0000-0002-9610-2997 Anahí Ruderman[1][*]
Association between food security, nutritional status and health indicators in Latin American populations: A literature review 2011-2021
Associação entre segurança alimentar, estado nutricional e indicadores de saúde em populações latino-americanas: uma revisão da literatura 2011-2021
En el año 1996, en la Cumbre Mundial de la Alimentación, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) propuso que
a nivel de individuo, hogar, nación y global, la Seguridad Alimentaria se consigue cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana.
Esta definición de la seguridad alimentaria (SA) abarca cuatro dimensiones: la disponibilidad física de los alimentos, el acceso económico y físico a ellos, la utilización en relación con su aprovechamiento nutricional y la estabilidad en el tiempo de las anteriores dimensiones (FAO, 1996 s.p.).
A finales del siglo XX, Latinoamérica y el Caribe presentaban un 14,7% de subalimentación (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 2015), definida como la proporción de personas del total de la población que carece de alimentos suficientes para satisfacer las necesidades energéticas para llevar una vida sana y activa durante un año (FAO, Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), Organización Panamericana de la Salud (OPS), Programa Mundial de Alimentos (WFP) y Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), 2020). Esta situación llevó a los países que conforman la región a elaborar planes para reducir esta problemática y así fortalecer la SA de sus habitantes: para 2014, la prevalencia de la subalimentación disminuyó a 5,5% (FAO, 2015). Sin embargo, para el año 2019 este valor remontó al 7,4% de la población de la región (FAO, FIDA, OPS, WFP y UNICEF, 2020). A nivel subregional, Sudamérica concentra la mayor parte de la población subalimentada, con 24 millones de personas en esta situación, mientras que en Mesoamérica se contabilizó a 16.6 millones y en el Caribe, 7.2 millones (FAO, FIDA, OPS, WFP y UNICEF, 2020). Además de las diferencias entre subregiones, existen, al interior de los países, marcadas desigualdades en términos de indicadores de seguridad alimentaria, nutrición y salud estructuradas a lo largo de ejes principalmente de clase, género y pertenencia étnico-racial. En Latinoamérica, los territorios habitados por poblaciones indígenas albergan una gran diversidad y riqueza genética de recursos naturales. Sin embargo, estos pueblos suelen enfrentar graves condiciones de inseguridad alimentaria y presentan tasas de desnutrición mayores que sus contrapartes no indígenas (FAO, 2015).
El escenario respecto del estado alimentario de las poblaciones latinoamericanas actuales es complejo y heterogéneo, resultado de los distintos estadíos de la transición nutricional en los que se encuentran los países de la región (FAO, FIDA, OPS, WFP y UNICEF, 2020). Dicha transición se manifiesta en un preocupante incremento en las tasas de malnutrición por exceso en un contexto en el que la desnutrición prevalente sigue lacerando al continente. En las últimas décadas, el incremento del sobrepeso en personas adultas ha alcanzado el 59,5%, más de 20 puntos porcentuales por encima del promedio mundial, mientras que la obesidad en mayores de 18 años afecta a casi una cuarta parte de los adultos, cerca del doble de la tasa mundial de 13,1% (FAO, FIDA, OPS, WFP y UNICEF, 2020). Cabe destacar que los patrones de estas tendencias difieren de modo relevante entre sectores de la población. Específicamente, en todos los países de la región, las mujeres muestran, de manera consistente, niveles de obesidad y tasas de inseguridad alimentaria moderada o grave significativamente mayores que los hombres. Con base en esta evidencia, se ha considerado a la población femenina y a los pueblos indígenas como grupos prioritarios para consolidar la SA y nutricional en la región (FAO, 2015).
La coexistencia de casos de malnutrición por déficit y exceso en el mismo individuo en diferentes etapas del desarrollo, en individuos distintos en el mismo hogar o en la misma población se conoce como doble carga de malnutrición (Tenesaca Pacheco, 2010; Gubert, Spaniol, Segall-Corrêa y Pérez-Escamilla, 2017; Shamah-Levy et al., 2017; Thompson, Nicholas, Watson, Terán y Bentley, 2020). Esta situación, propia de la transición nutricional, se asocia a perfiles desfavorables de enfermedades crónicas no transmisibles (algunos tipos de cáncer, enfermedades cardiovasculares y diabetes), característicos de otra transición, la epidemiológica, con enormes implicaciones sociales, económicas, psicológicas y de salud para los individuos y comunidades.
La inseguridad alimentaria -frecuente en los contextos de pobreza, marginación y vulnerabilidad social- es un elemento mediador de dichos procesos que agrava sustancialmente el ciclo pernicioso de enfermedad y sufrimiento. Entre los casos más extremos está Haití, uno de los países de la región con mayor riesgo de inseguridad alimentaria, que exhibe, a la par de una alta prevalencia de subalimentación y retraso del crecimiento, el mayor aumento en las tasas de sobrepeso de la región (con 54,9% en 2016) (FAO, FIDA, OPS, WFP y UNICEF, 2020). Las consecuencias humanas, sociales, económicas, de salud y para el desarrollo de los escenarios en los que se intersectan estos procesos sociobiológicos son inconmensurables y trascienden generaciones (Tzioumis y Adair, 2014).
La coyuntura actual de pandemia por COVID-19 ha agravado y complejizado este escenario de transición nutricional y epidemiológica. En muchos países del mundo, y en particular en Latinoamérica, aumentaron las condiciones de inseguridad alimentaria debido a la crisis económica sin precedentes generada por el confinamiento (Bejarano-Roncancio et al., 2020; Gavilanes-Llango, Llerena-Morales, Lucero-Álvarez y Céspedes-Cueva, 2021). Esta crisis llega a una América Latina debilitada tras un ciclo de más de siete años de decrecimiento económico y pérdida de competitividad internacional (Fernández, 2020). Esto se traduce en un enorme desafío en materia de seguridad alimentaria: solo en el período 2016-2018, 53,7 millones de personas en el continente experimentaban inseguridad alimentaria severa y persistente (Fernández, 2020).
Un elemento clave para hacer frente a este desafío es el conocimiento y comprensión de las dinámicas y procesos que, a nivel estructural, impactan en la seguridad alimentaria en un contexto dado. A su vez, a un nivel meso y micro, es crucial documentar la experiencia y los efectos de la SA en distintas dimensiones de la vida, así como dilucidar los determinantes y vías subyacentes, esto en diferentes contextos que permitan implementar acciones situadas para su atención.
En respuesta a esta necesidad, la investigación sobre temas de seguridad alimentaria en Latinoamérica ha venido ganando terreno en los últimos años e incluido abordajes desde perspectivas diversas (Díaz, 2014; Devaux, 2018; Costantino, 2019, entre otros) que han propiciado el desarrollo de múltiples métodos de registro de la SA a distintos niveles: individual, hogar y poblacional. De estos, la mayoría dependen de medidas indirectas o derivadas (Método UN FAO, encuestas de ingreso y gasto en los hogares, evaluación de ingesta dietética y antropometría). El único método que representa una medida directa de SA es el uso de escalas de inseguridad alimentaria. Estas herramientas buscan, mediante el autorreporte, captar la experiencia de la inseguridad alimentaria a partir de una serie de preguntas sobre las diferentes dimensiones que esta presenta (Chaparro, 2012). De estas, la Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria (ELCSA) fue construida especialmente y validada en América Latina. La elección de un método de registro de SA se hace en función de la pregunta en cuestión y de los recursos económicos y de logística disponibles para la recolección de datos. Todos los métodos se complementan unos con otros, y se utilizan para mapear, identificar, comprender y abordar los determinantes y las consecuencias de la seguridad alimentaria (Pérez Escamilla y Segall-Corrêa, 2008).
Desde el enfoque biocultural, la nutrición y la alimentación -y, ligadas a ellas, la salud/enfermedad- se enmarcan en la perspectiva antropofísica, que, partiendo de métodos y técnicas de obtención de datos cuantificables (como la antropometría aplicada a la nutrición), apuntan a un conocimiento más profundo del cuerpo, interpretándolo como el resultado de la interacción de codeterminantes socioculturales (Peña Sánchez, 2012). Este enfoque está presente en una vasta bibliografía abocada al estudio de la SA y su relación con la salud.
Si bien existe un extenso cuerpo de bibliografía sobre las relaciones entre las condiciones de SA con diferentes variables o indicadores físicos de la salud desde un enfoque biocultural, no hay a la fecha una revisión que dé cuenta de la diversidad de este tipo de estudios en el contexto de las poblaciones latinoamericanas. El presente trabajo tiene como objetivo cubrir esta ausencia. Obtener una panorámica de la investigación existente permitirá identificar tanto vacíos en la evidencia como espacios de oportunidad para estudios futuros que informen el diseño de políticas e intervenciones socioculturalmente relevantes en pos atender las necesidades apremiantes de los países de Latinoamérica en coyunturas como las que esta región presenta en la actualidad.
Se llevó a cabo una revisión documental de las investigaciones realizadas en países Latinoamericanos, incluyendo artículos publicados entre enero de 2011 y septiembre de 2021. Se eligieron los siguientes términos para realizar la búsqueda: “Seguridad” “Alimentaria” “América” “Latina”. La pesquisa se llevó a cabo utilizando las bases electrónicas PubMed, Google Académico y SciELO. Se consideraron solo los artículos/resúmenes publicados en español, portugués o inglés, que abordaran la SA y su relación con variables antropométricas de estado nutricional y de salud operacionalizados mediante biomarcadores y otros marcadores de salud. De estos trabajos, se analizaron los siguientes elementos: el país donde fue realizado el estudio, el tipo de herramienta utilizada para la medición de la SA, las características de la población de estudio, rango etario y tamaño muestral, el tipo de indicador antropométrico de estado nutricional, el indicador de salud utilizado, el tipo de relación de estos últimos con la SA, y si dicha asociación fue evaluada estadísticamente (Tabla 1).
N° | Autor/es | País | Tamaño muestral | Escala de SA | Rango etario | Tipo de población1 | Indicador antropométrico/biomarcador2 | Relación con la SA3 | Mide asociación estadística |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
1 | Bergel Sanchís, Cesani Rossi y Oyhenart (2017) | Argentina | 303 | HFIAS | Infantil | U, P y R | IMC, T/E, P/E, P/T | D | No |
2 | Monteban (2020) | Argentina | 995 | Indicador de insuficiencia alimentaria de la USDA y NHANES III | Adultas | U | IMC, CC | I | Sí |
3 | Taborda-Restrepo, Pérez-Cano y Berbesi Fernández (2011) | Colombia | 11436 | ELCSA | Infantil | U y R | T/E | D | Sí |
4 | Pérez Sánchez, Rosique, Turbay y Machado (2016) | Colombia | 41 | ELCSA | Adultos | R | IMC | D | No |
5 | López-Sáleme et al. (2012) | Colombia | 413 | Escala de Álvarez y cols. (Álvarez y Estrada, 2018) | Adultos | R | IMC | NS | Sí |
6 | Fonseca, Patiño y Herrán (2013) | Colombia | 1488 | EPSA y ELCSA | Infantil | U | IMC, P/T | NS | Sí |
7 | Cortázar, Giraldo, Perea, Pico y Sayda (2020) | Colombia | 60 | ELCSA | Infantil | U | P/T, T/E | D | Sí |
8 | González-Fernández et al. (2020) | Colombia | 61 | ECSA (Hackett, Melgar-Quinonez y Uribe, 2008) | Adultas | U y R | Hemoglobina, hematocrito, peso, talla, P/T materno, presión arterial sistólica y diastólica | NM | - |
9 | Morillo-Rosero y Rojas-Botero (2019) | Colombia | 146 | ELCSA | Infantil | U | Peso al nacer | D | Sí |
10 | Machado-Duque y Calderón-Flórez (2014) | Colombia | 65 | Escala de Álvarez y cols. (Álvarez y Estrada, 2018) | Infantil | R marginada | P/E, T/E, P/T | NM | - |
11 | Bada Laura (2015) | Perú | 48 | ad hoc | Infantil | U y R | P/E, T/E, P/T | T/E: D; P/E y P/T: NS | Sí |
12 | Ambikapathi et al. (2018) | Perú | 303 díadas madre-hijo | ad hoc en base a HFIAS | Adultas, infantil | P | P/E | NM | - |
13 | Huamán Guadalupe, Marmolejo Gutarra, Paitan Anticona y Zenteno Vigo (2018) | Perú | 207 | FIES | Infantil | R marginada | T/E, P/T | D | Sí |
14 | Gubert, Spaniol, Segall-Corrêa y Pérez-Escamilla (2017) | Brasil | 4299 díadas madre-hijo | EBSA | Adultas, infantil | U | IMC, T/E, DCM | IMC: I (adultas), T/E: D, DCM: I | Sí |
15 | Kac et al. (2012a) | Brasil | 1529 | EBSA | Adolescentes | U y R | IMC | I | Sí |
16 | Véras Lobo, Oliveira Lyra, Teles de Carvalho y Pinheiro de Toledo Vianna (2014) | Brasil | 222 díadas madre-hijo | EBSA | Adultas, infantil | U y R | IMC, T/E | IMC: I (adultas), T/E: D, DCM: I | Sí |
17 | Marano, Granado Nogueira da Gama, Soares Madeira Domingues y Borges de Souza Junior (2014) | Brasil | 1535 | EBSA | Adultas | U | IMC | NS | Sí |
18 | Oliveira, Tavares y Bezerra (2017) | Brasil | 363 | EBSA | Adultas | U | [Glucosa], [hemoglobina, presión arterial, IMC | [Glucosa] y presión arterial: I, IMC y [hemoglobina]: NS | Sí |
19 | Demétrio, Teles-Santos y Santos (2017) | Brasil | 245 | Escala norteamericana de formato corto para evaluar la seguridad alimentaria | Adultas | U | [Hemoglobina] | D | Sí |
20 | Pedraza, de Queiroz, Paiva, Lins da Cunha y Lima (2014) | Brasil | 264 | EBSA | Infantil | U | P/E, T/E, [hemoglobina], retinol sérico y zinc sérico | NS | Sí |
21 | Kac, Schlüssel, Pérez-Escamilla, Velásquez-Melendez y Moura da Silva (2012b) | Brasil | 3433 | EBSA | Infantil | U y R | IMC/edad, P/T | D | Sí |
22 | Thompson, Nicholas, Watson, Terán y Bentley (2020) | Ecuador | 392 niños y 339 adultas | cuestionario de la ENSANUT-ECU | Adultas, infantil | U y R | Presión arterial, [glucosa], colesterol total y HDL, insulina, [hemoglobina], T/E, IMC, ICT | DCM: D* | Sí |
23 | Walrod et al. (2018) | Ecuador | 298 | ELCSA | Adultas, infantil | R, Indígena | IMC, P/T, T/E | NM | - |
24 | Weigel, Armijos, Racines y Cevallos (2016) | Ecuador | 794 | HFSSM versión español adaptada para Ecuador | Adultas | U marginada | IMC, CC, talla, [hemoglobina] | [Hemoglobina] y talla: D, IMC y CC: NS | Sí |
25 | Weigel y Armijos (2014) | Ecuador | 10784 | Household food insufficiency measure | Adultas | U y R | IMC, talla | Talla: D, IMC: NS | Sí |
26 | Vargas Puello, Alvarado Orellana y Atalah Samur (2013) | Chile | 344 | HFIAS | Adultos mayores | U | IMC | I | Sí |
27 | Araya, Castro, Castro, Chaverri, Flores y Segura (2012) | Costa Rica | 19 | ELCSA | Infantil | R | P/E, T/E, P/T | NS | Sí |
28 | Schmeer y Piperata (2016) | Nicaragua | 432 | ELCSA | Infantil | U y R | T/E, [hemoglobina] | D | Sí |
29 | Chaparro (2012) | Guatemala | 4650 niños y 3762 mujeres | cinco preguntas del cuestionario de hogares ENSMI | Adultas, infantil | U y R | Talla, IMC, [hemoglobina], P/E, T/E, P/T | Adultas: estatura y [hemoglobina]: D, IMC: NS; Niños: P/E y T/E: D, P/T: NS. | Sí |
30 | Derose et al. (2015) | Honduras | 356 | ELCSA | Adultos | U, personas con VIH | IMC, CC | NM | - |
31 | Palar et al. (2015) | Honduras | 400 | ELCSA | Adultos | U, personas con VIH | IMC | I | Sí |
32 | Rebick, Franke, Teng, Gregory Jerome e Ivers (2016) | Haití | 523 | Household Hunger Scale | Adultos | R, personas con VIH | IMC | D | Sí |
33 | Derose et al. (2018) | República Dominicana | 160 | ELCSA | Adultos | U y R, personas con VIH | IMC, % masa grasa, CC | IMC y % masa grasa: I, CC: NS | Sí |
34 | Rivera-Márquez, Mundo-Rosas, Cuevas-Nasu y Pérez-Escamilla (2014) | México | 6790 | ELCSA | Adultos mayores | U y R | IMC | D | Sí |
35 | Cuevas-Nasu, Rivera-Dommarco, Shamah-Levy, Mundo-Rosas y Méndez-Gómez Humarán (2014) | México | 10513 | ELCSA | Infantil | U y R | P/E, T/E, P/T, IMC/edad | T/E, P/T, P/E: D; IMC/edad: NS. | Sí |
36 | Morales-Ruán, Méndez-Gómez Humarán, Shamah-Levy, Valderrama-Álvarez y Melgar-Quiñónez (2014) | México | 29344 | ELCSA | Adultos | U y R | IMC | I (en mujeres)** | Sí |
37 | Rosas Sastré, Córdova Olán, Villegas Aranda y Morales Barradas (2017) | México | 105 díadas madre-hijo | EMSA | Adultas, infantil | U | IMC, ICT | Adultas: IMC e ICT: I, Niños: IMC e ICT: I | No |
38 | Jones, Mundo‐Rosas, Cantoral y Shamah Levy (2016) | México | 14799 | ELCSA | Adultas, adolescentes | U y R | IMC, [hemoglobina] | [Hemoglobina]: D, IMC: I | Sí |
39 | Derose, Palar, Farías, Adams y Martínez (2018) | Bolivia, Honduras y República Dominicana | 400 | ELCSA | Adultos | U y P, personas con VIH | IMC | I | No |
[ii] 2 Indicador antropométrico: Índice de Masa Corporal (IMC), Talla-Edad (T/E), Peso-Edad (P/E), Peso-Talla (P/T), Circunferencia de la cintura (CC), Doble Carga de Malnutrición (DCM)
[iii] 3 Tipo de relación: Directa (D), Inversa (I), No mide (NM), No se observó relación estadística (NS)
En una primera etapa, se detectaron 105 artículos publicados en los últimos 10 años provenientes de diversos países de las subregiones de Latinoamérica: América del Sur, América Central y El Caribe. Tras la lectura y análisis de artículos en extenso, se desestimaron los trabajos repetidos y aquellos basados en datos ya reportados por otros de los trabajos incluidos bajo los criterios originales. El número final de documentos analizados fue de 39 (el listado completo está incluido en la Tabla 1).
Se identificó, a partir de la evidencia presentada en cada trabajo, el tipo de relación de la SA con las variables antropométricas, los biomarcadores e indicadores de salud; se consideró una relación directa cuando, a mayores niveles de SA, hubiera valores mayores de dichos indicadores; e inversa cuando, a mayores niveles de SA, hubiera valores menores de las variables antropométricas o biomarcadores. El nivel de SA se determinó a partir de las categorías derivadas de las escalas de medición estandarizadas utilizadas en cada estudio. Así, el ‘nivel alto de seguridad alimentaria’ comprendió las categorías de ‘inseguridad alimentaria leve’ y ‘seguridad alimentaria’, mientras que el ‘nivel bajo de seguridad alimentaria’ comprendió las categorías de ‘inseguridad alimentaria moderada y severa’.
Es importante destacar que, al tratarse de una revisión documental para la cual no se siguió un protocolo sistemático como tal, es posible que algunos estudios sobre la temática no hayan sido detectados e incluidos en esta síntesis.
El presente análisis sintetiza datos anonimizados de estudios ya publicados, por lo que no se requiere la aprobación de un comité de ética de investigación.
De los 39 trabajos, 26 fueron realizados en América del Sur, 10 en América Central (incluyendo México) y 2 en el Caribe. El artículo restante incluyó muestras de Bolivia, Honduras y República Dominicana (un país de cada subregión). Dentro de América del Sur, se destacan Brasil y Colombia con ocho contribuciones cada uno, seguido de Ecuador con cuatro. México, con cinco artículos, es el país de América Central más representado, mientras que, en el Caribe, República Dominicana suma tres trabajos publicados. En cuanto al grado de alcance, 29 son estudios primarios, mientras que los diez restantes son estudios secundarios que se valen de información de base colectada previamente, ya sea en el contexto de proyectos de investigación marco o de encuestas de salud nacionales.
Dieciséis trabajos utilizan como herramienta de medición de la SA la ELCSA. El resto emplea otras escalas, como versiones armonizadas de la ELCSA para determinados países (por ejemplo, la Escala Mexicana de Seguridad Alimentaria y la Escala Brasileña de Seguridad Alimentaria, entre otras) (Tabla 2). Dos estudios utilizan instrumentos de medición de la SA elaborados ad hoc.
Herramienta de medición de la SA | Frecuencia |
---|---|
ELCSA | 16 |
Escala Brasileña de Seguridad Alimentaria (EBSA) | 7 |
Escala Mexicana de Seguridad Alimentaria (EMSA) | 1 |
Escala de Percepción de Seguridad Alimentaria | 1 |
Escala Colombiana de Seguridad Alimentaria | 1 |
Household Food Insecurity Access Scale (HFIAS) | 2 |
US Household Food Security Survey Module (HFSSM) | 1 |
Household Hunger Scale (HHS) | 1 |
Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria (FIES) | 1 |
Escala Norteamericana de Evaluación de Seguridad Alimentaria | 1 |
Encuesta de Seguridad Alimentaria en los Hogares (Álvarez, Estrada, Montoya y Melgar-Quiñónez, 2006) | 2 |
Herramientas o métodos diseñados ad hoc | 2 |
Indicador de insuficiencia alimentaria de la USDA y NHANES III | 1 |
Cuestionario de la ENSANUT-ECU | 1 |
Household food insufficiency measure | 1 |
Cinco preguntas del cuestionario de hogares ENSMI | 1 |
Del total de 39 aportes, 20 analizan la SA en población infantil, 22 consideran población adulta, 2 estudian adolescentes y 2 se enfocan en grupos de adultos mayores (Tabla 1). De aquellos que analizan población adulta, 16 están enfocados en población femenina. En cuanto a la zona de residencia, 22 trabajos incluyen a población rural, 31 a población urbana y tres incorporan la categoría periurbana (Tabla 1).
La mayoría de las investigaciones estudian la SA y su relación con el estado nutricional (EN) mediante diversas variables e índices antropométricos. Si bien el índice de masa corporal (IMC) es el más utilizado en población adulta, también se observó el uso de índice cintura/talla (ICT) y la circunferencia de la cintura (CC). Para analizar el estado nutricional en población infantil, los indicadores más frecuentes fueron el peso/talla (P/T), la talla/edad (T/E) y el peso/edad (P/E). Algunos estudios analizan la doble carga de malnutrición (DCM), la cual documenta la presencia de niveles de malnutrición por exceso en madres (generalmente a través del IMC) al mismo tiempo que la presencia de malnutrición por déficit en sus hijos/as (mediante P/T, T/E y/o P/E). De estos últimos estudios, se consideraron los indicadores cuantitativos de estado nutricional y salud, tanto de la madre como de los/las hijos/as, y su relación con la SA.
En cuanto a biomarcadores, la relación de la SA con concentración de hemoglobina en sangre ([hemoglobina]) fue la más estudiada. En la Tabla 3 se muestra la proporción de trabajos de acuerdo con el indicador de estado nutricional, biomarcador o indicador de salud y el tipo de relación con la SA.
En cuanto al IMC en adultos, el 55% de los artículos indicaron una asociación inversa con la SA: a niveles bajos de SA, valores altos de IMC, que caen dentro de las categorías sobrepeso u obeso; el 15% encontró una asociación directa, mientras que no se encontró evidencia de asociación entre SA e IMC en el 30% restante de los trabajos que analizan esta relación (Tabla 1). En las investigaciones exclusivas sobre mujeres o que diferencian a esta población de la masculina, el patrón es más claro: en seis se observó que, a menores niveles de SA, aumenta la prevalencia de sobrepeso y obesidad con base a IMC, mientras que ninguno reportó una relación directa.
En los trabajos que analizan población infantil, el indicador T/E mostró una clara tendencia: el 83% (diez estudios) mostraron que, a menores niveles de SA, mayor prevalencia de una baja talla para la edad, mientras que en dos artículos no se observó asociación. En tres trabajos, la presencia de DCM en díadas madre-hijo/a estuvo relacionada con niveles bajos de SA (Tabla 1).
Por último, se destaca que, en determinadas subregiones, el interés de los trabajos de investigación en relación con la SA y el estado nutricional se centra en poblaciones afectadas con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Este es el caso de tres trabajos realizados en Honduras, uno en Haití y uno en República Dominicana. En ningún otro país del continente se reportaron trabajos con este enfoque.
La representación de América del Sur en la investigación sobre SA, estado nutricional y salud durante el periodo estudiado es mayor que la de las otras subregiones de Latinoamérica. Sin embargo, dichos estudios no están distribuidos de manera homogénea al interior de esta región. Por ejemplo, Brasil, Colombia y Ecuador generan una parte sustancial de la información, mientras que no se encontraron experiencias provenientes de Paraguay, Uruguay y Venezuela.
El estado nutricional fue el aspecto de la salud más estudiado en relación con la seguridad alimentaria. Dentro de los trabajos que se enfocan en población adulta, la mayoría utiliza el IMC como indicador antropométrico, el cual, al considerar únicamente las variables peso y estatura, no da cuenta de la distribución de la masa en el cuerpo. La acumulación de adiposidad abdominal, por ejemplo, es un aspecto importante del estado nutricional escasamente reflejado en esta revisión, que podría ofrecer elementos adicionales para interpretar las consecuencias metabólicas de la inseguridad alimentaria (Holben y Taylor, 2015; Kehoe et al., 2021).
De 20 trabajos que analizan IMC y SA en población adulta, la relación fue inversa en el 50% de los casos, lo cual indica patrones compatibles con una mayor prevalencia de malnutrición por exceso en condiciones de inseguridad alimentaria. En los casos que reportaron diferencias por sexo, se observó que en las poblaciones femeninas estudiadas la inseguridad alimentaria se destaca como un factor de riesgo para el exceso de peso. Esta evidencia se alinea con las estadísticas mundiales (Najafi et al., 2020; Ofori-Asenso, Adom Agyeman, Laar y Boateng, 2021; Oguoma et al., 2021, entre otros), y ciertamente con las disponibles para los países de Latinoamérica (FAO, 2015; FAO, 2020) que muestran no solo una mayor prevalencia de sobrepeso y obesidad en mujeres de distintos grupos etarios, sino, en algunos contextos, un incremento más acelerado en las tasas de malnutrición por exceso, sobre todo en las zonas rurales (Shamah-Levy et al., 2016).
De manera simultánea, tres estudios reportan niveles bajos de IMC en situaciones de inseguridad alimentaria. Esta relación fue observada en dos que tuvieron en cuenta población rural de Haití y Colombia (Pérez Sánchez, Rosique, Turbay y Machado, 2016; Rebick, Franke, Teng, Gregory Jerome e Ivers, 2016, respectivamente) y en un estudio sobre población de adultos mayores en México (Rivera-Márquez, Mundo-Rosas, Cuevas-Nasu y Pérez-Escamilla, 2014). En estos casos podría tratarse de un estadío de la transición nutricional inicial, en contextos en donde los ambientes obesogénicos que generan la asociación por exceso aún no se han consolidado.
En suma, los estudios revisados aquí muestran que, en población adulta, la inseguridad alimentaria está asociada al riesgo de malnutrición, tanto por exceso como por déficit.
En los estudios que incluyen población infantil, los índices P/E, T/E y P/T permiten distinguir los efectos de las condiciones durante el desarrollo (incluyendo aspectos nutricionales, psicosociales y de salud) en el crecimiento de los niños. Típicamente, el índice T/E se utiliza para evaluar insuficiencia en el crecimiento y se asocia a condiciones crónicas de desnutrición y morbilidad, mientras que el P/E y el P/T se asocian a condiciones agudas, de menor duración, frecuentemente episódicas, como las que resultan de efectos estacionales en la disponibilidad de alimento, la prevalencia de patógenos/agentes infecciosos o variabilidad conductual relacionados con fenómenos meteorológicos, sociales (conflictos, desplazamientos) o económicos (WHO, 2006)
En este sentido, la relativa consistencia de la relación negativa de la SA con el índice T/E observada sugiere fuertemente que en los países de Latinoamérica representados en los estudios, la experiencia de inseguridad alimentaria durante el crecimiento, y potencialmente de otras condiciones asociadas a los contextos de pobreza y vulnerabilidad en los que se da la SA, tienen un impacto deletéreo y duradero en varias dimensiones del desarrollo (De Onis y Branca, 2016; Alderman, Behrman, Glewwe, Fernald y Walker, 2017) con efectos transgeneracionales en la salud (Galler y Rabinowitz, 2014)
En contraste, la relación de la SA con indicadores de estado nutricional agudo resultó en patrones menos contundentes pero congruentes en cuanto a la dirección: los niños y niñas en condiciones de seguridad alimentaria presentan indicadores de peso/edad y peso/talla compatibles con escenarios, si no de suficiencia micronutricional, sí de suficiencia calórica.
En conjunto, la evidencia apunta a diferentes rutas a través de las cuales condiciones de SA determinadas impactan de manera diferencial en los procesos biológicos de poblaciones en función del sexo, la edad, la etapa del desarrollo y, posiblemente, la duración, frecuencia y periodicidad de los episodios de inseguridad alimentaria característicos de contextos particulares.
Estos resultados ponen de manifiesto la heterogeneidad de los estadíos en los que diferentes países y/o poblaciones se encuentran en relación con la transición nutricional y epidemiológica, así como la necesidad de diseñar estudios que incorporen variables y aproximaciones mixtas, que permitan dilucidar los determinantes y las complejas relaciones entre elementos del ambiente físico, social, económico y cultural en contextos particulares. En suma, resaltan la necesidad de combinar estudios a nivel poblacional, que, por su extensión, permiten mapear y detectar fenómenos que operan a gran escala, con análisis a nivel micro, que proporcionen información granular sobre los procesos y mecanismos implicados en los patrones observados.
A nivel metodológico, el análisis que conforma esta revisión resalta las estrategias diversas que se han utilizado para documentar la SA en los estudios realizados en Latinoamérica en la última década. Si bien esta situación obedece a múltiples factores -entre ellos, los objetivos y exigencias de cada estudio y diseño de investigación, las limitaciones y facilidades para realizarlos, y la pericia y las preferencias de quienes los realizan-, es importante reflexionar respecto de las ventajas de uniformizar, en la medida de lo posible, los protocolos para generar información que permita hacer comparaciones entre estudios a lo largo del tiempo, que contribuyan a iluminar las causas y procesos asociados a los patrones y tendencias observados.
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