A lo largo de lo rural y lo urbano. Experiencias de movilidad territorial en perspectiva histórica (Gran Buenos Aires, 1930-2020)

Verónica Hendel

CONICET/Área de Estudios Interdisciplinarios en Educación Aborigen, Departamento de Educación, Universidad Nacional de Luján, Argentina
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9535-911X

Recibido: 18 de junio de 2020. Aceptado: 6 de octubre de 2020.

Resumen

En este artículo analizamos las movilidades rurales que atraviesan y dan forma a las trayectorias socio-educativas de jóvenes y adultos que estudian y/o viven en un barrio del conurbano bonaerense (Argentina) desde un enfoque analítico que se vale de los aportes de los estudios migratorios y de los estudios de la movilidad, así como de la etnografía. Para ello construimos un estudio de caso sobre el barrio Carlos Mugica, también conocido como Ejército de los Andes y Fuerte Apache, que nos permite aproximarnos a las múltiples movilidades rurales que atraviesan e inciden sobre su pasado y su presente. Entre los resultados de la investigación es posible señalar que: las movilidades rurales se diversifican y tornan más heterogéneas, tanto por sus características y temporalidades como por su devenir histórico; la experiencia de lo urbano se encuentra atravesada por una experiencia previa de lo rural que sigue latente en la ciudad e incide sobre los modos de habitarla; el movimiento implica la posibilidad de desarrollar una mirada atenta a las transformaciones de los lugares a lo largo de los cuales se despliega; y, por último, que las experiencias escolares aparecen como una referencia importante, tanto por las oportunidades que la misma brinda como por las tensiones y marcaciones que allí se experimentan.

Palabras clave: Movilidades. Rural. Urbano. Trayectorias. Conurbano.

Along the Rural and the Urban. Experiences of Territorial Mobility from a Historical Perspective (Argentina, 1930-2010)

Abstract

In this article we analyze the rural mobilities that go through and shape the socio-educational trajectories of young people and adults who study and/or live in a suburban neighborhood of Buenos Aires (Argentina) from an analytical approach that is based on the contributions of migration and mobility studies, as well as ethnography. For this, we built a case study on the Carlos Mugica neighborhood, also known as Ejército de los Andes and Fuerte Apache, which allows us to get closer to the multiple rural mobilities that cross and affect its past and present. Among the results of the research, it is possible to point out that: rural mobilities diversify and become more heterogeneous, both due to their characteristics and temporalities and to their historical evolution; the experience of the urban is traversed by a previous experience of the rural that is still latent in the city and affects the ways of inhabiting it; the movement implies the possibility of developing an attentive look at the transformations of the places along which it unfolds; and, finally, that school experiences appear as an important reference, both because of the opportunities it offers and because of the tensions and markings that are experienced there.

Keywords: Mobilities. Rural. Urban. Trajectories. Conurbano.

Palavras-chave: Mobilidade. Rural. Urbano. Trajetórias. Conurbano.

Introducción

Como las raíces que crecen, los devenires humanos no se mueven por una dura y prefabricada superficie […]. Ellas más bien encuentran o empujan su paso a través del suelo y, al hacerlo, contribuyen a su siempre emergente textura. Este es el tipo de movimiento que […] busca no conectar puntos o territorios predeterminados, sino más bien, en cada momento, seguir andando […] un movimiento –o lo que es lo mismo, una relación– que no va entre, sino a lo largo de. (Ingold, 2012: 46)

Durante varias décadas, los estudios migratorios y los estudios sobre movilidad han transitado caminos separados, creando sus propios debates y convenciones (Heil et al., 2017). En los últimos años, el enriquecimiento mutuo, en términos teóricos y metodológicos, ha sido relevante para el abordaje de temáticas como la que nos convoca en este artículo, en el cual nos proponemos reflexionar acerca de los hallazgos de una investigación etnográfica que busca atravesar las fronteras entre campos de estudio para pensar las movilidades rurales desde un barrio del conurbano bonaerense. El uso de la categoría de movilidades en el marco de este escrito responde a la necesidad de dar cuenta de trayectorias de vida que presentan configuraciones migratorias complejas, que incluyen una diversidad de escalas, así como también movilidades que se reiteran, se diversifican e intersectan con dinámicas de inmovilidad (Schapendok y Steel, 2014; Riccio, 2016). En este sentido, la noción de movilidades rurales constituirá un punto de partida para pensar los múltiples atravesamientos rurales de lo urbano en un contexto específico. A este ejercicio analítico lo denominaremos “invertir la mirada”.

En este sentido, buscaremos no circunscribir la mirada ni a lo rural ni a lo urbano, para poder concentrarnos en el movimiento e identificar las rupturas y continuidades que se entrelazan a lo largo de las experiencias de ambos lugares. Para ello, tomaremos un barrio del conurbano bonaerense en perspectiva histórica, es decir, un contexto etnográfico específico como punto de partida: el barrio Carlos Mugica, también conocido como Ejército de los Andes y Fuerte Apache, del partido de Tres de Febrero (Provincia de Buenos Aires, Argentina). A partir de la reconstrucción de las trayectorias socio-educativas de un conjunto de jóvenes y adultos que viven y/o estudian en el barrio, pero han residido o residen actualmente en ámbitos rurales y en otros espacios urbanos, desarrollaremos un estudio de caso que nos permitirá analizar una multiplicidad de movilidades rurales, tanto contemporáneas como históricas. De este modo, asumimos uno de los desafíos de este dossier al intentar mostrar cómo movilidades rurales, que han sido históricamente estudiadas desde las ciudades para analizar problemáticas urbanas, adquieren matices sumamente relevantes para pensar lo rural cuando son analizadas desde la perspectiva de la movilidad.

El artículo está organizado en cuatro apartados: en el primero, explicitamos nuestra perspectiva teórico-conceptual para el abordaje de las movilidades rurales e historizamos los estudios relativos a la temática en nuestro país; luego, desarrollamos nuestro enfoque metodológico y las técnicas utilizadas en el trabajo de campo; en el tercer apartado, abordamos las movilidades que nos convocan a partir de una periodización en tres etapas, cada una de las cuales se corresponde con una o varias historias de vida y un tipo de movilidad rural en particular:; por último, compartimos una serie de reflexiones finales y algunas preguntas que nos abren a futuras indagaciones.

Invertir la mirada

La agriculturización, la concentración de la producción, la incorporación de tecnología en los procesos de trabajo rural y el avance del “conocimiento experto”1 sobre los saberes tradicionales y locales constituyen algunas de las principales características de las profundas transformaciones que han tenido lugar en el campo argentino desde los años noventa del siglo pasado. Sin embargo, estas transformaciones no pueden ser analizadas en profundidad sin tener en cuenta otras dinámicas, tales como el devenir de una gran cantidad de pequeños productores en empleados, la crisis de una forma de producir y de relacionarse con la tierra, el avance de los grandes productores sobre otro tipo de producciones y montes, el asentamiento de numerosas familias provenientes de los principales núcleos urbanos, cuya situación económica les ha permitido elegir el ámbito rural como lugar de esparcimiento para los fines de semana, y el éxodo de muchos productores familiares y trabajadores rurales hacia las ciudades (Tsakoumagkos y González Maraschio, 2009; Gras y Hernández, 2013; Hendel, 2013, 2014). Es en este sentido que consideramos pertinente el uso de la noción de «doble exclusión» para describir la situación que han experimentado una gran cantidad de pobladores rurales: en primer lugar, un éxodo del campo hacia la ciudad y, en segundo lugar, una exclusión hacia los barrios más pobres de esos espacios urbanos (Hendel, 2014; 2018). Las estadísticas de la evolución de la población rural y urbana en la provincia de Buenos Aires dan cuenta del persistente crecimiento de la población urbana y la disminución de la población rural:

Figura 1. Evolución de la población urbana y rural. Provincia de Buenos Aires. Años 1869- 2010. Fuente: Elaborado por la Dirección Provincial de Estadística en base a: República Argentina (1872, 1898, 1919), Dirección Nacional del Servicio Estadístico (S/F), Dirección Nacional de Estadísticas y Censos (1963). INDEC (1973, 1982,1992, 2005, 2013).

Los movimientos de tipo rural-urbano en América Latina se han destacado singularmente en los últimos sesenta años. Hasta mediados de la década de 1970 el incremento demográfico de las mayores ciudades latinoamericanas se debió, principalmente, al proceso migratorio interno. La dinámica de intercambio de población rural-urbana habría explicado hasta un 50% del crecimiento de algunas ciudades de la región (Villa y Rodríguez, 1997). Aunado a un creciente nivel de urbanización a partir de mediados de los años 1970, este factor comienza a disminuir notoriamente su influencia en el crecimiento total de las grandes ciudades latinoamericanas y da lugar a la supremacía de los movimientos entre ciudades e intraurbanos. Sin embargo, en los países que aún registran significativos niveles de ruralidad, los movimientos de tipo rural-urbano siguen teniendo importancia cuantitativa. De hecho, la misma CEPAL afirmaba en el año 2007 que el flujo campo ciudad persiste y, de hecho, es la razón para el nulo crecimiento de la población rural de la región (CEPAL, 2000; 2007).

De todos modos, al momento de pensar las movilidades rurales debemos tener presente que hay dinámicas que escapan a aquello que los censos logran graficar. Entre ellas cabe mencionar la imposibilidad de conocer cuándo suceden las movilidades, cuántos movimientos migratorios tuvo cada persona y de identificar aquellos casos en que las personas retornan a su lugar de nacimiento (Lattes, 1973). Si bien a partir del censo de 1970 comenzó a incorporarse una pregunta que indaga en el lugar de residencia en una fecha anterior (5 años antes) aún no logran saldarse las dificultades planteadas por Alfredo Lattes hace casi medio siglo.2 Y son, precisamente, esas dimensiones que los censos no logran captar aquello que el enfoque de la movilidad y el análisis etnográfico nos ayudarán a abordar. A partir de dichos aportes intentaremos reconstruir y analizar experiencias de migración diversas y heterogéneas en las cuales se entrecruzan experiencias de movilidad e inmovilidad, una variedad de lugares de partida y de destino, así como motivaciones de distinto tipo. Tanto la heterogeneidad y diversidad de dichas experiencias, como la potencialidad del enfoque de las movilidades, nos motivan a inclinarnos por el uso de la categoría de “movilidades rurales”.

Si bien la movilidad territorial de la población no constituye una temática novedosa, el llamado “giro de la movilidad” (mobilityturn), que se inicia en las postrimerías de la década de 1990 (Creswell, 2006; Sheller, 2017; Urry, 2000), dio un nuevo impulso al estudio de estas problemáticas. En el marco de este enfoque, las movilidades espaciales comienzan a ser concebidas como lentes que permiten indagar las dinámicas rurales y urbanas desde otro prisma. La movilidad emerge, entonces, no sólo como un dato de la realidad sino como un enfoque y, en ciertos sujetos y colectivos, como un elemento distintivo de las formas de habitar los territorios, con una importante influencia sobre los procesos de identificación y de construcción de las identidades. En este artículo, retomamos la idea de “entre-dad” (in-betweenness), desarrollada por el antropólogo británico Tim Ingold (2012), que nos permitirá repensar las movilidades rurales poniendo la mirada en su devenir “a lo largo de” distintos ámbitos y lugares.

Algunas de las preguntas que orientan este escrito se encuentran vinculadas a investigaciones previas y, específicamente, a la necesidad de comprender qué sucedía con los jóvenes que abandonaban, definitiva o esporádicamente, su residencia en ámbitos rurales de la provincia de Buenos Aires para ir a vivir al pueblo o a la ciudad. Puntualmente, nos interesaba analizar cómo esa “experiencia de lo rural” (Hendel, 2015; 2017) se resignificaba y transformaba al devenir “experiencia de lo urbano”, y qué continuidades y rupturas era posible identificar entre ambas.

Por ello, la investigación que da lugar a este escrito propone “invertir la mirada” y tomar un barrio del conurbano como punto de partida. Este prisma nos permite observar que las movilidades rurales se diversifican y tornan más heterogéneas, tanto por sus características y temporalidades como por su devenir histórico. En este sentido, comenzamos a vislumbrar que la historia del Barrio Carlos Mugica (también conocido como Ejército de los Andes y Fuerte Apache), ubicado en la zona de Ciudadela del partido de Tres de Febrero, está atravesada por diferentes movilidades rurales que se despliegan hasta el presente y atraviesan las experiencias de lo urbano de quienes habitan o estudian en el barrio.

En nuestro enfoque, la experiencia, noción compleja y controvertida si las hay, no constituye el origen de una explicación, sino aquello que queremos explicar. En este sentido, nuestra intención es interrogar los procesos a través de los cuales los sujetos sociales se constituyen como tales y, al hacerlo, sugerir nuevas formas de pensar el papel de quien investiga. En nuestro caso, la pregunta por la experiencia de la movilidad territorial protagonizada por sujetos sociales de origen rural busca indagar los complejos y cambiantes procesos discursivos por los cuales dicha experiencia es creada, constituida. La experiencia de la movilidad, en esta investigación, entonces, puede ser concebida como tal en la medida en que es entendida como un conjunto de narrativas, de relatos, de historias. Algo construido, dicho, hablado, no simplemente encontrado (Scott, 1991). Y, al decir experiencia decimos, también, espacios, temporalidades y sujetos que son producto y productores de un conjunto heterogéneo de procesos discursivos. Una categoría contingente, contextual y disputada que se encuentra enlazada a la producción y la transmisión de saberes.

Este artículo está basado en una investigación de corte etnográfico que comenzó en el año 2016 y continúa hasta el presente. De todos modos, los lazos con el barrio son previos y se remontan a varios años antes.3 A lo largo de este periodo hemos realizado observaciones participantes (20) y no participantes (5) en una de las escuelas secundarias del barrio y en diversos espacios comunitarios (feria, cooperativas, actividades sociales y comunitarias, etc.). A lo largo del año 2017 realizamos un proyecto de reconstrucción de la historia del barrio junto con la escuela de adultos que comparte el edificio con la escuela secundaria. Esto nos permitió compartir situaciones escolares y no escolares con jóvenes y adultos y entablar con ellos lazos de confianza y afecto. Muchos de ellos fueron entrevistados en forma formal (5) e informal (10), así como también docentes, preceptores, personal de maestranza, miembros del Equipo de Orientación y directivos (9). Junto a los estudiantes realizamos entrevistas a habitantes históricos del barrio y recuperamos documentos que dan cuenta de su historia. La presencia semanal en el barrio y la posibilidad de recorrerlo sistemáticamente nos permitió aproximarnos a su vida cotidiana y registrar los modos de circular por el mismo y de habitarlo (Hendel y Padawer, 2017). Para estos fines, y en el marco del mismo proyecto, trabajamos en la producción colectiva de cartografías sociales del barrio (Hendel, 2017b). En escritos previos hemos analizado los procesos de identificación de los jóvenes en contextos escolares, prestando especial atención a los procesos de marcación y de inclusión subordinada (Groisman y Hendel, 2017; Hendel, 2018).

El procedimiento analítico no fue lineal y pasó por distintas etapas: en primer lugar, la transcripción de los registros, luego la selección de la información que se convierte en dato sustantivo para la investigación detectando las categorías emergentes ligadas a la empiria; la vuelta al proyecto inicial y a los conceptos; la lectura y relectura de los registros y la construcción de las categorías analíticas nuevas que permitieron ajustar e integrar los hallazgos empíricos a la luz de nuevas relaciones conceptuales.

El enfoque etnográfico ha sido nuestra principal orientación por el lugar central que le otorga a las perspectivas de los actores como un camino privilegiado de acceso al conocimiento de lo social. Y decimos “enfoque”, ya que consideramos que, como señala Elsie Rockwell, “la etnografía no es un método” (2009: 184). En este sentido, cabe señalar que en el marco de este enfoque la interpretación o el análisis de los significados locales no constituyen un momento final, sino un proceso continuo e ineludible: “la integración de ese conocimiento local es posible solo mediante una perspectiva teórica que lo reconozca y lo valore como saber válido en el proceso de investigación” (Rockwell, 2009: 23).

La decisión de abordar las movilidades desde un contexto etnográfico reside en la necesidad de superar distinciones entre movilidades que suelen concebirse como circunscritas espacialmente (por ejemplo, a escala local, regional, internacional) y en la posibilidad de recabar información empírica y teórica acerca de ciertas experiencias de movilidad atendiendo a la complejidad de su configuración. También nos ayuda a reconstruir las interconexiones sociales, espaciales y temporales que emergen del análisis de las experiencias de movilidad, permitiendo ampliar y profundizar el estudio de modos de diferenciación social diversos y heterogéneos. En este sentido, y atendiendo a las características de aquello que deseamos analizar, la categoría de “movilidad” aparece como más pertinente que la de “migración” (Heil et al., 2017).

Por otra parte, si bien este artículo parte del desafío de pensar el presente, también es cierto que la incorporación de una perspectiva histórica permite enriquecer y complejizar nuestra mirada sobre lo reciente. En este sentido, partimos de la premisa de que el análisis del pasado es condición de necesidad para la comprensión de las movilidades rurales contemporáneas. Nuestra búsqueda en el plano histórico se orientará a rastrear, en el presente, las huellas de esos múltiples pasados que lo conforman, lo marcan, lo condicionan (Didi-Huberman, 2009). Es decir, una mirada retrospectiva que nos brindará pistas para realizar una lectura más compleja y profunda de la actualidad.

Pensar las movilidades rurales desde el Conurbano

El barrio que nos convoca es un complejo habitacional que está ubicado en el partido de Tres de Febrero, en la localidad de Ciudadela, en la zona oeste del Gran Buenos Aires, Argentina. Es nombrado oficialmente como Ejército de los Andes y popularmente como “Fuerte Apache”. Sin embargo, su nombre original es Carlos Mugica y Liberación. Por sus características y su historia ha sido el foco de diversos estudios que han puesto la mirada en la cuestión de la vivienda, la estigmatización territorial, la discriminación estructural, la producción del espacio y la memoria reciente (Cravino et al., 2004; Wainstein-Krasuk y Gerscovich, 2005; Kessler, 2012; Risso Patrón, 2017; Bialakowski et al., 2016). Nuestro interés en el mismo, en cambio, se vincula con nuestros lazos con diversas organizaciones y espacios educativos y comunitarios que nos han permitido adentrarnos en las historias de vida de quienes lo habitan y lo han habitado, dando cuenta de que la movilidad territorial de los mismos se encuentra ligada a la historia del barrio desde sus orígenes.

El proyecto de creación del barrio surgió a finales de la década de 1960, durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía. Formó parte del Plan de Erradicación de Villas de Emergencia (PEVE), posteriormente “Plan Alborada”, que comenzó en 1968 con el propósito de reubicar a los habitantes de la Villa 31 de Retiro. Las 3360 viviendas que constituyen el barrio fueron construidas en dos etapas por intermedio de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, el Ministerio de Bienestar Social y el Banco Hipotecario Nacional (Wainstein-Krasuk y Gersovich, 2005).

El primer grupo de familias ocupó sus departamentos en mayo de 1973. Fue en aquel momento que sus habitantes (en su mayoría provenientes de otras villas y asentamientos, pero originarios del ámbito rural nacional y de los países vecinos), eligieron llamar al barrio Padre Carlos Mugica, en honor al cura tercermundista que trabajaba en la Villa 31 y que sería asesinado en mayo de 1974. Según diversos testimonios recogidos en entrevistas en profundidad y conversaciones informales, cuando los militares ocuparon el poder, en marzo de 1976, se oficializó el nombre del complejo habitacional como barrio “Ejército de los Andes”, borrando, de este modo, aquel primer nombramiento (Hendel, 2017b). El conjunto creció en etapas, siendo la más importante la que llevó a cabo Osvaldo Cacciatore hacia 1978 como parte de los preparativos para el Mundial de Fútbol que se celebró en la Argentina, con la reubicación de más pobladores de las villas porteñas en nuevas construcciones de tres pisos denominadas “tiras”. Con el paso del tiempo, el crecimiento demográfico del barrio llevó la población a niveles que triplicaron los 22.000 habitantes para los cuales estaba preparado el conjunto.

En la década de 1990, el nombre otorgado al barrio por la dictadura quedó en el olvido cuando el periodista José de Zer, transmitiendo una nota en medio de un tiroteo, lo rebautizó como “Fuerte Apache”. Por otra parte, en noviembre de 2003, a raíz de la situación de inseguridad y desprestigio de la policía bonaerense, se constituyó a nivel nacional un “plan de seguridad” en el marco del cual, luego de un referéndum, el barrio aceptó por mayoría la presencia permanente de la Gendarmería. De este modo, comenzó el control de la entrada y salida de vehículos y de las personas.

El alto porcentaje de familias migrantes que dio origen al barrio hace que, en la actualidad, parte de la población joven esté conformada por hijos o nietos de personas que vinieron desde provincias del centro, noroeste y nordeste de la Argentina o desde países cercanos (Bolivia, Perú y Chile). Además, en los primeros años de la década de 1980, el barrio recibió inmigrantes laosianos y coreanos; según señala Cravino (2004) estos últimos -como confeccionistas- atrajeron a población de origen boliviano. También fueron alojados, durante aquellos años, miembros de la comunidad Qom proveniente del Chaco. Hoy el barrio también es habitado por población que ha llegado desde Bolivia, Paraguay y Perú a lo largo de las últimas décadas (Hendel y Padawer, 2017), y por jóvenes que, como veremos más adelante, encarnan una serie de movilidades heterogéneas.

“Venían llegando” (1930-1970)

Venían llegando desde 1930, cada vez más masivamente. En la década del 40 fueron legión, y amenazaban con cambiarle el rostro a Buenos Aires, tal como los inmigrantes ultramarinos lo hicieron a principios de siglo. La clase media los vio avanzar, estupefacta. (Ratier, 1971: 13)

De las diversas movilidades rurales que atraviesan a este barrio, hay una primera que se inicia en la década de 1930.4 Nos referimos al fuerte crecimiento del movimiento migratorio desde los espacios rurales hacia las ciudades, particularmente al Gran Buenos Aires, conocido como “éxodo rural”. Por su relevancia en el desarrollo de la Argentina y América Latina, las movilidades rurales que han tenido a las ciudades como aparente destino final han desempeñado un rol clave en los debates del siglo XX. Movilidad de personas, tradiciones, prácticas, saberes y culturas que dejó huella en el surgimiento de los barrios que hacia finales de la década de 1930 comenzaron a crecer en las márgenes de las grandes ciudades de la mano del desarrollo de los centros industriales urbanos. Como señala Hugo Ratier, al comienzo de su obra “El cabecita negra” (1971), las familias provenientes del ámbito rural de las provincias auguran transformaciones fuertemente resistidas por ciertos sectores de quienes ya habitaban las grandes ciudades y la profundización de imaginarios racistas que forman parte de matrices más profundas.

Remontarnos a estas movilidades rurales, que persistirán con fuerza hasta mediados de la década de 1970, resulta indispensable para caracterizar a los primeros pobladores del barrio que nos convoca. También para comprender el desarrollo histórico de los estudios que se abocaron al análisis de las movilidades rurales y que han dejado huellas en el modo de concebirlas.

Yo vengo de Corrientes, nací en Corrientes (…) Yo vivía en General Paz, un pueblo que se llama General Paz, y ahí teníamos nosotros, viviendo dentro, que me explicaban ellos, que no era nuestro, que era de una chacra, de un campo que les daban un lugar para que vivan y de paso los explotaban para que trabajen ahí para ellos. Y les daban por ahí un animalito, otra cosa para subsistir pero plata no había. Entonces por eso mis hermanos querían traerlos para acá (Teo, 62 años, 2016).

El poblamiento del barrio se inicia con el traslado de un grupo de familias desde la Villa de Retiro,5 en mayo de 1973. Sin embargo, este primer movimiento se entrama con las múltiples movilidades previas de las familias que venían llegando desde la década de 1930. También con las movilidades de otras familias, como la de Teo, que llegaron al barrio desde asentamientos ubicados en el norte del conurbano, La Matanza y otras zonas de Tres de Febrero. Barrios humildes a los cuales, a su vez, habían llegado previamente desde otras provincias (en general del norte y noreste) o países vecinos (fundamentalmente, Paraguay, Bolivia y Perú).

A mí me trajeron mis padres a los 4 años a Buenos Aires, a Ciudadela. Yo soy el menor de todos, somos 10 hermanos. (…) Los más grandes ya estaban en Buenos Aires trabajando. Ya mis viejos eran mayores entonces quisieron traerlos para Buenos Aires (…) además ya no había posibilidades de trabajo allá (…) Y, bueno, ahí cuando los traen a mis viejos ahí vinimos nosotros los más chicos…a la Villa Matienzo (Teo, 62 años, 2016).

En términos históricos, cabe recordar que estos asentamientos, considerados por sus habitantes como un hábitat transitorio hacia la resolución de su problema de vivienda, quedaron rápidamente estigmatizados como “villas miseria”, y fueron multiplicándose y creciendo a lo largo de las siguientes décadas. Hacia 1973, los conglomerados villeros, en su conjunto, conformaban la “cuarta ciudad argentina”, aunque medianamente invisible o, al menos, no siempre oficializada. Sólo en el Gran Buenos Aires vivían en villas 400 mil personas repartidas en 600 núcleos poblacionales (Blaustein, 2006). Sin embargo, el acelerado crecimiento de estos espacios no estuvo acompañado de políticas de planeamiento urbano y planes habitacionales que resolvieran el problema de vivienda e inserción en la ciudad de los sectores populares desplazados del campo, a los que se sumarían los inmigrantes de países limítrofes. Los sucesivos gobiernos implementaron políticas de erradicación y, con cada nuevo plan, se reinstaló el debate público sobre erradicación versus radicación, es decir, sobre la legitimidad de la ocupación del terreno y el derecho a la vivienda.

(…) Nos trajeron ahí, a una casilla, donde empezamos a vivir ahí. Y, después, uno de mis hermanos que estaba ahí con nosotros se compró un terreno, ya empezó a edificar y se fue para el lado de San Miguel. Ahí nos dejó más lugar a nosotros y tuvimos más lugar para estar más cómodos, para no estar todos juntos (Teo, 62 años, 2016).

Como señala Teo, su llegada a Villa Matienzo6 se produce a partir de la motivación de los hermanos mayores que “ya estaban en Buenos Aires trabajando” y quienes, a su vez, volvieron a mudarse hacia otras zonas de la provincia con la llegada del resto de la familia. Esas movilidades son algunas de las que los censos no logran captar y que el abordaje etnográfico nos permite registrar y pensar. Y junto con el movimiento y la llegada a otro lugar emerge la escuela como umbral, lugar de encuentro con otros y socialización.

Yo me crié ahí, en el barrio de la Villa Matienzo hasta que nos pasaron acá a Ciudadela, a los monoblocks. Mi historia ahí era que me llevaban al colegio y como que era, mis padres no tenían muchos recursos, este, yo, a veces no tenía ni para las zapatillas como para ir al colegio. Y, bueno, a veces faltaba por esos motivos o a veces no teníamos guardapolvo. Pero igual así terminé primaria. Después hice cursos a la noche de contaduría y de dibujo, pero no llegué a terminar porque ya estaba trabajando y ya no me daban los tiempos. Ya a los 14 años, yo ya estaba trabajando en un taller y ahí fui creciendo con el trabajo y especializándome en un taller metalúrgico. Esto en esa época era todo campo, campo del gobierno, del Ejército acá en Ciudadela (Teo, 62 años, 2016).

Las familias que llegaron al barrio Carlos Mugica desde Villa Matienzo tienen la particularidad de haber sido testigos de su construcción. La descripción de ese proceso nos habla de esa dicotomía que atraviesa las movilidades que queremos pensar y que se construye sobre el trasfondo de experiencias previas donde lo rural y lo urbano, por el contrario, se entrelazan, superponen y contrastan:

Para ellos (mis viejos) era un cambio terrible. Como que allá estaban más liberados porque tenían campo y acá ya tenían que estar más como encerrados, ya no tenían tanto el espacio que tenían ellos allá pero, bueno, como estaban los hijos ya acá también, por ese lado estaban contentos también (…) Fue todo un cambio para todos, nosotros también. Yo cuando vine acá, aunque era chiquito encontraba diferente. Porque no veía, no me dejaban salir. O sea, estaba ahí adentro, que tenía un pequeño patio y estaba ahí adentro, no podía salir a ningún lado si no salía con ellos. Estaba continuamente encerrado (Teo, 62 años, 2016).

Es a la luz de este tipo de testimonios que hablan de experiencias y movilidades rurales y urbanas, que surge la necesidad de preguntarnos por los modos de estudiarlas, analizarlas y concebirlas. Para ello les proponemos hacer un poco de historia y observar el fuerte énfasis que el estudio de las movilidades rurales como aspecto fundamental del proceso de urbanización ha tenido en nuestro país. Gino Germani (1971) y Alfredo Lattes constituyen dos nombres claves cuando se hace referencia a la temática.

Los estudios clásicos de Germani, realizados a mediados del siglo XX, resultan de mención ineludible, tanto por la temática abordada como por la metodología implementada. Un aspecto interesante de la obra de Germani consiste en que sus preocupaciones “por las migraciones siempre apuntaron a encontrar el rol que ellas jugaban en el cambio social, político y cultural del país” (Lattes, 2010:403). En este sentido, su obra otorgaba un lugar central a la migración en las transformaciones que atravesaba la Argentina en aquella época. Estas afirmaciones es necesario analizarlas en el contexto de los procesos históricos de migración interna que tuvieron lugar en la Argentina a partir de la década de 1930 y su peso en el nacimiento y conformación de la experiencia del peronismo (1943-1955). Germani (1967, 1971, 1973) vinculaba la migración a los cambios básicos que estaban haciendo del mundo un planeta de ciudades y metrópolis, y apuntaba a la relación entre migración, urbanización, concentración urbana y modernización, aunque también destacaba la importancia de la migración como proceso social. Resulta interesante observar cómo para la misma época Henri Lefebvre (1971) analizaba, desde una perspectiva crítica, la “sociedad urbana” como degradación y desaparición del campo, de los campesinos, del pueblo, así como un estallido, una dispersión, una proliferación desmesurada de lo que antaño fue la ciudad.

Para Germani, en cambio, la “modernización” tenía un doble significado: primero, el desarrollo de estructuras sociales caracterizadas por la diferenciación, la diversificación y la separación; y, segundo, el desarrollo de nuevas estructuras institucionales, incluyendo valores, actitudes, aspiraciones y objetivos, personales y sociales, modelados por la dinámica de los cambios sociales estructurales (Lattes, 2010: 405).

En el año 1973, Alfredo Lattes señalaba que “En el caso de la Argentina el análisis de las corrientes migratorias es un asunto del mayor interés”. Esta afirmación se basaba en que una de las características de la migración de nativos en la Argentina ha sido siempre que un reducido número de corrientes representa la mayor parte del fenómeno migratorio en términos cuantitativos. Por ejemplo, las quince corrientes migratorias interprovinciales más importantes en los cuatro períodos intercensales desarrollados hasta ese momento contenían el 59, 51, 45 y 62% del total de los migrantes nativos respectivamente. Cabe destacar que este número (arbitrario) de corrientes representaba aproximadamente el 3,3% del total de las corrientes que hay en cada período. En los dos primeros períodos (1869-1895 y 1895-1914), además, predominaban las corrientes entre provincias contiguas (menor distancia), en el tercero (1914-1947), la situación podía ser considerada de transición, y en el cuarto (1947-1960), la característica saliente era que la mayoría de las corrientes migratorias tenían como lugar de destino el Gran Buenos Aires, cualquiera sea la distancia a este lugar (Lattes, 1973).

Como podemos observar, la producción académica acerca de los procesos de movilidad rural en la Argentina también tuvo una etapa de auge en la década de 1970, que contó con la obra de Gino Germani como antecedente de importancia. Además de la obra de Alfredo Lattes, cabe destacar los aportes brindados por la obra de Mario Margulis (1974): “Migración y marginalidad en la sociedad argentina”.

Si indagamos en los antecedentes del pensamiento acerca de las movilidades rurales y urbanas en y desde América Latina debemos mencionar la labor del Programa de Investigaciones Sociales sobre Población en América Latina (PISPAL), que inició sus actividades en marzo de 1973 por iniciativa de varios centros y científicos sociales de diversos países de la región con experiencia en el campo de estudios de la población7. De la lectura de una de sus principales publicaciones, Migración y Desarrollo, se deprende que sus objetivos se orientaban al desarrollo del conocimiento sobre las relaciones entre la dinámica poblacional y los aspectos económicos, sociales, políticos y culturales de las diversas sociedades de la región. Entre los temas trabajados por este grupo interdisciplinario y regional se destacan la realización de estudios comparativos, el intento de desarrollar un abordaje histórico estructural de la problemática, la preocupación por la migración rural-urbana y un interés particular por las transformaciones que las migraciones implicaron sobre la composición de la fuerza de trabajo urbano. Una de las conclusiones a las cuales llegó el grupo fue el límite que las mediciones demográficas planteaban al estudio de la problemática migratoria. De este breve recorrido histórico, se desprende que los orígenes del pensamiento acerca de las movilidades rurales en la Argentina se encuentran íntimamente vinculados al desarrollo de una perspectiva de análisis demográfica, con un fuerte interés por los procesos de urbanización y una profunda ligazón con el desarrollo de la industria liviana y, posteriormente, del peronismo. Esta impronta ha incidido sobre la forma de estudiar las movilidades dando lugar a una visión dicotómica (que contrapone lo rural a lo urbano) fuertemente atravesada por los límites de la producción de conocimiento desde una perspectiva demográfica y por la preocupación por los procesos de urbanización.

Si bien obras como El migrante rural (1971), del intelectual chileno Hugo Zemelman, y El cabecita negra (1973), del antropólogo argentino Hugo Ratier, constituyen importantes antecedentes del abordaje de las movilidades rurales desde una perspectiva antropológica, entendemos que algunos de los aportes más recientes realizados en el marco de lo que se conoce como el “giro de las movilidades” constituyen herramientas valiosas para repensar el estudio de esta problemática.

La historia de Teo, por ejemplo, nos permite vislumbrar cómo las experiencias de los lugares son delineadas no sólo por el estar en un barrio sino más bien por el movimiento entre distintos lugares. En este caso, uno predominantemente rural como Corrientes y el ámbito urbano de la Villa Matienzo y, luego, el complejo habitacional Carlos Mugica, estos últimos ubicados en el partido bonaerense de Tres de Febrero. Este enfoque nos permite observar cómo el barrio que nos convoca se encuentra fuertemente atravesado por “la experiencia de lo rural” (Ingold, 2002, 2012; Hendel, 2015). Aspecto que también se encuentra presente en las luchas previas a su construcción. Específicamente, en la disputa por la tierra que el Movimiento Villero Peronista8 libró en el marco de la construcción del proyecto de erradicación de las villas:

Después, cuando vinieron el censo, que fueron censando porque decían que había posibilidades de erradicar las villas y, bueno, ahí empezamos a censar a la gente. Yo ya estaba trabajando con los compañeros de la JP. Después nos unimos al Movimiento Villero, que estábamos con el padre Mugica. Hicimos muchas reuniones con esa organización. Lo que queríamos y pedíamos en esa época era que cada habitante de esa villa tuviera una parcela de tierra, que no queríamos monoblocks, queríamos algo propio. Una parcela que uno pudiera edificar, tener su terreno, su garaje y no los monoblocks. Pero no lo pudimos concretar porque no nos dieron bolilla (Teo, 62 años, 2016).

La añoranza de la casa con terreno de los primeros pobladores perdura hasta el presente. Se trata de una referencia que ha aparecido en múltiples instancias de entrevista y que, en algunos casos, como el de una pareja de feriantes históricos del barrio oriundos de Bolivia, los ha impulsado a mudarse a los alrededores para poder tener “una casa con un limonero en el fondo” (Registro de conversación informal, 2019).

Para poder pensar estas experiencias de movilidad rural como configuradoras del barrio que nos convoca resulta necesario invertir la mirada, dejar de circunscribir los caminos en los que la vida es vivida dentro de límites en los que quedan encerrados (Ingold, 2015) como, por ejemplo, lo rural y lo urbano. Estos testimonios nos muestran cómo la experiencia de lo rural no cesa con la llegada a la ciudad, en todo caso se transforma y se entrelaza con otras experiencias y otras movilidades.

“Nuestro deseo jamás fue dejar nuestro lugar de origen” (1980-1990)

Llegué a Buenos Aires en el año 1988 junto a mi familia (…) Nuestro deseo jamás fue dejar nuestro lugar de origen, pero tuvimos que venirnos por la falta de trabajo y la falta de tierra; con más precipitación por lo segundo, ya que fuimos despojados de ella en forma irracional y muy desagradable (…) Llegamos a un lugar conocido como Fuerte Apache, allí vivimos cerca de ocho años” (López y López, 2012: 9-10)

El nomadismo ha sido asociado históricamente a diversos pueblos indígenas de nuestra región. Sin embargo, la movilidad de las familias Qom que llegaron a Fuerte Apache9 entre las décadas de 1970 y 1990 responde a movilidades forzadas por situaciones de profunda desigualdad y despojo. Como señala Elena Achilli (2004) al analizar la historia de las comunidades Qom que se asentaron en las afueras de Rosario (provincia de Santa Fe, Argentina) estas movilidades pueden ser concebidas como un “nomadismo forzado”:

En efecto, se trata de un nomadismo ligado a la permanente búsqueda por la supervivencia que obliga a los sujetos a tales desmembramientos familiares. Así, la ciudad de Rosario, también forma parte de esa nueva territorialidad ligada a los desplazamientos de la pobreza. Como dijimos, las primeras familias tobas que llegan lo hacen en la década de los sesenta. Pero, los años ochenta y, fundamentalmente, los noventa serán los años de una profundización de estos procesos migratorios a la ciudad (Achilli, 2004: 8-9).

La idea de “desplazamientos de la pobreza” nos remite a la noción de “doble exclusión” (Hendel, 2014; 2018) que hemos mencionado previamente y que resulta útil para pensar las movilidades rurales que atraviesan al barrio que nos convoca.

El caso de las familias Qom que residieron, y algunas todavía residen, en Fuerte Apache tiene la particularidad de tratarse de una presencia silenciada y fuertemente estigmatizada, atravesada por cierto “extrañamiento” vinculado a las profundas diferencias entre el lugar de origen y de destino, y a las formas de habitarlos:

Nos costó poder adaptarnos al ruido y a todo lo que en ese lugar nos rodeaba, que como era de esperar no se iba a parecer en nada a nuestra tierra natal (…) Cuando llegamos a la primera reunión de padres en el colegio donde concurrían mis hijos me llevé una gran sorpresa. Cada vez que llego a un lugar y me toca presentarme siempre comienzo diciendo que pertenezco a la comunidad toba, que soy aborigen. Ese día no fue diferente y en cuanto terminé de presentarme como Qom sentí todas las miradas de los padres encima de mí. Al finalizar la reunión, se me acercaron varios padres. Resultaba ser que no estaba solo en Buenos Aires, había más hermanos tobas, cada uno de ellos se presentó y me decían de qué lugar de la provincia de Chaco venían. Me sentí tan contento en ese momento pero les pregunté a mis hermanos por qué no decían que pertenecían al pueblo toba. La respuesta de ellos fue que no lo hacían porque eran discriminados (López y López, 2012: 10-11).

En el relato de Clemente y Sandra López, las movilidades se entraman con procesos de identificación. Su experiencia de lo rural y de lo urbano parte de una cosmovisión propia acerca del vínculo con la naturaleza, con el resto de su comunidad y con los mayores. Aspectos que atraviesan sus modos de habitar los lugares y que tensionan aquello que en el caso de otras familias atravesadas por la movilidad, como la de Teo, puede haber sido vivido como un progreso vinculado al acceso a una vivienda propia. En la experiencia de la familia López, la escuela aparece nuevamente como un lugar de referencia, tanto por las oportunidades que la misma brinda como por las tensiones y marcaciones que allí experimentaron:

Cuando salimos del Impenetrable chaqueño sabíamos que la única salida para poder subsistir y aprender a vivir en sociedad era educándonos con las letras de los blancos, es decir, con la educación escolar. Fue por eso que lo primero que hicimos fue mandar a nuestros niños al colegio (…) A mi hijo mayor le costó mucho adaptarse a vivir en la ciudad (…) Un día recibo un llamado de la asistente social del colegio, me cita porque dice que mi hijo tiene conductas extrañas (…) Me comentan que Emiliano es un buen niño, se desempeña bien, pero que el problema es solamente ‘eso raro’ que él hace (…) ‘Cada vez que Emiliano termina de hacer los deberes que doy en la clase, se levanta y va hacia el aula de su hermana menor y se queda con ella, lo hace sin pedir permiso y no entendemos porqué lo hace’ (…) entonces me mandan con un papelito hasta el hospital (López y López, 2012: 8-9).

El “problema de Emiliano”, como señalan Clemente y Sandra más adelante en su relato, no era de carácter psicológico sino que respondía a la persistencia en él de formas de habitar los lugares y de concebir la relación con su familia, propias de la movilidad y de una forma de vida que no había cesado al llegar a Fuerte Apache. Emiliano seguía sintiendo la necesidad de cuidar en todo momento a su hermana, tal como lo hacía en el Impenetrable. Aquello que sus maestras no lograban concebir era esa persistencia de experiencias y cosmovisiones propias de su vida en comunidad en el ámbito rural chaqueño. Esa “entre-dad”, que se despliega a lo largo de las experiencias de Emiliano, nos brinda herramientas para repensar las movilidades rurales poniendo la mirada en el devenir más que en los puntos de llegada y de partida, en el río más que en las orillas (Ingold, 2012).

Estas tensiones y el deseo de recrear la forma de vida previa movieron a Clemente López a proyectarse hacia nuevas movilidades:

Después de aquel encuentro con mis hermanos, sentí la necesidad de explicarles mi punto de vista y algunos lo entendieron (…) Comencé a tener sueños de poder vivir nuevamente en comunidad aquí en Buenos Aires (López y López, 2012: 11-12).

Finalmente, a mediados de la década de 1990, treinta y dos familias Qom lograron obtener un terreno cedido por autoridades de la iglesia católica, protagonizando así una nueva experiencia de movilidad hacia un destino deseado:

El Monseñor Quarrachino nos donó unas tierras en un lugar llamado Presidente Derqui, en el Partido de Pilar. Ni bien nos dijeron donde quedaba ese lugar fuimos con todos los chicos a conocerlo (…) Sentíamos el olor a la naturaleza, el lugar era más tranquilo, el ruido era mucho menos que el que conocíamos en Fuerte Apache, veíamos el color verde en los árboles. En ese momento percibimos como una especie de brisa que nos hizo sentir que allí iba a estar nuestra comunidad anhelada. Les pregunté a mis hijos qué opinaban del lugar y me respondieron que ya no querían volver a Fuerte Apache (López y López, 2012: 13).

Nuevamente es posible observar cómo las movilidades exceden el canon tradicional desde el cual se pensó durante mucho tiempo la migración rural-urbana y pueden ser concebidas como movilidades que transcurren a lo largo de diferentes espacios: algunos más vinculados a lo rural (Pampa del Indio, Chaco), otros a lo urbano (Fuerte Apache) y, en este caso, otro relacionado con lo que suele denominarse como periurbano10 (Presidente Derqui). Aquello que nos interesa enfatizar es precisamente la necesidad de poner la mirada en las experiencias que se entretejen “a lo largo de” esos lugares y que sólo pueden ser observadas cuando se pone el foco en la movilidad. Es desde este prisma que los desplazamientos van más allá de la dicotomía campo-ciudad, desplegando dimensiones de lo rural en lo urbano, y de lo urbano en lo rural, así como también presentando múltiples devenires que hacen que las tipologías clásicas entren en tensión y pierdan capacidad de asir lo real.

“Era todo campo (…) era más tranquilo” (1990-2010)

A lo largo de Merlo, Marcos Paz, San Clemente,11 Paso de los Libres, Salta, Paraguay, Perú y Bolivia se teje parte de la trama de movilidades de los y las jóvenes que habitan el barrio en la actualidad. El nudo que nos permitió identificar estos hilos, entendidos como formas de vida, fue el lugar que sus caminantes tenían en común: la escuela. Hilos invisibles y en permanente despliegue, que muchos de los actores escolares adultos desconocían12 y que sólo después de un año de compartir clases, recreos, proyectos y conversaciones de todo tipo logramos visualizar. Recorridos que hablan de experiencias complejas, desiguales, a veces dolorosas, que sus caminantes vincularon a ciertas formas de lo rural.

Entre finales de la década de 1980 y a lo largo de los años 90 el barrio sufrió profundas transformaciones. La situación de crisis económica y profundización de la desigualdad característica de la época supuso el incremento de la presencia de bandas vinculadas al comercio de sustancias ilegales. El barrio comenzó a hacerse conocido por los enfrentamientos, los abusos policiales y la “inseguridad”. Estos aspectos son los que han primado en las investigaciones recientes sobre el mismo y, fundamentalmente, en el abordaje de los medios de comunicación. De hecho, se dice que el polémico nombre de “Fuerte Apache” fue utilizado por el periodista José de Zer en medio de la cobertura de un operativo policial y quedó asociado al barrio y experimentado como estigma, por algunos, y orgullo, para otros. Durante esos años también aumentó la presencia de familias provenientes de los países de la región.

Según datos de UNICEF y el Centro de Estudios de Población (2012), en el año 2010, el 81,3% de los extranjeros en la Argentina provenía de países de la región (INDEC, 2010). En cuanto a la movilidad al interior del país, cabe señalar que según los cálculos realizados por Velázquez y Manzano (2015), entre 1947 y 2010, cambiaron de provincia aproximadamente algo más 6 millones de personas y estas migraciones tuvieron efectos tanto en las áreas emisoras como en las receptoras. Algunas lo hicieron dentro de una misma provincia, pero la mayoría traspuso sus límites. Según datos del último Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (2010), la mayor cantidad de población migrante interna que al momento de realizarse el censo vivía en la provincia de Buenos Aires provenía de las provincias del nordeste, en segundo lugar, del noroeste y, en tercer lugar, del centro de la Argentina. Más allá de la relevancia de estos datos, durante las décadas de 1980 y 1990 el interés por la problemática de la migración interna decayó, al igual que sucedió en el resto de América Latina, y comenzó a cobrar mayor relevancia el estudio de los procesos de migración internacional. De todos modos, cabe señalar que en años recientes, algunas obras han renovado el campo de estudio desde diferentes perspectivas y enfoques. Cabe mencionar los trabajos de Joaquín Perrén (2012), “Las migraciones internas en la Argentina contemporánea. Una mirada desde la Patagonia (Neuquén, 1960-1991)” y Velázquez y Manzano (2015), “Dinámica migratoria y desigualdades regionales”, entre otros. En cuanto al análisis de los circuitos productivos rurales que demandan estacionalmente mano de obra para las cosechas, estrechamente vinculados al crecimiento de las ciudades intermedias, mencionaremos los trabajos de Bendini y Steimbreger (2010); Benencia (2006); Quaranta (2017) y Lattes (2007).

En sintonía con estos datos que hablan de transformaciones, pero también de persistencias de ciertas movilidades, aquello que hallamos en el trabajo etnográfico y participativo es la presencia de jóvenes y adultos con trayectorias atravesadas por múltiples y diversas movilidades rurales.13 Recorridos que nos remitieron a las experiencias de movilidad de los jóvenes de San Andrés de Giles, mencionados al comienzo de este artículo (2015, 2018a, 2018b).

–Era todo campo. Campo y eran casas todas separadas. Terreno, cada uno tenía su terreno. Y ahora, cuando fui la semana pasada, eran todas casas, todas una al lado de la otra. Yo no voy como hace más de cinco años. Antes cultivaban cosas y ahora, no, ahora puras casas, ahora no. (…) A mí me gusta, era más tranquilo ahí.

–Es todo tranquilo, adonde hay campo es todo tranquilo. No se escucha ni el colectivo, se escuchan nomás los caballos.

(Entrevista colectiva, 1° Año Adultos, 2017)

Particularmente llamativo de estas movilidades invisibles resultó ser su vínculo con lo rural. Las narraciones hacen referencia al “campo”, al “cultivo”, al “terreno”, a la “tranquilidad” y a la presencia de animales:

Yo me acuerdo que allá en San Clemente me levantaba pero lo único que se escuchaba eran los perros. (Entrevista colectiva, 1° Año Adultos, 2017)

Nosotros teníamos una quinta con gallinas. Allá en Merlo, en mi casa. Todo campo, teníamos la quinta, pollitos, gatos, teníamos de todo. Y después lo tiramos abajo y mi hermano se mandó una casa. Quedó lindo ahora (…) Después a mi mamá la internaron y mi papá quedó sólo y se vino a trabajar para acá, a Palomar. Él trabajaba en vialidad nacional. Todos trabajábamos en la quinta, y a veces mataban los chanchos, los pollos para comer. Un sólo gato quedó nomás que se lo quedó mi sobrino. Pero todo se cayó para abajo. Está mi hermano ahora. Pero no siembran nada. (Entrevista colectiva, 1° Año Adultos, 2017)

Lo rural, en estos casos, también se construye a la luz de ciertas experiencias de lo urbano que los llevan a encontrar similitudes entre espacios tan diferentes como Merlo y Marcos Paz, por un lado, y San Clemente del Tuyú, por otro, dando cuenta de la existencia de una heterogeneidad de ruralidades. En todos los casos relevados, el movimiento implica la posibilidad de desarrollar una mirada atenta a las transformaciones de los lugares a lo largo de los cuales se despliega. De modo similar a aquello que pudimos registrar en San Andrés de Giles (2015), las alusiones a “lo rural” hacen referencia a lugares y actividades en proceso de transformación, marcadas por un avance de la urbanización y la crisis de ciertas formas productivas como la quinta o la huerta. Aquí también aparece en forma implícita la falta de estabilidad laboral y las dificultades familiares como disparadores de la movilidad. Sin embargo, la imposibilidad de los jóvenes de proyectarse en esos lugares no está tan presente. Más bien es posible identificar una cierta añoranza de esos ámbitos que ellos vinculan con el campo y, en algunos casos, el deseo de regresar y la posterior concreción de ese deseo.14

También resulta relevante señalar que la movilidad de los más jóvenes tiene lugar en el marco de proyectos familiares en los cuales no suelen tener un lugar protagónico y que se entraman, a su vez, con experiencias de movilidad de las generaciones previas, es decir, de sus padres y abuelos:

–¿De qué trabajaban allá en Marcos Paz?

–Todos los trabajos se tenían que ir a Avellaneda. Ahí había fábricas. La única fábrica ahí era una de pastas. Mi mamá venía de Uruguay y mi papá era de ahí.

(Entrevista colectiva, 1° Año Adultos, 2017)

–Yo lo que sé es que conocieron, al poco tiempo se casaron y se fueron al Chaco porque mi papá era militar. Después del Chaco mi papá habló con mis abuelos y mis abuelos le regalaron la casa para que se vayan a vivir con mi hermana allá en San Clemente. Mis abuelos les regalaron muchas casas pero ellos las terminaron vendiendo y eligieron San Clemente, y después de lo de mi papa nos vinimos a acá. (Entrevista colectiva, 1° Año Adultos, 2017)

La diversidad de las movilidades se expresa tanto en su recorrido como en sus motivaciones, aunque las redes familiares parecen estar siempre presentes:

Yo vivo afuera del nudo 13, a media cuadra. Yo a los 17 años volé de acá, me fui a Salta, a Güemes, por 4 años y después volví. Me fui porque tuve problemas con las bandas, me querían matar. Entonces me fui con mis tíos, al campo. Me fue re bien. Trabajaba en el tabaco. Después vine para acá y mi tío me hizo entrar en una metalmecánica. (Entrevista colectiva, 1° Año Adultos, 2017)

–Soy de Corrientes. Vine este año a vivir por acá. O sea, el año pasado vine unos meses y, bueno, este año me vine a vivir para acá. Estoy en Caseros. No conozco nada. Sólo unas cuadras hasta llegar a Alvear, donde la llevo a ella a danza. Y la escuela de ella (…) en José Ingenieros, El COTO. Me vine a vivir para acá porque me junté. Allá donde vivía, no sé, es diferente porque vivía en un pueblo, un pueblo chico. No era que había el tránsito que hay acá de los autos. Querés llegar a un lugar y tenés que salir como 1 hora, 1 hora y media antes.

–Allá andan en moto, ¿no?

–Sí. Todo eso como que fue raro. El clima me hacía mal, como que me hacía mal la presión. Y, no sé, me fui adaptando de a poco.

–Es todo campo allá, ¿no?

–Donde yo vivo es Paso de los Libres, une el puente con Brasil, Uruguayana. La escuela de allá nada que ver con acá.

(Entrevista colectiva, 1° Año Adultos, 2017)

Las movilidades de estos jóvenes y adultos emergen diversas e imprevisibles. Sin embargo, se entretejen con desplazamientos previos y futuros y dan cuenta de ruralidades heterogéneas o nuevas ruralidades difíciles de visualizar cuando se habita un barrio del conurbano como el que nos convoca. Experiencias de lo rural y de lo urbano que se enlazan. Movilidades que, cual hilos, tejen tramas de nuevo tipo a lo largo de lo rural y lo urbano.

Atravesamientos: repensando las movilidades rurales

A lo largo de este artículo hemos asumido uno de los desafíos de este dossier al intentar mostrar cómo movilidades rurales, que han sido históricamente estudiadas desde las ciudades para analizar problemáticas urbanas, adquieren matices sumamente relevantes para pensar lo rural cuando son analizadas desde la perspectiva de la movilidad. Movilidades atravesadas por situaciones de desigualdad que suelen incluir en su devenir estadías más o menos prolongadas en ámbitos urbanos, a veces definitivas.

La necesidad de repensar las categorías de lo rural y lo urbano constituyó uno de los puntos de partida de este artículo. Para ello retomamos ciertos aspectos de la obra del antropólogo inglés Tim Ingold y su enfoque sobre la movilidad, las prácticas y la producción de conocimiento. Este abordaje se vincula con aquello que hemos denominado “invertir la mirada” para dar cuenta de la necesidad de pensar las experiencias de los jóvenes y adultos más allá del punto de partida y de llegada, prestando atención a aquello que sucede “a lo largo” del desplazamiento.

“Invertir la mirada” supuso tres desafíos teórico-metodológicos: 1) abordar las movilidades rurales tomando a la ciudad como punto de partida; 2) descentrar los lugares para atender a la movilidad; 3) situar la mirada en los sentidos puestos en juego por los jóvenes y adultos en la construcción de “lo rural”.

A lo largo de este recorrido analítico observamos que las movilidades rurales se diversifican y tornan más heterogéneas, tanto por sus características y temporalidades como por su devenir histórico. En este sentido, comenzamos a vislumbrar la necesidad de desarrollar un enfoque histórico que nos permitió comprender que la historia del Barrio Carlos Mugica (también conocido como Ejército de los Andes y Fuerte Apache), ubicado en la zona de Ciudadela del partido de Tres de Febrero, está atravesada por diferentes movilidades rurales que se despliegan hasta el presente.

Para analizar estas movilidades retomamos aspectos ya trabajados y los pusimos en relación con los resultados del trabajo de campo de corte etnográfico que llevamos a cabo desde hace cinco años en dicha localidad. La reconstrucción de las trayectorias socio-educativas en el ámbito formal de un grupo de jóvenes y adultos que viven y/o estudian en el barrio, pero han residido o residen actualmente en ámbitos rurales, nos permitió aproximarnos a las múltiples movilidades rurales que atraviesan e inciden, desde sus orígenes, sobre un barrio emblemático del conurbano.

En primer lugar, la historia de vida de Teo nos permitió aproximarnos a aquel conjunto de movilidades conocidas como “éxodo rural” que se inician en la década de 1930 y persisten hasta los años setenta. La reconstrucción etnográfica y biográfica da cuenta de cómo su experiencia de lo urbano se encuentra atravesada por una experiencia previa de lo rural que sigue latente en la ciudad e incide sobre sus modos de habitarla. A su vez, se trata de una movilidad que se enlaza con otros desplazamientos familiares. De este modo, la historia de Teo nos permite vislumbrar cómo las experiencias de los lugares son delineadas no sólo por el estar en un barrio sino más bien por el movimiento entre distintos lugares. En este caso, uno predominantemente rural como Corrientes y otros dos con características más urbanas como Villa Matienzo y el complejo habitacional Carlos Mugica, estos últimos ubicados en el partido bonaerense de Tres de Febrero. Desde esta perspectiva, el barrio que nos convoca emerge como un lugar fuertemente atravesado por diversas experiencias de lo rural. Aspecto que también se expresa en las luchas previas a su construcción, específicamente, en las disputas por la tierra que el Movimiento Villero Peronista libró en el marco de la construcción del proyecto de erradicación de las villas y que sigue latente hasta el presente en la añoranza de “una casa con terreno”.

En segundo lugar, hemos abordado las movilidades territoriales de las familias Qom que llegaron a Fuerte Apache entre las décadas de 1970 y 1990, que fueron forzadas por situaciones de profunda desigualdad y despojo. Las nociones de “desplazamientos de la pobreza” y de “doble exclusión” resultaron útiles para pensar este caso, que además se trata de una presencia silenciada y fuertemente estigmatizada, atravesada por cierto “extrañamiento” vinculado a las profundas diferencias entre el lugar de origen y de destino, y a las formas de habitarlos. Estas movilidades se entraman con procesos de identificación dado que la experiencia de lo rural y de lo urbano parte de una cosmovisión propia acerca del vínculo con la naturaleza, con la comunidad y con los mayores. Ellas nos permiten atender a los modos en los cuales las movilidades exceden el canon tradicional desde el cual se pensó durante mucho tiempo la migración rural-urbana y pueden ser aprehendidas como movilidades que transcurren a lo largo de diferentes espacios: Pampa del Indio-Fuerte Apache-Presidente Derqui. Las experiencias que se entretejen “a lo largo de” esos lugares sólo pueden ser observadas cuando se pone el foco en la movilidad. Es desde este prisma que los desplazamientos van más allá de la dicotomía campo-ciudad, desplegando dimensiones de lo rural en lo urbano, y de lo urbano en lo rural, así como también presentando múltiples devenires que hacen que las tipologías clásicas entren en tensión y disminuya su capacidad de asir lo real.

Por último, abordamos la trama de movilidades que caracteriza a los jóvenes y adultos que habitan el barrio en la actualidad. A partir del trabajo de corte etnográfico y participativo que desarrollamos en una de las escuelas del barrio logramos aproximarnos a sus trayectorias de vida, las cuales se encuentran atravesadas por múltiples y diversas movilidades rurales. En este recorrido, observamos que, a diferencia de lo que sucedió en otros periodos históricos, las movilidades contemporáneas de estos jóvenes son más heterogéneas que las de otros periodos históricos. En todos los casos relevados, el movimiento implica la posibilidad de desarrollar una mirada atenta a las transformaciones de los lugares a lo largo de los cuales se despliega. Así, las alusiones a “lo rural” hacen referencia a lugares y actividades en proceso de transformación, marcadas por un avance de la urbanización y la crisis de ciertas formas productivas como la quinta o la huerta. Y aparece en forma implícita la falta de estabilidad laboral y las dificultades familiares como disparadores de estas movilidades que se dan, mayoritariamente, en el marco de proyectos familiares o, al menos, orientados por adultos mayores.

Resulta relevante señalar que en los tres casos las experiencias escolares aparecen como una referencia importante, tanto por las oportunidades que la misma brinda como por las tensiones y marcaciones que allí han experimentado. La educación como hito de las trayectorias migratorias constituye un aspecto central de nuestra investigación y reconoce amplios antecedentes. Si bien no ha constituido el foco de este artículo, resulta significativo señalar la importancia y recurrencia de las experiencias escolares en diferentes periodos históricos. La educación laica, formal, gratuita y obligatoria ha constituido un elemento relevante de movilidad social cuyos sentidos y significados han ido cambiando con el paso del tiempo, aspecto que será analizado en futuros escritos.

Para poder pensar estas experiencias de movilidad rural como configuradoras del barrio que nos convoca fue necesario invertir la mirada, dejar de circunscribir los caminos en los que la vida es vivida dentro de límites en los que quedan encerrados. Las historias de vida que nos guiaron a lo largo del artículo nos mostraron cómo la experiencia de lo rural no cesa con la llegada a la ciudad, en todo caso se transforma y se entrelaza con otras experiencias y otras movilidades que es necesario seguir pensando.

Aclaraciones: Este artículo está basado en una investigación financiada por el CONICET y por la Universidad Nacional de Luján (Proyectos de Investigación para Investigadores en Formación). Agradezco especialmente el apoyo de las escuelas y organizaciones del barrio que formaron parte del mismo y de la Asociación por los Derechos Humanos de Tres de Febrero.

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Verónica Hendel / vero_hendel@yahoo.com

Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (Buenos Aires, Argentina). Investigadora Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en el Área de Estudios Interdisciplinarios en Educación Aborigen del Departamento de Educación de la Universidad Nacional de Luján. Docente de grado y posgrado en la Universidad Nacional de Luján y en la FFyL de la Universidad de Buenos Aires. Investiga sobre educación, juventudes, migraciones, movilidades y territorios.


1 Por “conocimiento experto” hacemos referencia a ese complejo entramado de conocimientos producidos desde ámbitos científicos públicos y privados y desde ámbitos empresariales, guiados fundamentalmente por el ánimo de lucro (Hendel, 2011).

2 Según señala el INDEC, los datos del censo de 1970 presentaron limitaciones derivadas de que su procesamiento se realizó sobre una muestra de la población. Ello ocasionó que fueran precisas sólo las estimaciones para datos muy agregados. Los censos de 1980 y 1991 mantuvieron el mismo conjunto de preguntas (lugar de nacimiento, lugar de residencia en una fecha fija anterior, año de llegada al país de los extranjeros y lugar de residencia habitual). A excepción de la pregunta sobre lugar de nacimiento, los datos correspondientes a la residencia habitual se preguntan para el nivel de localidad censal, indagándose también el nombre del Departamento o Partido (unidad político administrativa menor), que cubre exhaustivamente el territorio y el nombre de la provincia (división político administrativa mayor). En 1980 y 1991 se aplicaron técnicas de muestreo en las áreas más pobladas del país.

3 Los vínculos previos se construyeron en el marco de la reconstrucción de la historia del barrio que venimos realizando desde hace una década en el marco de la Asociación por los Derechos Humanos del partido de Tres de Febrero, provincia de Buenos Aires (organización conformada por familiares y compañeros de detenidos-desaparecidos del partido víctimas del terrorismo de Estado).

4 El censo de 1947 es el primero que registra un salto cuantitativo respecto de las migraciones internas y pone en evidencia la intensidad de estos movimientos: para este año, la proporción de migrantes internos ascendía hasta el 24,6% del total de nativos argentinos (Dirección Provincial de Estadística).

5 La Villa de Retiro o Villa 31 es un barrio de emergencia que actualmente lleva el nombre de Barrio Carlos Mugica. Se encuentra repartido entre la Comuna 1 y la Comuna 2 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Surgió en 1932 con el nombre de “Villa Desocupación”. En la década de 1940 resurgió cuando el gobierno decidió proveer viviendas precarias a un grupo social muy castigado, de origen italiano. Esa zona se conocería durante décadas como el “Barrio Inmigrantes”. En el extremo norte, el gremio de La Fraternidad colaboró con el inicio de nuevos asentamientos compuestos por familias de ferroviarios al costado de las vías del Ferrocarril Belgrano. Esa zona, que es la que luego sería trasladada al barrio que nos convoca, sería conocida como “Villa Saldías”. Durante las décadas previas al traslado se caracterizó por la llegada de nuevos pobladores, tanto bolivianos como habitantes del noroeste argentino, muchos de ellos zafreros, que habían perdido sus trabajos en los ingenios azucareros del Tucumán.

6 Se trata de una pequeña villa ubicada en Ciudadela, al lado de los terrenos del ejército que fueron utilizados para construir el complejo habitacional, que perdura hasta la actualidad.

7 Desde su creación y hasta 1977 PISPAL funcionó como Grupo de Trabajo de la Comisión de Población y Desarrollo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Durante ese período los aspectos administrativos y de coordinación técnica y sustantiva estuvieron a cargo de la Unidad Central que tuvo su sede en el Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE), Santiago de Chile. A partir de 1978 PISPAL se convirtió en un Programa Especial de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO con sede en México y con Carmen A. Miró como Secretaria Ejecutiva.

8 El Movimiento Villero Peronista surgió en 1973 en las villas porteñas y del Gran Buenos Aires a partir de un contexto nacional y regional de amplia participación política de los sectores populares. Fue un espacio donde confluyeron militantes villeros, jóvenes peronistas, entre ellos estudiantes y profesionales, y curas del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que militaban en el territorio.

9 En este apartado llamaremos al barrio “Fuerte Apache”, respetando el modo de nombrarlo que han elegido Clemente y Sandra López.

10 Periurbano es un término utilizado para aludir a territorios de interfaz, espacios de transición entre lo urbano y lo rural que se caracterizan por su heterogeneidad. Su conformación responde al crecimiento y desarrollo de las ciudades a lo largo de la historia.

11 Merlo, Marcos Paz y San Clemente están ubicados en la provincia de Buenos Aires. Merlo y Marcos Paz son partidos vecinos que se encuentran ubicados al oeste del conurbano bonaerense. Ambos pueden ser caracterizados como periurbanos por su proximidad con centros urbanos y la presencia de producción rural. San Clemente del Tuyú es una ciudad balnearia y turística argentina del partido de La Costa en la provincia de Buenos Aires.

12 “La idea de que los estudiantes fueran migrantes o hijos o nietos de familias migrantes no aparecía como un dato de la realidad. Esta escena se repitió en diferentes charlas con miembros de la escuela: el secretario, el jefe de preceptores, personal de maestranza y diversos profesores y profesoras. Algunos de ellos solo vincularon esa característica de las familias del barrio, a sus orígenes. Y, en parte, tenían razón. Demostrar que los estudiantes poseían un presente o pasado migrante se transformó, entonces, en un desafío” (Hendel, 2018: 115).

13 La experiencia se desarrolló con los grupos de 1° y 2° Año de la secundaria de adultos del barrio. Trabajamos con un total de 34 jóvenes y adultos de entre 17 y 46 años. La entrevista colectiva que citaremos a continuación tuvo lugar en noviembre de 2017, cuando el proyecto ya estaba en su etapa final. Participaron de la misma 4 mujeres jóvenes de entre 17 y 21 años, una de 27, un joven de 23, otro de 30.

14 Nos referimos específicamente a la joven que había vivido en San Clemente y que en años posteriores logró cumplir su sueño de volver a ese lugar.