Cristina Beatriz Dejean[1]
Los procesos de construcción resultan un desafío gratificante si se transitan en conjunto, y este dossier, dedicado a la antropología biológica, es resultado de un trabajo plural. Desearíamos agradecer a las personas que permitieron concretar el proyecto, comenzando por todo el equipo editorial de RUNA, quienes nos convocaron a actuar como editoras invitadas, acompañaron la idea desde sus inicios y facilitaron todas las tareas; a las y los autores que respondieron a la convocatoria y eligieron a la revista como el medio para la comunicación de sus artículos y, finalmente, a quienes aceptaron actuar como pares evaluadores, y dedicaron tiempo y conocimiento en esta labor colectiva.
El estudio bioantropológico de las poblaciones humanas actuales y del pasado es transversal, entrelaza diversos métodos y espacios de trabajo. Destaca los procesos biológicos sin perder la orientación sociocultural de sus preguntas e interpretaciones. Como resultado, existe una profusión histórica de líneas, escuelas y canales de difusión del conocimiento. Buscamos reseñar esa diversidad propia de nuestra disciplina, para ofrecer una instantánea de la producción científica actual.
Se identifican tres etapas en las producciones antropobiológicas en Argentina. La primera, que se inicia en la segunda mitad del siglo XIX, estuvo fuertemente influenciada por las ideas darwinianas, fenómeno transversal a todas las ciencias luego de la publicación de El origen de las especies. En la segunda etapa, que se inicia hacia 1920, predominaron las ideas antievolucionistas e hiperdifusionistas. La tercera se constituye en los años sesenta, momento en que comienzan los estudios de genética de poblaciones humanas con un enfoque multidisciplinar, para describir la variabilidad de nuestra especie en sus particulares contextos históricos y sociales (Carnese y Pucciarelli, 2007).
Nos interesa destacar los aportes de la Sección Antropología Biológica del Instituto de Ciencias Antropológicas (ICA - UBA), dirigida desde 1990 por el Dr. Francisco Raúl Carnese, hasta su fallecimiento en 2019. Ha contribuido a la disciplina con numerosos trabajos y, sobre todo, con la formación de especialistas. En un principio, considerando diversos marcadores genéticos, se enfocaba en la variabilidad de las poblaciones argentinas y los procesos microevolutivos que las afectaban. También se llevaban a cabo tanto estudios de crecimiento y desarrollo como de bioarqueología, y se analizaban las clasificaciones raciales de una manera crítica, en el marco de la genética de poblaciones. Muchas investigaciones fueron desarrolladas en colaboración con el grupo dirigido por el Dr. Héctor Pucciarelli de la Universidad Nacional de La Plata, su colega y amigo. Producto de esta colaboración son las tablas de crecimiento en poblaciones mapuches de la provincia de Chubut. Los estudios iniciales con grupos sanguíneos ya relataban los eventos de mestizaje y daban cuenta del flujo génico entre poblaciones nativas, europeas y la presencia de variantes africanas en las distintas muestras poblacionales analizadas.
La incorporación de marcadores de ADN de linajes uniparentales (maternos y paternos) y de marcadores informativos de ancestría demuestra la presencia de las tres poblaciones parentales en todas las poblaciones cosmopolitas estudiadas, que conforman un acervo génico diverso. Desde 2004, los estudios de paleogenética han contribuido al conocimiento de los primeros pobladores de nuestro territorio, lo que complementa los datos arqueológicos y permite establecer relaciones entre los individuos de las distintas regiones de Argentina y de Sudamérica. Todos los datos surgidos de estos análisis aportan a comprender el origen de las poblaciones y a reconocer la diversidad. Más allá de estos resultados, remarcan que la identidad de los individuos y de los grupos humanos no está necesariamente ligada a su ancestría genética, sino a su entorno sociocultural, un proceso en constante construcción.
En la actualidad, las líneas de trabajo en antropología biológica abarcan diferentes campos: antropología forense, etnobioarqueología, evolución y genética de poblaciones antiguas y contemporáneas, análisis a partir de apellidos, biodemografía, estudios de crecimiento y desarrollo, además de investigaciones sobre normativas y recomendaciones éticas a aplicar en nuestra disciplina (Cesani, Sardi, Colantonio y Avena, 2014). La compilación de este dossier busca ser representativa de esta multiplicidad.
Algunos de los artículos estudian restos óseos en contextos modernos y arqueológicos, actualizando las técnicas y abordajes y vinculando nuevas informaciones de disciplinas afines, como estudios de biomecánica y morfología funcional. A esta línea apunta el trabajo que abre el dossier, “El estudio del estrés mecánico en sociedades actuales y pasadas. Una aproximación desde la morfología ósea y los cambios entésicos”, de Bárbara Mazza, que destaca la importancia de contar con métodos estadísticos adecuados para analizar la complejidad de los cambios entésicos e interpretar de manera más integral las características esqueletarias, ya sea para inferir edad, historias de vida u ocupaciones laborales. A continuación, Lumila Menéndez y colaboradoras plantean un análisis comparativo de la morfología craneofacial de individuos arqueológicos de Sudamérica y Norteamérica, a fin de discutir las dinámicas de dispersión y expansión a lo largo del continente durante el Holoceno temprano y medio, utilizando técnicas de ordenamiento multivariado y cálculo de distancias biológicas. Un complemento muy interesante a la discusión de estos modelos poblacionales son los estudios de isótopos estables, que se han convertido en una potente herramienta para abordar el uso de los recursos naturales, los patrones alimenticios o la paleomovilidad geográfica. Violeta Killian Galván y colaboradoras sintetizan cómo los análisis isotópicos permitieron ampliar nuestro conocimiento sobre estrategias de producción y consumo de cultivos de las sociedades prehispánicas del Noroeste argentino, especialmente los cambios en los sistemas económicos macrorregionales a lo largo del tiempo. Como vemos, la alimentación es una de las principales fuentes de variación en la morfología esquelética. El trabajo de Carolina Paschetta y Rolando González-José integra estas dimensiones, con el estudio mediante morfometría geométrica del efecto plástico de las diferencias en la fuerza de mordida en poblaciones en transición económica y sus cambios al incorporar nuevos alimentos y tecnologías de elaboración asociadas a dietas más blandas.
Los estudios de crecimiento y desarrollo abarcan cambios morfológicos y fisiológicos, en directa relación con aspectos biológicos individuales y con un universo colectivo compartido: las dimensiones sociocultural y ambiental del medio en que las personas viven y crecen. Este enfoque antropobiológico también incluye el análisis de fenómenos como la desnutrición o la obesidad relacionada con el estilo de vida actual, y procesos como la transición alimentaria. Los indicadores del estado nutricional han variado con el tiempo, y el trabajo de Anahí Ruderman y Alejandra Nuñez-de la Mora se ocupa de analizarlos, a partir de una exploración documental en revistas científicas publicadas en los últimos diez años. Rastreando el concepto de seguridad alimentaria, repasan el estado actual de la situación nutricional; e incorporan también información referente a las consecuencias del confinamiento por la pandemia a la vez que ofrecen una extensa revisión de la investigación existente. Detallan los diferentes indicadores utilizados en diferentes países, tanto para población infantil como adulta y alertan que, en esta última, la población femenina es uno de los grupos más afectados en Latinoamérica.
Dentro de la perspectiva relativa a estudios nutricionales, el trabajo de María Fernanda Torres y colaboradores, “Influencia del nivel educativo materno sobre el estado nutricional infantil y adolescente de La Plata (Buenos Aires, Argentina)”, aborda una pregunta diferente. Con sólidos antecedentes y un importante número muestral, evidencian que el estado nutricional de grupos vulnerables como niños, niñas y adolescentes no está determinado solo por la disponibilidad de alimentos. Lejos de ello, está fuertemente relacionado con el estatus socioeconómico, al acceso a suministros de alta calidad nutricional y servicios públicos de salud y saneamiento. Los múltiples déficits intergeneracionales impactan negativamente en los procesos de crecimiento y desarrollo de las infancias actuales.
Las investigaciones sobre diversidad a través de polimorfismos genéticos han ido de la mano de los avances en las técnicas moleculares, primero a partir de proteínas, hasta la posibilidad de analizar el genoma humano completo en asociación con su expresión fenotípica. El artículo “Estudio de variantes de los genes OPRM1 y COMT en una población de la provincia de Chaco (Argentina)”, de Rebeca González y colaboradoras, estudia la variación de dichos genes moduladores de la transmisión de la sensación dolorosa, en una región de nuestro país con gran diversidad poblacional. La expresión de este fenotipo complejo varía según la ancestría y procedencia geográfica de las poblaciones; contar con este conocimiento permite entender mejor la respuesta a terapias analgésicas y destaca la importancia de construir bases de datos población específicas, esencial para el desarrollo de la medicina genómica personalizada.
Un aporte fundamental de la antropología biológica, por medio de los estudios con marcadores de ADN nuclear, mitocondrial o de cromosoma Y, ha sido objetar las ideas de raza y racismo, la ruptura con el discurso hegemónico de una única visión de nuestro origen como descendientes de los barcos y el cuestionamiento al mito de la Argentina blanca. Por supuesto, estas construcciones discursivas no son exclusivas de nuestro país; la historia de Latinoamérica se ha escrito con deliberadas omisiones. El trabajo de Camila Sala y colaboradores utiliza polimorfismos de cromosoma Y para determinar los linajes paternos presentes en una muestra de voluntarios de la ciudad de Trujillo, Perú, y los compara en contexto con datos ya publicados de otras poblaciones peruanas y argentinas. Los haplogrupos identificados tuvieron frecuencias y orígenes muy diversos, lo que evidencia un mestizaje asimétrico que comprende variantes nativas de América y de diferentes regiones de Europa, África e incluso Asia, coincidente con los datos demográficos y censales de un alto porcentaje de la población de Perú que es segunda o tercera generación de descendientes de migrantes de China y Japón.
Otro interesante eje analítico es el sesgo de género. Numerosas investigaciones, tanto en comunidades de pueblos originarios como en poblaciones cosmopolitas, han demostrado la persistencia de linajes maternos nativos americanos en altas frecuencias, recuperando también aquellos linajes maternos africanos que se postulaban como desaparecidos. El artículo de Mónica Sans “Invisibilidad indígena en el Uruguay: Genética, Historia y Género” aborda el proceso de construcción de la sociedad colonial y poscolonial uruguaya y las consecuencias que tiene en el imaginario poblacional actual, comparando información genética, documental, arqueológica y censal de Uruguay, Argentina, Chile y Brasil. Con matices, en toda la región se observa un procedimiento similar de invisibilización, de acuerdo con el cual la ancestría indígena es eventualmente recuperada a través de la memoria oral y familiar. Tener una mirada crítica sobre los relatos fundantes de los Estados-nación es parte esencial de nuestro compromiso como investigadores e investigadoras, y nos permite abarcar esta compleja historia de genocidios e inequidades.
Los estudios biodemográficos también se orientan a entender este dinamismo latinoamericano, en tanto describen indicadores de cambio de las comunidades, como la fecundidad diferencial a lo largo del tiempo, las tasas de mortalidad, las migraciones y sus sentidos. Son complementarios a los estudios de isonimia, que toman los apellidos como unidades analíticas para abordar aspectos como la consanguinidad o las pautas matrimoniales, incluso de comunidades actualmente desaparecidas. Este dossier reúne dos artículos en esta línea de investigación. El primero, “Selección de pareja y estructura poblacional en el Valle de Calamuchita (provincia de Córdoba), período 1896-1950”, de Darío Demarchi y colaboradoras, aborda la estructura genética de dicha población, utilizando la información de las actas matrimoniales del Registro Civil. Concluyen que la clase socioeconómica fue una variable de peso en la preferencia de ciertas uniones por sobre otras, con una tendencia a la endogamia que explica la subdivisión poblacional. También basadas en documentos históricos, Daniela Peña Aguilera y Emma Alfaro Gómez estudian las dinámicas familiares de los individuos registrados en el Censo Virreinal de 1778-1779 y el Padrón de tributarios de 1786 para Casabindo y Cochinoca, Puna de Jujuy. Este análisis les ha permitido reconstruir información demográfica sensible, en una transición poblacional desde la estabilidad de los grupos domésticos a una desagregación de estas unidades por fallecimiento de varios miembros, en grupos etarios específicos. Esta situación podría estar relacionada con una epidemia u otras circunstancias adversas, desconocidas hasta ahora.
Finalmente, los dos trabajos que cierran el dossier nos invitan a reflexionar sobre el presente y el futuro de nuestra disciplina en dos ámbitos particulares: la ética en la investigación con restos humanos, y la relación entre los pueblos y la naturaleza.
El primero “Ética, bioarqueología y publicaciones científicas: un estudio de caso”, de Kirsty Squires y colaboradores, examina la aprobación ética requerida en publicaciones sobre restos humanos en diferentes revistas de Argentina y Chile. Este trabajo considera diferentes aristas. Por un lado, que la realización del trabajo científico sea abordada de manera ética; por otro, la aprobación de los proyectos por parte de los comités de ética y la explicitación de estos puntos en la producción académica como política editorial desde las revistas científicas. El artículo resume aspectos y antecedentes legales, destaca la importancia de la divulgación científica y ofrece una serie de recomendaciones que, en el futuro inmediato, pueden guiar el quehacer del proceso de investigación.
Por último, el trabajo de Guillermo Germán Joosten y colaboradoras, titulado “‘Si usted es antropólogo, bueno, hablemos del viento’: el rol de la antropología biológica en el Antropoceno y el cambio climático”, reflexiona sobre la participación de profesionales de la antropología, en especial de la antropología biológica, en el contexto de las nuevas problemáticas ambientales y territoriales, las modificaciones futuras y su impacto en la vida cotidiana de sus habitantes. Retoman conceptos evolutivos como adaptación, selección y construcción del nicho, entendiendo que abordar este conocimiento implica la participación activa de todos los sectores involucrados: incluyendo a quienes investigamos desde una ciencia social, en un marco legal y ético, en un contexto sociohistórico específico.
Les deseamos buenas lecturas y esperamos que los artículos sean disparadores de nuevas ideas y nuevos proyectos.