EDITORIAL

Endogamia y Bibliotecología/Ciencia de la Información

Endogamy and Librarianship and Information Science

 

Alejandro E. Parada

Secretario de redacción, Argentina

 


Resumen

Al cumplirse los 50 años de la creación del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas (INIBI), como tema de este editorial, se ha elegido estudiar las conductas endogámicas en la Bibliotecología/Ciencia de la Información. Entre varios aspectos que cimentan la endogamia en este campo, se citan los siguientes: la endogamia práctica, la endogamia de influencia o dependencia de fuentes bibliográficas, la endogamia de carencia de polémica, y la endogamia sistémica. El editorial finaliza con varios análisis de casos y con un llamado a abandonar las actitudes profesionales endógenas como una estrategia para la supervivencia de la disciplina.

Palabras clave: Bibliotecología y Ciencia de la Información; Endogamia; Aspectos teóricos.

Abstract

In the present editorial, in the 50th anniversary of the creation of the Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas (INIBI-FFyL-UBA), the endogamic or inbred behaviors are studied in Library Science and Information Science. Among several aspects that build up inbreeding in this field, the following are mentioned: practical endogamy, endogamy of influence or dependence on bibliographic sources, endogamy of lack of controversy, and systemic endogamy. The editorial concludes with several case studies and a call to abandon endogenous professional attitudes as a strategy for the survival of the discipline.

Keywords: Librarianship and Information Scienc; Endogamy; Theoretical Aspects.


 

La endogamia posee diversas acepciones y, a veces, cierta disparidad conceptual; ante todo, cuando se reflexiona sobre ella en el momento de conmemorar los primeros 50 años de la fundación de un centro de investigación como el Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Nuestro interés no intenta establecer un detalle de lo que implican sus divergentes sentidos. No obstante, es un concepto que se puede aplicar a diversos campos: la Sociología, la Antropología y, en particular, la Biología, de este modo se constituyen en una muestra elocuente de dicha adaptabilidad. Resulta importante detenerse en la pluralidad de sus significados. El Diccionario de la lengua española, en su edición del tricentenario, es lo suficientemente ilustrativo en esta compleja temática (Diccionario, 2014). Del punto de vista sociológico, la endogamia instrumenta una “actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo o institución”; en cuanto a su perfil antropológico, consiste en la “práctica de contraer matrimonio entre sí personas de ascendencia común, naturales de una misma localidad o comarca, o de un grupo social”; y, por último, en la dimensión biológica, expresa el “cruzamiento entre individuos de una raza, comunidad o población aislada genéticamente”.

En este contexto, propio de la esfera comunitaria, inmerso en la mirada del antropólogo y en las sucesivas aproximaciones del biólogo, es donde también se insertan los territorios endogámicos que dan forma a los individuos que configuran a la Bibliotecología/Ciencia de la Información [B/CI]. Así, en un primer momento, por una condición de necesidad, toda disciplina constituye un enclave de pura endogamia. Los profesionales de la B/CI poseen una dinámica –conductas, hábitos, prácticas, representaciones, modos “del hacer”, códigos de ética, etc.– que unifica y agrupa al acontecer bibliotecario bajo su propia identidad. Es una forma de evitar las incursiones y las competencias de otras esferas en el propio campo; una manera de cohesionar lo que es una profesión y su ámbito curricular, sus modos de pensar y, en el epicentro de esos usos, un procedimiento para proteger a los miembros de ese colectivo, en este caso, a los bibliotecarios.

Pero el tema de lo que se ha llamado “endogamia profesional”, cuya abundantísima literatura e interpretación supera a este editorial, tiene un particular interés en la B/CI. Porque, en una segunda instancia, se observa que, indudablemente, algunas características esenciales del compartimiento endogámico han tomado, al menos en nuestra opinión personal, un cariz nocivo en la operatividad cotidiana, tanto práctica como académica, de los bibliotecarios. Es este caso, nos referimos a elementos bien conocidos que afectan a la profesión. Por una parte, nuestra propensión de tonalidad antropológica local y provincial, tiende a relacionarnos casi preferencialmente entre nuestros pares; es decir, al intercambio de información y conocimiento solo o casi en exclusividad con otros colegas.

Por otro lado, a consecuencia de lo anterior, se manifiesta la disposición hacia un ámbito de creación textual signado por una escritura limitada que, sin duda, conlleva ciertos riesgos insoslayables: la de generar el conocimiento disciplinar a partir del “entrecruzamiento” con las localidades de nuestra población bibliotecaria; esto es, a la orientación hacia una dependencia autorreferencial, que conduce a nuestra propia mismidad discursiva alejada de la otredad y, por ende, al desmedro de otros cruzamientos más fértiles fuera de la B/CI.

¿Qué significa, pues, esta situación? Significa que es necesario reflexionar sobre las peculiaridades de lo endogámico en nuestra cosmovisión profesional. Por supuesto, en Información, cultura y sociedad ya hemos citado algunos de estos temas (Parada, 2016a y b); sin embargo, ahora es una encrucijada relevante para establecer un orden distinto de los mismos, aunque haya muchos caminos para encarar un proyecto de esta índole. En esta oportunidad podemos pensar la endogamia bibliotecaria bajo el punto de vista de las tipologías, un recurso que se ha empleado en un editorial en otra ocasión (Parada, 2015). Las tipologías poseen un valor intrínseco; establecen una taxonomía racional para propiciar y alentar un primer acercamiento reflexivo que, al no caer en el orden por el mismo orden, puede llevar a pensar esa sistematización desde un ángulo no solo inamovible sino, además, desde la posibilidad de un pensamiento en estado de constante apertura.

En esta breve y, por eso mismo, arbitraria selección es oportuno puntualizar una marcada conducta centrípeta vinculada a las prácticas bibliotecarias: la endogamia temática. Los tópicos que aborda la profesión suelen ceñirse a un conjunto de temas predeterminados y proclives a una escasa innovación. Fuera del área de la tecnología virtual de la información, las revistas especializadas en B/CI tienden a recurrir a una serie de perspectivas repetitivas y exclusivamente centradas en los intereses bibliotecarios. En un principio esta tendencia es positiva, pues toda área de estudio debe abocarse, con intensidad, a esa intencionalidad pautada por los procesos de investigación que la identifican, pero también connota un sólido cariz negativo: las voces y los discursos de aquello que caracteriza a nuestra producción escrita, de este modo, solo tienen su núcleo de interés en el interior del campo. Hay una fuerte geografía “de puertas adentro” en el momento de escribir sobre las temáticas profesionales. Toda disciplina debe aspirar (es su propósito final en el incremento del conocimiento) a incursionar en temas que interesan a la totalidad de la familia disciplinar a la cual pertenece y cuya interrelación es vital para su enriquecimiento. La B/CI es pobre en las gestaciones textuales relacionadas con temáticas afines a los estudios culturales y, particularmente, escasa en las zonas de contacto e intersección con las Ciencias Humanas en su amplísima gama de perspectivas y orientaciones actuales.

Esta inclinación posee daños colaterales. No solo nos autoexcluimos de las tendencias capitales en Sociología, Antropología, Psicología, Economía, Ciencias Políticas, Lingüística, Filosofía, Historia del Arte y Crítica Literaria, sino que, por añadidura, esa situación se extiende a un alejamiento de las ciencias formales y factuales y, por derivación lógica, empobrece nuestra gestión y capacidad de introspección bibliotecaria. La diversidad de tópicos resulta clave para cambiar, tal como lo sostiene Lluís Anglada (2014), “el estereotipo de la biblioteca” en la sociedad y así desarrollar nuevas percepciones en los usuarios acerca de la posmodernidad que afecta la imagen de estas instituciones. La renovación de puntos de acceso temáticos promueve un pensamiento bibliotecario con fortaleza exogámica y, en definitiva, combate las alternativas endógenas. Incluso resultan vitales los nuevos llamados a la fusión, coedición y reestructuración de las revistas científicas en Humanidades y Ciencias Sociales (Rodríguez-Yunta y Giménez-Toledo, 2013).

La perpetua y tradicional crisis entre la formación operativa versus las necesidades teóricas de nuestra profesión, determina y redimensiona, recurrentemente, una significativa endogamia práctica. Es importante detenerse en la etimología griega de la palabra crisis, pues proviene del verbo krinein cuya definición denota la acción de separar o decidir; representa, entonces, el referido vocablo, la idea de la existencia de un punto crucial para llevar a cabo un cambio marcado por la intensidad y lo radical. La historia de la B/CI posee una larga y prolífica literatura sobre las actitudes y propensiones de los bibliotecarios para asumirse en “una pura práctica de la autorrealización”. Dicha problemática no expresa ninguna novedad; no obstante, consiste una realidad contundente en nuestra esfera de trabajo. Recientemente la profesora France Bouthillier (2017), Associate Dean of Graduate and Postdoctoral Studies en McGill University (Montreal, Canadá), en su visita a Buenos Aires, señaló la importancia de superar esta controversia para instrumentar los nuevos programas curriculares de las escuelas de B/CI ante el desafío del siglo XXI.

Este sesgo enmarcado por la operatividad, trae aparejado una serie de intervenciones profesionales donde la mirada teórica y filosófica, sin bien no está totalmente ausente, se identifica por su vacancia casi constante. La endogamia práctica nos permite implementar las dimensiones físicas y sociales de los documentos, pero nos sustrae del ámbito cognitivo e interpretativo que requiere toda reflexión documentaria. Trabajamos con materialidades (ahora también con soportes que tienden a la inmaterialidad) que requieren de un pensamiento articulado y armónico sobre las características físicas, intelectuales y sociales (Buckland, 2016). Esto implica un plus o un esfuerzo que no se debe dejar de lado. Esa voluntad radica en no solo consustanciar nuestro universo documental con esas tres facetas sino, además, discurrir nuestra profesión a través y por la mediación de esas dimensiones. Meditar la profesionalidad bibliotecaria desde la organización operacional y social de nuestras apropiaciones prácticas, pero ahora intervenidas por la imbricación cognitiva de la teoría. Es necesario reelaborar estas conductas pragmáticas para que no se transformen en un giro irreversiblemente endogámico y, de este modo, caigamos en actitudes de rechazo a la incorporación de conceptuaciones ajenas a ellas, tal como señala la primera acepción de ese término en lengua española.

Otro eje del paisaje bibliotecario con componentes autistas se puede establecer bajo el acápite de la endogamia de influencia o dependencia de fuentes bibliográficas (tanto físicas como digitales). Esta condición no es un juego de elocuencia vacua. La mayor proporción de literatura sobre B/CI que suele consumirse en nuestro país (e incide en nuestro aprendizaje) y, por extensión, en Latinoamérica, proviene de las producciones textuales anglosajonas. Porque la bibliografía bibliotecaria también responde a hábitos conformados por los bienes de consumo que, en lo puntual, encubren las influencias y dependencias que inciden en el desenvolvimiento de la profesión. La incidencia de este proceder adquiere tal magnitud y trascendencia que en muchas oportunidades se cae en la ignorancia de los aportes bibliográficos de otras procedencias y latitudes. Resulta alarmante –las contribuciones españolas son la excepción– el desconocimiento de la literatura bibliotecológica de otros países europeos y latinoamericanos. El entendimiento, en este caso, adquiere una especificidad de retroalimentación endogámica inquietante: corre el riesgo de virar hacia un pensamiento único, sesgado y ajeno a la realidad de las condiciones de realización específicas de cada región.

A lo largo de su historia la Bibliotecología argentina ha abrevado en dos fuentes disímiles: la tradición europea y la estadounidense. Buena parte de los profesionales que se destacaron en la segunda mitad del siglo XX, a pesar de estar influidos por una u otra, buscaron la concordancia entre ambas escuelas. En un mundo globalizado, donde lo local pugna por conquistar su identidad, es imperioso escuchar todas las voces para que nuestras prácticas y representaciones respondan a una variación de fuentes especializadas. Esta vocación en la búsqueda de lo plural no solo evitará el incremento de una endogamia parcial en su unicidad bibliográfica sino que, además, nos permitirá el trazado de nuevas investigaciones que se consustancien, plenamente, con la realidad y la alteridad de América Latina.

Un antiguo síndrome de inclinaciones autorreferenciales en la comunidad bibliotecaria se articula en la endogamia de carencia de polémica. ¿Qué se entiende por esta expresión? Hace referencia, inserto en nuestro ambiente, al clásico síndrome de Asperger; o sea a la incapacidad para interactuar en y con la sociedad. El alineamiento profesional fuera (en el sentido de “expulsado”) de los escenarios de discusión y controversia, sobre todo, en las temáticas sociales de fuerte debate, con el objetivo de mantener un temple apolítico, ha llevado a los bibliotecarios a una especie de trastorno en sus capacidades de expresión y comunicación.

La postura de presentar una personalidad apolítica y foránea a toda réplica de discusión, donde solo se debaten –en constante forma endogámica y de clausura interna– las cuestiones y temáticas que construyen nuestra práctica, nos ha conducido a una posición de neutralidad equívoca; este acontecer de ausencia de compromiso con otros semejantes (tanto aquellos que son usuarios como los usuarios potenciales) trae como consecuencia una actitud interna compartida y de gran extensión: el miedo a la exposición pública de que nuestras ideas no sean las estrictamente esperadas por la tradición disciplinar. Esta concepción endogámica, como una réplica viral, se reproduce en la cómoda ambigüedad de la carencia de deliberación y su aceptación común.

En el sentido lato del término endogamia, tal como se ha abordado en este trabajo, es decir, con la intención de llamar la atención sobre los impedimentos interiores profesionales y el requisito de exceder los propios límites fronterizos, es factible aún diferenciar la endogamia sistémica. La necesidad de establecer el orden racional bibliotecario para controlar la información, nos conduce a situaciones de inadaptación en un mundo informacional cambiante y manipulado por la contingencia misma.

Hoy día la dispersión de los enfoques disciplinares, la variación de accesos a los datos, la tensión de inter operatividad entre el lenguaje natural y el artificial, la manipulación por medio de máquinas en la Web semántica 3.0, la fragmentación de los intereses de los usuarios y, lo que es más importante, los cambios de expectativas de esos usuarios que demandan un nuevo tipo de servicios, presentan una serie de desafíos a los bibliotecarios. La profesión requiere de una dualidad que manifieste la misión mudable de estas agencias. No solo alcanza con desarrollar mentalidades de control ante la versatilidad del libro como entidad material e inmaterial. Necesitamos ser los gestores de ese cambio que dialécticamente se inclina desde lo normativo hacia los ámbitos donde los lectores migran fuera de toda norma, y viceversa. La innovación bibliotecaria no radica, en la actualidad, en expandir los servicios tradicionales, al contrario, hay que crear nuevos servicios para los nuevos usuarios virtuales. Estos servicios, en muchas instancias, sobrepasan toda cualidad sistémica y, a veces, se instalan en la falta de cierta estandarización; por lo menos, en el presente período de expansión y colonización de la cultura virtual. Por supuesto, hablamos de bibliotecarios que se atañen y bregan, como siempre, por la normalización a ultranza de la información, una de las esencias existenciales de la profesión, tal el ejemplo de las ontologías, las taxonomías, los análisis de dominio, los mapas del conocimiento, los datos enlazados o datos vinculados. Pero en estos momentos –en el porvenir serán determinantes– hay que establecer nuevas imbricaciones que articulen lo sistémico con la flexibilidad de lo no sistémico.

El estudio de los atributos endógenos de la B/CI es muchísimo más amplio; como ya se expresó, este editorial pretende únicamente señalar algunos de ellos. Existen, además, numerosos casos que señalan las limitaciones de dicha conducta para emprender la compresión de la realidad bibliotecaria en constante fuga hacia el futuro.

Se puede ilustrar este escenario del modo siguiente. Las escuelas de B/CI deberían reformular, en forma sustancial, sus planes de estudio. Es hora, por ejemplo, de formar profesionales capacitados en la abstracción del análisis matemático-filosófico y, ante todo, hábiles diseñadores en la creación de software que se adapten a las nuevas necesidades de los usuarios, pero ahora desde la mirada del bibliotecario y no por transferencia de un programador informático. Este es un reto que inaugura la antesala de una fuerte discusión dentro de la B/CI, ya que muchos colegas no estarán de acuerdo con estas afirmaciones; sin embargo, las opiniones de un editorial no buscan la complacencia y el beneplácito: requieren de la discrepancia, de la disconformidad, de la desavenencia. Puede ser excesivo o extemporáneo, pero los colegas deben prepararse para dominar con plenitud las tecnologías de programación… o sus usuarios las buscarán en otros lugares que necesariamente no sean las bibliotecas.

Otra aproximación que pondría en jaque a nuestra endogamia y resultaría una materia de gran conflicto y disentimiento (no olvidemos que la discusión es fundamental para la supervivencia de un campo), es reflexionar sobre la posibilidad de que la formación universitaria en Bibliotecología consistiera exclusivamente en una instancia de posgrado, y que esta reforma implicara la existencia de bibliotecarios cuya base educativa de grado fuera, de hecho, multidisciplinar. De este modo, habría profesionales bibliotecarios de la totalidad de las ciencias. Desearía pensar, también, en bibliotecarios que sean mentores de otros bibliotecarios (Romanos de Tiratel, 2003), para trasmitir la continuidad y garantizar la gestación de otros panoramas disímiles a los presentes. Los giros exogámicos son tan contundentes (están tan lejos de la matriz endogámica) que en la actualidad hay constantes llamados para trascender la antinomia entre las clásicas Archivología, Bibliotecología, Museología y Ciencia de la Información (Araújo, 2014). Y redefinir, exógenamente, en una constelación de conceptos impulsados por su intensidad, lo tecnológico a partir de contenidos más anclados en las Ciencias Sociales y en las construcciones de ciudadanía (y no como declamaciones retóricas de “lo social”).

Hemos planteado estos imperativos extremos para alertar a los miembros de nuestro colectivo. Las publicaciones científicas en Ciencia de la Información tratan recurrentemente sobre esos tópicos y no son novedosos en el área. Tampoco implica que estemos de acuerdo con ellos. Pero la endogamia, como se observa, no es una incumbencia con la cual deben lidiar, en solitario, los comités editoriales de esas publicaciones y su abundante cantidad de contribuciones (Giménez-Toledo et al, 2009). Es algo más poderoso que recae y afecta al conjunto de “los interiores” de la profesionalidad bibliotecaria.

Retomando a Clifford Geertz (1975), es viable afirmar que cuando la sofisticación de la ciencia y la tecnología ha agotado todos sus procederes para salir del enclave inclusivo donde nos encontramos, el sentido común de permanencia de la B/CI puede metamorfosearse en “un sistema cultural” de diálogo con lo exógeno. El proceso de apertura, entonces, deviene en una coyuntura propiciatoria para cuestionar la “endogamia epistémica” (Zavala Pelayo, 2014) un cuestionamiento que nos podría conducir a abandonar las arbitrariedades displicentes y conquistar otros saberes que no se focalicen en “lo bibliotecario”. Lo latente no está en el “espíritu de cuerpo”, que se manifiesta en merodear lo interno, el designo final de una profesión radica en su interacción con el mundo.

Por lo tanto, para pensar de manera distinta en el marco del aniversario de los 50 años del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas, creo imprescindible el intento de superar y abandonar, con franca decisión, nuestros relatos endógenos, sean de índole temática, de características prácticas, de dependencia de las fuentes, de ausencia de polémica, o de pasión por lo sistémico. Intentar, inequívocamente, refundarnos fuera de nuestros complejos de endogamia e instalarnos en otras territorialidades para expandir nuestra identidad.

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