Catalina Antognini[1]
The official, the forgotten and the popular.The braiding of memory in the identity construction of a Patagonian village
O oficial, o esquecido e o popular.O trançado da memória na construção identitária de uma aldeia patagônica
El presente artículo se propone analizar la conmemoración del Día Nacional de la Ballena Franca Austral en la aldea de Puerto Pirámides, en relación con su rol en la construcción de una nueva memoria que refunda el pueblo con una narrativa que une a sus habitantes en un presente en el cual las políticas públicas de conservación ambiental están directamente asociadas con la promoción del turismo.
Puerto Pirámides es el único núcleo poblacional ubicado dentro del Área Natural Protegida Península Valdés, en el noreste de la provincia de Chubut, República Argentina. Su población es de poco menos de 800 habitantes y la zona se ubica dentro de un área que fue declarada en el año 1999 como Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO,1 por su importancia en la conservación de mamíferos marinos. En sus costas, la ballena franca austral viene a completar su ciclo de reproducción entre los meses de mayo a diciembre. El avistaje embarcado de ballenas genera turismo nacional e internacional durante la mayor parte del año, lo cual lo transforma en la fuente de subsistencia económica directa de la mayoría de los habitantes del lugar.2
Sin embargo, hasta mediados del siglo XX, la aldea supo tener una economía de base más extractivista. Las grandes salinas ubicadas en el interior de la península fueron intensamente explotadas hasta finales de la Primera Guerra Mundial, y la caza de lobos marinos, para el uso de sus pieles y grasa, dejó al borde de la extinción a esta especie, cuya protección fue establecida por ley recién en 1974.
El cese de estas dos grandes industrias se llevó consigo parte importante de la población, y se produjo entonces un cambio discursivo e identitario en esta comunidad, que comenzó a hacer del conservacionismo y la protección ambiental su nuevo nicho de explotación económica gracias al crecimiento del turismo. Actualmente, cada 25 de septiembre el pueblo celebra su festividad más importante: el Día Nacional de la Ballena Franca Austral, en conmemoración al rescate de una ballena que se estancó en la costa del pueblo en el año 2002. Garra, así bautizada la ballena por todos, fue salvada y devuelta al mar en un operativo de rescate que involucró a todo el pueblo, su trabajo, coordinación y solidaridad.
Este suceso fue cobrando fuerza en la memoria colectiva de los pobladores de Puerto Pirámides. Estos lo reincorporaron en una especie de narrativa de origen acorde con las premisas actuales de cuidado del medioambiente, que remite a un pasado bastante reciente. De este modo se ofrece una marca de identidad proteccionista del territorio y su fauna, en contraposición con el pasado de tradición más extractivista que tuvo e l pueblo durante la primera parte del siglo XX.
El 25 de septiembre del año 2022 se cumplieron veinte años de este rescate. En el pueblo, tres grandes eventos se desplegaron de manera independiente durante ese fin de semana. Por un lado, el de la municipalidad, con carácter de “oficial”, más formal, que, con ceremonia y protocolo, buscó brindar recreación y conocimiento científico al pueblo. En segundo lugar, el del Centro de Jubilados, llamado “El Pirámides Olvidado”, aportó una historia que pareciera no estar tan olvidada. Y por último, el de la biblioteca popular del pueblo, en donde se hizo presente el calor de los pobladores en un ámbito mucho más informal y ecléctico.
Es mi intención en este trabajo analizar, de la mano de estas tres experiencias, las condiciones sociales que permiten la emergencia de esta memoria y no de otras, la construcción de la narrativa identitaria actual de este pueblo alrededor del Día de la Ballena, y preguntarme por el lugar que ocupa el pasado extractivista de este territorio en esta nueva narrativa.
Para ello fue necesario un enfoque etnográfico, para lo cual he realizado trabajo de campo, en donde empleé diferentes estrategias metodológicas. Por un lado, la participación/observación de los distintos eventos que se desarrollaron a lo largo del fin de semana del 25 de septiembre 2022 con motivo del 20° aniversario del Día de la Ballena. Por el otro, conversaciones en contextos informales y entrevistas abiertas y en profundidad que realicé a distintas personas involucradas en la organización de los eventos analizados. Lecturas de distintas fuentes historiográficas también fueron necesarias para armar el rompecabezas histórico que antecede al presente actual de proteccionismo ambiental.
Este trabajo espera aportar al análisis de las dinámicas que se ponen en juego en la construcción de narrativas identitarias. Si bien los comienzos enteramente nuevos son inconcebibles, tal como expresa Candau, “eso no impedirá que grupos e individuos crean posible abolir la continuidad del orden temporal para instaurar un nuevo momento original que vendrá a fundar su identidad presente” (Candau, 2008, p. 92). Siguiendo al autor, en la referencia a un origen común, lo importante es que los elementos comunes sean vividos por el grupo en cuestión como sus características distintivas, y sean percibidos de ese modo por los otros, lo que es una forma de naturalización de la “comunidad”. En este sentido, el rescate de Garra en el año 2002 promovió el esfuerzo colectivo impulsado por el enorme deseo de salvar una vida animal perteneciente a la especie que sustenta económicamente la vida del pueblo.
Halbwachs (1968, p. 213) define la memoria colectiva como aquella que retiene del pasado solo lo que aún está vivo en la conciencia del grupo que la mantiene. En esta clave es que se comprende este suceso, que es enseñado en las escuelas cada año y transmitido así a nuevas generaciones. Forma parte del calendario oficial de esta localidad que trae así, anualmente, el pasado al presente, pero no cualquier pasado, sino un pasado contemporáneo y acorde con las premisas actuales.
Las fechas y aniversarios son espacios en los cuales la memoria se produce y se activa. En palabras de Jelin (2004, p. 150), “son ocasiones públicas, espacios abiertos para expresar y actuar los diversos sentidos que se le otorga al pasado -reforzando algunos, ampliando o cambiando otros”. Estas políticas de memoria son, en palabras de Enrique (2018a, p.86), “parte de un proceso de cambio historizable, en el cual las narrativas históricas y las realidades políticas se influyen mutuamente, fomentando mediante políticas estatales determinados recuerdos”, y relegan otros al olvido. Pero,
el olvido no es siempre una falla de la memoria sino que puede ser también el éxito de una censura indispensable para la estabilidad y la coherencia de la representación que los miembros de un grupo se hacen de sí mismos. El olvido puede ser necesario para la afirmación de la identidad de un grupo. (Candau, 2008, p. 125)
La intensa explotación de las salinas ubicadas en el interior de la península y la caza indiscriminada de lobos marinos que llevó a esta especie al borde de su extinción en la zona no se representan en las narrativas identitarias de la población actual. Son parte de un pasado ajeno. Las ausencias no son inmutables; el trabajo de la memoria está en constante construcción y por lo tanto, la posibilidad de que estas ausencias emerjan siempre está latente. En localidades donde el turismo surge como una posibilidad de activación económica, los pobladores intentan comunicar un mensaje por el cual desean ser identificados.
El Día de la Ballena funciona como agente de cohesión social (Antognini, 2023b), y también de disputas internas, como veremos más adelante, que rememora lo que ha devenido en una especie de gesta popular, recordada y reinventada por las nuevas generaciones hasta el día de hoy. A continuación, abordaremos brevemente algunos antecedentes históricos de esta localidad. Luego, analizaremos los eventos acontecidos en el 20° aniversario del Día de la Ballena.
Desde principios del siglo XX y hasta finalizada la Primera Guerra Mundial, las dos salinas ubicadas en el interior de la península fueron intensamente explotadas por la sociedad creada entre Antonio Munno, Alejandro Ferro y Ernesto Piaggio (Fernández, Gavirati y Jones, 2008, p. 79) y abastecían de trabajo a más de mil pobladores que habitaban la aldea de Puerto Pirámides en ese entonces. Incluso funcionaba una línea férrea de trocha angosta que recorría los 34 km que separan a las salinas del puerto natural en Puerto Pirámides. El proyecto fue aprobado por el Estado nacional mediante la ley N° 3898, y en julio del año 1900 se inauguró el tren, que dio también su fecha de nacimiento al propio pueblo de Puerto Pirámides: 14 de julio de 1900 (Barba Ruiz, 1995, p. 23).
En palabras de Rohou y Chalier (2023, p. 118)
Los ferrocarriles fueron uno de los pilares del modelo de crecimiento económico propiciado en la Argentina desde mediados del siglo XIX, consolidando el recientemente formado Estado nacional e integrando áreas productivas alejadas con los puertos atlánticos, sobre todo con la ciudad de Buenos Aires.
Es decir, a través de un modelo de economía extractiva se buscaba potenciar áreas poco pobladas y productivas pero con capacidad de generar alimentos.
Por otro lado, la caza indiscriminada de lobos marinos también fue una industria importante en la zona, que se remonta incluso a los tiempos de la ocupación española (Haller, 2020, p. 95) y también fue aprovechada, de un modo más integral, por poblaciones originarias (Gómez Otero, 2003). Sin embargo, fue durante el siglo XX que esta especie de mamíferos marinos quedó al límite. Las primeras matanzas eran a los tiros, pero el resultado no era bueno, pues el ruido de los balazos ahuyentaba al resto de los animales. Así pues, cambiaron la técnica y pasaron a matarlos a garrotazos en la cabeza. Era un trabajo violento, peligroso y hostil, pues se contrataban comparsas de 25 a 30 hombres que vivían en carpa durante la caza y faenaban un promedio de 300 lobos por día (Fernández et al., 2008, p. 81). Para sumar inclemencias, esta era la actividad que se realizaba en invierno, pues en contraestación se llevaba a cabo la esquila de ovejas de verano. La aparición de sustitutos para los cueros y el aceite a partir de la década de 1950, sumado a la prohibición de caza en el año 1974, permitió la lenta recuperación de la especie.
El cese de estas dos grandes industrias se llevó consigo gran parte de la población. El territorio resurgió como epicentro geográfico de manera paulatina a partir de la década de 1960, cuando políticas proteccionistas comenzaron a resguardar la naturaleza y un nuevo tipo de explotación, turística y más amigable con el ambiente, atrajo nuevos habitantes.
Desde mediados del siglo XX, comenzó a instalarse a nivel nacional la noción de turismo como una necesidad y como un derecho (Bertoncello, 2006, p. 322) y no ya como algo exclusivo de la sociedad elitista. La difusión del automóvil y la red de caminos permitieron además el acceso a lugares a los que no llegaba el ferrocarril. A esto se sumaba el crecimiento del valor estético que se empezó a dar a la naturaleza y que, por lo tanto, la posicionó como un fuerte atractivo turístico (Bertoncello, 2006).
En el comienzo de este camino en Península Valdés, fue fundamental el papel de autoridad que ejercieron los discursos científicos de profesionales especialistas extranjeros (Kuper, 2009, p. 92). Sus saberes y experiencias guiaron la selección de los elementos a ser preservados y brindaron una justificación para su íntima vinculación con el potencial turístico.
La visita, en 1964, del entonces director del Zoológico de Nueva York, Dr. William Conmway, a Península Valdés, despertó el interés por cuidar las colonias faunísticas que llamaban la atención de visitantes en un contexto de creciente interés mundial por la vida animal silvestre y por ambientes desconocidos poco alterados (Kuper, 2009, p. 92).
Como remarca Caruso (2018, p. 79), era este un contexto socioeconómico de posguerra, de impulso de la industria destinada al consumo masivo, que se apoyaba en modos más intensivos de explotación de los recursos naturales. Es el momento en que surgió la percepción de la destrucción de la naturaleza y se comenzaba a gestar la divulgación y expansión de la Ecología como disciplina científica. Se trataba de un contexto de deterioro de las bases ambientales del planeta, donde los bienes naturales comenzaban a ser percibidos como rarezas con valor de cambio propio y, por lo tanto, como mercadería (Caruso, 2018, p. 91).
Entonces, la sugerencia de Conmway reflejaba el “imaginario turístico” de las sociedades de origen de los potenciales visitantes, lo que reveló la potencialidad turística de aquello a preservar (Kuper, 2009, p. 92). Su asesoramiento brindó además información acerca de la mejor manera de aprovechamiento turístico de estos ambientes. Tal como expresa Bertoncello, “no importa cuán importante, destacado, etc. sea un rasgo (natural, histórico, cultural o lo que sea) del lugar de destino, solo se valorizará como atractivo si logra coincidir con demandas existentes en la sociedad de origen de los turistas” (Bertoncello, 2002, p. 43).
En 1967, la ley provincial N° 697 creó las primeras tres reservas faunísticas del sistema provincial de áreas protegidas: Punta Norte, Isla de los Pájaros y Punta Loma. En el objeto de esta ley se detalla en el artículo 5:
conservar y proteger en ellas a la naturaleza en todos los aspectos de su flora, fauna y gea, en sus especies o manifestaciones autóctonas; procurar su vuelta al grado prístino en todos aquellos casos de que factores extraños le hayan modificado y hacerlos accesibles al hombre con fines científicos y/o turísticos bajo las condiciones que establezca la reglamentación.
Como puede observarse en esta ley, la actividad turística queda explícitamente vinculada con la preservación ambiental, y es un factor clave en la creación misma de estas áreas protegidas.
Mediante una invitación digital, la municipalidad de Puerto Pirámides anunció un fin de semana repleto de actividades alusivas al Día de la Ballena en su vigésima edición. Durante todo el fin de semana se organizaron en el terreno del Camping Municipal actividades como música en vivo, proyección de películas, feria artesanal, puestos de foodtruck, un ciclo de charlas (el anuncio no aclaraba sobre qué serían pero sí ponía los nombres de los especialistas oradores), actividades orientadas a la niñez, como obras de teatro y juegos inflables, y el acto oficial propio, para el domingo al mediodía.
El evento de la municipalidad, con su diversidad de actividades, convocó a todos los públicos posibles: niños, jóvenes y adultos, especialistas e interesados, comerciantes y empleados. No tanto así turistas, sino que, a priori, este parecía ser un evento íntimo del pueblo, desde el vamos por su misma ubicación: el camping está bastante alejado de la “Primera Bajada” que es donde están la mayoría de los comercios turísticos. Además, en dicha época del año, el camping suele estar bastante despoblado de turistas, que suelen utilizar estos alojamientos en los meses de verano.
Ese sábado, en la carpa principal del evento se expusieron seis grandes fotografías que ilustraban paso a paso lo que fue el rescate de Garra (figura 1). En el epígrafe de cada foto, una breve descripción contaba la historia:
El 25 de septiembre del 2002, una ballena que se enredó con el fondeo del catamarán Moby Dick, movilizó a todos los habitantes de la aldea. Se planificó entonces el varamiento de la ballena, que se debatía intentando liberarse. Una maniobra arriesgada, pero la única posibilidad de salvar su vida. Se trataba de un macho juvenil de 10 metros de largo, al que, una vez que bajó la marea, lograron retirarle la soga y la cadena que rodeaban su pedúnculo caudal. Todo el pueblo se turnó para asistirlo en la playa, y llegó gente de ciudades vecinas. Después de doce horas, pudo regresar al mar con la marea alta. La ballena fue bautizada “Garra”, por una marca que semejaba un zarpazo blanco en su lomo, y especialmente por sus enormes ganas de vivir.
En la exposición tuvo lugar un diálogo entre la selección de seis imágenes y en la escritura de cada epígrafe con los rostros actuales, a color, de quienes habían participado del rescate entonces y que ahora se confunden entre el público que ocupa la carpa azul, veinte años después. Era un público escaso, formado por habitantes del pueblo, operadores turísticos y especialistas de las ramas de la biología marina, cuyos trabajos los obligan a permanecer en la zona por largas estadías. Es decir, conocedores del tema y su historia más allá de la selección fotográfica y los epígrafes expuestos.
En el inicio del ciclo de charlas, el intendente pronunció unas breves palabras introduciendo a los especialistas (todos ellos biólogos marinos) y afirmó que el avistaje de ballenas es el “motor de la economía del pueblo”.
La primera charla trató sobre el rol de los mamíferos en el ecosistema marino costero de Patagonia. La doctora en biología marina Rocío Loizaga contó por qué las ballenas vienen a reproducirse a esta área del planeta y los factores ecológicos que colaboran con ese fenómeno, que tienen que ver con la temperatura del mar y la producción primaria. También habló sobre la importancia clave de las ballenas en la conservación del medioambiente: son fuente de materia prima y de nutrientes pues, al morir, se van al fondo del océano y llevan consigo una enorme cantidad de carbono a un lugar donde hay muy poco y así, este se recicla. La ballena subsidia al ecosistema profundo, además de que fertiliza los océanos con sus heces, pues subsidia las aguas con nutrientes y hierro.3
La segunda charla fue sobre alimentación y transferencia de toxinas amnésicas de moluscos (ácido domoico) a la ballena franca austral a través de su alimentación. La doctora en biología marina Valeria D’Agostino contó sobre las distintas formas en que se alimenta la ballena y habló de la colaboración constante que reciben por parte de quienes trabajan en el avistaje de ballenas, que son quienes les brindan muestras fecales de los ejemplares estudiados. Muchos entre el público asintieron con la cabeza.
El valor de la ballena como especie se refleja todo el tiempo en el discurso y nos remite a las recientes palabras del intendente sobre la importancia de los avistajes para la economía del pueblo. Estos actores estaban haciendo uso del pasado a conmemorar para colocar en la esfera pública de debate interpretaciones y sentidos de este pasado. El valor de haber salvado la vida de una ballena es inconmensurable, así como la vida de cada ballena en el mar. Estas memorias oficiales, siguiendo a Jelin, “son intentos más o menos conscientes de definir y reforzar sentimientos de pertenencia, que apuntan a mantener la cohesión social y a defender fronteras simbólicas” (Jelin, 2002, p. 40). La tercera charla fue del licenciado en biología marina Santiago Fernández, y versó alrededor de la pregunta: ¿a dónde van las ballenas cuando se van (de Península Valdés)? Proyecto de Identidad Satelital (2014) del Centro para el Estudio de Sistemas Marinos, Centro Nacional Patagónico, CONICET.
La memoria es un marco más que un contenido, dice Candau (2008), y sirve para transmitir. Tiene sentido entonces que, en medio de la celebración por el aniversario del rescate de Garra, escuchemos charlas sobre la utilidad ecológica de la ballena, el aporte de sus heces y el misterio de su destino pues, como se pregunta Candau, “¿lo que prima es el contenido transmitido o el lazo social urdido por la propia transmisión?” (2008, p. 104).
Entre el público, la mayoría eran especialistas en el tema, académicos o no, y más de una vez se escucharon frases del tipo “bueno, no les voy a contar nada que no sepan ya”, y se vieron unos asentimientos cómplices de cabeza entre las respuestas. Fue una puesta en escena tendiente, más que a transmitir una memoria, a “hacer entrar en las memorias la creencia del cuerpo social en su propia perpetuación, la fe en las raíces comunes y en un destino compartido, es decir, una conciencia identitaria” (Candau, 2008, p. 104).
Santiago contó que el proyecto se encarga de seguir la ruta de las ballenas utilizando transmisores satelitales de última generación colocados en algunos ejemplares de las aguas de los golfos norpatagónicos. Narró las aventuras de alrededor de diez ballenas distintas, todas con nombre propio. Por ejemplo, Antares, cuenta, fue instrumentada dos veces, una como madre, en la que se la vio llegar a las Islas Malvinas y dar la vuelta hasta el estrecho de Magallanes, y otra sola, en la que utilizó la plataforma continental Argentina.4 En un momento Santiago comenta “Y está ‘Pirita’, que fue vista…” (y respondieron) “¡¡AYER!!”, gritando desde el público quienes salen al agua diariamente a realizar los avistajes embarcados.
La cuarta charla fue sobre la fotoidentificación de las ballenas. Las licenciadas en ciencias biológicas Aluminé Orce y Macarena Agrelo contaron que gracias a este proyecto es posible conocer las historias de vida de cada ballena. Tienen 41005 ejemplares identificados en el Instituto de Conservación de Ballenas, que lleva ya 51 años trabajando en Península Valdés y han identificado 40 familias. “Esta es un área familiar”, dijeron las especialistas.
Ésta es un área familiar, dijeron. Transmitir una memoria y hacer vivir de ese modo una identidad consiste en legar una manera de ser en el mundo, no apenas un contenido: “No se han penetrado todos los secretos de un oficio cuando se ha aprendido cómo se fabrica una obra maestra, es la pedagogía silenciosa del ver hacer lo que asegura la transmisión de múltiples formas de decir y de hacer” (Candau, 2008, p. 116). Y eso es justo lo que pasó en ese momento. El pueblo familiar de Puerto Pirámides recibe cada año ejemplares de ballenas que vienen a cumplir su ciclo de reproducción y seguir expandiendo por lo tanto su árbol genealógico y familiar en estas aguas prístinas y puras. ¿Sucedería esto tal vez en una ciudad conocida por otras características?
Las expositoras contaron distintas historias de varias ballenas, edades, cantidad de hijos, cantidad de veces que visitaron la península, de quiénes son hijas o nietas, o hasta bisnietas. Las individualizan, las humanizan. Por supuesto mencionaron a Garra, identificada por primera vez en el año 2001, bautizada “Zarpazo” en un primer momento por la forma de su mancha, y cuyo último registro data del año 2006. Hijo de Victoria, que es la ballena que figura en nuestro billete de $200, tiene cinco hermanos nacidos entre los años setenta y ochenta.
Al día siguiente fue el acto oficial, en la misma carpa azul. El público era más multitudinario, con personas del ejército y de Prefectura Naval. Con la bandera de ceremonia en alto, se cantó el himno nacional y luego el intendente habló nuevamente sobre la importancia de este día, lo inédito del rescate de Garra por haber sido un varamiento intencional. Se invitó a pasar a algunos de los rescatistas involucrados presentes entre el público, cuatro hombres en total, a quienes se les entregó una especie de certificado de apreciación.
Los “protagonistas” hablaron unas pocas palabras, mencionaron el trabajo colectivo y el descubrir ese día que la experiencia que ellos tenían era más que suficiente para estas cosas porque el rescate terminó siendo un éxito. Hubo aplausos y agradecimientos. Descubrieron la placa memorial con los nombres y apellidos de las personas e instituciones involucradas en el rescate.
Como observamos en este evento, en el acto oficial dialogaron especialistas diplomados de par a par con trabajadores del turismo náutico, marineros, guías balleneros, en un intercambio igualitario y colaborativo entre las distintas formas de competencia en el tema, que son valoradas de distintas maneras en un intercambio que se nutre.
El título de la muestra fotográfica ubicada en el Centro de Jubilados era “Portuarias”. En el cartel promocional se aclaraba el marco temporal: 1900-1987, y un subtítulo agregaba: “El Pirámides Olvidado”. Toda forma de narrar el pasado implica siempre una selección de los acontecimientos. La memoria es selectiva y ello implica que algo siempre dejaremos de lado. Pero, como menciona Brac (2012, p. 188), “todo acto de selección es dinámico y responde a motivaciones sociales vinculadas a un contexto histórico particular”.
Me resultó muy sugerente la palabra “olvidado” y lo particular de la ubicación en el Centro de Jubilados. Elizabeth Jelin, en Los trabajos de la memoria (2002), propone entender las memorias como procesos subjetivos, anclados en experiencias y en marcas simbólicas y materiales; reconocer las memorias como objeto de disputas y luchas, con un rol activo y productor de sentido de los participantes; y también propone historizar las memorias, reconocer que existen como cambios históricos.
Son los ancianos los que suelen asumir el rol de traer al presente las narrativas del pasado para quienes no estuvieron allí para vivirlo (hijos, nietos). El Pirámides Olvidado trajo al presente cuestiones que, desde su título, se asume que no se recuerdan, y sin embargo, estaban allí, expuestas con orgullo en la casa propia de los habitantes de la tercera edad.
Adentro, la muestra ocupaba dos paredes de un único salón, con bancos de madera en el medio. De un lado, entre dos ventanas, cuatro fotos en blanco y negro rodeadas de redes de pesca colgadas de la pared con un antiguo chaleco salvavidas enganchado en ellas.
Tres de las cuatro fotos mostraban la aldea a principios del siglo XX. Las playas que hoy tienen construcciones, prácticamente vacías y un pequeño puñado de casitas como toda población. La cuarta foto (figura 2) mostraba muchos hombres subidos en un bote listo para navegar, todos mirando a cámara. La señora que me recibió me contó brevemente que a principios del siglo pasado en el pueblo funcionaba una salinera y que también se ejercía la caza indiscriminada de lobos marinos. Me explicó así el significado de esta cuarta foto de hombres embarcándose: estaban por salir de cacería.
Considero que tiene lógica que esto sea lo “olvidado” en un pueblo que actualmente vive del ecoturismo y cuyas premisas principales versan sobre el cuidado del medioambiente y su fauna. Como vimos, Candau habla de un olvido útil (2008, p. 125), necesario para el surgimiento de una nueva identidad. Sin embargo, este olvido está pisando el presente, aunque más no sea con un puñado de fotos desde el Centro de Jubilados.
En palabras de Rappaport (1998, p. 197), “el pasado sólo es útil en la medida en que arroja significado sobre los problemas del presente”. Estos recuerdos colgados de redes de pesca en las paredes de un día festivo cumplían una nueva función: demostrar una continuidad entre el pasado y el presente de este territorio y adoptar un rol identitario movilizado en el momento correcto (la festividad más importante del pueblo). Este acto de memoria exhibe un pedazo de pasado “tallado a la medida del presente” (Candau, 2008:119), para poder posicionarse en la narrativa identitaria actual.
Del otro lado del salón, una pared sin ventanas exponía otra red de pesca aún más grande, de la que se colgaban las fotos esta vez con pequeños brochecitos y, además, todas a color. Las fotos eran doce en total. Embarcaciones, viejos autos arrastrando lanchas al mar, postales de lugares icónicos del pueblo sin los emblemas actuales como la cola de la ballena en la primera bajada al mar y, sobre todo, personas con rostros definidos y nombres propios, eran el contenido de esta ala de la muestra. También de este lado colgaba un flotador salvavidas antiguo.
De las fotos sin color, desoladas y sin habitantes, exceptuando la imagen de los hombres anónimos en el bote, pasamos a las caras reconocibles y al pasado mismo de los habitantes actuales del pueblo. Es una exposición que testifica que ellos están allí desde los inicios de este presente, desde los inicios de esta forma de vida sustentable y de esta explotación de la naturaleza ideológicamente aceptable, auspiciada por la ballena. Están desde el inicio, cuando las cosas se hacían de manera manual, más trabajosamente y con menos tecnología.
La señora me siguió contando entonces de los inicios de los avistajes de ballenas. En sus palabras, fue el reconocido investigador y biólogo marino Jack Cousteau quien, en un viaje de los años setenta, saliendo a pescar notó la cantidad de ballenas que había en la costa de Península Valdés y propuso la idea de comenzar a hacer avistajes embarcados con fines turísticos en la zona. Es así que empiezan, lentamente, entre las décadas de 1970 y 1980, de manera muy rudimentaria, con la tarea que es hoy fuente primaria de su subsistencia económica.
“¡Mirá cómo había que subir a los turistas a la lancha!”, me dijo la señora mientras señalaba una foto donde una persona, subida al remolque de un tractor, estaba en plena maniobra de entrar a una lancha que lo esperaba flotando al lado de las restingas, con la marea alta, necesaria e indispensablemente (Figura 3).
“Ahora con los tractores que arrastran la lancha ya no es necesario hacer todo esto, ni depende de la marea para salir”, agregó.
Es notorio el contraste con la pared opuesta, tan escasa e incolora como anónima. Pero en esa pared, lo olvidado está presente, es la presencia de esa ausencia que representa algo que ya no está, diría Elizabeth Jelin (2002). De esa ausencia lejana nadie en el presente tuvo la experiencia pasada propia; las personas de esas fotos incoloras son “otros”. Esa memoria “olvidada” que está luchando por hacerse un lugar en el presente en el que se celebra a la ballena y la caza de cualquier mamífero marino está terminantemente prohibida, se construye como conocimiento cultural compartido, no por generaciones, sino por un mismo territorio ocupado.
En esta muestra, nada se habló del rescate de Garra ni del actual Día de la Ballena que nos convoca. Son las nuevas generaciones las que formaron parte del rescate de Garra, los trabajadores del ecoturismo, los denunciantes de cualquier infracción mínima contra la conservación del medioambiente, los protectores de la ballena y los que de ella viven. Pareciera, a priori, que hay una anterior generación que es la que viene a desafiar este sentido, o al menos, no a desafiar, sino a buscar un lugar representativo dentro de él. El Día de la Ballena no podía ser más oportuno. Desde el Centro de Jubilados, jubilados y jóvenes interesados en este pasado olvidado luchan por traer al presente una historia común al territorio que habitan construyendo una nueva memoria.
En un escenario social en el que el ecoturismo emergió como base principal de subsistencia económica, los pobladores construyeron una narrativa identitaria a la medida de tal ideología y seleccionaron aquellos acontecimientos por los que querían ser reconocidos. Actualmente están emergiendo otros, desde distintos sectores del pueblo.
El cartel promocional del evento convocado por la biblioteca del pueblo anuncia: “25 de septiembre, Puerto Pirámides, conocé más de nosotros. Unimos arte, cultura, historias. Vas a disfrutar de talleres, muestras y presentaciones. Una manera diferente de conocer parte de nuestr@s artistas y una historia que une a la comunidad”.
Este mensaje deja clara una cosa: vamos a conocer otra cara del pueblo, “más” “diferente” a todo lo que vimos expuesto. Las actividades anunciadas son un taller de bordado de vulvas para adolescentes, una ronda de lecturas para niños, la presentación de un “libro objeto” de un autor de la región, muestras fotográficas y artísticas, y para el domingo a la noche se espera la visita de algunos de los rescatistas que lideraron el operativo de Garra; el cierre del evento es la presentación del libro sobre su rescate.
El libro de Garra es un cuento que escribieron e ilustraron los alumnos de cuarto y quinto grado en el año 2016. Años después, en enero de 2022, una operadora de turismo tomó la decisión de editarlo, , coordinado por quien fuera la docente de ese entonces.
El libro, traducido al inglés por una turista aficionada, busca narrar los hechos ocurridos con meticuloso detalle desde la voz narrativa en primera persona del ballenato, que expresa todo el tiempo sentimientos humanizados (Antognini, 2023a). El cuento ha tenido una exitosa recepción, los chicos han viajado por distintas ferias provinciales presentándolo de manera, en parte, autogestionada vendiendo rifas y diferentes comidas caseras, y en parte auspiciados por la Cámara de Comercio del pueblo.
Las distintas actividades repartidas a lo largo del fin de semana se fueron sucediendo con distintos grados de convocatoria y para las 20 del domingo la biblioteca rebalsaba de gente. Los rescatistas que se acercaron para la charla eran muchos más que los presentes en el acto de la municipalidad, y un clima cálido e informal se apoderó del ambiente. En el pico de la actividad había más de cuarenta personas.
Los rescatistas eran siete en total, y antes de que comenzaran a hablar se proyectaron dos videos de dos ausentes que quisieron enviar su saludo. Este conjunto de hombres y una mujer lideraron el operativo que logró salvar la vida de Garra. Sin embargo, en ese acontecimiento participó toda la comunidad de Puerto Pirámides; entonces, esta construcción de legitimidad otorgada a los interlocutores que contaban su experiencia fue otorgada socialmente por el grupo que escuchaba.
Se generó un clima realmente cómodo, como si estuvieran todos charlando en el living de su casa; los interlocutores se extendieron mucho, se acotaban, interrumpían y reían. El público se hizo cómplice, ya que entre ellos había muchos testigos del hecho que aportaron detalles también. Esa fue una de las principales diferencias que noté respecto de los otros eventos: el público. Acá, además de estar compuesto por distintos profesionales del mundo marino, parecía como que de algún modo, ahora se mostraban más como pueblo que como expositores de un saber propio. Distribuidos en sillas, pufs o sentados en el suelo, algunos con bebés colgando, tomando mate, la presentación de los rescatistas se volvió un intercambio colectivo entre el mismo pueblo, pero entre pares.
Halbwachs (2005, p. 163) menciona que los testimonios “sirven para corroborar, invalidar y completar lo que sabemos de un acontecimiento”. Entre el público, no solo había jóvenes que en el 2002 no habían nacido, sino también habitantes que en ese año todavía no habían llegado al pueblo y que conocen la historia a través de distintas narrativas.
“Cuando nuestra impresión puede fundarse no solo en nuestro recuerdo sino también en el de los otros, la confianza en la exactitud del recuerdo será mayor” (Halbwachs, 2005, p. 164). Es una historia que se reinicia una y otra vez ya no por las mismas personas que la vivieron, sino por todos, hasta quienes no habían nacido en ese momento pero luego escribieron e ilustraron un cuento basado en ella. La biblioteca estuvo llena de voces distintas, que hablaron desde roles y lugares diversos para reconstruir una misma historia sobre una base común.
Los interlocutores comenzaron contando cómo fue “la maniobra” submarina, ese momento en que vieron qué era lo que estaba pasando con la ballena. Contaron que estaba muy difícil la situación, porque el animal estaba muy “nervioso”.
Porque nosotros primero quisimos acercarnos en superficie y tratar de liberarla en superficie, pero era imposible por los coletazos que da el animal para tratar de desprenderse de la cadena (con la que se había enganchado) y cosas, entonces tuvimos que tomar decisiones rápidas, no teníamos mucho tiempo. (Rescatista, septiembre 2022)
Acercarse al animal era imposible, contaron, entonces decidieron bucear. “Cuando llegamos al fondo, tampoco había tanta profundidad, con lo cual, yo creo que había menos de 10 metros, la ballena no estaba mucho más arriba nuestro que este techo” (rescatista, septiembre 2022)
Todos los presentes elevamos la mirada al techo, iluminado por un gran y circular tragaluz y, por un momento, nos imaginamos que estábamos ahí, buceando con ellos y deliberando cómo lograr sacarle las cadenas al animal. Siguió el relato:
R: Lo que decidimos fue, soltemos la cadena (del catamarán), liberémosla de donde está atada y después vemos si la podemos arrastrar con las mismas cadenas. Y bueno por suerte la ballena nos dejó, en el momento pareciera que estaba entendiendo que estábamos haciendo algo por ella. Porque en el momento en que nosotros empezamos a soltar los grilletes del fondo, el animal nos dejó trabajar. Sí, recuerdo bien cómo el animal se defecaba de los nervios, se ve que estaba muy nervioso.
R: Sí, estaba fertilizando el océano. Estaba todo defecado la zona alrededor de la ballena. Y bueno, es que logramos liberarla como que se tranquilizó, sintió que ya estaba libre ¿no? ¿te acordás?
R: Ya entendimos que el animal ya no se había, porque el animal se estaba ahogando, estaba con muy poca fuerza, y veíamos que su cuerpo se iba sumergiendo más y sacaba solamente la cabeza. (registro intercambios entre rescatistas R, R2 y público, septiembre 2022)
En cuanto a la decisión de vararla intencionalmente luego de haber soltado las cadenas que la amarraban a la embarcación, contaron que no tenían autorización para nada todavía (ni de
Prefectura provincial ni nacional); lo que hacían lo hacían básicamente porque estaban a contrarreloj, porque no quedaba otra. Hablaron de un joven de 19 años, cabo tercero en ese momento, que recién iniciaba su carrera en Prefectura y atendía ese día la guardia de Puerto Pirámides: “Fue el que nos dio una venia como avance y él se fue bancando los sogazos, se fue bancando los golpes y dejando que la maniobra avance” (rescatista, septiembre 2022).
La decisión de varar a la ballena ya estaba tomada. Los rescatistas explicaron en un lenguaje llano en qué basaron esa decisión y la evaluación de la marea que tuvieron que hacer previamente para el éxito de la maniobra:
-Esta evaluación de la marea fue muy hábil, eso tiene que ver también con la expertise que tienen (ellos) los que trabajamos (nosotros) en esto, que sabemos y entendemos todas estas condiciones y si el mar sube o baja más rápido, depende de los días, bla bla bla. Y a todo esto, quiero aportar que… a mí me parece que lo más importante e inédito fue que, lo que se hizo fue un varamiento pero planificado, porque no fue un varamiento como después apareció en todos lados que “varamiento intencional”, no, el varamiento fue planificado, eh, no éramos unos cuantos muchachos entusiastas y adeptos a las ballenas que hicieron algo, sino que se hizo algo hiperplanificado. Entonces para mí el secreto de todo esto fue, suerte también ¿no?, eh, poder remolcar el animal de donde estaba, del fondeo que ya estaba suelto, de tal manera que ahí es donde entiendo yo que el animal no debe, o porque estaba exhausto o porque entendía lo que estaba pasando, se quedó mansito y se dejó remolcar hasta la costa y bueno después con otra maniobra más o menos porque, hoy no está Largo acá con nosotros, pero Largo fue nuestro tractorista.
El interlocutor por momentos se incluye y por momentos se excluye de lo que él mismo llama “expertos”, no obstante, cierra con un metalenguaje al hacer mención del cuento que habla de su propia gesta, y sugerir que tiene material, si se quisiera, para varios libros más.
El relato se extiende por más de una hora, hasta llegar al momento de la liberación. Cuentan que todos esperaban que la ballena se fuera gloriosa y saltando con marea alta, sin embargo, no sucedió así:
Entonces nosotros decíamos, pero ahora que se puede ir y no se va, y para nosotros una desilusión, viró un poquito para un lado y un poquito para el otro y ahí quedó hasta que se hizo de noche y después bueno, después no la vimos más. No es que salió enérgica. Pero lógicamente es un comportamiento que hemos notado, cuando una ballena la hemos intervenido, una vez que están liberadas, se quedan por ahí. Es que también, pasando como a un razonamiento humano, para ellas el área en donde se desenvuelven es todo para ellas, o sea que están tan cómodas ahí como a 1500 metros mar adentro, forma parte de lo mismo, esa es la sensación que nos da. Por eso no se va ligero, me recupero acá tranquila y después me voy. Pero bueno, el animal está como saliendo del estrés. (registro, septiembre 2022)
Esta interacción entre los agentes activos que recuerdan y el pueblo testigo que escucha y aporta a la construcción del recuerdo fusiona en uno solo a quienes vivieron la experiencia en carne propia y la cuentan como una verdadera “gesta” veinte años después, y quienes no tuvieron esa experiencia propia pero de alguna manera la testificaron, la aprendieron, la aprehendieron y hoy forma parte de una representación de su pasado construida como conocimiento cultural compartido por las nuevas generaciones. Nuevas generaciones que ahora toman la voz.
Cuando llegó el turno de que los chicos presenten el libro de Garra, hablaron dos de los jóvenes involucrados entonces. Contaron su experiencia con la elocuencia de quien ya lo ha hecho varias veces frente al público. Comenzaron contando que, cuando eran chiquitos, los “flasheaba” saber que los héroes de esta historia popular de repente eran el papá de un amigo, o un vecino del pueblo. Es decir, gente muy cercana. Hay algo generacional en esta situación. Los “héroes” mayores sentados, por un lado, escuchan a los jóvenes de hoy, que no habían nacido en el 2002, contar la historia del libro basada en su propia experiencia. En palabras de Martino (2017, p. 31): “Tal yuxtaposición también muestra cómo los más jóvenes se apropian de representaciones sobre hechos del pasado, y así ultrapasan las experiencias directas de los viejos”.
El evento termina con muchos abrazos. El Día de la Ballena se presenta finalmente como agente de cohesión entre los pobladores pero también de disputas internas entre quienes no han podido organizar un solo evento unificador de la celebración y han decidido llevar adelante diferentes propuestas.
Candau (2008) propone que la memoria es una reconstrucción del pasado que se actualiza constantemente. Los recuerdos satisfacen una lógica identitaria en el seno de un grupo, en el momento oportuno (Día de la Ballena) que moviliza una memoria autorizada (la de los rescatistas): “En la medida en que estos sean reconocidos por los ‘receptores’ como los depositarios de la memoria ‘verdadera’ y legítima, la transmisión social asegurará la reproducción de memorias fuertes” (Candau, 2008:121).
Halbwachs (2005) menciona que las memorias individuales están siempre enmarcadas socialmente. Estos marcos llevan en su interior la representación general de la sociedad, sus necesidades y valores, pero también su visión del mundo animada por los valores de dicha sociedad. En el evento de la municipalidad se habló de “área familiar” para describir las aguas que alojan a la ballena franca austral entre los meses de mayo y diciembre. No vienen solo a alimentarse, aquí vienen a reproducirse, a amamantar y a acompañar a sus crías en sus primeros meses. Y así como en el discurso se busca extrapolar características humanas a la ballena como especie (lo vimos, sobre todo, al momento de hablar de Garra y sus sentimientos durante el rescate), puede que, a la inversa, suceda lo mismo en un intento de extrapolar características del hábitat natural de la ballena a la aldea familiar y turística de Puerto Pirámides.
El cartel de promoción del evento de la municipalidad, desde un inicio, generó en mí el interrogante sobre cuál sería el contenido de las charlas anunciadas, pues solo ponía “Ciclo de charlas” y los nombres de sus exponentes. Claro que en un área “familiar” como esta, segura, donde todos se conocen, tal aclaración no era necesaria. Todos sabían quiénes eran los ponentes, a qué se dedicaban y de qué hablarían. Sus narrativas científicas, ubicadas en una fecha tan importante, legitiman la reproducción de estas memorias:
Las construcciones de memoria no son ni neutras ni espontáneas. Las narrativas sobre el pasado tienen mucho que ver con los discursos políticos predominantes y satisfacen una función política doble: por un lado, legitiman los intereses sociopolíticos de los agentes que los reproducen y, por otro, refuerzan su identidad colectiva. (Roigé, 2017, p. 23)
Las imágenes del “pasado actual” de este pueblo, los inicios de la actividad turística desde principios de los años setenta y el rescate de Garra narrado como verdadera gesta heroica son utilizados para legitimar este nuevo orden social que presupone una memoria compartida basada en un discurso amigable con el medioambiente, de cuidado por la naturaleza y su fauna. Un contraste fuerte con las imágenes en blanco y negro que aparecen únicamente en la muestra del Centro de Jubilados narrando otra historia, bajo un subtítulo claro: “olvidado”, que, sin embargo, se hace presente y busca su lugar en el calendario y en la historia de este territorio. Entre unas fotos y las otras expuestas en esta muestra no hay recuerdos en común. La caída de la industria salinera y el cese de la explotación de los lobos marinos produjeron un recambio poblacional importantísimo en esta localidad, y hoy los habitantes de Puerto Pirámides se apropiaron de otro pasado, del pasado turístico, de los inicios rudimentarios de la actividad náutica con estos fines, un pasado que los enorgullece. Lo que los une con el pasado extractivista y explotador de los recursos naturales es simplemente el compartir un mismo suelo.
“Toda narrativa del pasado implica siempre una selección”, por lo que Jelin (2002, p. 29) habla de un primer tipo de olvido, el “necesario” para el buen funcionamiento del individuo, del grupo y de la comunidad. Para izar las banderas del proteccionismo y de la conservación ambiental, fue necesario descartar las memorias de ese pasado explotador de la naturaleza. Sin embargo, señala la autora, a menudo sucede que estos pasados olvidados reaparecen y cobran una nueva vigencia. Las “huellas” de ese pasado, que siempre estuvieron y están pero es ahora cuando son evocadas en blanco y negro y ubicadas en un nuevo marco de sentido, uno a la medida de este presente, para tratar de ubicarse en la trama de la construcción identitaria.
Puede pensarse que, tal vez, las fotos en color, que cuentan una memoria relativamente reciente, funcionen de respaldo y apoyo para estas escasas fotografías incoloras que cuentan un pasado ajeno. Los transmisores de la memoria de aquellos primeros pobladores que llegaron entre los años setenta y ochenta conviven en la actualidad entre los habitantes. En cambio, los transmisores de las fotos en blanco y negro ya no están, y tal vez por ello una exposición exclusiva y más abarcadora no sea aún posible.
En esta muestra del Centro de Jubilados, la historia y la memoria conviven en un intento por fusionarse. La historia en blanco y negro busca revelar las olvidadas formas del pasado, pone orden y distancia dentro de la cronología del territorio. La memoria a todo color está más desordenada y amplificada, atravesada por emociones y nombres propios de un pasado fusionado con el presente. “La historia puede venir a legitimar pero la memoria es fundadora” (Candau, 2008, p. 127). La historia en blanco y negro da cuenta de una ocupación común de un territorio. La memoria a todo color nos muestra la fundación del pueblo tal y como lo conocemos hoy. Es útil pensar estas relaciones en clave de lo que Enrique (2018b, pp. 59-60) retomando a J. Rappaport en su concepto de “narrativas fundacionales” refiere para dar cuenta de la selección, creación y resignificación del pasado, y cómo esto constituye modos creativos de seleccionar y rearticular aspectos de las configuraciones previas e incorporar nuevos elementos en función de los intereses del presente. Poco tiene que ver el bordado de vulvas, la literatura infantil o la extracción de la sal con la conmemoración del rescate de una ballena. Sin embargo, esas actividades, ubicadas en una fecha tan importante, tienen una intencionalidad clara, la de reunir al pueblo bajo todas las aristas posibles en una puesta en escena de la transmisión que, no solo actualiza temas centrales en torno a la ballena, sino que también busca hacer entrar en las memorias la creencia en las raíces comunes y un destino compartido, es decir, una conciencia identitaria que se trenza entre lo oficial, lo olvidado y lo popular.
Este trabajo es parte de una investigación en desarrollo en el marco de mi tesis de licenciatura. Agradezco a mi directora y a mi codirectora, Marcela Brac y Maricel Martino respectivamente, por sus atentas lecturas y aportes.
Así también agradezco formar parte del UBACYT 20020220400115BA.
Gómez Otero, J.(2003). Movilidad y contactos en la costa centro-norte de Patagonia Argentina en tiempos pre y post-hispánicos. En R. Mandrini y C. D. Paz(Comps.). Las fronteras hispanocriollas del mundo indígena latinoamericano en los siglos XVIII-XIX. Un estudio comparativo (pp. 287-312). Neuquén: Universidad Nacional del Comahue; Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Universidad Nacional del Sur.
Ley Provincial N°697(s. f.). La ley se puede consultar en https://sistemas.chubut.gov.ar/digesto/sistema/consulta.php?idile1=5223
[6] Financiamiento: FILOCYT: Memorias colectivas y procesos patrimoniales en la redefinición de escenarios socioproductivos en regiones periféricas de Argentina en el siglo XXI. Directora Marcela Brac, codirectora Karina Ciolli. UBACYT: UBACYT 20020220400115BA Memorias, identidades y patrimonies del trabajo: comunidades ocupacionales en escenarios postindustriales del siglo XXI, Argentina. Directora María Cecilia Martino, codirectora Marcela Brac