Luis Gerardo Franco[1]
La lectura de este libro deja en evidencia cómo el tema del patrimonio cultural, trátese de sus discursos y/o sus prácticas y de todas sus variedades, está ligado al poder (normalmente al poder de nombrar de instituciones insertas en las redes de producción patrimonial) y a la capacidad de éste para definir marcos significativos y de reconocimiento para un conjunto de cosas en detrimento de otras. Del mismo modo se confirma al patrimonio como una preocupación occidental/académica/institucional, que en ocasiones es apropiada localmente, que ha sido capitalizada a través de los réditos que produce su inserción en aparatos de producción de sentido como lo son el Estado nación y la economía capitalista con su promoción de los bienes simbólicos y su apelación al patrimonio como un recurso identitario mercantilizable desde su lógica de producción para el consumo.
El patrimonio de las misiones jesuitas no escapa a esta lógica. Tal como nos lo reseña von Thüngen, grandes cantidades de dinero son invertidas por diferentes instituciones para conservar/producir el “imaginario patrimonial” y sus soportes materiales. El libro hace una muy buena cartografía de las instituciones participantes, todas con sus intereses particulares, difiriendo en algunos puntos, pero animadas por el mismo objetivo: la preservación del patrimonio jesuítico. Así, tanto la Fundación Paracuaria como las instituciones del Estado paraguayo, varias veces en desacuerdo en las formas y sobrevivientes a momentos políticos tumultuosos -particularmente, al periodo dictatorial paraguayo-, coinciden en que la protección, conservación y difusión del patrimonio será un factor importante en la defensa del legado jesuita y a su vez servirá como motor de desarrollo local. Se podría incluso aventurar que dichas instituciones durante los momentos en que intervinieron estuvieron encargadas de mantener a raya las contradicciones sociohistóricas que les permitían sostener la ilusión del valor y del bien común del patrimonio, reacomodándolo como el patrimonio de todos, de la nación, de la humanidad. Mantener a raya esas contradicciones hace las consideraciones históricas sobre los procesos de las reducciones jesuitas se presenten demasiado positivas, más allá de lo bien documentadas. Este puede tomarse como un punto débil del texto: una visión cordial con el proceso de establecimiento de las misiones, lo que da una idea de un proceso sin tensiones en donde los indígenas aceptaron amablemente las imposiciones religiosas y la continuidad en los procesos de desarticulación de sus sociedades, pues ya venían enfrentándose, como se señala en el primer capítulo, a los encomenderos españoles y a los banderaintes paulistas. Habría sido interesante que el autor atendiera en mayor detalle a esa violencia original que en su medida fue el establecimiento jesuita en el continente y específicamente en Paraguay.
A través de la lectura de los seis capítulos que componen el libro queda claro que las políticas del patrimonio son políticas de transformación, tanto material (las intervenciones sobre los templos son transformaciones en sí mismas más allá que pretendan reintegrarlos o mantenerlos en una apariencia original) como social y cultural (se transforman las representaciones sociales de los participantes en los procesos patrimoniales) y económica (se rehace el horizonte económico de las localidades, no sin dejar de mantener las viejas jerarquías en el orden del acceso a las posibilidades de capitalizar la experiencia patrimonial). La investigación se organiza de manera lineal. Desde consideraciones históricas sobre el asentamiento de las misiones jesuitas pasando por la descripción de las crisis económicas de las distintas localidades vinculadas a los proyectos desarrollistas de la agroindustria y la hidroeléctrica (y entre los cuales se puede incluir como proyecto desarrollista a la “industria” patrimonial) hasta las problemáticas en torno a los imaginarios patrimoniales surgidos a partir de la declaratoria y puesta en valor de las misiones como parte del patrimonio nacional paraguayo.
Las ruinas, señala Gnecco (2019), conectan el pasado con el presente: son la presencia de lo que fue, el contacto del cuerpo con la historia. La ruina es entonces relación y ésta manera de ver la ruina resalta una concepción spinoziana del cuerpo como vehículo de la experiencia y origen del conocimiento, como instrumento de conexión y medio de sociabilidad (Esposito, 2016). El cuerpo, en este sentido, es la conexión entre los seres humanos y las cosas (en este caso con las ruinas) y es la oportunidad de, el vínculo a través de cual, acercarlas al proceso histórico que ha constituido nuestras subjetividades. No en vano La llegada nos ambienta con una serie de apreciaciones sobre el lugar, sobre el extrañamiento -aquella experiencia antropológica tan propia- que genera la presencia en un lugar inicialmente extraño. Tal es una experiencia corporal que conecta al sujeto con el objeto y que lo envuelve en una red multitemporal que articula las distintas realidades locales, los supuestos preconcebidos de investigación y la emergencia de caminos interpretativos no previstos: las ruinas como una forma de entrada a los procesos (aún) esquivos (por estas tierras suramericanas) de la modernización, las ruinas como condensación y padecimiento de políticas globales, las ruinas como paisaje asimilado e incuestionado o las ruinas como espacios reapropiados y vitalizados al punto de que su carácter de ruina hace sentido solo ante el ojo ajeno al contexto local.
A partir de las ruinas de los templos jesuitas levantados entre los siglos XVII y XVIII en las poblaciones paraguayas de San Cosme, San Damián y Trinidad, Maximiliano von Thüngen, nos comparte un trabajo tanto etnográfico como histórico, en donde da cuenta de las transformaciones de los usos y significados de las misiones jesuíticas y de cómo éstas han organizado y transformado la cotidianidad social, cultural y económica de los pobladores locales desde el mismo momento en que los jesuitas se asentaron en el territorio y pusieron en marcha las reducciones de las poblaciones guaraníes, su posterior expulsión y las reconfiguraciones espaciales y sociales que esta supuso, hasta finales del siglo XX y principios del siglo XXI, donde el adoctrinamiento de poblaciones locales, normalmente marginadas, se desenvuelve en el ámbito de las políticas patrimoniales. En este sentido, el trabajo se enmarca dentro de la línea de investigaciones que intentan describir y analizar el impacto de políticas globales con la participación de instituciones nacionales e internacionales, en este caso en materia de patrimonio cultural, en contextos locales, sus niveles de performatividad social y económica y su aceptación, resistencia y/o rechazo en los diferentes segmentos de la población.
Al desenvolverse en contextos que han sido sujetos a prácticas coloniales y desarrollistas, el recorrido que ofrece el libro anima la discusión en torno a todo lo que implica las políticas patrimoniales y la puesta en valor de materialidades específicas frente a los entrecruzamientos con las percepciones locales. En ese recorrido quedan los “imaginarios alternativos” de los pobladores como un horizonte de expectativa que busca su lugar propio dentro de las puestas en valor de las ruinas vueltas patrimonio.