Presentación

Cristian Palacios

CONICET / Universidad de Buenos Aires, Argentina
atenalplaneta@gmail.com

Humor, lingüística y discurso: Un estado de la cuestión

Ya es un lugar común admitir que pese a que la risa, el humor, lo cómico y cualquiera de sus especies (chistes, retruécanos, memes, bromas, gastadas, referencias jocosas, invectivas disparatadas) forman parte indisociable de nuestra vida cotidiana, ello no ha encontrado una proporción equivalente en los estudios que se le dedican. Se dice, no sin cierta justicia, que, aunque los ensayos sobre la materia alcanzan una dimensión milenaria, solo muy recientemente los especialistas de las más diversas disciplinas han intentado ponerse de acuerdo sobre cuáles son sus causas, efectos y consecuencias. Ello tiene su parte de verdad, pero también de engaño. Aristóteles, que ciertamente hacía anticipación científica, cuenta en su haber con el honor no solo de ser, hasta lo que sabemos, el primero en dedicarle un trabajo monográfico al asunto (hoy perdido) sino también el de ser el primero en protestar por la poca importancia que se le dedicaba. Hace ya de ello dos mil quinientos años.

Desde ese entonces, no hay filósofo, intelectual o, para venir al caso, lingüista o semiólogo de renombre, que no se ocupe, aunque sea de manera lateral, del problema de la risa y en ese devenir más de uno ha pretendido zanjar la cuestión declarando que esta misma es indefinible, inexplicable, inabarcable o una suma de hechos inconexos a los que resulta muy poco científico tratar como un fenómeno común. A menudo lo irrisorio suele emerger como contraejemplo predilecto de cuanta norma, ley o doctrina se pretenda ofrecer como incontrovertible. La lista es vasta y heterogénea: Platón, Aristóteles, Teofrasto, Cicerón, Quintiliano, Thomas Hobbes, Kant, Schopenhauer, Freud, Kierkegaard, Koestler, Nietzsche, Charles Baudelaire, Algirdas Julien Greimas o Michel Pêcheux, entre muchísimos otros y otras. Un buen ejemplo lo constituye sin duda el comienzo de uno de los clásicos intelectuales de nuestro tiempo, Las palabras y las cosas de Michel Foucault, a quien la risa habría despertado de la ilusión de un orden lingüístico primario, un orden más allá de las convenciones, la ilusión de una babel racional, lógica, universal y totalitaria. No hace falta creerle a Foucault respecto de la realidad histórica de esa carcajada. La metáfora funciona. Como se dice en el primer artículo del dossier, todas las teorías lingüísticas o discursivas que, desde finales del siglo XIX, por lo menos, intentaron, en palabras de Paolo Fabri, “decir algo sensato sobre el sentido” tropezaron, tarde o temprano, con la necesidad de decir, además, algo sensato sobre el sentido del humor.

En otros términos: venimos hablando de la risa desde hace ya muchísimo tiempo y sin embargo persiste la sensación de que a esta altura del partido hemos dicho poco y nada sobre el asunto. La explicación de esta circunstancia, creo yo, reside en el hecho de que no hay discurso, imagen, acción o acontecimiento que no pueda de ser tomado como broma e incluso de ser gracioso en sí mismo sin que medie ninguna operación de transformación ni en el emisor ni en el receptor de aquello que nos hace estallar repentinamente en carcajadas. Es decir, lo irrisorio no es sólo una parte fundamental de la vida social de los hombres y las mujeres en, hasta lo que sabemos, todas las épocas y las latitudes, sino también y mucho más, una de las formas de funcionamiento social del sentido en el nivel más profundo. De allí que el muy buen chiste pronunciado por Bordieu en una entrevista televisiva “la comprensión es un caso particular del malentendido” resulte una descripción bastante ajustada del acto mismo de significar, que no se comprende nunca del todo sino se considera también esta heterogeneidad radical, incluso impersonal, que lo amenaza desde sus fundamentos: la posibilidad de no ser tomado en serio, por más solemne o circunspecto que se pueda parecer. Por un proceso íntimamente relacionado con la naturaleza propia del objeto de investigación esta circunstancia ha sido poco discutida o directamente invisibilizada.

Es en este último punto, en el reconocimiento de que la risa es mucho más que un fenómeno parcial acotado al terreno de los humoristas o circunscripto a una serie de temas más o menos recurrentes, en donde sin embargo podemos encontrar ciertos avances en las últimas tres décadas, de una forma trans-disciplinar y todavía inaugural, pero que ha bastado para abrir campos autónomos de investigación y desarrollo, una cierta disciplina a la que puede darse el nombre de Estudios Sociales sobre el Humor y lo Cómico que solo en nuestro país ha motivado la realización de más de siete congresos desde 2018 a esta parte. De allí la necesidad de este dossier en un momento histórico en donde, además, la irrupción de modelos lingüísticos computacionales, las mal llamadas inteligencias artificiales, abren nuevos y más urgentes interrogantes sobre la materia. En la actualidad, podemos pedirle a ChatGPT que nos cuente un chiste conocido o incluso que configure uno nuevo a partir de ciertos parámetros aleatorios, puede reconocer un meme e incluso explicarnos por qué lo es, pero fracasa ostensiblemente cuando se lo enfrenta al humor negro o a formas más sutiles de lo cómico. En otros aspectos, las IAs son francamente impresionantes, pero difícilmente pasarían el test de Turing si se las somete al escrutinio de lo reidero. Por ahora. Por lo menos por ahora.

Este dossier, por lo tanto, se propone reunir trabajos de investigación sobre el humor, lo cómico y la risa desde un punto de vista lingüístico, semiótico o discursivo que permitan configurar un mínimo estado de la cuestión sobre el asunto, desde una perspectiva argentina y latinoamericana. Chistes, memes, live tweetings, gags, humor gráfico, visual, audiovisual, musical o cotidiano; los estudios sobre el campo de lo irrisorio no pueden prescindir de una adecuada teoría de la semiosis, pero tampoco esta última puede concebirse sin dar lugar a la ambigüedad, a la parodia, al equívoco, que parecen decir siempre algo más (o algo menos) que lo que se dice. Siete artículos de siete investigadores, incluido yo mismo, de Brasil y Argentina cuyo punto de encuentro es la posibilidad de articular algunos problemas teóricos a partir de un corpus más o menos heterogéneo: de la transformación, apropiación y continuidad de los géneros escénicos de lo reidero en la televisión argentina de los años sesenta a los procedimientos del Humor Hipermediático en la generación de colectivos identitarios; de la burla política en el Brasil posterior a la derrota de Bolsonaro al surgimiento de un podcast que abreva en el caos como una forma estética propiamente irrisoria; de las teorías lingüísticas y discursivas sobre el humor, lo cómico y la risa que se desarrollaron a lo largo del siglo pasado a una nueva lista de categorías que buscan subsumir bajo su amparo la particular función narrativa de lo reidero. Un panorama amplio y sin embargo acotado de un campo de producción incipiente que cuenta en la lingüística, la semiótica y el análisis del discurso como tres aliados fundamentales a la hora de construir un sistema teórico de referencia que nos permita entender uno de los fenómenos constitutivos de nuestra propia humanidad. Atrás quedaron los tiempos en que se podía acusar a un investigador que pretendiera explicar el humor de carecer en absoluto del mismo. Muy por el contrario, en las páginas que siguen es posible constatar cómo el rigor teórico no va en desmedro del goce de habérnoslas con ciertos determinados objetos de estudio, a los que no se puede empezar a comprender si no se ha reído primero uno gustosamente con ellos.

Pasen y lean.