva exclusión, tanto en la participación como en la representación, a medida que se construye una ideología y unas manifestaciones artísticas que sientan las bases de la sociedad estatal.

Como hemos indicado, la caza tiene lugar en un espacio liminal, y por tanto peligroso y diferente, y en un primer momento tenía una importancia relacionada con la alimentación y el proceso de asentamiento en el valle del Nilo. Este carácter liminal nunca va a desaparecer, por lo que a medida que la sociedad se va volviendo más compleja y menos dependiente de los recursos del desierto, la relación con ese espacio liminal va a adaptarse a las necesidades mentales e ideológicas que se van construyendo. Ya hemos mencionado la dicotomía, la dualidad, entre el desierto y el valle del Nilo, entre lo que será orden y caos, y en este contexto es sugerente la proposición de Lankester (2016) de la posible relación que pudo establecerse entre la realización de un rito de paso inclusivo, el ser admitidos en la sociedad, y la realización de una cacería como prueba de la capacidad y preparación de la persona. Este rito de paso pudo ser realizado por aquellas personas que tenían una consideración social y política, transmitiendo de esa forma su importancia y necesidad para el conjunto de la sociedad. En un último estadio, este rito fue simbolizado por el faraón tanto en su actitud de dominar y vencer a animales peligrosos como en su personificación emblemática con ellos.

Este proceso ritual fue desarrollándose a lo largo de todo el período Predinástico y contiene dos elementos fundamentales para alcanzar y lograr una efectividad, la participación y la comunicación (Bell, 1992). Historiográficamente se piensa en las acciones y rituales que realiza el faraón, en tiempos predinásticos los líderes políticos, pero no debemos olvidar la importancia de la colectividad, de la comunidad que participa, aunque después sea excluida, que a través de la memoria cultural que se ha ido creando comprende todo lo que se realiza, sus motivos, y se siente segura con ellos.

Una ritualización e integración en la memoria cultural que va estableciendo la sociedad predinástica y que se materializa en tiempos de la unificación y que, en los llamados objetos protodinásticos, representará a los animales salvajes de forma ordenada y dominada, un simbolismo asociado a lo que se ha vivido y se ha alcanzado (Fig. 4).

Fig. 4. Peine decorado con hileras de animales salvajes (Metropolitan Museum of Art, Nueva York: 30.8.224).

Otro aspecto que puede estar relacionado y que requiere aún de una investigación, es el hecho de que aquellos lugares donde se realizaron los rituales pueden ser también, al menos en sus primeros momentos, lugares de asamblea y de reunión donde se van poniendo las bases de unas relaciones sociales y políticas (Renfrew, 2007; Eisenberg-Degan et al., 2021: 2). Igualmente, la caza puede tener contextos diferentes según las circunstancias de las regiones, con diferencias no sólo entre el Bajo Egipto, donde la fauna pudo ser menos afectada por la acción humana y cuyo entorno ecológico permitió, por ejemplo, una mayor abundancia de hipopótamos (Van Neer y Linseele, 2016: 111), y el Alto Egipto, sino también en relación con la importancia de los wadis como vías de comunicación con los oasis. También interesa poder llegar a estimar qué cantidad de huesos de animales podían ser utilizados por los artesanos en la elaboración de objetos, amuletos, adornos, etc., al igual que tener en consideración el hecho de que disponer de un marfil de hipopótamo, o la cornamenta de un adax, sería un reconocimiento social que, en un primer momento, podría realizarse de una forma más o menos comunal pero, con el proceso de jerarquía social y política, serían productos centralizados por la élite, el faraón, que los utilizaba para transmitir su poder y reflejar un tipo de relaciones sociales.

En su análisis del neolítico de Chipre, la Alta Mesopotamia y Catalhöyük, Russell (2022) plantea que los animales domésticos recibieron escasa atención en el ámbito simbólico, al igual que la agricultura a pesar de los profundos cambios sociales que originó, pero sus sociedades intensificaron la relación ritual con los animales salvajes a pesar de ser menos importantes para la subsistencia, creando una nueva categoría de lo “salvaje” y, por extensión, de la caza. En Egipto pudo suceder lo mismo y, como en tantos otros aspectos, la interdisciplinariedad puede ayudar a comprender mejor las bases mentales e ideológicas que se formaron en el antiguo Egipto durante el largo período Predinástico. Igualmente, el carácter simbólico de lo representado ayuda a entender que la pesca, que sería practicada por todas las comunidades ribereñas, o la caza de pequeños animales, no serán representadas, pues eran algo cotidiano que no confería un significado cultural, un prestigio, aunque fueran unas actividades fundamentales para el sustento de la población, siendo una excepción la tilapia debido al tamaño que podía alcanzar y a su vinculación con la regeneración, siendo la especie más representada, por ejemplo, en las paletas zoomórficas.

Conclusión

La caza y su representación, como muchos otros aspectos, fueron codificadas y pasaron a formar parte de la ideología y concepción del faraón, pero ello no implica que la caza desapareciera en la época faraónica. Seguramente siguió siendo un complemento alimenticio para una mayoría de la población que no representaba sus acciones, al tiempo que las amenazas de ciertos animales a cultivos y personas durante ciertos períodos del año continuaron. Tampoco podemos olvidar que además de su carne, lo que siempre se valora, la caza proporciona otros productos que son utilizados. La concepción de desret posiblemente ha ayudado historiográficamente a minusvalorar todo lo que podía aportar o procedía de ese mundo desértico y liminal, pero al igual que con la concepción de extranjeros, ello no debe hacernos perder de vista que el desierto y su fauna eran un mundo con el que la sociedad faraónica convivió.

Como en la mayoría de las sociedades, antiguas o no, la caza se convirtió en símbolo de una posición política y social. La élite política utilizó las prácticas y recursos simbólicos de la sociedad para su propio beneficio y para alcanzar una justificación de su posición de poder. Las prácticas y rituales que se van estableciendo se construyen sobre algo existente, de otra forma no tendrían una efectividad tan prolongada en el tiempo como sucedió en Egipto. Lo que la élite dirigente va construyendo lo hace sobre lo que tiene una relación con lo preexistente, aunque quede finalmente oculto. Por ello entender la caza como un proceso de larga duración y no vinculado solamente con la obtención de alimentos es importante para comprender algunas de las bases ideológicas del Estado faraónico.

Bibliografía

» Arponen, V. y Ribeiro, A. (2019). Ritual and Landscape. Theoretical Considerations, en: Haug, A., Käppel, L. y Müller, J. (eds.), Past Landscapes. The Dynamics of Interaction between Society, Landscape and Culture. Leiden: Sidestone Press, 73-84.

» Baines, J. (1990). Restricted Knowledge, Hierarchy, and Decorum: Modern Perceptions and Ancient Institutions, en: Journal of the American Research Center in Egypt 27: 1-23.

» Bell, C. (1992). Ritual theory, ritual practice. Oxford: Oxford University Press.

» Brémont, A. (2018). Into the Wild? Rethinking the Dynastic conception of the Desert beyond Nature and Culture, en: Journal of Ancient Egyptian Interconnections 17: 1-17.

» Burkert, W. (2013 [1972]). Homo Necans. Interpretaciones de ritos sacrificiales y mitos de la antigua Grecia. Barcelona: Acantilado.

» Darnell, J. (2009). Iconographic Attraction, Iconographic Syntax and Tableaux of Royal Ritual Power in the Pre and Proto-dynastic Rock Inscriptions of the Theban Western Desert, en: Archéo-Nil 19: 83-107.

» Darnell, J. (2018). Homo Pictus and Painted Men: Depictions and Intimations of Humans in the Rock Art of the Theban Western Desert, en: Huyge, D. y Van Noten, F. (eds.), What Ever Happened to the People? Humans and Anthropomorphs in the Rock Art of Northern Africa. Bruselas: Royal Academy for Overseas Sciences, 397-418.

» Darnell, J. (2021). Egypt and the Desert. Cambridge: Cambridge University Press.

» DeMarrais, E., Castillo, L. y Earle, T. (1996). Ideology, materialization, and power strategies, en: Current Anthropology 37: 15-31.

» Diego Espinel, A. (2017). A neglected hunting scene from Saqqara (Pitt Rivers 1926.14.6) and the iconography of the desert hunters during the Old Kingdom, en: Bárta, M., Coppens, F. y Krejčí, J. (eds.), Abusir and Saqqara in the Year 2015. Praga: Charles University, 85-121.

» Eisenberg-Degen, D., Galili, R. y Rosen, S. A. (2021). Before God. Reconstructing Ritual in the Desert in Proto-historic Times, en: Entangled Religion 12 (2). En línea: https://doi.org/10.46586/er.12.2021.8943. [Consultado: 13-7-2023].

» Friedman, R., Van Neer, W., De Cupere, B. y Droux, X. (2017). The Elite Predynastic Cemetery at Hierakonpolis HK6: 2011-2015 progress report, en: Midant-Reynes, B. y Tristant, Y. (eds.), Egypt at its Origins 5. Proceedings of the Fifth International Conference “Origin of the State. Predynastic and Early Dynastic Egypt”, Cairo, 13th - 18th April 2014 (Orientalia Lovaniensia Analecta 260). Lovaina: Peeters, 231-289.

» Graff, G. (2009). Les peintures sur vases de Nagada I-Nagada II. Nouvelle approche sémiologique de l’iconographie prédynastique. Lovaina: Leuven University Press.

» Graff, G., Eyckerman, M. y Hendrickx, S. (2011). Architectural Elements on Decorated Pottery and the Ritual Presentation of Desert Animals, en: Friedman, R. F. y Fiske, P. N. (eds.), Egypt at its Origins 3. Proceedings of the Third International Conference “Origin of the State. Predynastic and Early Dynastic Egypt”, London, 27th July - 1st August 2008 (Orientalia Lovaniensia Analecta 205). Lovaina: Peeters, 437-465.

» Hamilakis, Y. (2003). The sacred geography of hunting: wild animals, social power and gender in early farming societies, en: British School at Athens Studies 9: 239-247.

» Hendrickx, S. (2011a). Hunting and Social Complexity in Predynastic Egypt, en: Académie Royale des Sciences d’Outre-Mer, Bulletin des Séances / Koninklijke Academie voor Overzeese Wetenschappen, Mededelingen der Zittingen 57 (2-4): 237-263.

» Hendrickx, S. (2011b). L’iconographie de la chasse dans le contexte social prédynastique, en: Archéo-Nil 20: 108-136.

» Hendrickx, S. y Eyckerman, M. (2012). Visual representation and State development in Egypt, en: Archéo-Nil 22: 23-72.

» Hendrickx, S., Förster, F. y Eyckerman, M. (2019). Le toureau à l’époque prédynastique et son importance pour le development de l’iconographie royale -avec un excursus sur l’origine de sceptre héqa, en: Aufrère, S. H. (ed.), Les taureaux de l’Égypte ancienne. Nimes: S. H. Aufrère, 33-73.

» Hodder, I. (1990). The Domestication of Europe: Structure and Contingency in Neolithic Societies. Oxford: Blackwell.

» Ingold, T, (1994). From trust to domination: an alternative history of human animal relations, en: Manning, A. y Serpell, J. (eds.), Animals and Human Society: Changing Perspectives. Londres: Routledge, 1-22.

» Kent, S. (1989). Cross-cultural perceptions of farmers as hunters and the value of meat, en: Kent, S. (ed.), Farmers as Hunters. Cambridge: Cambridge University Press, 1-17.

» Lankester, F. (2016). Predynastic Egyptian rock art as evidence for early elites’ rites of passage, en: Afrique: Archéologie & Arts 12: 81-92.

» Lankester, F. (2017). Control of the Wild in Egypt’s predynastic rock art, en: Midant-Reynes, B. y Tristant, Y. (eds.), Egypt at its Origins 5. Proceedings of the Fifth International Conference “Origin of the State. Predynastic and Early Dynastic Egypt”, Cairo, 13th - 18th April 2014 (Orientalia Lovaniensia Analecta 260). Lovaina: Peeters, 863-881.

» LeBlanc, M. (2015). The Zoomorphic Transformation of the King in Early Egyptian Royal Military Victory Rituals and Its Relationship to the Sed Festival, en: Massiera, M., Mathieu, B. y Rouffet, F. (eds.), Apprivoiser le sauvage / Taming the Wild (Cahiers Égypte Nilotique et Méditerranéenne 11). Montpellier: ENiM, 229-243.

» Linseele, V. y Van Neer, W. (2009). Exploitation of desert and other wild game in ancient Egypt. The archaeozoological evidence from the Nile Valley, en: Riemer, H., Förster, F., Herb, M. y Pöllath, N. (eds.), Desert Animals in the Eastern Sahara (Colloquium Africanum 4). Colonia: Heinrich-Barth-Institut, 47-78.

» Linseele, V., Van Neer, W. y Friedman, R. (2009). Special animals from a special place? The fauna from HK29A at Predynastic Hierakonpolis, en: Journal of the American Research Center in Egypt 45: 105-136.

» Marinova, E., Ryan, P., Van Neer, W. y Friedman, R. (2013). Animal dung from arid environments and archaeobotanical methodologies for its analysis: an example from animal burials of the Predynastic elite cemetery HK6 at Hierakonpolis, Egypt, en: Journal of Environmental Archaeology 18 (1): 58-71.

» Maydana, S. (2020). Hippopotamus hunting in Predynastic Egypt: Reassessing Archaeozoological evidence, en: Archaeofauna. International Journal of Archaeozoology 29: 137-150.

» Patch, D. C. (2011). Dawn of Egyptian Art. Nueva York: Metropolitan Museum of Art.

» Pérez Largacha, A. (2019). El arte del Egipto predinástico. Ritual, significado y función, en: Espacio, Tiempo y Forma. Serie VII, Historia del Arte 7: 133-160.

» Prezioso, E. (2020). Cognitive Archaeology and the ‘Ancient Mind’: Mesopotamian motifs in the formation of Egyptian elites in the fourth millennium, en: Iamoni, M. (ed.), From the Prehistory of Upper Mesopotamia to the Bronze and Iron Age Societies of the Levant. Trieste: Edizioni Università di Trieste, 125-144.

» Renfrew, C. (2007). The Archaeology of Ritual, of Cult, and of Religion, en: Kyriakidis, E. (ed.), The Archaeology of Ritual (Cotsen Advanced Seminar 3). Los Ángeles: Cotsen Institute of Archaeology, University of California, 109-121.

» Russell, N. (2022). Wild Meets Domestic in the Near Eastern Neolithic, en: Animals 12: 1-14.

» Smolik, J. (2022). The Hunters’ Palette: A Novel Explanation of the Enigmatic Double Bull, an Image that Survive through the Millennia, en: Journal of the American Research Center in Egypt 58: 209-231.

» Van Neer, W. y De Cupere, B. (2021). Animals for Food, Prestige and Ritual. Evidence Off the Bone from Hierakonpolis, en: Nekhen News 33: 5-10.

» Van Neer, W. y Friedman, R. (2017). More animal burials from the Predynastic elite cemetery of Hierakonpolis (Upper Egypt): the 2008 season, en: Mashkour, M. y Beech, M. (eds.), Archaeozoology of the Near East 9. Oxford: Oxbow books, 388-403.

» Van Neer, W. y Linseele, V. (2016). Interaction between man and animals in the Prehistoric Nile Valley, en: Zakrzewski, S., Shortland, A. y Rowland, J. (eds.), Science in the Study of Ancient Egypt. Londres: Routledge, 109-112.

» Van Neer, W., Udrescu, M., Linseele, V., De Cupere, B. y Friedman, R. (2017). Traumatism in the Wild Animals Kept and Offered at Predynastic Hierakonpolis, Upper Egypt, en: International Journal of Osteoarchaeology 27: 86-105.