La lengua argentina: Una encuesta del diario Crítica (1927)
Ennis, J., Santomero, L. y Toscano y García, G. (eds.) y Ruvituso, F (dibujos). (2020).
Santa Fe: Vera Cartonera; Universidad Nacional del Litoral. (La lengua en cuestión). 111 págs.
Nazarena Valenzuela
Universidad de La Plata, Argentina
nazarenaav@gmail.com
Trabajo recibido el 23 de marzo de 2021 y aprobado el 20 de abril de 2021
La cuestión de la lengua nacional es uno de los interrogantes que el campo intelectual intenta abordar de manera sistemática a lo largo de su historia, pero no como algo sostenido en el tiempo, sino como una piedra en el zapato que asoma del repertorio de preguntas fundantes de la identidad intelectual argentina en momentos puntuales y específicos. “¿Llegaremos a tener un idioma propio?” es la pregunta abierta que realiza el diario Crítica a mediados de 1927. Hoy, en un contexto en que se observa un renovado interés por este mismo problema, surge la publicación de un libro como el que aquí reseñamos, La lengua argentina: Una encuesta del diario Crítica (1927) (2020). Editado por Juan Ennis, Lucila Santomero y Guillermo Toscano y García, con ilustraciones de Federico Ruvituso, es publicado por la editorial Vera Cartonera de la Universidad del Litoral, e inaugura la colección “La lengua en cuestión”, a cargo de Santomero.
La encuesta lanzada a la arena pública por Crítica obtiene las respuestas de dieciséis figuras del campo intelectual y artístico de la época. Enrique Larreta, José Antonio Saldías, Ricardo Rojas, Víctor Mercante, Last Reason, Roberto Payró, Félix Lima, Jorge Luis, Borges, Manuel Gálvez, Enrique García Velloso, Arturo Costa Álvarez, Alberto Nin Frías, Arturo Cancela, Alberto Gernuchoff, José María Monner Sans y Florencio Garrigós (hijo) son los invitados a responderla. A ellos se les suma el editor con un comentario a modo de cierre y una coda: un segundo comentario editorial a propósito de una nota a cargo de Américo Castro aparecida en La Nación —la cual, sin mencionarla, replicaba indirectamente a la polémica suscitada por la encuesta— y luego una entrevista a Amado Alonso, la nueva figura de autoridad en la materia recién llegada de España, en calidad de director del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires creado tan solo unos años antes. De esta manera, La lengua argentina: Una encuesta del diario Crítica (1927) (2020) propone volver a mirar este debate, poniendo a circular estas intervenciones para observar en ellas —más allá de la adhesión o no de los participantes a la premisa de la existencia de un idioma propio— las ideas, argumentos y valoraciones asociados a la cuestión de la lengua nacional en este momento determinado de la historia intelectual argentina.
Con respecto a la estructura del libro, este se inicia con un completo estudio crítico a cargo de Ennis y Toscano y García, en donde se repone el contexto de la encuesta y se entera al público de los aportes críticos que se han hecho acerca de este tema. Allí, los editores señalan la importancia del momento en el que se inserta este debate, en la medida en que la discusión acerca de la lengua propia “no se trata de un debate sostenido en el tiempo, sino que emerge con particular intensidad en períodos precisos” (Ennis y Toscano y García 2020, 6). De este modo, el libro hace hincapié en que las transformaciones que se producen en el contexto promueven la actualización de la polémica, un rasgo de este tipo de discusiones que vemos sigue presente hasta hoy. En este punto de la historia en particular, Ennis y Toscano y García señalan que los cambios producidos tienen que ver con la conformación del campo científico en relación con la lingüística y con la creación de las primeras instituciones que vienen a regular la lengua y crear un circuito especializado del saber, un “saber decir” que antes no existía como tal en la ciudad de Buenos Aires. La llegada de nuevas figuras “profesionales” —particularmente, Amado Alonso y Américo Castro—, legitimadas por instituciones europeas, configura un espacio discursivo nuevo con su respectivo centro y periferia, que lleva al desplazamiento de voces previamente consolidadas como “especialistas locales”, o simplemente que, en calidad de escritores, podían todavía opinar autorizadamente sobre asuntos de la lengua. En este sentido, la disparidad de las firmas de quienes conforman el grupo de encuestados es algo que sin dudas llama la atención: son figuras más o menos cercanas al centro del canon, escritores viejos y nuevos, personajes relacionados con el ámbito educativo, universitario, del impreso, el circuito popular, entre otros. En efecto, ese es uno de los puntos claves que parece marcar la encuesta del diario Crítica, cuyo alcance es definido por el periódico mismo como representativo de “todos los sectores literarios”, desde “el gramático engolado” hasta “el escriba lunfardizante”, tal como citan los editores en su estudio introductorio. De todas maneras, lo que Ennis y Toscano y García prefieren destacar a la hora de describir al grupo participante es que “parecen tener en común el hecho de que no son, en un contexto en el que esa figura ya ha aparecido, profesionales de la lengua” (Ennis y Toscano y García 2020, 13).
Luego del estudio preliminar, el libro pasa a reproducir la encuesta tal como apareció publicada originalmente, cubriendo de manera cronológica el período de junio a septiembre de 1927. La estructura de las respuestas se divide en dos partes: por un lado, las dieciséis intervenciones que finalizan con un comentario editorial del diario que cierra la encuesta, y por el otro, una coda que contiene una segunda nota editorial respecto de un artículo de opinión aparecido en La Nación de Américo Castro, al que se suma una entrevista como cierre definitivo de la polémica hecha a Amado Alonso. En este punto, observamos desde el lado editorial de la cuestión que se intentó reproducir en su diseño lo más fielmente posible el modo en que las respuestas aparecieron en su soporte original, con los respectivos títulos, subtítulos, presentaciones de los autores y —un aporte curioso— los retratos de los participantes. Es decir, el soporte material de la encuesta —en este caso las páginas del diario Crítica— y el diseño elegido para reproducirlas de algún modo son pensados como un plus de significado, lo cual se evidencia en la atención que el libro ha puesto en ello. De este modo, en cada intervención o respuesta a la encuesta, nos encontramos en primer lugar con el dibujo de cada figura —a cargo de Federico Ruvituso, quien “actualiza” los trazos de los retratos originales aparecidos en el diario—, seguidamente leemos una sucinta introducción a cargo de quienes editaron el volumen, que entera al lector brevemente acerca de quién se trata cada participante y luego entramos debidamente en el texto de la respuesta. A su vez, como ya señalamos, estas tienen un título —siempre el mismo, con la pregunta a contestar: “¿Llegaremos a tener un idioma propio?”—, un subtítulo con frases destacadas y una presentación de los participantes a cargo del propio diario, donde de algún modo se justifica la inclusión de cada personaje en la encuesta misma, señalando a qué lugar del campo literario pertenecen.
En lo que respecta a las intervenciones en sí, el contenido de estas es a su vez dividido en el análisis que hacen los editores, en un primer lugar, por una lógica de mayor o menor vinculación con la academia, la cual es clara cuando se leen las presentaciones que hace el mismo diario de sus figuras elegidas, en las que se relevan los méritos que justifican cada participación. Pero, por otro lado, Ennis y Toscano y García observan que las respuestas pueden dividirse entre quienes ponderan un argumento estético y literario acerca de la importancia de un estilo propio —grupo en el que se encuentran Larreta, Saldías, Mercante, Payró, Lima, Borges, García Velloso y Cancela—, y quienes eligen una línea de reflexión más vinculada con el ámbito de la lingüística —tales como Rojas, Mercante, Payró, Gálvez, Monner Sans y Garrigós—. Asimismo, se observa en varias de las respuestas un entrelazamiento con argumentos del tipo económico y político de uno y otro lado de la polémica, algunos más cercanos a España y Europa en términos de dependencia cultural y económica —Rojas, Payró—, y otros proponiendo la línea de independencia y soberanía que ya había sido marcada por las generaciones intelectuales previas. Por ejemplo, Saldías señala que “el idioma nacional, como el teatro, como la industria y todo lo nuestro se irá formando rápidamente por el aporte incontenible de la expresión popular” (25), mientras que Costa Álvarez reclama que lo que debe debatirse antes que la idea de un idioma propio es la soberanía nacional a la hora de crear una gramática y un diccionario propiamente argentinos, es decir, por fuera de la tutela española. En este sentido, acompaña a varias de las reflexiones una crítica al rol de la Real Academia Española —además del mencionado argumento de Costa Álvarez, esto se ve en Saldías, Payró y Lima— y se destaca asimismo el rol de la prensa y de la escuela como instituciones que velan por la unidad y pureza de la lengua en varias de las intervenciones —a saber, las de Rojas, Mercante, Lima, Gálvez y García Velloso—.
Más allá de la variedad de opiniones y cuestiones presentes en el abanico de respuestas, el elemento que se destaca como presente en la mayoría de ellas es el lunfardo: casi en su totalidad, los integrantes del grupo encuestado sienten la necesidad de sentar posición frente a él. Así, mientras que solamente para Last Reason y Nin Frías puede juzgárselo como base de un futuro idioma nacional en la medida en que se trata del “sentimiento” o del “alma porteña” (Last Reason), para la gran mayoría, el lunfardo representa la “jerga artificiosa de los ladrones” (Borges), la lengua de “el compadrito y el patotero de Buenos Aires” (Costa Álvarez), en tanto “no tiene más consistencia que la de esos pequeños hongos que proliferan en las tierras húmedas bajo de grandes rocas” (Rojas) y por lo tanto carece de “importancia filológica” (Gálvez) y “en modo alguno representa el espíritu total del país” (Gernuchoff).
A nuestro juicio, y tal como señalan los autores del estudio crítico, lo que resulta interesante de esta polémica y hace que su puesta en circulación en esta publicación sea más que relevante es que todas esas figuras se encuentran disputando algo especialmente porque pueden hacerlo; es el último tramo de este tipo de polémicas en la que distintos actores pueden participar en pie de supuesta igualdad, porque el diario los reúne y los convoca. Del mismo modo, es el diario mismo quien ensaya un juicio acerca del “valor” o peso de cada intervención: el broche de oro se lo lleva el cierre, a cargo de la nueva autoridad del Instituto de Filología, formado en España bajo la tutela de Menéndez Pidal, Amado Alonso. Es decir que, si bien se invita a participar a figuras dispares del campo intelectual, en un gesto de representación variopinta y democrática, se vuelve al orden al elegir las intervenciones finales, reforzadas además por el comentario editorial del mismo diario que cierra las respuestas, a la que luego se le agrega la entrevista a Alonso. En definitiva, parece evidente que el punto central de debate en la encuesta de Crítica no sería “el idioma propio de los argentinos”, sino más bien la construcción y disputa de espacios de autoridad y legitimidad para legislar sobre la lengua del territorio. Como remarcan Ennis y Toscano y García en sus reflexiones finales, el conjunto de participantes a los que Crítica da la palabra muestra su decisión de oponer a ese campo científico a la vez emergente y acéfalo todo un mapa complejo de un campo cultural que, incluso si periférico respecto del saber ahora experto, conserva indudablemente su densidad conceptual (Ennis y Toscano y García, 2020: 14).
En conclusión, observamos que el libro propone dos aportes críticos a la hora de leer la encuesta y ensaya una hipótesis acerca de su valor: por un lado, plantea como central a la polémica la pregunta acerca del proceso de conformación del campo científico nacional en temas de la lengua y muestra un momento especial del mismo, un momento clave en su configuración que marcará los debates en el área de los años siguientes. Por otra parte, a partir de la pregunta por la materialidad que constituye el soporte de la polémica, el libro juega también en el presente: exhuma un fragmento del archivo y hace circular una zona limitadamente explorada de él, lo pone a funcionar en el contexto actual y, de este modo, se hace eco de debates contemporáneos acerca del archivo como locus político. En este sentido, resulta evidente que en tanto sea todavía mínima la cantidad de material digitalizado de nuestros archivos nacionales, libros como este desempeñan un papel crucial para ampliar las condiciones de acceso a los papeles, tanto para la crítica especializada como para el público general que, en definitiva, sigue interesándose por la lengua nacional que, tal como señala Crítica, resulta un tema “interesantísimo si los hay”.