Movilidades rurales y trabajo agropecuario. Tensiones conceptuales y contradicciones empíricas en la Argentina

María Marcela Crovetto

Área de Estudios Rurales, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires / Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4415-439X

Recibido: 27 de mayo de 2020. Aceptado: 21 de noviembre de 2020.

Resumen

La teoría social y los estudios de los espacios sociales se han construido en occidente en clave dicotómica, desde sus inicios. Las sociedades post industriales y el capitalismo tardío al que asistimos evidencian la constricción heurística de las miradas binomiales. Esto se manifiesta tanto en la estrechez conceptual y vaguedad definitoria sobre lo rural y lo urbano -impactando en los análisis territoriales, de mercados de trabajo, de población, de transformaciones espaciales y, por tanto, también en las formas que adquieren las movilidades espaciales (cotidianas, por temporadas o de asentamiento más estables)-. En las actividades agropecuarias ha sido un indicador clave de la ruptura de estas dicotomías no sólo la construcción de trayectorias cotidianas rururbanas de los trabajadores y trabajadoras sino también los procesos de relocalización de las plantas de empaque o etapas pre industriales en productos de exportación (tanto en fresco como procesados). Este artículo propone la discusión conceptual sobre las movilidades llamadas rurales y anclará sus disrupciones en la evidencia empírica recogida en diferentes lugares de Argentina que escapan a la lógica particular de producción en la llamada región pampeana.

Palabras clave: Movilidades. Territorios. Ruralidad. Trabajo. Deslocalización.

Rural mobilities and agrarian labor. Conceptual strengths and empirical contradictions in Argentina

Abstract

Social theory and studies of social spaces have been built in the West in a dichotomous key since its inception. Post-industrial societies and the late capitalism that we attend show the heuristic constriction of binomial views. This is manifested both in the conceptual narrowness and defining vagueness of the rural and the urban -impacting in the territorial analyzes, of labor markets, of population, of spatial transformations and, therefore, also in the forms acquired by spatial mobility (daily, seasonal or more stable settlement)-. In agricultural activities, it has been a key indicator of the breakdown of these dichotomies, not only the construction of daily urban trajectories of workers, but also the processes of relocation of packaging plants or pre-industrial stages in export products (both in fresh as processed). This article proposes the conceptual discussion on the so-called rural mobilities and will anchor their disruptions in the empirical evidence collected in different places in Argentina that escape the logic of production in the so-called Pampas region.

Keywords: Mobilities. Territories. Rurality. Labor. Delocalization.

Palavras-chave: Mobilidades. Territórios. Ruralidade. Trabalho. Deslocalização.

Introducción

La teoría social y los estudios de los espacios sociales se han construido en occidente en clave dicotómica desde sus inicios. Las sociedades post industriales y el capitalismo tardío al que asistimos evidencian la constricción heurística de las miradas binomiales. Esto se manifiesta tanto en la estrechez conceptual y vaguedad definitoria sobre lo rural y lo urbano -impactando en los análisis territoriales, de mercados de trabajo, de población, de transformaciones espaciales y, por tanto, también en las formas que adquieren las movilidades espaciales (cotidianas, por temporadas o de asentamiento más estables)-. De la mano, incluso, de las ideas innovadoras que recogió el llamado “giro de la movilidad” a principio de este siglo, y sus diversas adopciones e inspiraciones (Sheller y Urry, 2006), podemos volver sobre lo recorrido para reflexionar y revisar las llamadas “movilidades rurales”. ¿Cómo son? ¿Recogen características especiales como para ser pensadas en términos de ruralidad particularmente? ¿No son (simplemente) movilidades? Una conquista de los diálogos epistémicos que sostenemos entre lecturas y discusiones parece estar en el hecho de haber superado la concepción de unicidad de los hechos sociales. La comunidad académica ha podido incorporar la idea de pluralidad en las tipificaciones siempre injustas y reduccionistas, pero útiles a la hora de comprender los tiempos y sus sociedades. Asimos la complejidad como rasgo indispensable de cualquier concepto que caracterice a las sociedades posmodernas contemporáneas.

En las actividades agropecuarias ha sido un indicador clave de la ruptura de estas dicotomías no sólo la construcción de trayectorias cotidianas rururbanas de los trabajadores y trabajadoras sino también los procesos de relocalización de las plantas de empaque o etapas pre industriales en productos de exportación (tanto en fresco como procesados) (Crovetto, 2019a; 2019b). Este artículo propone discutir las movilidades llamadas rurales y anclará sus disrupciones en la evidencia empírica recogida en diferentes lugares de Argentina que, mayor y significativamente, escapan de la lógica particular de reproducción social y económica de la llamada región pampeana (sin por ello perder de vista los aportes construidos sobre esta región que, sin dudas, integran los antecedentes de los estudios sobre movilidades en Argentina), más allá incluso de que en reiteradas oportunidades este estudio se ha concentrado en aquellos vinculados a los sistemas de transporte y comunicaciones.

La dilución explicativa y operativa de la dicotomía tradicional rural y urbano, alcanza también a los estudios sobre movilidades. Tradicionalmente hace referencia a espacios, poblaciones, características que se conjugan en representaciones de las formas en que fueron comprendidos los pasajes del modo de producción capitalista, su consolidación, su profundización y sucesivas crisis. Todo ello ha llevado a las sociedades pre capitalistas a transmutar en transiciones hacia otras formas, hoy reconocidas como sociedades post industriales (Crovetto, 2019a).

Si ponemos el foco en los mundos rurales, se debería tener presente un aspecto que consideramos punto de partida: “La particularidad de los objetos de estudio de la llamada sociología rural no llega a demandar una estructura teórica especial.” (Crovetto y Alfaro, 2018: 14). Ello, entonces, nos permite apropiar de las categorías y herramientas de los diferentes corpus teóricos predominantes en las ciencias sociales y humanas, nacidos fundamentalmente de problemáticas planteadas desde la perspectiva de los mundos urbanos. Así, la base empírica de las teorías sociales predominantes puede incorporar en sus abordajes a las problemáticas de los llamados mundos rurales (Crovetto y Alfaro, 2018).

Son numerosos los trabajos que han abordado movilidades binarias, primero, para descubrir la heterogeneidad que, en verdad, implican. Y luego los que incorporaron movilidades múltiples y hasta las han hallado en las (in)movilidades, tal como recogen copiosamente los trabajos de Sheller y Urry (2006), Salazar (2016), Schiller y Salazar (2013), entre los más destacados, refiriendo a los diferentes, ya no paradigmas de la movilidad, sino “regímenes” a nivel global. Recogiendo, todos estos autores, los aportes fundacionales y sus consecuentes evoluciones y discusiones desde la antropología, principalmente, y la geografía. Y con la mirada puesta en los efectos de las relaciones sociales globalizadas, con origen, otra vez, en aglomeraciones y problemáticas humanas de base urbana. Especialmente merece destacarse el aporte de síntesis problemática que Bell y Osti (2010) construyen respecto de las perspectivas abordadas por numerosos especialistas europeos acerca de movilidades y ruralidades; así como también los desafíos que las transformaciones del mundo posmoderno acarrean a los investigadores de esas temáticas. Sin eliminar de sus perspectivas los estudios sobre movilidades diarias, migratorias y de otros tipos como los nuevos residentes rurales de los campos europeos, pero con una lógica inversa a la que registramos en los casos estudiados por nosotros en Argentina, tanto Bell y Osti (op. cit.) como los autores que ellos recogen en el artículo en cuestión, plantean un análisis de traslados del campo hacia la ciudad por trabajo y otros quehaceres. En los casos que abordamos aquí los sentidos de los movimientos registrados han sido más bien desde la ciudad al campo por trabajo o el acercamiento del trabajo agroindustrial a las márgenes de los aglomerados urbanos o rururbanos. No proponemos aquí un estudio de traslados o commute sino que la sintética descripción de las numerosas investigaciones realizadas refieren a movilidades cotidianas que construyen territorios y que instituyen territorialidades y movilidades que en las perspectivas binarias no pueden ser capturadas.

Aquellos estudios han alcanzado incluso a los estudios sociales sobre migraciones discutiendo si éstas son o no una subcategoría de las movilidades e, incluso, de las (in)movilidades (Dawson, 2016). Más ligado al aporte que ofrecemos en este artículo, también se destacan las reflexiones de Creswell, Dorow y Roseman (2016) quienes, desde una mirada transdisciplinaria, ponen a prueba las ideas del paradigma de la movilidad en el mundo del trabajo, para, así, dar paso a lo que llamarán “empleo relativo a la movilidad geográfica” (E-RGM, por sus siglas en inglés). Aspecto que bien podría emparentarse con nuestra propuesta de movilidad espacial cotidiana con relación al empleo, en una de sus aristas, construyendo trayectorias rururbanas, que hemos abordado en numerosos trabajos previos a este en los últimos 15 años en áreas de las provincias de Buenos Aires (cinturón frutihortícola de Batán), Misiones (Oberá -yerba mate-), Tucumán (zonas citrícolas), Río Negro (Valle Medio -frutihortícola y ganadero- y Valle Inferior del Río Negro -hortícola-) y Chubut (Valle Inferior del Río Chubut -fruta fina, ganado de engorde, horticultura y pasturas-), Meseta Central -ganadería ovina-, Comarca Andina -fruta fina-). Todos estos aportes contribuyen a reflexionar, comprender, brindar herramientas para aprehender y explicar las formas de habitar, transitar y trabajar en el mundo actual, posmoderno, de fijos y flujos, y hasta entendido por la construcción de relaciones sociales líquidas (Castells, Santos, Bauman, entre muchos otros aportantes a este acervo conceptual).

Todo ello pensado desde el hemisferio norte y occidental, mayormente. Por eso, nos proponemos pensar a las llamadas “movilidades rurales” en el contexto del hemisferio sur y, más precisamente, en Argentina. Varios de estos estudios se enfocaron en casos de la llamada zona pampeana. Entre ellos, los aportes de Albadalejo et al. (2008) ameritan ser remarcados. En ese estudio los autores buscaron construir

una síntesis de la percepción de las dinámicas afectando las relaciones campo-pueblo, empezando por una descripción de los períodos agrarios y de modernización agropecuaria en la primera parte y siguiendo en segunda parte con las dinámicas de desarrollo local que emergieron en los años 90 y que van junto con una profunda reorganización del espacio rural, superponiéndose con la organización anterior. (Albadalejo et al., 2008: 5)

Estas transformaciones las registraron a partir del abordaje de un caso particular: un pueblo de la zona pampeana, Bavio, en Magdalena, provincia de Buenos Aires.

Ya no es la lechería ni los productores lecheros los que tienen la hegemonía del lugar, no son los notables agrarios los que controlan el territorio del lugar, sino que son un conjunto más heterogéneo de actores, públicos y privados que le imprimen al lugar un renovado colectivo, algo más alejado de lo sectorial agropecuario pero en un intento más cercano a un rural urbano de este tiempo, más complejo, pero con otra movilidad y otra pertenencia a círculos más diversos. (Albadalejo, 2008: 14-15)

Esos procesos y etapas del desarrollo del capitalismo en el agro pampeano están bien analizados en el trabajo de Roy Hora (2012), en el cual aborda las diferentes etapas de evolución del modelo agroexportador argentino desde 1880 a 2010, señalando no sólo las variaciones en la balanza comercial argentina y los pesos variables de las actividades agrarias, pecuarias e industriales en los diferentes períodos sino que también permite al lector un acercamiento a las modificaciones sociodemográficas de las diferentes regiones que centralizaron estas producciones en cada momento.

No obstante, las promociones de asentamientos, las políticas de colonización del área conocida como pampa gringa y la propulsión de la agricultura llamada familiar, y capitalizada, fueron mutando y generando movilidades en el espacio rural en torno a las demandas de los mercados, las regulaciones o ausencia de ellas por parte del Estado y la cercanía a los puertos que facilitaban la comercialización. Todas estas modificaciones en las prácticas económicas y productivas operaron agudizando la construcción de una matriz extractiva que requería satisfacer las demandas de un sistema agroalimentario global en construcción, crecimiento y expansión.

La consecuencia local, identificando los procesos de internalización (Santos, 1995) es una sucesión de promoción de colonias primero -previo aniquilamiento de los pobladores originarios motorizado por el Estado-, de desplazamientos poblacionales luego. Señala Carla Gras (2012), también para la región pampeana,

La existencia de población que vive en pueblos y localidades rurales pero que no tiene relación laboral con el sector agropecuario, y de un mundo agrario profundamente transformado son los dos elementos cuyos reflejos, en los modos de configurar estos territorios nos interesa comprender. (Gras, 2012: 7)

En esta misma perspectiva de indagación, Hernández et al. (2013) reseñan para el estudio comparativo de algunos pueblos de la provincia de Buenos Aires que “miles de familias rurales se vieron afectadas por la nueva matriz de ruralidad globalizada, transformando radicalmente las coordenadas espaciotemporales de su cotidianeidad.” (p. 224). En esa ruralidad globalizada, las autoras destacan como actores principales a cooperativas, productores y rentistas. Pero, como veremos más adelante, fuera de la región pampeana estas modernizaciones en el agro produjeron otras formas de movilizarse por los espacios rurales y el mapa de actores es diferente. No obstante, fenómenos similares han ocurrido en provincias norteñas afectadas por la expansión de la frontera agrícola para producción de soja, tal como recogen Blanco y Neiman (2017), mostrando la gama de movilidades que ese fenómeno ha producido, regionalizando el espacio a partir de las movilidades -fenómeno que no escapa tampoco a nuestro análisis pero que no es objeto de abordaje en este artículo-.

Como dijimos, estos procesos encuentran correlatos en otras regiones, atendiendo a las particularidades de los desarrollos locales en las zonas no centrales para el comercio nacional e internacional de nuestro país pero de dónde provienen la mayoría de las frutas y otros productos de consumo local y de exportación -como la yerba mate, el tabaco, las peras, las manzanas, las cerezas-, las (mal) llamadas economías regionales.1 Estas economías me permito pensarlas a la luz de las dinámicas sociales que contribuyen a construir en la medida en que se tornan actividades productivas y oferentes de empleo hegemónicas construyendo radios de influencia que, muchas veces, supera la mera localidad situada en un punto geográfico con sus límites político-administrativos.

A la vez, la noción de territorio, aunque polisémica, permite pensar problemas sociales en construcciones dinámicas. No vamos a profundizar en esta oportunidad sobre los avatares de este concepto hartamente difundido en los debates de la geografía y otras ciencias sociales. Sin embargo, para comprender a qué nos referiremos resulta conveniente destacar el aporte de Abramovay (2006) respecto de los llamados “estudios territoriales”. Señala, entonces, que no son más que una perspectiva que rompe con las miradas parcializadas sobre el espacio y sobre la vida social involucrando a la acción social -individual u organizada- en su definición, la que ya no estará sólo delimitada por aspectos físicos sino “por la manera cómo se produce, en su interior, la interacción social” (Abramovay, 2006: 52). Además, se debe tener en cuenta el abordaje de las instituciones en torno a las que las “interacciones sociales localizadas se desarrollan, el estudio empírico de los actores y de sus organizaciones se vuelve absolutamente crucial para comprender situaciones localizadas” (Abramovay, 2006: 53). Finalmente, agrega que la perspectiva territorial aporta un elemento muy interesante al resaltar las formas en que “una sociedad utiliza los recursos de los que dispone en su organización productiva y, por lo tanto, en la relación entre sistemas sociales y ecológicos(Abramovay, 2006: 53).

Transformaciones en las características de los territorios justamente a partir de las dinámicas que se ofrecen para construir texturas, relaciones, intercambios y circulaciones entre espacios localizados que se robustecen y adquieren significaciones que van más allá de sus toponimias, nominaciones o menciones primarias. Suceden procesos de reterritorialización, en términos de Haesbaert, que se sostienen fundamentalmente con base en la capacidad reticular que contienen las movilidades de bienes y personas (2004).

Se transforman los espacios rurales, se interpretan visiones dicotómicas con intentos de superación conceptual aun no consensuadas por la comunidad académica, por sus relaciones con las actividades agrarias (origen probable de casi todos los poblados o aglomerados de estos espacios) pero también con las no agrarias. Y esto no es novedoso per se, pero lo que sí ha ido creciendo es el registro de la experiencia de la multiterritorialidad y de la múltiple territorialidad (Haesbaert, 2004), como elementos, por ahora, insustituibles de la experiencia de la dimensión territorial de las personas y los pueblos. Incluso se podría pensar en pulir la idea propuesta por Haesbaert (2012) de transterritorialidad, lo que complejiza aún más las movilidades de los espacios rurales y con los espacios rurales que nos proponemos abordar y comprender. Colocando, así, a la dimensión del poder y de la precarización de la experiencia territorial entre las dimensiones a observar por los investigadores interesados en estos problemas de representación y explicación.

En lo que parece acordar la comunidad académica es en lo perimido del par rural-urbano como lente dicotómica y se postulan complementaciones mutuas y articulaciones que dan lugar a hibridaciones conceptuales aun no instaladas con la claridad conceptual requerida. Ello ha sido en casi todas las perspectivas de análisis social, económico y político y en muchos de los trabajos citados en este artículo es un tópico recurrente.

La movilidad de la población, de los bienes y de los servicios se registra intensa y cotidiana, también permanente o estacional, incluso puede adoptar otras formas aún no nominalizadas pero es justo en el carácter dinámico y heterogéneo de este tipo de hecho social que la cerrazón y la estrechez conceptuales propias de mundos más estables o perdurables en sus formas y relaciones ya no caben en las sociedades posmodernas, aún en aquellas localidades alejadas tanto del avance tecnológico como de la modernidad en las formas sociales de la vida cotidiana. Es el poder del régimen global el que afecta lo local, aun sin conocimiento de sus efectos. En este sentido, los aportes de fines del siglo pasado realizados por Milton Santos (1995) son muy interesantes. Especialmente al estar derivados de los análisis de las veloces transformaciones sociales que tuvieron lugar en el siglo XX aportados por Castells retomados por Santos (op. cit.). Desde estas perspectivas de análisis, los efectos producto de desterritorialización y de reterritorialización son registrados como momentos de la experiencia territorial, captables a partir de procesos de deslocalización y relocalización empresarial y de movilización de la mano de obra que ello genera.

Desde una perspectiva de análisis más específica, se puede decir que las transformaciones en el mercado de trabajo implican y/o condicionan modificaciones en la vida económica y en las formas de poblar el espacio social.

Entonces, el análisis del mercado de trabajo resulta crucial como construcción social en la que se ponen en juego distintas acciones sociales, y más considerando al trabajo como una práctica social y económica fundamental. Es el trabajo un eje organizador de las trayectorias y estrategias cotidianas de los actores sociales. La circulación cotidiana de los actores sociales estaría inquiriendo nuevas respuestas a esas teorías. Si bien se sostienen centros o nodos gravitatorios de la vida social y económica, veremos que la circulación cotidiana comienza a cuestionar a esas divisiones teóricas y analíticas tan instauradas en la vida social (Pries, 2000: 5).

En la sección siguiente abordaremos los casos seleccionados para el estudio de las movilidades espaciales cotidianas en Argentina y continuaremos en el devenir de pensar a la especificidad de las llamadas “movilidades rurales”, sin perjuicio de que en buena parte de las zonas rurales todavía tradicionales puedan hallarse particularidades que en modo alguno ocupan el centro del estudio.

Estudios locales y ¿movilidades rurales?

Como señalamos al inicio de este artículo, en los últimos 15 años nos hemos dedicado a observar las transformaciones territoriales a partir de las movilidades cotidianas rururbanas en torno al trabajo agropecuario -entre otras dimensiones-, en una serie de localizaciones de Argentina. Naturalmente, no es esta la oportunidad para caracterizar cada uno de esos espacios y sus composiciones históricas pero sí podríamos presentar una síntesis de las movilidades espaciales cotidianas (Crovetto, 2010; 2012; 2017; 2019b) y algunas vinculadas a las que hemos dado en llamar biográficas, las que involucran diferentes tipos de migraciones residenciales e incluyendo la historia migratoria familiar. Pero el punto sigue siendo ¿por qué hablar de movilidades rurales? Y aquí creo que la atención debe estar dirigida al territorio. Las preguntas que quizás quepan hacerse sean más cercanas a ¿qué movilidades soportan o expresan los espacios rurales? ¿qué características tienen? ¿o llamaremos movilidades rurales a aquellas que se originen en el espacio rural y se dirijan hacia cualquiera otra parte? ¿tienen la lógica de las teorías clásicas sobre las migraciones, en cuanto a sus tipos construidos a partir de su punto de origen, estacionalidad de la residencia y regreso?

En los casos estudiados, especialmente aquellos situados en la región patagónica, se registra una constitución territorial moderna tardía respecto del resto del suelo argentino. Se concentran su conquista y desarrollo a fines del siglo XIX y con más perfilamiento durante el siglo XX (Crovetto, 2019b). De ello ha resultado un territorio

con estructuras sociales modernas frente a los procesos norteños que se inician en la época virreinal y sostienen relaciones con sus poblaciones campesinas y originarias diferentes a las de la Patagonia. Asimismo, serán diversas sus actividades productivas y los procesos de construcción de los mercados de trabajo y de las subjetividades de sus actores. (Crovetto y Alfaro, 2018: 5)

En todas las regiones estudiadas comparamos las movilidades espaciales cotidianas, los comportamientos, las características y las dinámicas de los mercados de trabajo. Pusimos especial atención en la constitución de ciclos ocupacionales anuales obteniendo evidencia empírica para sostener las discusiones sobre los alcances de los tradicionales conceptos de mercados de trabajo rurales y urbanos. Se destacó la predominancia de actividades agropecuarias y agroindustriales en co-presencia con actividades de otras ramas económicas. Lo cual permitió identificar regularidades que ponen en evidencia las dinámicas de mercados de trabajo complejos (Aguilera, Crovetto y Ejarque, 2015). En cada zona se relevaron datos en hogares (operativos de encuesta que involucraron alrededor de 200 hogares por región) y se realizaron análisis de los mismos relativos a la conformación de mercados de trabajo rururbanos (Aparicio y Crovetto, 2011).2 Sintéticamente, tanto en la Patagonia (dos valles irrigados y la meseta central del Chubut) como en Tucumán y Misiones hemos asistido al registro de:

» combinación de empleos en ramas agropecuarias con no agropecuarias, independientemente de la zona de residencia y de los medios de traslado al trabajo;

» hogares residentes en espacios definidos como los típicos urbanos y rurales, así como en otras zonas (intermedias, u otras ruralidades más complejas) cuyos integrantes trabajan en una u otra gran rama de actividad económica (industria y servicios vs. actividades primarias);

» formación de asentamientos residenciales periurbanos o en espacios cercanos a ellos pero discontinuos;

» estacionalidad del empleo agropecuario y no agropecuario (semejantes respecto de la inestabilidad y temporalidad, con excepción del empleo público);

» presencia de servicios públicos en áreas no urbanas (electricidad, agua, combustibles, transporte público, trazado y apertura de calles, pavimentación, telecomunicaciones, instituciones educativas de varios niveles, circuitos de comercialización minorista alternativos y de venta directa, entre otros) contra la tradición de caracterización de estos espacios;

» las procesadoras y empaques se asientan en las periferias;

» habilitación de circuitos de exportación de productos.

Con distintos niveles de desarrollo, estos elementos están presentes en cada una de las zonas estudiadas, modificando las prácticas sociales en torno al empleo, al consumo y a los patrones de movilidad espacial cotidiana. En muchos casos, ya no estamos frente a “la familia agrícola” ni campesina de tipo tradicional y asistimos a movilidades espaciales cotidianas compuestas de algunos trayectos rurales, que pueden mixturarse con las territorialidades biográficas de los grupos de pobladores y sus historias residenciales. Estas características dotan de diversas “texturas y volúmenes a las prácticas involucradas en la construcción de territorialidades en donde lo rural-agrario y lo urbano-industrial se desdibujan para dar visibilidad a estructuras que anudan experiencias y movilidades múltiples.” (Crovetto y Alfaro, 2018: 12).

Las sendas de las vidas cotidianas que se han caracterizado suponen un retorno, portan una idea de circularidad, de fluidez, de repetición, de recursividad:3 es la construcción de territorialidades basadas en la rutinización de las acciones sociales de la vida cotidiana. La subjetividad y la construcción de esas trayectorias estarían definiendo otros espacios más complejos. Aquí cabe comenzar a delinear nuevas preguntas en torno a cómo definiríamos criterios que fueran operativos en pos de una identificación territorial sin por ello vernos compelidos a simplificar en extremo cotidianeidades y territorialidades sumamente complejas. El mecanismo es realmente distorsivo, con lo cual los recursos utilizados serían poco productivos en materia de resultados sociales positivos de mediano y largo plazo.

Por otra parte, la investigación hasta aquí realizada y expuesta nos sugiere que estamos al límite de la capacidad de resiliencia del par rural-urbano, y ello incluye a los estudios sobre movilidades, especialmente después del ya mencionado “giro de la movilidad”. La movilidad espacial cotidiana, la construcción de multi-territorialidades y la compleja dinámica de interacción que ello supone nos habilitan a pensar que tenemos, finalmente, que avanzar en la transformación de la perspectiva para abordar estos espacios sociales habitados y circulados. La ubicuidad de la acción social y de la vida cotidiana se impone por sobre criterios de aglomeración en puntos geográficos estáticos, la movilidad en movimiento a la vez que la movilidad en la quietud física pero no de los flujos. Lo urbano y lo rural, como ya han recogido otras investigaciones, construyen relaciones particulares, donde la plasticidad de las mismas hace estallar el rigor de sus contenidos conceptuales.

Asimismo, sería provechoso observar cuáles movilidades serían identificables con resistencias que pudieran estar aportando a construcciones alternativas frente a la presión de los circuitos de producción y comercialización hegemónicos, formas de resistir, de sobrevivir, así como maneras de movilizarse por los espacios rurales signados por la expulsión (Blanco y Neiman, 2017).

Por todo lo expuesto, quizás sea “operativo” pensar en las movilidades como rurales pero nos invita a poner en duda lo específico y profundizar en los problemas que hoy atañen a los estudios sobre las movilidades humanas: son ellas las que germinan y transforman a los territorios. Ni lo rural ni lo urbano parecen ser calificativos explicativos.

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» Sheller y Urry (2006), The new mobilities paradigm, en Environment and Planning A 2006, volume 38, pp 207-226.

María Marcela Crovetto / mmcrovetto@gmail.com

Dra. en Ciencias Sociales, Mg. en Investigación en Ciencias Sociales, Lic. en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Investigadora Adjunta CONICET en el Área Estudios Rurales, Instituto de Investigaciones Gino Germani. Profesora en la Carrera de Sociología (Adjunta), Doctorado en Ciencias Sociales, Maestría en Investigación en Ciencias Sociales, Maestría en Economía Agraria y Doctorado en Ciencias Agrarias (Universidad de Buenos Aires). Investigación y publicaciones científicas sobre mercados de trabajo, movilidad espacial, territorialidad, trabajo infantil, adolescente y de jóvenes en producciones agropecuarias.


1 Aquí lo regional se juega por diferencia de poder económico y político con lo central, la región pampeana, la zona núcleo con sus puertos hegemonizando las transacciones comerciales internacionales. Este uso folclórico de la idea de región es frecuente y se ha filtrado hasta en las perspectivas que describen la economía del país (Benedetti, 2009). Lo regional se vuelve aquello unificado bajo la idea de lo arrinconado en torno a lo central y hegemónico.

2 Se trabajó con información cualitativa para profundizar en los aspectos recogidos con la encuesta a hogares realizada en cada Valle y, así, poder identificar a los actores sociales de las estructuras productivas locales. También se consultaron fuentes secundarias (documentos, diarios de época, estadísticas públicas y otras investigaciones sobre estas regiones).

3 Esta noción es central en la Teoría de la Estructuración de Anthony Giddens pues denota la fijeza y la solidez de la constitución de la vida social.