Editorial

  • Julián Fava

Resumen

Los momentos fundacionales suelen ser dolorosos: cambiar el ritmo de los relojes no es trabajo de tecnócratas sino de forjadores de lo real, de singularidades colectivas que hacen de su vida la cifra de las potencias vitales, que condensan las vibraciones del presente, las memorias olvidadas. Momentos en los que el verbo se hace carne y los sueños de los vencidos redimen las viejas heridas del cuerpo social. Entonces, el Estado ya no es una máquina de matar ni un apéndice de la libre circulación del capital, sino que, por el contrario, empieza a trazar una serie de coordenadas que, si comienzan por cicatrizar esas viejas heridas, continúan con la ampliación de derechos políticos, civiles, culturales, educativos.
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